Imagin-acción

Sandra Petrovich

A la espera de lo que no se produce por sí solo

“Desertar

andar creando bordes

                                 abriendo senderos

surcos

contar y cantar

navegar enlazados en la misma travesía”.

Estar situados al sur del sur del continente de la Abya Yala en un territorio tan vasto como cinco veces y media el de Bélgica, con una población cercana a los 3,4 millones de habitantes, nos coloca en un espacio casi insular. Geopolíticamente sin ninguna incidencia, podemos decir que su mayor atractivo podría ser su puerto situado en la ciudad de Montevideo y sus grandes extensiones de tierra. No obstante, si obviamos las fronteras políticas, el Uruguay forma parte de un vasto continente que sufre el más feroz de los saqueos y donde se ha profundizado el despojo desde tiempos de la colonización.  Ya no somos tan diferentes a otros países; la brecha entre ricos y pobres ha crecido, a la par que los procesos de corrupción en las esferas del estado.  Tampoco nos hemos escapado del narco, verdadera gangrena de la sociedad.  El resto y el todo es igual a lo que pasa en el mundo; manipulación de los medios de comunicación, cercenamiento de derechos y criminalización de la protesta.  Dentro de este contexto se llevarán a cabo las próximas elecciones presidenciales en el mes de octubre.  Campaña electoral, puestas en escena estratégicas de las agencias de publicidad y las encuestadoras.  Los ciudadanos de a pie son simples cifras manipulables y la democracia una parodia.

Las cifras de las encuestadoras ya dan ventaja a la coalición de izquierda Frente Amplio, aunque también habría una tendencia a la paridad entre el bloque conservador y la izquierda electoral, lo cual no es muy diferente a otros países.  Esta situación lleva a que la gobernabilidad esté dada solamente por un consenso o alianzas entre las partes y esto abre las puertas a una mayor inestabilidad política.

Inestabilidad globalizada, signo de nuestra época que bien podríamos nombrar Epílogo de una humanidad sin nombre.

Polarizaciones, odios, impunidad, post verdad, oscurantismo, demencia, manipulación.  Estos son los ingredientes de nuestras vidas en el presente.  Lo curioso es que exista la sensación de que conservar, perpetuar el mal que nos domina sea preferible antes de lo peor, que por otra parte por vías colaterales ya está instalado.  ¿Qué puede haber de peor de lo que ya hay?

Es en este estado pastoso, nublado, de la conciencia que se vive; exactamente en un vacío de propuestas, de acciones, de pensamiento, de creaciones que no se dejen condicionar por el miedo.  El ámbito del arte, la literatura, los académicos, no se han decidido a desertar de sus espacios de confort.  Nada se mueve, todos esperan lo que no se va a producir por sí solo.  Tal vez sí, en algún momento se empiece a perder la zona de confort que los resguarda, es entonces que muy probable no les den los tiempos a muchos para construir alguna alternativa utópicamente salvadora.

Por otra parte, se puede constatar que las hordas derechistas que pululan por el mundo se están poniendo al frente de un hartazgo generalizado, de las faltas de respuestas a muchos problemas acuciantes en la sociedad; en estas masas poseídas por una fe casi religiosa se van juntando preponderantemente dos clases sociales, la clase alta y las clases sociales más desfavorecidas.  La clase media queda quieta, atrapada por la nostalgia de tiempos de bonanza y sigue en la lógica de reproducir una y otra vez más de lo mismo.  Pero hay un ingrediente a tener en cuenta y es que por el momento las capas más bajas de la sociedad adhieren fácilmente a las opciones radicalizadas de las derechas.

Resulta evidente que ya se han caído todos los viejos paradigmas; algunos no lo soportan y siguen reproduciendo discursos en ámbitos en donde lo único que se reproduce es la tristeza y la soledad.

Todo ello pasa en un contexto de guerra eminente a nivel global.  ¿Pero qué pueden las personas de a pie, que hacen, con qué energía o desanimo se enfrenta la cotidianidad?

Hoy hay millones de personas movilizadas en las principales avenidas del mundo, pero no se logra parar a los autoritarismos ni eliminar las injusticias.  Las pantallas se saturan de imágenes de fuego y destrucción, ejércitos y más ejércitos; esas verdaderas máquinas de la muerte.  Pensamos que ahora se trata de defender algo tan fundamental como la vida, de desertar de las autopistas del individualismo y el consumo.

Es una pena no poder ver lo que puja, late, se mueve, en los subterráneos del mundo.  ¡Estamos convencidas de que eso contagiaría a muchos, aunque debemos tener en cuenta que la vida siempre ha sido breve! Es esa la conciencia que está faltando.  Buscar sentido a las cosas, a nuestras existencias.   Encarar ese bajarse de todo requiere tener amigos, vecinos, compañeros para la travesía, recuperar tiempo de vida.  Las vueltas de las calesitas izquierda, derecha, se agotan, la mecánica se herrumbró y se está cayendo a pedazos.  Así es que el mal menor tampoco será tal en Uruguay, hay un ejercicio para hacer en esta campaña electoral y es preguntar, preguntar y no cesar de preguntar, por ejemplo:

¿Qué medidas concretas se prevén para preservar una tierra sana, para producir alimentos para todos, tienen los distintos partidos?

¿Como se terminará con la entrega de las tierras a las corporaciones?

¿Como se atacará a la excesiva riqueza?

¿Qué educación para qué tipo de sociedad? Y así podemos seguir. Sí, hacer visibles estas preguntas por todos los medios, preguntar y caminar, caminar preguntando.

¿Qué partido político reconocerá al turismo como una industria invasiva y destructora?

¿Qué partido político reconocerá las políticas desarrollistas como devastadoras para la vida?

Hasta ahora no hay quienes formulen estas preguntas ni quienes planteen parar a los totalitarismos, ni a los ejércitos, ni a la furia colectiva de todos contra todos. El agua contaminada mata, el eucalipto no se come, tampoco la soja transgénica.

El Acuífero Guaraní se defiende. Para resistir, para construir lazos solidarios y comunidades hay que poner siempre el cuerpo.

“Solo a partir de la solidaridad podemos descubrir una forma nueva. Solo a partir de la empatía y la solidaridad». Franco Berardi

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