Romper el Cerco

Andrea Cegna

A 30 millas del mar

Habla Radio Assalti

Bajo este tono lúgubre, un pensamiento prohibido

Un rebelde al deber

Si ahora el deber es sólo el arte de obedecer

Como «bueno» a veces es solo otra forma de llamarse más fuerte

En la guerra humanitaria, la invención es buena

La oportunidad de reinar sobre el polvorín de la historia

es un engaño a muerte

Abril para no olvidar

guerra de libros de texto

cuando ya nadie tiene alternativa

a la blanca Europa que por fin pone orden en el sótano

pecado para las victimas un error

¿Qué hacían allí entre tantas bombas en busca de objetivos?”.

Es parte de la letra de una canción, «A 30 miglia di mare» de la banda militante romana Assalti Frontali, escrita durante el bombardeo de Serbia por parte de la OTAN. Fue en 1999. Palabras aún vigentes respecto a la guerra absurda e imperialista iniciada por Putin en Ucrania. No quiero negar la evidencia y los problemas que hay dentro de esta putrefacta acción, que es la injerencia de la OTAN y su ampliación hacia el Este; y de hecho el intento neoimperialista de Estados Unidos y su intento de hegemonizar Europa. Pero hoy quien está ocupando militarmente un país es la Rusia de Putin, que no es una alternativa anti-capitalista sino una de las caras del capitalismo. 

Los «demócratas» regresan al poder en los Estados Unidos y las guerras están de vuelta. No es que la familia Bush no se haya puesto las camiseta militar. La guerra de hoy parece diferente a la de ayer: Trump y su política exterior han armado el polvorín, los dos años de Covid han trastornado la economía y los intereses capitalistas, la industria bélica ha presionado, la fortaleza europea ha mostrado su vacío entre los contendientes y cuando trató de meterse en el camino era demasiado tarde. Los líderes de los 27 países de la Unión Europea no están a la altura de los problemas. Esta guerra suma las lógica de las guerra “asimétrica” y de la guerra del siglo XX, por eso es más sucia, más cruenta y se juega también en la propaganda de los medias sociales. 

No es casualidad que la guerra estalle cuando el Covid parece bajar la intensidad, se cuestiona el “nuevo orden mundial” y la partida se juega en varios frentes. Ucrania y Europa fueron sitiadas, Putin y Rusia desencadenaron la ofensiva, pusieron en marcha la maquinaria bélica. Hay que decirlo claramente: hay que detener la invasión rusa de Ucrania. La guerra de Putin deber ser condenada. Y el tema principal. Hay que tener muy claro que no se trata de un choque entre dictadura y democracia, como nos quiere hacer creer los cómplices del proceso. Es una guerra de interés hegemónico, económico, imperialista. Dos imperialismos diferentes que han chocado.

Uno de los dos empezó la guerra mostrándose como un criminal entre criminales. En esta condición el mundo debe gritar una sola cosa «detengamos la guerra» y acompañar y apoyar la vida de las poblaciones afectadas: la ucraniana y la rusa. Putin es un oligarca que tiene el sueño de la Gran Rusia, EEUU quiere volver a ser la potencia número uno del planeta, papel que China, en primer lugar, e India, socavan. La resistencia del pueblo ucraniano sorprendió al mundo. Putin estaba convencido de que podía hacer una guerra relámpago, el eje de la OTAN pensó quizás que el pueblo ucraniano podía ser una víctima prescindible para imponer asimétricamente una nueva relación con Rusia, debilitada por la guerra tanto en política exterior como interior.

Ninguno había contado con los pueblos que detienen los tanques con sus cuerpos o desafían al neo-zar saliendo a las calles en Rusia. La paz debe tener una oportunidad. Para tener esta oportunidad, los gobiernos no deben alimentar la guerra: armar al ejército ucraniano es parte de una lógica belicista y responde a la lógica intrínseca del peor capitalismo. Darle una oportunidad a la paz es proteger a quienes en Rusia se manifiestan contra la guerra, pensar en un proceso de desmilitarización del mundo, superar la idea de un estado de acción y de influencia hegemónica. Es un proceso cultural. Putin debe estar culturalmente aislado, así como Biden y todos los demás que los siguen. Darle una oportunidad a la paz no significa voltear la cabeza para otro lado.

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