La columna de lxs que sobran

Desde el Margen

Rebeldía ante una política de muerte

Las dinámicas crueles del sistema patriarcal y capitalista intentan despojarnos y violentarnos cada vez más. Nos han dicho que permanezcamos en casa, sin opción para los que viven al día; nos han atacado y dicho a todxs lxs que protestamos “delincuentes” y “terroristas” como si el país estuviera tan bien que resultara innecesario hacerlo; hemos visto como, mientras las autoridades están en un banquete, sucede la mayor masacre carcelaria del país; hemos visto que la única estrategia que sale de arriba son más policías y militares para que permanezcamos quietos, con miedo, obligándonos a aceptar sus decisiones, mientras en el fondo no se soluciona nada.

Todo esto no resulta extraño cuando un Estado patriarcal, colonial y capitalista utiliza todos los recursos, tácticas y mecanismos que tiene para manejar una política de la muerte y del terror. El concepto de Achille Mbembe de necropolítica lleva a definir la soberanía como el poder sobre la vida, decidiendo a quiénes hacer morir o dejar vivir con los aparatos de control. ¿Para qué trabajar con los presidiarios, atravesados por una vida pauperizada, en un proceso de deconstrucción colectiva y personal si hay policías (corruptos) que los pueden vigilar? ¿para qué trabajar con la gente de los barrios más pobres, donde el crimen organizado busca a lxs jóvenes, y darles más alternativas de vida, si se puede hacer un Estado de excepción que lleva a militares y policías a las calles por 30 o 60 días? Así de absurdo puede sonar cuando sabemos que esos problemas no se resuelven con terror y muerte, cuando un Estado de excepción no puede subsanar los niveles de desigualdad, violencia, machismo, injusticia, abuso y corrupción.

Nos llenamos de digna rabia cuando una pandemia nos recordó con más fuerza las enormes deficiencias y desigualdades del sistema en que vivimos, donde lxs nadie, lxs de abajo somos lxs que más morimos. Mientras la salud, la educación y el empleo subían su privilegio, el trabajo informal en las calles crecía sin importar arriesgarse a un virus mortal. Crecía el crimen organizado, el sicariato y la delincuencia, dejando el 2021 con muertes violentas en el 59% de las ciudades del Ecuador, Guayaquil siendo el más golpeado con 595 muertes y en las cárceles un saldo de 328; el patriarcado seguía expresándose en muerte, dejando una víctima cada 44 horas: 103 feminicidios, 7 transfeminicidios y 62 muertes por delincuencia organizada en 2021; y un nuevo gobierno que intenta dejar la vida en manos del mercado y queriendo superar la crisis arremetiendo con el extractivismo en los diferentes territorios, sabiendo las consecuencias destructivas históricas que ha dejado a su paso.

No podemos seguir creyendo estas falsas soluciones que vienen desde arriba, sin ningún intento por cambiar la forma de hacer política pues no escucha otras propuestas y crea enemigos para utilizar la violencia; sin querer transformar una economía extractivista dependiente de las trasnacionales que deja afectaciones al ambiente y a las comunidades; sin ningún esfuerzo por acercarse a lxs de abajo, escuchar y hacer cambios profundos para las necesidades que existen. Frente a ello, es que desde lo colectivo nos reconocemos, nos hacemos más fuertes y estamos vigilantes contra toda forma de despojo que intente pasar.

Nos duele cada pérdida de cada familiar, amigx, compañerx militante y todxs lxs que han sido víctimas de este proyecto de muerte que nos lleva en una espiral constante de violencia. La militancia y la organización también se llenan de estos dolores que nos enseñan, nos dan rabia y fuerza para saber por lo que luchamos, para saber claramente que no queremos un mundo así. Porque contrario a esa política de muerte y del terror, nosotrxs apostamos a una política por la vida, donde podamos caminar todxs, donde unas vidas no valgan más que otras o que unas tengan el control sobre otras. Un camino que es posible como nos han enseñado lxs compañerxs zapatistas y los compañerxs kurdxs, sin permitir que ningún Estado o empresa tenga un control sobre sus cuerpos, territorios y en su forma de organización. Luchando frente a este monstruo que se alimenta de la indiferencia y la normalización de la hambruna, la violencia y la muerte.

Para ello, pensarnos en colectivo es fundamental para construir ese camino, creciendo juntos, comprendiéndonos y criticándonos para seguir creciendo. La crítica y la autocrítica, como nos han enseñado lxs kurdxs, debe ser un proceso dentro de todos los espacios cotidianos, un ejercicio práctico de aprendizaje que permite incomodarnos en nuestro confort y reconocer la violencia normalizada que nos invade, para fortalecer la organización y estar preparadxs en todo momento para luchar contra este proyecto de muerte.

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