Yo soy Montaña

Edith Herrera

Otis, el huracán que sacó a relucir nuestras desigualdades

Foto: Reyna del Carmen García

Es la ciudadanía quien está levantando solidariamente al Acapulco rural y de los pueblos de su periferia. Aquel Acapulco que es invisible a los ojos de los gobiernos, del turismo o de las televisoras que fabrican un espectáculo con esta tragedia.

Son más de 2 semanas desde que el huracán Otis golpeó fuertemente las comunidades rurales y colonias de la periferia de Acapulco, así como la tan afamada zona costera. También se sabe de afectaciones materiales que aún no terminan de cuantificarse en Coyuca de Benítez, algunos municipios de la Costa chica guerrerense y de la región de Tierra caliente, aunque estos daños no han sido censados completamente ni tampoco han sido considerados en los fondos de reconstrucción, los más de 61 mil millones de pesos que recientemente anunció López Obrador para iniciar la reconstrucción de Acapulco y municipios afectados por el huracán.

Hasta ahora, la solidaridad ha venido principalmente de la ciudadanía: son las personas que hicieron los primeros acopios tan pronto supieron de la tragedia. Personas particulares, pueblos vecinos de Guerrero y otros estados, universidades en todo el país, organizaciones y colectivos solidarios siguen siendo los que llevan el apoyo directamente a los lugares afectados.

Una joven estudiante de la UPN en la Montaña de Guerrero, por ejemplo, recientemente se trasladó junto a otros compañeros y familiares para entrar en contacto con sus parientes en aquella zona en la periferia de Acapulco. Ahí la ayuda ha sido escasa, siguen los escombros, cantidades de basura en las calles que empiezan a ser un foco de infección, mientras que el servicio de luz eléctrica no ha regresado del todo a las colonias.

Nos cuenta Reyna del Carmen, la estudiante: «Las personas de la colonia Zapata no han visto que el gobierno haya venido a repartir las despensas. Han visto a otras personas, particulares, que han llevado las despensas, pero no alcanza para todos. Lo que nos dicen es que quieren que el gobierno se acerque a escuchar las necesidades que tienen y no solo se centre en las calles y colonias principales de Acapulco. Sino que también el gobierno voltee a ver las colonias que en verdad lo necesitan, las colonias más alejadas y que también fueron afectadas por este huracán. No solo se trata de la comida. También está el agua, la luz, la reconstrucción de sus viviendas, sacar los escombros».

Como vemos, son varios los procesos de reconstrucción. La urgencia apremiante es abastecer de agua y de alimentos de primera necesidad a la población más vulnerable. Que es en lo que se han enfocado los colectivos, organizaciones, familiares que siguen haciendo llegar su solidaridad y apoyo ante esta catástrofe. Pero la luz, la infraestructura que requieren sacar los escombros, la reconstrucción de viviendas, para citar algunos ejemplos necesitan de un gobierno que actúe realmente.

Es importante visibilizar la catástrofe en las zonas rurales, pueblos campesinos, periferias de Acapulco donde se concentran las familias más humildes, empobrecidas por efecto de un turismo masivo y depredador que ha despojado de tierras a campesinos en la región y los ha limitado al turismo, como principal fuente de empleo.  

Tenemos que contextualizar, mantener la memoria histórica. Las consecuencias y el impacto del huracán Otis es sujeto a este contexto. Golpeó con más fuerza los hogares de campesinos y las familias más humildes a causa de la ambición empresarial por construir un complejo turístico.

Esta ambición depredadora acabó con las reservas naturales esenciales para conservar los equilibrios climáticos, mitigar el impacto de los ciclones o tormentas. Y la precarización de la vida en esta zona hotelera, ha empujado a las familias a construir viviendas sencillas, con lo que les alcanza su salario, techos de láminas, cartón, madera, quizás no adecuadas para hacer frente a un evento climático de esta índole.

Antes de que llegará Otis, la situación ya era complicada. Y solo así pueden entenderse las consecuencias y el impacto del huracán. No solo es la violencia, que se vive de forma cotidiana en todo el municipio, tanto en la costera como en las zonas de la periferia y el Acapulco rural. Otra de las problemáticas que enfrenta la población es, por ejemplo, la escasez de agua o al servicio de luz que son limitados porque la gran mayoría de estos recursos son consumidos por la industria hotelera, el puerto y los grandes complejos restauranteros y centros nocturnos que parece que viven en otro mundo.

Foto: Reyna del Carmen García

Mientras que el servicio de salud no se garantiza en el Estado de Guerrero. Porque no se accede a buena atención, los hospitales no cuentan con el equipo adecuado para realizar las curaciones u operaciones que requieren los ciudadanos. Frecuentemente los centros de salud y hospitales en el estado se quedan sin medicamentos, y con el paso de Otis la situación se visualiza peor. Por el agua encharcada y la basura acumulada, es preocupante posibles brotes de infecciones en los ojos, la piel, y brote de enfermedades como el dengue que se desarrolla en estas condiciones. Sin hablar de las cuestiones de higiene y de acceso a un agua limpia y potable.

Estos son algunos de los problemas de los que padecían las colonias más empobrecidas de Acapulco y de su zona rural. Otra vez, el huracán Otis vino a evidenciarlos, pero no los creó: ¡ya existían! Muchas familias de estas zonas marginadas no pueden pagar un servicio de salud privado, no vienen a Acapulco para sus vacaciones. La vivienda que se destruyó ó fue dañada por el paso del huracán, no es su residencia secundaria: es la única que tienen.

Esta fragilidad fue documentada por Eduarda Méndez, originaria de Ocotequila en la Montaña de Guerrero, quien nos comparte: «Mi primo [que vive en Acapulco] me comentó que estuvo deteniendo durante mucho tiempo las estructuras con las láminas, para que no volaran. Al final, tuvo que decirles a sus familiares que se escondieran debajo de la cama. Y pues, no aguantó [no resistió la fuerza de la tempestad] soltó las láminas y lo vió volar [el techo de su hogar]”. Situaciones similares sucedieron en toda la Acapulco que no es turística ni tan famosa: colonias de la Parota, las Cruces, los libertadores, la Zapata, la Ampliación Morelos, Tres palos, por mencionar algunas.

Eduarda es una de las jóvenes que se organizó con familiares de Ocotequila y de Tlapa de Comonfort, la capital de la región de la Montaña de Guerrero. También se juntó con compañeros de la universidad para llevar víveres a las colonias y barrios periféricos de Acapulco donde viven sus familiares. Fueron allá en grupo para solidarizarse, llevar agua y alimentos de primera necesidad a los habitantes afectados por el paso de Otis y ante la poca información que tenían de ellos y ellas.

Las viviendas de las familias de la periferia fueron llevadas y levantadas en un abrir y cerrar de ojos por el huracán Otis la noche que golpeó la zona: imagen de la fragilidad con la que viven a diario estas personas. Sus vidas se han precarizado, producto de un sistema de despojos, empobrecimiento y negación de los índices de pobreza, de la violencia que azota al municipio de Acapulco, sus comunidades rurales, las colonias de su periferia y el resto de la zona costera.

Foto: Reyna del Carmen García

No se trata solo de utilizar la solidaridad para sacar a relucir su imagen. O, simplemente, de ser solidario únicamente cuando ocurre una desgracia de estas dimensiones. Es importante reflexionar cómo pensamos el apoyo mutuo, como nuestro lado humano sale a relucir no solo con el impacto de huracanes, sismos u otros desastres, sino todo el tiempo. Para construir este mundo más justo, con respeto pleno a los derechos de campesinos, indígenas, y de las personas vulnerables producto de un sistema económico que los ha relegado a ser servidumbre en los rubros y complejos hoteleros.

Aparte de los víveres, en los últimos días, el gobierno federal ha hecho llegar por todo lo alto equipos de electrodomésticos, refrigeradores, ventiladores, estufas, microondas, etc. Pero aquí la pregunta es ¿en quiénes se está pensando hacienda gran pompa de esta distribución? ¿Realmente se tratan de actos de justicia social? O más bien de tranquilizar la opinión pública hasta que las cosas vuelvan a la normalidad. Una normalidad que ya era disfuncional.


En la montaña de Guerrero, en septiembre de 2013, tuvimos nuestra propia experiencia de lo que implica una catástrofe climática. Esta fecha marcó la vida de muchos pueblos y comunidades, que aún recuerdan el impacto de los huracanes Ingrid y Manuel.

Aprendimos mucho de este episodio que tuvo lugar hace 10 años. Uno de esos aprendizajes, es que la reconstrucción no será inmediata y que tenemos que tener los ojos bien abiertos para evitar el uso político inmediato de este desastre natural. En plenas campañas electorales, sea cual sea el partido, los damnificados terminan siendo botín político.

En nuestro caso de la Montaña de Guerrero, todo político iba a tomarse las fotos con las personas afectadas, revictimizándolas sin la menor duda. Subían sus actos de buena fe a las redes sociales, o incluso realizaban anuncios publicitarios, donde romantizaban la «ayuda» que aportaban en aquel entonces. Como si esta ayuda fuera realmente algo que ellos daban de forma personal. No como servidores públicos realizando el trabajo que se podía esperar de ellos como mínimo: un “apoyo” que no viene de su bolsillo, sino que proviene del dinero del erario que es el que manejan.

Este tipo de actos solo denigran a las víctimas de la catástrofe, además de constituir una burla para las personas que lo han perdido todo. Aprendimos entonces que es importante denunciar comportamientos que lucran con la tragedia y solo quieren el protagonismo. Basta de aprovecharse de la desgracia de los que sufren de un desastre natural, cuando ya sufrían de un desastre social: el de una sociedad desigual.

Al final de cuentas, todos los gobiernos tienen responsabilidades frente a una catástrofe climática de estas dimensiones. Es su deber atender a las personas afectadas. Sin hablar del aspecto preventivo, para que se emitan y se ejecuten protocolos de prevención. Tanto para advertir a la población del peligro de la llegada de un huracán, como para que se puedan poner a salvo. Como mantener viviendas con acceso a los servicios básicos, en zonas geográficas seguras, dando acceso a un sistema de salud digno, etc. En Guerrero estamos muy pero muy lejos de tener una actuación legítima y confiable de parte de las instituciones de gobierno.

En la montaña de Guerrero, la solidaridad hacia Acapulco por el paso de Otis se ha volcado entre las familias, amistades y redes locales de apoyo. Eso es lo que hay que resaltar, valorar y reconocer. Tenemos que pensar desde la autogestión: cómo organizarnos entre todos y todas para levantar las viviendas. Porque el estado lo hace “a su modo”, y la gran mayoría de las veces este modo no contiene ninguna forma de respeto o pertinencia cultural o social.

Como con la ola de violencia que azotó a Acapulco desde la década del 2010, las autoridades tienden a menospreciar las colonias más pobres y las zonas rurales que rodean la ciudad. En ese entonces, daban a entender de muchas formas que no importaban estás cifras de homicidios e incentivaban a los turistas a venir a la Zona Diamante. Argumentaban que la violencia no afecta a los turistas, solo a los de las colonias más humildes. La violencia no mira hacia el mar, mira hacia adentro decían. Como si esto fuera un argumento para que no importara y fueran indiferentes. De la misma forma, hoy, con el paso del huracán Otis, las autoridades se preocupan mucho más por salvar a las zonas más acaudaladas y dejan al Acapulco de los barrios populares y de las zonas rurales, esperar la ayuda que tanto necesitan.

Aquí en la Montaña, la solidaridad ha sido reunirse, contactar a la familia que se ha ido a Acapulco a estudiar o trabajar de manera «informal», vendiendo dulces, pulpas, o nieves para buscar generar economía. Se ha apoyado llevando agua, víveres, medicamentos. Además, se ha empezado a pensar en las afectaciones a largo plazo, las que no son el hambre o la seguridad inmediata. Se ha empezado a organizar para levantar las viviendas.

No se sabe cuándo llegarán a censar a las familias o si serán incorporados a algún programa de reconstrucción después de Otis. No hay plena confianza en lo que haga el gobierno. Ya nos ha pasado anteriormente con el impacto de tormentas y temblores: siempre hay quienes lucran con la tragedia, sean del partido que sean. Y de los miles de millones de pesos que llegan para la reconstrucción del Estado, muchos pierden el rumbo. Las víctimas que se quedaron sin techo no tienen el lujo de esperar para ver si llegan o no estos millones. Así que se organizan solos, con sus vecinos o con la ayuda de sus familiares que se encuentran en el resto de la República.

Foto: Reyna del Carmen García

El llamado a la solidaridad es que no se acabe con los víveres, que no sea un tema que pase de moda después de unas semanas. Se trata de pensar en cómo se levanta un pueblo, una colonia, un barrio, que ha sido descobijado desde mucho tiempo por las estructuras municipales y estatales, que han sido relegadas, aisladas de la mirada del turismo que mira hacia otra parte. Hablemos de ese otra Acapulco.

Tenemos que pensar cómo cambiar estas dinámicas que se evidencian ahora que pasó Otis a destrozarnos, pero que existían antes. La solidaridad va a requerir que nos mantengamos en alerta. Tratemos de hacer llegar la ayuda de forma directa. No se trata de grandes cantidades o cosas masivas. Un aprendizaje desde la montaña, es que la solidaridad es el apoyo mutuo, es poder ir mano a mano, porque creemos que solo el pueblo puede levantar al pueblo. La autogestión, es una vía para recuperar la organización colectiva de los barrios y colonias. Este es el gran reto: cambiar estas ciudades donde el turismo depredador llega y acapara, llega y aniquila, llega e impone, llega y desplaza, no solo las tierras y territorios, manglares, mares y lagunas, sino vidas enteras, formas de convivir y cohabitar.

Frente a la tragedia, poder sacar esa fuerza interna, es nuestro gran reto. Esta fuerza que ha sido invisibilizada, negada, y reprimida, producto de un sistema capitalista que despoja a los pueblos de su memoria, de su historia y de sus sueños. Para resumirlo todo: ¡Esta es la ocasión de sacudirse y de repensar la sociedad, no de ir a tomarse la foto!

Edith Herrera

Mujer ñuu savi (gente lluvia) originaria de la Montaña alta de Guerrero. En los últimos 15
años ha trabajado en diversos procesos organizativos locales así como en colectivos de
mujeres y juventudes para la promoción de los derechos de los pueblos indígenas y la
construcción de la autonomía de la vida, a partir de saberes y conocimientos milenarios en
torno a la salud, al territorio y alimentación tradicional. Actualmente es coordinadora del Espacio Cultural Educativo “TIKOSÓ”.

Una Respuesta a “Yo soy Montaña”

  1. Melitón Bautista Cruz

    Muy interesante el articulo, me interesó mucho, yo soy zapoteco de la Sierra Juárez de Oaxaca, he escrito unos libros sobre la vida comunitaria, me gustaría compartírselo., gracias por compartir

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