Tormentas y esperanzas

Eduardo J. Almeida

No mires pa’ abajo

Hay por ahí una película llamada “No mires hacia arriba” que caricaturiza los niveles de absurdo a los que ha llegado el mundo ante la amenaza de un meteorito que está por destruir la vida en el planeta. Pero el problema no está, o no sólo en no mirar hacia arriba ante algo que amenaza con extinguirnos, sino en nuestra incapacidad para mirar pa’ abajo a esa catástrofe que alimentamos diariamente y en la que nuestra responsabilidad es directamente proporcional a qué tan “arriba” tratamos de estar aplastando el “abajo”.

En México tenemos una arraigada tradición de corrupción, clientelismo e impunidad sobre la que está construido todo el sistema político y desde la que se sigue reproduciendo. A la par, esas mismas estructuras han mantenido violento control feudal sobre territorios y poblaciones en donde la insumisión al despojo o al abuso es castigada como el peor de los crímenes, basta ver la violencia contra las comunidades zapatistas en Chiapas por parte de paramilitares cobijados bajo el silencio cómplice del gobernador Rutilio Escandón y de su cuñado el secretario de gobernación Adán Augusto López; o el caso de Álvaro Sebastián quien después de ser injustamente encarcelado dos décadas y de que él y La Voz de los Zapotecos Xiches en Prisión lucharan y lograran su libertad, fuera baleado afuera de su casa por no someterse a esas redes caciquiles que controlan el territorio Loxicha de Oaxaca; o el asesinato de Samir Flores que lleva impune lo que lleva este sexenio. Sobre ese legado de crueldad y sangre se construye también el rapaz industrialismo mexicano, capitalista, neoliberal, desarrollista, progresista o como le llame la administración en turno.

López Obrador es parte de esa misma inercia, con cambios en la narrativa pero bailando al mismo ritmo. No tuvo empacho en declarar materia de seguridad nacional los proyectos de infraestructura para promover el turismo de élite, la extracción de metales y minerales, el transporte de mercancías, la producción y transmisión de energía; pero ante la brutal sequía y el despojo de agua la seguridad nacional nunca apareció, se quedó en amables solicitudes a los grandes depredadores como Danone, Coca-Cola, Pespico, Heineken o Modelo para que caritativamente regalen un poquito de su agua para que la gente sobreviva. No ha habido un decreto, acuerdo, mensaje mañanero que declare la crisis de agua materia de seguridad nacional. Lo que sí hay es un paquete de proyectos energéticos de alrededor de 40 mil millones de dólares que incluye gasoductos marítimos y plantas de licuefacción de gas para exportarlo a Europa aprovechando la crisis energética que se avecina por los bloqueos a Rusia y de Rusia por la Guerra de Ucrania, sobre la que México se mantiene presuntamente neutral.

Hace unos días López Obrador acusaba a lo opositores al Tren presuntamente Maya de estar bajo el control del gobierno de Estados Unidos, porque en su daltonismo político o en su incapacidad de mirar pa’ abajo trata de equiparar la mezquindad y el oportunismo con la resistencia. Sólo mira a quienes se le oponen desde arriba, porque los de abajo, hoy como antes, no importan.

Seguramente es cierto que para los múltiples Claudios X. González la preocupación por el medio ambiente sea tan profunda y auténtica como la de los Alitos Moreno por los derechos humanos o la de todo el caciquerío que se pintó de guinda por la transformación del país. Es probable que haya grupos, empresas y gobernantes de países extranjeros que usen e intervengan oportunistamente en las múltiples tragedias de México para usarlas como piezas en su juego geopolítico. No podemos negar el creciente interés de USAID y otras agencias de otros gobiernos por financiar proyectos de organizaciones involucradas en temas medioambientales y sociales. Apoyos financieros que seguramente son parte de una política más amplia de esos gobiernos en relación a México y América Latina y que han aprovechado el estrangulamiento financiero al que la administración actual ha pretendido llevar a las organizaciones civiles, pero que no son la única o principal fuente de recursos de esas organizaciones y tampoco están involucradas en esos financiamientos las múltiples y muy diversas organizaciones y comunidades que se oponen a los megaproyectos del gobierno mexicano.

Resulta mezquino usar esos argumentos para tratar de evitar que miremos pa’ abajo, para que no veamos que esos proyectos de “seguridad nacional”, con discurso neoliberal o progresista, están dirigidos principalmente a empresarios y caciques que de por sí se han enriquecido con las prioridades y políticas de desarrollo, a costa de la supervivencia de comunidades humanas y ecosistemas completos y en dónde lo que le llega a los presuntos beneficiarios son migajas colaterales. Además es de plano hipócrita pretender que por invitar allá arriba al presidente cubano no veamos que abajo la Guardia Nacional es la primera línea de la Border Patrol estadounidense en la frontera mexicana con Guatemala. Es grotesco hacer un show de las propiedades de periodistas que vendieron su alma y su oficio con tal de que no miremos pa’ abajo, para el sureste donde grupos paramilitares atacan diariamente comunidades Zapatistas, para Oaxaca donde defensores comunitarios son asesinados de forma cotidiana, para guerrero donde los narcoparamilitares asedian comunidades diariamente o al resto de las geografías de México en donde empresas legales e ilegales despojan tierras y aguas, destruyen y matan todo lo que obstaculiza sus ganancias potenciales.

La mayor parte del México de arriba, esa a la que le entró el ambientalismo por moda o por oportunismo nunca ha mirado hacia abajo o lo ha hecho para despreciar y despojar. Pero lo que hace López Obrador es usar la superficialidad de ese arriba como arma para evitar que abajo se tejan luchas ante los abusos y la devastación neoliberal que ahora se dice progresista para que no miremos pa’ abajo con solidaridad y miremos pa’ arriba con complicidad.

Tamara San Miguel y Eduardo J. Almeida

Tamara San Miguel y Eduardo J. Almeida tratan de acompañar y tejer caminos entre luchas. Son integrantes del Nodo de Derechos Humanos, del proyecto Etćetera Errante y Adherentes a la Sexta Delcaración de la Selva Lacandona.

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