Desde los fuegos del tiempo

Ramón Vera

Momento de reivindicar e implicarnos

Vivimos en las sombras de una pasado que se desvanece,

atrapados en los fuegos del tiempo

Bob Dylan

 

El pasado no se desvanece, aunque así nos quiera hacer sentir el capitalismo, porque nuestro tiempo de la conciencia es más vasto que la cuchara positivista con que nos quieren medir, normar, cuadrar, estabular, estamentar, calificar en los sistemas de pesos y medidas, y escolaridades, e institucionalidades, oficiales y de izquierda y derecha en la supuesta crítica. El pasado nos lo quieren borrar. Quieren que olvidemos. Nos quieren imponer el olvido.

Podemos llevar dentro varios pasados que afloran al tiempo que resolvemos presentes simultáneos o secuenciados, mientras realizamos futuros en presente para transformar nuestra realidad hacia algo más digno, más iluminado, más significativo, más gozoso, más creativo, más justo. Reivindiquemos el presente que es el pasado acumulado y el futuro agolpándose por ser.

Pero parte de lo que debemos recordar, tener como memoria viva, es que el ataque que nos tienen destinado y que preparan y perpetran de muchos modos cotidianos va por todo y por todas y todos. Nadie podría decir que no nos toca y que mejor refugiarnos en un rincón a verlo pasar hasta que amaine. Ni siquiera es posible la irresponsabilidad porque nos arrasan con sus tóxicos, sus ingredientes activos, sus acaparamientos, sus corrupciones, sus seducciones, sus incongruencias y mentiras.

Hoy el Mal (así con mayúsculas, de dimensiones bíblicas, míticas, épicas), se plantó ante los micrófonos del planeta y vino a manotear, a dar de zapatazos, a gritonear y vociferar, buscando ver a quién incomoda, a quien excluye, a quién le quita algo, a quién le recorta algo, a quién secluye, a quien desaparece, a quien despide. Todo a los gritos y con gestos estrambóticos, fuera de centro, desencajados y sin hilación.

El mal no es sino hacernos creer que todo está bien mientras proponen y perpetran todo tipo de destrucciones.

Por eso, entre otras cosas, “en conmoción no hay decisión”, como dicen que decía Ignacio de Loyola. Tenemos que comenzar por recuperar la respiración, exhalar con lentitud hasta bajar el pulso respiratorio para poderle ver de frente la jeta al monstruo: uno que tiene muchos rostros.

Reivindiquemos entonces, primero que nada nuestra respiración, aunque la maldita contaminación nos enferme y nos llene de humos y plomo, y vapores fétidos y dañinos. Reivindiquemos nuestra propia mirada. Decía Leonardo da Vinci que somos lo que alojamos, lo que nos configura, es decir lo que en la mirada comenzamos a tejer con el mundo. Nuestra mirada recibe de todo el universo, pero también nosotros podemos hacer surgir mundos y situaciones de nuestro ojo mágico. Esto es político, no esotérico.

Debemos entonces reivindicar nuestro lugar. El situacionismo tenía razón. Desde nuestra propia circunstancia, reivindicar el rincón de donde surgimos es reivindicar que somos un centro desde donde puede reconstruirse el mundo para muchas y muchos. Cada rincón es un centro, decimos y repetimos como decía el maraka’ame wixárika don Pedro de Haro que había que insistir: “ustedes repitan como borrachitos las cosas importantes hasta el cansancio”, nos decía.

También tenemos inescapablemente que reivindicar nuestra historia, nuestras condicionantes, nuestros sesgos, nuestros dolores, nuestros temblores, nuestras nubes y sombras, pero sin imponerlas como muleta o bastón para que las demás personas nos “consideren”, porque todo se vuelve berrinche, imposibilidad, plañiderismo. Reivindicar nuestro sesgo nos permite plantarnos en nuestra verdad, y desde la tranquilidad de decirla poder ir prendiendo “velas de vida”, o sea vínculos de trabajo y entrañamiento.

Además de revindicar, busquemos implicarnos.

Necesitamos retejer el cuerpo social. Reconstituir a los  sujetos, a la comunidad, como pregona con firmeza el CNI. No hay nada más urgente que la reconstitución de los sujetos.

Que entendamos las condiciones que pesan sobre nosotros, y que nos preparemos en la lucidez más amplia posible para enfrentar y darle la vuelta a todos los ataques, a todas las dependencias, a todas las trampas del sistema y las dependencias, y sus intermediarios, y sus represiones. Para eso es menester buscar y ser autónomos.

Necesitamos implicarnos al tiempo de buscar y reivindicar la autonomía, y la paradoja más interesante es que la autonomía nos acerca a la comunidad. Requerimos reinvindicar el tejido de relaciones que nos acerquen , que nos permitan regresar al cuerpo social, como decía Iván Illich.

La paradoja que plantea Illich es fuerte porque en realidad todo lo que de alguna manera nos enajene o nos arranque de la situación social en donde podemos incrustarnos o estamos incrustados, no es una herramienta convivial, no es un proceso convivial y nos deja aislados. Quien reivindique el individualismo tal vez suponga que eso lo libera, cuando en realidad lo pone solo o sola ante la ley, antes las fuerzas que nos atacan y nos aprisionan.

En cambio, todo lo que nos mueva a la creatividad, a la autonomía; que nos promueva autonomía, al mismo tiempo nos devuelve al cuerpo social. Ésa es la paradoja.

Pero para muchas personas cínicas, lo malo humano regresa siempre una y otra vez y entonces no puede haber nada limpio, nada puro. Esta idea de la pureza y la limpieza y la higiene para todo lo que hacemos, es muy preocupante. Hay, entre gente que hace crítica a la izquierda, el orgullo de descubrir que no era limpia la comunidad, la convivialidad, que como humanos recaemos. Hacen a la izquierda la crítica que no se atreven a hacer a la derecha. Y su “superioridad” aumenta con cada ojeadita en el espejo. Diría un amigo, “se pasan de listos”. Cuando esas personas constatan que la gente puede ser jodida, descansan.

Pero no hay nunca nada puro, porque la pureza es más un sueño culpógeno en sí mismo. Lo que podemos es ofrecer nuestro intento.

Como dice Rafael Sandoval: “estamos implicados o no estamos implicados”. Implicarnos significa proponernos actuar, pensar, reflexionar juntos, y si nos equivocamos a ratos y otras veces le atinamos, ahí iremos equilibrando y re-equilibrando nuestros intentos. Implicarnos es estar dispuestos a intentar juntos. El intento es más real que cualquier idea de pureza. Suponer que de por sí todos los procesos están jodidos porque de por sí la gente es mala y traicionera, es desperdiciar muchas vidas, muchos intentos, muchos corazones.

Cualquier enajenación, cualquier erosión, cualquier menosprecio, cualquier ruptura de saberes y relaciones es imposición, es aplastamiento de nuestra autonomía, de nuestro ejercicio como personas y colectivos hacia el mundo. Hasta que el sentido que construíamos juntas y juntos se rompa en serio y lleguemos a la urgencia de reconstruir y reconstituirnos de verdad, la gente parece no moverse.

Pero el tiempo va llegando. No puede posponerse, porque todo se desabarrancará. Estamos en un momento en que ante el desbarrancamiento que se avecina requerimos retejer, plantear los nudos nuevos, de relaciones más significativas y horizontales. Reconocernos en comunidades y personas, de región a región y hacer un tejido real por abajo.

Un tejido de libertades, de autonomías.

Si nos arrancan de nuestra tierra o territorio, de nuestras fuentes de subsistencia, y nos deshabilitan nuestros medios más creativos para resolver por nosotros mismos lo que podría dispararnos al centro de un futuro de justicia, subsistencia, creatividad y autonomía, tenemos que revertir ese proceso y promover directamente que podamos resolver por nuestros propios medios, y con sus medios creativos las cosas que más le importen. Tenemos que promover una creatividad individual, pero sobre todo una creatividad mutua.

El llamado del CNI a la organización, pasa por abrir espacios de diálogo que profundicen los modos de hacer posible esta autonomía, porque todo lo que fuerza dependencias está jodido. Necesitamos ver cómo podemos independizar nuestros esfuerzos y al mismo tiempo implicarnos en entender, reconstruyendo los escenarios y las condiciones del sometimiento y el encierro. Hay que reconstruir comunidad.

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