Umbrales de emancipación

Stavros Sravrides

Los elegidos

Se supone que la elección es la quintaesencia del ser humano. Poder elegir es poder distinguir entre opciones. Poder preferir: parece una especie de elección basada en el gusto individual. Poder priorizar: parece una especie de elección basada en el razonamiento.

¿Será entonces que elegir es una forma de individualización? Por supuesto que puede serlo. Pero, como sabemos, la individualización es un proceso social. Uno aprende cómo volverse individual. El problema con las sociedades capitalistas es que este proceso se basa en un elogio absoluto de la individualidad que simplemente oculta las normas sociales que de hecho la configuran. La elección debe presentarse como una práctica que caracteriza: cada día, cada momento tenemos que elegir y esas elecciones deben hacerse asumiendo la responsabilidad de los resultados. Elegir una marca de cigarrillos o la ruta panorámica hacia el mar describe qué persona eres y qué esperamos de ti.

Combinar elecciones realmente triviales con elecciones con consecuencias muy graves –elecciones éticas– es parte de una ideología dominante que presenta a los individuos como consumidores: consumidores de opiniones, de gustos, de identidades, de deseos. El consumo no es simplemente una ética respecto de las reglas y el comportamiento del mercado, es una ética completa y total. Es una manera de elogiar la individualidad sometiéndola a juegos de elección prefabricados.

Sin embargo, existe otra ética de elecciones basadas en elecciones colectivas más que individuales. Y como en una inversión paradójica, se trata de una ética en la que el derecho a elegir se basa en el hecho de que uno es el elegido. Y tú eres el elegido porque participas de un grupo de elegidos: los pocos, los que se diferencian de todos los demás. Los miembros de este grupo pueden reclamar varias formas de superioridad: en conocimiento, en poder, en belleza, etc. Pero su afirmación más poderosa es que se comunican con la fuente de su poder imaginario o real: con qué o quién los ha elegido.

Si esta fuente es trascendental, y suele ser, como por ejemplo, dios, la naturaleza, los antepasados, la historia, etc, entonces por supuesto los elegidos simplemente están diseñando el círculo vicioso de su privilegio: son ellos quienes han creado la mito según el cual fueron elegidos, y son ellos quienes continuamente aportan las pruebas de esta elección. Y estas pruebas pueden ir desde escrituras religiosas (la ley mosaica, por ejemplo) hasta experimentos científicos basados generalmente en presunciones falsas (como aquellas que se supone que prueban la superioridad de una determinada raza).

Los elegidos son peligrosos. Pueden cometer el peor de los crímenes porque están destinados a un futuro superior. Los elegidos entrarán en una tierra para unos pocos, en una vida futura llena de recompensas, en un palacio literal o imaginario de poder absoluto, en un mundo de satisfacción en el que se moldean los deseos (y no al revés).

Los elegidos eligen porque son elegidos. Y debido a que pertenecen a un cierto grupo de pocos elegidos, su identidad no se basa en la individualidad sino en la seguridad colectiva de predominio. Y esto les da el derecho, un derecho que ellos mismos han tomado por elección propia, de explotar a los menores, de obligarlos a obedecer, de utilizarlos y de exterminarlos si parecen bloquear el camino hacia la tierra prometida.

¿Una regresión a tiempos pasados? ¿Una ética precapitalista obsoleta que suele estar relacionada con visiones conservadoras extremadamente agresivas sobre la vida y la sociedad? No precisamente. Ésta es una característica muy viva de las sociedades contemporáneas que supuestamente son las más “avanzadas”. De hecho, el estatus y el poder se basan predominantemente en el dinero en las sociedades capitalistas. Sin embargo, el poder para sostener e imponer la desigualdad en condiciones capitalistas bien puede utilizar mitos de inferioridad racial, fervor religioso o teorías pseudocientíficas. En la confrontación directa con tales ideologías, sólo la igualdad y la solidaridad pueden ser la respuesta. Y una conciencia de que las elecciones no sólo nos caracterizan y nos hacen responsables de los resultados, sino que también nos dirigimos a aquellos con quienes debemos cuestionar, discutir y negociar esas elecciones. Somos responsables de ser no sólo sujetos de elección sino también miembros de comunidades que eligen permanecer abiertas y luchar tenazmente por la emancipación social. No somos los elegidos. Simplemente luchamos para demostrar que nadie es elegido y que todos deben poder elegir la libertad y la igualdad siempre que se preocupen y apoyen a todos los demás.

Stavros Stavrides

Arquitecto y activista nacido en Grecia, profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Técnica Nacional de Atenas, dedicado a trabajar en las redes urbanas de solidaridad y apoyo mutuo, y en comprender los actos y gestos dispersos de desobediencia tácita en las metrópolis.

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