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Verónica Villa

Hacinamiento, virulencia y crisis multidimensionales

La revista Biodiversidad, sustento y culturas número 117 (Hacinamiento, virulencia y crisis multidimensionales) es un compendio de textos sobre la producción industrial de animales hecho por organizaciones latinoamericanas que ven desde primera fila la sucia producción industrial de reses, cerdos, peces, “carne imposible” y las crisis de contaminación y enfermedad que conlleva.

La revista, que puede descargarse, entre otros sitios, desde la página electrónica del Grupo ETC, es una reflexión crítica sobre el papel principal que la producción industrial de carne tuvo en la “tormenta perfecta” que causó la pandemia de Covid 19. Pero más allá del Covid, los textos describen un reordenamiento territorial impuesto por el sector privado sobre las tierras campesinas, comunitarias, en toda América Latina por lo menos hace 70 años. Imposición exacerbada ahora por nuevas máquinas, acuerdos comerciales más leoninos, y biotecnología, “poniendo en peligro la vida en todas sus dimensiones”, como reclaman las organizaciones de la Alianza Biodiversidad en el editorial de la revista. Presentaremos la revista este jueves 17 de agosto a las 5 PM, en esta liga: https://tinyurl.com/33mzp8se

Acercamiento a la carne imposible

A fin de junio, quienes regulan la producción e inocuidad de los alimentos en Estados Unidos dieron luz verde a la venta al público de carne producida en laboratorio. Más de 150 compañías de diversos países están en la carrera para colocar en restaurantes y supermercados carne “alternativa”.

Los argumentos con los que esas compañías logran inversiones de miles de millones de dólares son que producir la carne en laboratorio será bueno para el clima, reducirá el sufrimiento animal y asegurará la limpieza del producto, reduciendo enfermedades asociadas con el consumo de carne industrial. La fundamental relación entre animales y comunidades, así como la diversidad de formas de crianza, preparación y consumo se han reducido a la ingesta de enzimas, lo que la industria y los expertos globales en alimentación llaman “la transición proteica.”

La mayoría de las proteínas alternativas provienen del reino fungi. También está el consumo de “leches” derivadas de plantas, que vemos cada vez más en los anaqueles y en los refrigeradores de las casas: leche de soya, almendra, coco, avena. Nadie quiere eliminar de sus vidas la textura y sabor de los productos de res o pollo o lácteos. por eso mejor imitarlos.

A la cabeza en regulaciones, comercialización e inversiones en proteína alternativa están Singapur, Estados Unidos, Australia-Nueva Zelanda e Israel. Les siguen otros 16 países ricos y tres o cuatro de ingreso medio.1 En sólo un año la inversión en proteínas alternativas se triplicó, de mil a 3 mil millones de dólares.

Para reproducir masivamente estas proteínas se usan células madre del músculo esquelético, los fibroblastos, células madre mesenquimales, células madre embrionarias y las células derivadas del tejido adiposo. Las células de las glándulas mamarias pueden utilizarse para la producción de leche, y las células del hígado para el foie gras. Se cultivan en biorreactores (conocidos coloquialmente como cultivadores), de forma similar a lo que ocurre en el interior del cuerpo de un animal, “alimentándolas” en un medio de cultivo celular rico en oxígeno, con aminoácidos, glucosa, vitaminas y sales inorgánicas, y complementado con factores de crecimiento y otras proteínas.

Si se suman todos los factores contaminantes involucrados en la cría industrial de vacas y ovejas, y se toma una media mundial, un kilogramo de carne puede suponer emisiones equivalentes a 100 kilogramos de dióxido de carbono.2 Pero los laboratorios y los insumos necesarios para producir proteínas sin animales utilizan cantidades enormes de electricidad y agua, los motores de los reactores deben estar encendidos semanas enteras, funcionando con combustibles fósiles, para que las moléculas de hamburguesa se reproduzcan masivamente. El proceso requiere cantidades inconmensurables de azúcares, almidones y grasas con los que se adicionan los tejidos cultivados para que den la pinta de la carne con su consistencia muscular y sanguínea.

El consumo excesivo de carne y lácteos se asocia a obesidad y enfermedades crónicas, además de las enfermedades zoonóticas, la contaminación del agua y el aire en los criaderos industriales y la destrucción de bosques y manglares. La agricultura celular está siendo cuestionada por investigadores del cáncer, que preguntan qué tanto del proceso de reproducción celular inducido en la carne de laboratorio puede ser adoptado por el organismo humano, y que han denunciado la falta de higiene y bioseguridad en laboratorios donde se cultivan proteínas alternativas.3

Las empresas de ganadería, apicultura, piscicultura y porcicultura son tal vez las más corruptas de la industria alimentaria. Pagan miles de millones de dólares en multas anuales por ruido, engaño en el peso y el precio, contaminación por desperdicios y plagas o porque tienen que retirar sus productos de los anaqueles. Lo que debe saberse es que gran parte de éstas son las mismas industrias que están en la transición proteica.4

Criticar la producción de carne por la contaminación que causa roba atención del resto de las emisiones de la civilización petrolera que no derivan de ello, distrae de otros males sistémicos que resultan en la pérdida de plantas, animales y ecosistemas enteros, como la extracción minera, cambios en el uso del suelo, urbanización salvaje, generación de basura.

Las empresas de la carne real y sintetizada en laboratorio mandan mensajes contradictorios como que las proteínas de origen animal son cruciales para resolver el hambre. Que consumir carne es salir de la pobreza. Pero como la carne puede ser mala para el planeta y la salud humana, debe haber sustitutos. O sea, necesitamos más proteínas pero menos carne. Promueven la misma comida industrial de siempre, pero supuestamente libre de contaminación, de sufrimiento animal e incluso libre de la tierra y de los agricultores.

El origen de los problemas de hambre y mala nutrición está en los problemas económicos, políticos y ambientales que se sufren en todas las regiones del mundo, como consigna el informe Proteínas y política5. Comunidades agrarias y regiones enteras dentro de cada nación se ven orilladas a dejar de sembrar su sustento ante la pérdida de tierras y la invasión de monocultivos para exportación.

Mientras la carne industrial está en entredicho, la ganadería campesina contribuye al sustento de mil 700 millones de campesinas y campesinos en los países del Sur. Los animales que no vienen de granjas industriales sirven como alimento, pero también como abrigo (lana y pieles), como fuerza de tracción para labores agrícolas y transporte, ayudan a fertilizar el suelo, permiten aprovechar tierras marginales o en descanso y hacen parte del tejido comunitario más allá de su valor de cambio. Aseguran ingresos y seguridad alimentaria en infinidad de regiones rurales. Aún ahora, en las comunidades campesinas del mundo y en ciudades pequeñas, la carne se consume con moderación y dignidad para los animales.

La ola de la proteína alternativa nunca hablará de reconstruir sistemas alimentarios variados, descentralizados, equilibrados; mucho de la importancia que tiene para millones de campesinas y campesinos la crianza de animales en sus patios y tierras comunes, ni les dará voz sobre cómo resolver las carencias nutricionales de acuerdo a sus problemas específicos, sus territorios y sus cocinas.

1Good Food Institute, 20220, Alternative proteins. State of Global Policy https://gfi.org/resource/alternative-proteins-state-of-global-policy/

2 MIT Technology Review, 3 de julio de 2023, “Here’s what we know about lab-grown meat and climate change”.

3 Marion Nestle, 22 noviembre de 2022, “Plant-based meat alternatives: the latest not so good news” en Food Politics, https://www.foodpolitics.com/2022/11/plant-based-meat/

4 EI Grupo ETC, 2022: Barones de la Alimentación. Lucro con las crisis, digitalización y nuevo poder corporativo. En la página del Grupo ETC: www.etcgroup.org/es

5 IPES-Food, abril de 2022, Proteínas y política. Mitos y realidades sobre la carne, el pescado, las “proteínas alternativas” y la sostenibilidad.

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