El Vocho Blanco

Mary Farquharson y Eduardo Llerenas

¡Candela! La Casa de la Trova de Santiago de Cuba

Fotos: Colección Discos Corason

En ‘Candela,’ el son cubano del gran Faustino Oramas, mejor conocido como ‘El Guayabero,’ incendios reales e inventados de diferentes pueblos del Oriente de Cuba se confunden con el placer sexual– permitido y prohibido– y estas llamas las apagan los bomberos, a veces sí y a veces no. Sones como éste, igual que los boleros y guarachas, nacieron en esta región de Cuba y de aquí viajaron a La Habana y al mundo. La misma trova sigue encendiendo pasiones hoy en día en su sede principal, la Casa de la Trova de Santiago de Cuba, pequeño lugar en donde conocimos a grandes músicos, empezando en 1985, cuando lo vital y lo brillante de esta música fue todavía un secreto a voces.

Esta pequeña casa, con su fachada azul, se encuentra en el corazón de Santiago de Cuba, el puerto y capital de esta región en donde la cultura afrocubana predomina. Hoy, La Casa de la Trova de Santiago de Cuba es un imán para el turismo cultural que apoya la economía del Puerto, aunque nosotros tuvimos el privilegio de conocerlo de fondo cuando era un proyecto musical comunitario, sin proyección para afuera.

La historia de esta Casa nos lleva a 1949 cuando un trovador, Virgilio Palay, tabaquero y dueño de una gran voz prima, despachaba fritangas de bacalao desde una vitrina en su pequeña tienda. Una noche llegó un chofer con una botella de ron y con ganas de festejar su cumpleaños. Apareció Ángel Almenares con su guitarra y pronto se juntaron otros músicos. Esta fiesta improvisada jaló a otros músicos y la tiendita de Palay se convirtió en el lugar predilecto de un importante grupo de trovadores santiagueros.

La trova original se refiere a una manera de tocar guitarras y percusiones, con el juego creativo de ritmos y de palabras, con descargas improvisadas y letras que describen al entorno de la vida santiaguera. Sin embargo, la trova es más que la música, es una manera de vivir y convivir; de buscar a los amigos para inspirarse juntos a crear y recrear una buena música que refleja los gustos y conocimientos locales. Cabe destacar que México también es un país de grandes trovadores.

El trovador Angel Almenares, igual que Virgilio Palay, Compay Segundo y una cantidad muy grande de músicos de Santiago de Cuba en los años 1930, 40 y 50, eran trabajadores de día y músicos en sus tiempos libres. Miguel Matamoros, figura musical que hoy en día es casi mítico, fue el chofer del magnate Emilio Bacardí; Compay Segundo era tabaquero, pero también trabajaba en el ferrocarril y también componía una enorme cantidad de sones y guarachas con su compadre musical, Lorenzo Hierrezuelo.

Después de la Revolución, la trova seguía vigente entre músicos que, como el ahora famoso y siempre querido Eliades Ochoa, tocaban en la calle. En 1968, alguien del gobierno tuvo la idea de darles su propio lugar y un salario digno, para que ofrecieran su trova todos los días a la gente del Puerto. La vieja tiendita de Virgilio Palay fue el lugar escogido para la primera Casa de la Trova de Cuba. Un trovador de aquel momento, Celedonio Lissabet, ‘Chelito’, también carpintero y ebanista, se encargó de engalanar la sala de la pequeña casa con paneles de caoba que brillaban aún más cuando fueron decorados con retratos y fotografías de los trovadores originales. Ahí estaba el retrato de Pepe Sánchez, autor de “Tristezas” (1883), el primer bolero registrado en papel; también estaba Rosendo Ruíz y Sindo Garay, figurones de la trova en sus orígenes; estaba el guitarrista exuberante, ‘Cucho el pollero’, igual que Emiliano Blés, y muchas figuras más.

Con estos grandes a sus espaldas, escuchamos a Eliades Ochoa interpretar ‘Chan Chan’ y el ‘Cuarto de Tula’ en 1985, cuando él era uno de los más destacados músicos jóvenes de la Casa de la Trova, y el arte de otros genios como él, fue poco conocido fuera del Puerto.

Eliades era, en ese entonces, director del Cuarteto Patria, grupo de larga tradición que todavía no empleaba el nombre de él. En percusiones estuvo Juaquín Solórzano, bongosero y tumbador bárbaro que merece mucho reconocimiento. El bajista fue un trovador veterano, Aristóteles Limonta, igual que Francisco Cobas de la O en la guitarra segunda y coro. Se sentaban los cuatro en banquitos de madera, igual que los parroquianos del Puerto que llenaban la sala o bien se paraban afuera en la calle, escuchando, mirando, rumbeando un poquito, mientras que los trovadores encantaban con sus descargas de son, con su improvisación, con el romanticismo siempre fresco de los boleros y el buen humor de una guaracha oriental.

Después de un rato, se levantaba el Patria y otro grupo de esta calidad tomaba su lugar. El tresero del Quinteto de la Trova, Rigoberto Echeverría, ‘Maduro’, fue el más sublime de los muchos que han pertenecido a la Casa de la Trova, según Luisa Blanco, quien dirigió el recinto durante muchos años. Tocaba el Cuarteto Oriente, otro grupo que pasaba la estafeta de buen músico en buen músico desde los años 1940. En ese entonces, el guitarrista del grupo fue el hijo de Ángel Almenares, Alejandro, que hoy por hoy se le considera como el último en línea directa de la trova original. Alejandro es un guitarrista excelso y un coqueto encantador, es el autor del famoso tema ´Mueve la cintura mulata´, que interpretan Las Hermanas García de la Costa Chica de México con tremendo swing. Tocaba años después con Los Guanches, uno de entre los mejores grupos de jóvenes, pero lo suspendieron porque no iba a los ensayos. “¿Para qué ensayar?” se quejaba con nosotros, “si cada vez que toco suena diferente.”

Escuchamos a estos y a muchos grupos más en 1985, además de otros que no pertenecían al elenco de la Casa de la Trova. De este manjar musical, seleccionamos y grabamos a los artistas incluidos en el vinilo doble, Sones de Cuba, (luego reditado en CDs cuando lanzamos Discos ,Corason en 1992) y en 1994 lanzamos ‘Casa de la Trova de Santiago de Cuba’ una pequeña antología de estos grupos en un momento de apogeo. Hasta los principios de los 2000 seguimos viajando a Santiago de Cuba, grabando a músicos e invitando muchos de ellos a tocar en México y en otros países. Lanzamos el primer CD de Los Guanches y varios de Las Perlas del Son, entre otros artistas santiagueros.

Estas primeras grabaciones de Discos Corason llegaron a los oídos de un pequeño público internacional, incluyendo al productor de Buena Vista Social Club, Nick Gold, otro enamorado del sonido santiaguero. Su CD, grabado en La Habana en 1996, incluyó a tres grandes músicos orientales: Eliades, Ibrahim Ferrer y Compay Segundo. Mientras que el sonido más orquestado de Afro Cuban All Stars recrea los años dorados del son habanero, Buena Vista toca la esencia de la trova original, en sus raíces más campiranas y afrocubanas del Oriente de la isla.

Antes de Buena Vista, habían empezado a llegar a la Casa de la Trova de Santiago de Cuba algunos productores independientes, notablemente el español Manuel Domínguez quien formó un grupo llamado ‘La Vieja Trova Santiaguera’ que tuvo éxito en España. En 1995, llevamos a Eliades a Europa. En Londres conoció al productor de Buena Vista y en Francia conoció al saxofonista africano, Manu Dibango, cuya colaboración ‘CubÁfrica’ reseñamos en una columna previa.

Lo demás es historia. Santiago de Cuba empezó a atraer un turismo cultural importante para quienes la Casa de la Trova es el premio mayor de su visita. En respuesta, las autoridades decidieron mover la Casa a un espacio más grande en la misma calle, pero carecía del ambiente original y afortunadamente tomaron la decisión de reabrir el espacio original y encontrar otras imágenes y retratos de viejos trovadores para reemplazar a los originales, ya que se habían perdido en un diluvio tan misterioso como los incendios del tema ‘Candela’. Aunque se haya perdido algo de la documentación, el fuego sigue en este pequeño recinto en el que el juego de ritmos, de palabras, de cuerpos y de sueños no se debe de apagar nunca.

Una Respuesta a “Juan Reynoso, El Paganini de la Tierra Caliente”

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