El Vocho Blanco

Mary Farquharson y Eduardo Llerenas

El vocho blanco: Música cubana viaja por el mundo

Le faltan teclas… Ruben González, La Habana 1996

“¿Le faltan teclas o le sobran dedos?”

La pregunta fue un grito desde el público del Teatro Metropolitan en un concierto de 1998, que es ahora legendario. En el escenario, frente al gran piano, el maestro Rubén Gonzalez respondió. Interrumpió su improvisación sobre el tema Chanchullo, levantó las manos, encontrando un segundo teclado en su imaginación y ahí, en el aire, seguía tocando. Se rio con su público e inmediatamente volvió a tocar el tema como un ángel. La magia de aquel concierto no es fácil de entender ni de describir, pero nos queda claro que abrió un capítulo en México para una generación marcada musicalmente por el CD Buena Vista Social Club.

Habíamos grabado previamente a muchos excelentes grupos cubanos, sobre todo de Santiago de Cuba, el puerto Oriental de la isla en donde nacieron el bolero y el son. Sin embargo, nada nos preparó para el éxito de aquel disco, grabado en La Habana en 1997, producido por el sello inglés World Circuit y representado en México por nosotros.

La respuesta al disco fue rápida y contundente. Poco tiempo después de lanzar el CD en México, las flamantes estrellas de Buena Vista Social Club inauguraron el Festival Cervantino. Días después, una multitud de jóvenes ávidos de escuchar a Omara Portuondo, Ibrahim Ferrer y los Afro Cuban All Stars llenaron el Zócalo de la CDMX. En ese concierto don Rubén tocó el piano, frente a más de cien mil personas, con la Catedral de la Ciudad de México como telón de fondo.

Llamarles ‘flamantes estrellas’ a Omara Portuondo, Compay Segundo, Rubén González, Ibrahim Ferrer y Eliades Ochoa es una contradicción doble. Primero por su edad; todos menos Eliades tenían arriba de 70 años cuando se presentaron en el Zócalo y cada uno había sido famoso a nivel internacional, nacional o, en el caso de Ibrahím, localmente. Lo flamante del proyecto Buena Vista Social Club en México fue más bien su público: la gente que descubrió un tesoro musical sin saber que había existido desde hace mucho tiempo atrás.

Entre guitarristas: Eliades Ochoa y Ry Cooder, Estudios EGREM 1996

En las décadas previas a la grabación de 1997, la seductora alegría del son y el bolero cubanos se había callado, temporalmente, mientras que los Fania all Stars y otras estrellas comerciales de la salsa latina dominaran el imparable gusto latino por el baile. Luego, en los últimos años del siglo pasado, la salsa — delicioso guiso de ritmos latinos, muy importante entre ellos el son y la rumba cubanos— cayó en decadencia y, al mismo tiempo, el público para el rock internacional independiente se abría a música más allá de la anglosajona.

Nosotros buscamos nuevas alianzas para asegurar que esta música se escuchara ampliamente. El público salsero de la radio comercial, La Sabrosita se abrió al viejo son cubano y, según su director artístico, Manuel Durán, “después de Buena Vista Social Club, mi público empezó a querer ser sorprendido.” Por otro lado, el lanzamiento de Buena Vista Social Club encontró su casa en los estudios de la excelente radio independiente, Radioactivo, cuyos productores y locutores roqueros no dejaron de recomendar un disco muy ajeno a lo que solían programar. Ambos públicos fueron nuevos para nosotros y aprendimos mucho de ellos, sin alejarnos del espíritu original de Discos Corason: No entraríamos a la Payola y organizaríamos conciertos en lugares ajenos a nosotros, como en Hard Rock Café en Polanco.

Este público nuevo supo gozar los añejos temas románticos que caminaban seguros sobre la cuerda floja sin caer nunca en la cursilería. Pensemos en Silencio o Dos gardenias o Veinte años interpretados en cada caso por Omara Portuondo, integrante original del Cuarteto d’Aida quien, entre muchos logros, había acompañado a Nat King Cole cuando grabó sus delicias en La Habana en los cincuenta. Omara estaba ahí presente con la creación del filin, que tenía sus raíces en el bolero santiaguero. Antes y después de la Revolución cubana, Omara ha sido y es una pieza clave en la música romántica latinoamericana.

La música tradicional cubana llega al Carnegie Hall

A pesar de esto, Omara no había sido contemplada entre los artistas principales para el disco. Por suerte o por destino, ella estaba grabando un disco con el pianista Chucho Valdés en el estudio pequeño del EGREM en las mismas fechas que Buena Vista. Compay Segundo le pidió que bajara a saludar a sus nuevos amigos. Aceptó y ahí, con Rubén en el piano y muchos amigos suyos presentes en las cuerdas y metales, cantó Veinte años. Fue grabado en una sola toma y lo demás es historia.

Hablamos de Omara y de don Rubén. Pero faltan más, e importantísimo entre los protagonistas de Buena Vista es Máximo Francisco Repilado Muñoz, mejor conocido como Compay Segundo. Él fue una estrella internacional desde los 1940, cuando su voz grave entretejía y adornaba la “primera”
de Lorenzo Hierrezuelo en el Dueto Los Compadres. En su momento de auge, grababan un disco nuevo por mes para la disquera Panart. Sin perder nunca el estilo rústico del impertinente, sumamente creativo y siempre sorpresivo son y bolero santiagueros, Compay fue a La Habana para concretar su éxito local y se convirtió en una figura de talla internacional, comiendo “mole de guajalote” en la casa de María Felix, tal como nos contó en una entrevista de 1996, un año antes de su participación en Buena Vista Social Club.

Con el fin de la primera época de oro del son y el bolero cubanos, Compay regresó a otro de sus muchas profesiones, y trabajó durante años en una fábrica de puros en La Habana. No dejó de componer, sin embargo, y en 1984 mandó un casete a Eliades Ochoa, figurón de la Casa de la Trova en Santiago, invitándole a interpretar los temas que más le gustaban. El que más impactó al guitarrista y cantante santiaguero se llama Chan Chan. De hecho, nosotros hicimos la primera grabación de este tema que, en versión del Cuarteto Patria dirigido por Eliades, grabamos en Santiago de Cuba en 1985. Lo incluimos en la compilación, originalmente en el formato de dos vinilos, ‘Septetos Cubanos, Sones de Cuba,’ y luego en el primer CD de Eliades Ochoa, A una coqueta, ya bajo el sello de Discos Corason. Pasamos una copia de este y otros temas grabados al Patria a Nick Gold, un viejo amigo y colega nuestro que, unos años después, produciría Buena Vista Social Club, junto con Juan de Marcos González y el guitarrista californiano Ry Cooder. En 1995, durante una gira por Europa que le organizamos al Cuarteto Patria, invitamos a Nick al concierto de Eliades en el Queen Elizabeth Hall en Londres, y así se conocieron en persona.

Nick Gold había conocido la música cubana gracias a los artistas africanos que él había grabado durante los diez años previos. Los músicos senegaleses de La Orquesta Baobab pintaban su propia musica callejera con el son y el bolero cubanos. Estos músicos, como muchos otros, habían nacido como artistas tocando covers de los clásicos cubanos. Eliades Ochoa vivió esta presencia cubana en África en 1996, cuando el saxofonista de Camerún, Manu Dibango, lo acompañó en un concierto en Francia, tocando temas como Quizas, quizás, quizás, sin ensayo previo, pero con gran técnica y el espíritu de un compadre cubano.

Nick Gold con Ry Cooder y Eduardo, Estudios EGREM, La Habana

Una noche de 1995, estuvimos con Nick en la casa de la musicóloga hispano-británica, Lucy Duran, y con integrantes del grupo cubano Sierra Maestra, en el que el guitarrista era Juan de Marcos González, apasionado defensor del son y bolero tradicional que su propio padre había interpretado en la casa, en las salas de baile y en los casinos de La Habana de los años cincuenta. Juan de Marcos no soltó a Nick Gold durante toda la noche, decidido a convencerlo de hacer un disco homenaje a los viejos soneros y boleristas que todavía vivían, algunos un poco olvidados, en la isla.

Nick se convenció, hasta cierto punto. Se pusieron de acuerdo en hacer dos discos: uno grabado por pistas con una orquesta grande compuesta tanto por veteranos como por jóvenes músicos radicados en La Habana, y con las voces de dos leyendas: Pío Leyva y Manuel, “Puntillita” Licea. Para el otro disco, Nick quería reproducir el sonido del Oriente de Cuba: el son, bolero y guaracha de Ñico Saquito, que había conocido en una vieja grabación del EGREM, y de Eliades Ochoa, conocido por las grabaciones nuestras que habíamos compartido con él.

Esta música oriental –más rústica y con más chispa, más improvisación y más espacio para gozar el genio de las descargas de guitarra y percusiones– la quería combinar con la musica de Mali de grandes maestros tradicionales, abiertos a repertorios ajenos. Por fortuna o por destino, las visas cubanas no llegaron a Mali a tiempo y el segundo disco, llamado Buena Vista Social Club, se hizo “solo” con músicos nacidos y creados en Santiago, más algunos habaneros como Omara Portuondo, Cachaito López, Guajiro Mirabal, Miguel Angá Díaz y otros, logrando una combinación de lo oriental y lo habanero, que es una de las calidades indiscutibles de este disco.

Buena Vista Social Club fue grabado en tres días en directo en el enorme Estudio A de EGREM en Centro Habana, con una consola análoga, todo un privilegio para el ingeniero de World Circuit, Jerry Boys, que logró, junto con el equipo cubano, un sonido antiguo de manera natural, sin forzar o aparentar. El único problema fue un pedacito de metal roto que controlaba la velocidad de la grabación. Tuvieron que desarmar la enorme consola y luego pedir que compráramos la pieza y llevárnoslo a Cuba. Llegamos al aeropuerto José Martí de La Habana en donde un coche oficial nos recibió a la puerta del avión. Al recoger la pieza, nosotros regresamos a la cola de pasajeros y el coche salió directo al Estudio.

El par de días perdidos debido a este problema técnico fueron – por fortuna o destino – ocupados muy bien por largas sesiones de Compay Segundo y Eliades, recordando sus distintos años mozos como músicos callejeros en Santiago de Cuba. Así, los tres productores– Nick Gold, su invitado el guitarrista y compositor californiano Ry Cooder, y Juan de Marcos González– podrían escuchar un repertorio santiaguero que de otra manera no habrían conocido. Varios de estos temas se incluyeron en el disco terminado y otros salieron de los archivos para incluirse en la edición especial, producida para el 25 aniversario del álbum.

La presencia de Ry Cooder, como coproductor y músico invitado, dio personalidad al disco y, sin duda, ayudó con su difusión. No fue el primer CD que Nick Gold había grabado con él: Talking Timbuktu, una colaboración deliciosa con el maliense Ali Farka Toure, había ganado un Grammy en la sección de nicho, Música del mundo, y los productores esperaban de Buena Vista este nivel de éxito relativamente modesto.

Ry, sobresaliente compositor de canciones y bandas sonoras como la de Paris Texas, tiene un estilo de tocar la guitarra slide que Nick esperaba destacar en colaboración con los músicos cubanos. En algún momento, tal como nos comentó Ry en 1987, cuando vino a Mexico para ayudarnos con el lanzamiento del CD, Nick le pidió que se le destacara más, pero Ry le respondió que esta música era tan completa que no pedía mucha presencia suya. Sin embargo, la guitarra de Ry en temas como Chan Chan es una sorpresa grata para públicos nuevos y también para los conocedores del son y bolero cubanos.

Otra participación importantísima de Cooder fue la de insistir en encontrar la voz para los boleros que grabarían. Escuchó un veterano cantante tras otro hasta agotar las posibilidades en la Ciudad capital de un país musical como pocos. Nick empezó a preocuparse, Juan de Marcos más. Pasaba el tiempo. Luego Juan de Marcos se acordó de un cantante nacido en Santiago de Cuba que había cantado en el coro de Benny Moré, pero que nunca tuvo fama en La Habana como cantante solista.

Juan de Marcos fue a buscar al tal Ibraham Ferrer en la calle en donde, decepcionado con la música, estaba boleando zapatos. Ibrahim aceptó la invitación a audicionar como cantante de Buena Vista Social Club, pero pidió ir a su casa a bañarse primero. Juan de Marcos se disculpó; no sería posible porque tenían el tiempo encima. Llegando al Estudio, Ibrahím escuchó las primeras notas de Rubén tocando el bolero Dos gardenias. Entró al estudio cantando y salió una superestrella. Siguió grabando discos y presentándose en vivo hasta su muerte en 2005.

Después de Buena Vista, Ibrahím grabó ‘’Buena Vista Social Club presenta a Ibrahim Ferrer”, y fue notable ver como crecía en el escenario y fuera de él. Asumió su papel inesperado de estrella internacional con mucha dignidad, vistiéndose con camisas cada vez más coloridas. Importó un Audi a Cuba y con este coche pudo rebasar a los turistas culturales sentados en los Cadillac de los cincuenta, gozando lo que Hermann Bellinghausen llama “su safari musical” por las calles del Centro Habana.

Amor del bueno, Ruben Gonzalez con su vieja amiga y cómplice Omara Portuondo (Foto de Eniac Martínez)

En nuestro caso, el auge de la música cubana permitió que fuéramos a Mali a grabar al cantante griot, Kasse Mady Diabate, en su pueblo natal, Kela, en donde no había electricidad, pero sí había mucha luz. Cumplimos así nuestro deseo de conocer en vivo la raíz profunda de tanta música latinoamericana que hemos grabado. Las ventas del disco fueron modestas, pero fue nominado al Grammy y el placer de grabar a este gran artista –capaz de improvisar en una versión medieval de su natal wolof, capaz de provocar el llanto en su público en Mali y en Morelos– fue un regalo para nosotros. Kasse Mady tiene su parte en esta historia, igual que la relación inseparable entre Cuba y África. En 2010, World Circuit /Discos Corason lanzó en México Afrocubismo, disco en el que Eliades Ochoa cantó al lado de Kasse Mady, y otros de los maestros que iban a incluirse en la grabación original de Buena Vista Social Club si no fuera por la falta de visas.

En Discos Corason nunca grabamos a un artista pensando en el éxito. Más bien escuchamos a muchísimos artistas de los distintos géneros –mexicanos, cubanos y más allá– y cuando encontramos una música que nos sorprende por su belleza, su técnica, su espíritu, su vitalidad, proponemos grabar a sus creadores para así compartir esta fascinación. La estrategia no tiene lógica, ni ciencia, pero hemos descubierto que, muchas veces, resulta en discos que dan a públicos distintos algo del placer que nosotros sentimos en el momento de grabar. Puede ser que La Negra Graciana no haya sido técnicamente la más virtuosa arpista jarocha, pero su manera tan original y propia de comunicar la esencia de la música fue para nosotros irresistible.

Esta fascinación con la música y los músicos que graban es la piedra angular de las disqueras independientes de diferentes países, como World Circuit en Inglaterra, Nuevos Medios y Nube Negra en España, entre muchas más. A veces las trasnacionales pescan los artistas que hemos conocido en pueblos alejados de la capital, como pescaron a Eliades después de la fama que ganó con Buena Vista. Son culturas diferentes y pocas veces cruzamos miradas, aunque debemos de mencionar que, con las millonarias ventas de Buena Vista Social, llegaron hordas de productores internacionales, algunos de ellos en su jets privados. Su interés no duró mucho, pero forma parte de esta larga historia que hemos tenido el privilegio de vivir muy de cerca, desde su concepción hasta su nacimiento, desarrollo y presencia actual. Por cierto, si alguien quiere identificar, en la foto de la página 214 del folleto del CD original, al hombre bailando en el estudio durante la grabación, mientras que Ry Cooder, en primer plano, contempla la música con gran seriedad, confirmamos que fue Eduardo Llerenas bailando con Grisel Sande, la esposa de Eliades.

¡Que no se acabe nunca el gusto por grabar!

Una Respuesta a “Juan Reynoso, El Paganini de la Tierra Caliente”

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