El Vocho Blanco

Eduardo Llerenas y Mary Farquharson

David Attenborough y su gusto por grabar

Hace poco, descubrimos que un hombre a quien admiramos mucho como naturalista y gran defensor del Planeta, también tuvo una pasión profunda por grabar la música tradicional. Se trata de David Attenborough, cuyos programas de televisión fueron pioneros en presentar la vida natural en su hábitat. Casi 70 años después, muchos de estos hábitats han sido destruidos y este desastre lo critica apasionadamente el mismo Attenborough, en programas que sigue presentado, ya con 95 años cumplidos. Como si esto no fuera suficiente, resulta que Attenborough grabó música tradicional durante sus primeros viajes a Latinoamérica, África, y Asia en los años 1950 y 60, y estas cintas, disponibles como CDs y en plataformas digitales, revelan la enorme creatividad de música poca conocida fuera de las comunidades donde grabó.

Attenborough, preparado en ciencias naturales en la Universidad de Cambridge, empezó a trabajar con la BBC desde muy joven, presentando programas sobre la naturaleza cuando los mares, las selvas tropicales, los llanos y los polos estaban sanos y salvos, llenos de una vida que, aún transmitidos en blanco y negro, el joven británico explicaba con un contagioso entusiasmo.

Cuando el joven Attenborough estuvo filmando la fauna de Sierra Leona en 1954, no dejó de pensar en su segunda pasión que es la música. Cuando bajó el sol y sus colegas fueron a descansar, Attenborough se sentó con la gente de la comunidad y escuchó la música que ellos tocaban. “No participar en la interpretación de la música es perder una buena parte del gozo,” Attenborough diría, muchas décadas después. “En Bali, en África, en América del Sur y en otros países en donde he trabajado, la única música que uno escuchaba fue la música que todos interpretaban; todo el mundo participaba y todos sabían cuando se tocaba bien o mal.”

En Sierra Leona, Attenborough grabó– con un solo micrófono y su grabadora ‘portátil’ (que pesaba el equivalente de diez ladrillos y usaba pilas)– un xilófono, solange, y un coro de mujeres yalunka, que acompañaban su canto con sonajas de metal. El año siguiente, cuando estuvo en Guyana para filmar el ‘hoatzin’, un pájaro con garras en sus alas, llevó un equipo más ligero para grabar los cantos de Alleluya, de una religión rechazada por los misioneros por promover el concepto de vivir los placeres de la vida al máximo.

Durante un viaje a Indonesia, en donde filmaron el dragón ‘komodo,’ Attenborough escuchó por primera vez las tremendas orquestas de gamelán, en ese entonces prácticamente desconocidas fuera de esta isla que había recibido como refugiados a los maestros hindúes de la tradición de Java cuando huyeron de los musulmanes que invadieron su isla hace más de 1000 años. Las orquestas de gamelán, con múltiples instrumentos organizados alrededor de un enorme xilófono, tienen una intensidad musical que Attenborough compara con la emoción (y el peligro) de jugar con el fuego.

Las primeras grabaciones del gamelán se volvieron material clave para las universidades más importantes del mundo en los años 1980 y esta compilación tiene un enorme valor en este sentido. Cada tema es una joya histórica, no solo porque en aquel entonces muy poca gente grababa música en comunidades aisladas de las ciudades, sino porque Attenborough es un melómano que imprimía su gozo en la música que grababa.

Algunos de los temas grabados por Attenborough han resonado ampliamente en el mundo. Cuando estuvo en Paraguay, país al que la BBC dedicó una serie completa a su vida natural, grabó la música de comunidades guaraníes, con cantos en su lengua acompañados por versiones propias de las arpas traídas desde España en el siglo 16. En comunidades mestizas, grabó música campesina con el arpa paraguaya acompañada por guitarras y ‘El pájaro campana’, interpretado por Eladio Martínez y su Orquesta, fue seleccionado como rúbrica para la serie de televisión. De esta manera, un público muy grande escuchaba esta música semana con semana y la respuesta fue tal que el gobierno de Paraguay decidió mandar al trío Los Paraguayos a Inglaterra a que probara su fortuna. Les fue muy bien. El trio compartió escenario tanto con Rolling Stones como con The Beatles y vendieron más de 30 millones de discos.

Attenborough hacía las grabaciones por su propio placer. Afortunadamente, fueron conservadas en los archivos de la BBC y muchas décadas después, el productor Julian May las reunió en este álbum de dos CDs. Su labor es impecable; cuestionamos solo un comentario suyo cuando compara la grabación de campo con la filmación de un leopardo de las nieves en su hábitat. Según su juicio, la presencia “incógnita” del filmador/grabador resultaría en el testimonio más “neutro” del observador. Attenborough no estuvo de acuerdo con esta opinión, y nosotros tampoco. En nuestra experiencia de más de 40 años en la música tradicional, una buena grabación de campo implica una interacción humana y la presencia activa de las dos partes: músico y grabador. La música es, como dijo Attenborough, un proceso participativo y para lograr una buena grabación, el grabador o la grabadora debe de sentirse parte de la fiesta.

David Attenborough, My Field Recordings from Around the Planet’ / Mis grabaciones de campo en todo el Planeta, (Wrasse 2018)

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