El Vocho Blanco

Mary Farquharson y Eduardo Llerenas

DakhaBrakha, música que nace y renace en Ucrania

Foto: Cortesía de los artistas

De la gente que escuchó en vivo a los músicos ucranianos, DakhaBrakha, en el Centro Histórico de la CDMX en 2015, muchos comentaron que fue el mejor concierto que Discos Corason ha presentado en estos 30 años. Hoy volvimos a vivir ese concierto por medio de la filmación que se hizo esa noche y, entre el dolor que sentimos por lo que está pasando en su país, pensamos en lo acertado que es la opinión del público sobre este grupo, creadores de una música nueva, fuerte y contestataria, con raíces en las tradiciones y técnicas de sus abuelos.

Como pocos grupos de la llamada ‘world music,’ DakhaBrakha son capaces de escuchar, entender y reinventar la música más profunda de su propio país y convertirla, con enorme creatividad, en una música contemporánea: nueva, vital y con resonancia tanto en su propia cultura como en la de los muchos países en donde se han presentado en vivo desde su formación en 2004.

Nosotros los conocimos por primera vez en Londres en 2007 cuando, muy jóvenes, presentaron una música extraña e inquietante al principio de una versión formidable de Macbeth, producido por la compañía del teatro del underground de Kiev, DAKH. El grupo nació profesionalmente en este teatro, liderado por el personaje casi mítico, Vlad Troitski. El dato es importante porque DakhaBrakha, además de ser músicos muy naturales y entrañables, son teatrales en el escenario, en su manera de vestir, en su comunicación con el público, en su capacidad de romper los momentos de mayor tensión y resolver cada canción con una deliciosa ironía o irreverencia.

Foto: Anna Bruce

Aquella noche de Semana Santa en la ex escuela de Medicina de la UNAM, el pequeño teatro estuvo al tope con la gente mirando a los diferentes tambores de Europa, de África y del Oriente. Había un chelo decorado con formas geométricas, además de muchas percusiones de mano, varios acordeones, un ukelele, un teclado, un arpa judía y otros instrumentos capaces de reproducir el sonido de pájaros y del viento.

Tres mujeres y un hombre entraron al escenario y se sentaron entre los instrumentos. El aplauso fue medido al principio, mientras que el público intentó descifrar lo que vieron: tres mujeres con sus vestidos de novia de segunda mano, sus imponentes sombreros de lana negra, los muchísimos dijes de sus collares pesados y una mirada que respondía a la mirada del público. Un solo hombre, elegante en su saco oriental, se sentó al lado de ellas y, con caras serias, el concierto empezó con unas polifonías de extraordinaria belleza. El público se relajó. Sonó bien. Pero la calma duró solo un instante. De repente las mujeres atacaron con palillos y con sus manos los tambores de muchos países y empezaron a tocarlos con la tremenda energía de las brujas de Macbeth en la versión underground de un país que hoy día agoniza como peón de la geopolítica de líderes que no quieren entender el costo humano de sus estrategias.

Foto: Anna Bruce

¡Bienvenido al etnocaos de DakhaBrakha! Su nombre quiere decir, en su propia lengua: dar y recibir, y en aquel concierto dieron todo y recibieron mucho aplauso, mismo que suena todavía, siete años después. Cuando eran estudiantes de etnomusicología en Kiev, buscaron a las ancianas de la Ucrania rural y se sentaron a sus pies para poder recibir, entender y reproducir a su manera los viejos cantos de una tradición medieval. Las canciones originales fueron creadas para bodas, para los rituales de Semana Santa y para las cosechas, mientras que el DakhaBrakha de hoy canta en ucraniano, en búlgaro, en surzhyk, en alemán y con algunas canciones de amor en inglés, notablemente ‘Specially for You’ y parte de ‘Baby’, la petición de amor que cerró este glorioso concierto con el falsete agudo de Marko entretejiéndose con las polifonías femeninas de Olena, Iryna y Nina.

La letra de sus canciones respeta la música añeja, dibujando la vida bucólica, entre bosques y ríos y amores que sí y otros que no. Sin embargo, en manos de DakhaBrakha, lo rustico se vuelve misterioso y de repente estás en el éxtasis del amor y luego, momentos después, en el frenesí de la ciudad o frente a la amenaza de una marcha militar. La intensidad de este concierto, con sus múltiples clímax, abre paso de vez en cuando a los lamentos interpretados por una sola voz desnuda, acompañada por el arpa judía, o por el chelo que grita y que llora. El chelo toma el pulso del corazón y de esta manera lleva al público a lugares comunes de miedo y de valor.

Foto: Anna Bruce

Cuando, después de casi dos horas, el concierto termina y Markos saca, sutilmente, la bandera de su país, el público se pone de pie. Las chicas se meten en los camerinos improvisados y, al reaparecer, reciben el regalo de un mosquito jarocho de manos de la arpista mexicana, Adriana Cao. Nadie quería que la noche se acabara. Ojalá que DakhaBrakha regrese pronto y que sepan que nuestros pensamientos están con ellos y con su país tan dramáticamente retratado en los conciertos que ofrecen.

Una Respuesta a “Juan Reynoso, El Paganini de la Tierra Caliente”

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