En tierra ocupada

Melissa Cardoza

28 de junio en Honduras

Aquí le decimos el paisito a este país, porque lo queremos con un poco de lástima que se vuelve ternura,  porque es chiquito, pero tiene una de las embajadas gringas más grandes de toda la región, y por cierto muchas penas le vienen por ese medio. No es que la gente no se pueda desgraciar la vida sola, pero a Honduras el horror siempre le fue importado. Y ahora vivimos de un modo inexplicable para quien de afuera dice, ¿cómo hacen para vivir ahí? Agobiadas e indignados por que nos intentan someter a fuerza de violencia y terror cada hora del día. 

Llegamos aquí desde hace siglos, somos gente vieja que conoce el poder de una planta y el modo de cortarla, pero los saberes se alejan y va quedando esta cultura de tutorial y supermercado que parece copar hasta las órbitas de la gente de comunidad y barrio distantes. La cultura masiva es tan poderosa que no es extraño que altos jefes militares se hinquen a invocar un dios que les ayude a no ser asesinos y corruptos porque se ve que sólo una fuerza superior lo puede evitar; y por que aquí las huestes bolsonaristas han avanzado mucho y naturalizan estos espectáculos que en el mejor de los casos dan vergüenza ajena.  

Da pena este paisito, nos da lástima reconocer que nos han ido segando la belleza simple de los días que tenían un poco de calma y orgullo. Nunca fue fácil aquí, lo sabemos, tenemos memoria de los tiempos duros, los crímenes, las palabras altas de nuestras ancestras que nos abrieron las ventanas, pese a todo;  la dimensión de la traición criolla y el odio de los peninsulares que en uno de esos errores de navegación, como dice Breny Mendoza, tuvieron la suerte para ellos, el infortunio para nosotres de llegar a estas tierras.

Honduras da miedo, y cuando el secretario de presidencia dice en un discurso internacional que el país está en guerra, da más miedo, porque ellos que tienen poder y dinero, influencias y seguridad personal nombran la realidad con una palabra como ésa que hace pensar en hombres armados, en bandos, y entendemos pronto que para nosotras significa gente civil, con las manos limpias, asesinada por todos lados, cuerpos de mujeres y jóvenes encontrados en todos lados con la brutalidad como signo.

La presidenta que expresó con esperanza y candor las palabras que tanto se añoraban, se rodea de señores de uniforme que conocen el lenguaje de la represión y la muerte violenta: los hijos predilectos del patriarcado; las feministas que le apoyan se silencian o salen a intentar palabras confusas para no dejarla sola y para tratar de quedar bien con lo que antes fueron, y que ya no son. Sus actos ejecutivos y los de sus funcionarios parecen acorralados y más asustados que quienes cada día andamos sin guardaespaldas ni dinero suficiente para taxi,  sólo con esta gratitud atrapada en la zozobra porque aquí hay que dar gracias por tener trabajo. Asusta atestiguar que los ministros invoquen poderes supra humanos para la realidad que con tanta gallardía dijeron podían transformar.

No debiera extrañarnos, al paisito siempre le va a sí con los políticos y las políticas, esto no es la excepción, sino la regla. Lo que sí necesitamos reconocer  es que el 28 de junio del 2009 el golpe cívico militar bendecido por la iglesia y sostenido por la empresa privada vil y mercenaria desató la caja de pandora; y el horror ahora intenta hacerse propietario del paisito.

Nada, mientras tanto el extractivismo sigue adelante, los terratenientes recuperan tierras que robaron porque ahora les ampara el gobierno, las maquilas no paran de producir y violentar derechos laborales básicos,  y quienes desde el aciago 1492 llegaron por acá y han cambiado de apellidos y de indumentaria siguen siendo los que se quedan libres de terror y hartos de dinero y bienes.

Está perro, diría Berta Cáceres, y lo está. La conspiración para sostener la vida ha de volverse aún más astuta, afectiva, sólida y solidaria; porque sí que hay gente luchando, sin parar.  El paisito ha sido siempre el laboratorio de la región como señala Miriam Miranda, lo que sucede aquí se va extendiendo por otros lados. Militares evangélicos, políticos que se dicen progresistas y bautizan hijos de los banqueros más viles, empresarios nacionales y asiáticos  que se compran los puertos y construyen represas; políticas públicas que sólo conocen la seguridad armada; carteles de todo acento, y maras organizadas al mejor postor;  todos personajes siniestros contra quienes siempre actuamos en desventaja, andan de carnaval.

 Y aquí seguimos, en el lugar donde están las de antes y donde hemos optado seguir reconociendo la fragilidad que se agrava, y la fuerza que es estar del lado de quienes confían en la justicia poética de la lucha colectiva. Y cuando una piensa en salir huyendo, le ataja la mirada y el ánimo de la compañera que va a parir un bebé justamente cuando los elotes salgan para que hagamos una gran fiesta de maíz, y otra vez celebremos la vida que seguiremos sosteniendo en Honduras, el paisito nuestro.

Melissa Cardoza

Escritora, activista feminista integrante de la Red Nacional de Defensoras de Derechos Humanos en Honduras y la Asamblea de Mujeres Luchadoras de Honduras.

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