Rompecabezas

Red de solidaridad con chiapas de rosario - argentina

Y llegó el Gaucho Peña

– –”Quienes arriba fueron poder nos heredaron un montón de pedazos rotos: muertes aquí y allá, impunidades y cinismos, ausencias, rostros e historias emborronadas, desesperanzas. Y ese montón de escombros es el que nos ofrecen como tarjeta de identidad, de modo que decir «soy» y «somos» sea una vergüenza.

Pero hubo quienes fueron y son abajo. Ellos y ellas nos heredaron no un mundo nuevo, completo y acabado, pero sí algunas claves y pistas para unir esos fragmentos dispersos y, al armar el rompecabezas del ayer, abrirle una rendija al muro, dibujar una ventana y construir una puerta”….sub Marcos, 24 de marzo 2001, a la Digna Argentina.

–Y volvió, y trajo recuerdos ¿sabés? Por esas cosas de la vida, vive en Alemania desde hace como 17 años, y… claro, su compañera era alemana y nacieron sus dos hijos, Isayah y Janosh… así que el gaucho se fue de estas pampas… y nada menos que a… Alemania.

«Cuando salí de Rosario, todo el camino lloré…» cuenta el Pablito.

Y aquí va la historia de Pablo Pérez, alias el Gaucho Peña, nacido en la llanura de Pergamino, provincia de Buenos Aires. A su papá, Carlos Gerardo Pérez, lo desaparecen durante la dictadura, y su cuerpo fue encontrado en el 2009 como NN en una fosa común. Para aquellos momentos de violencia y persecución, Pablo y su madre se exilian en Rosario.

Y aquí, ya sabés…esta leyenda rosarina…. Donde el imaginario popular nos traslada a un partido entre los dos clubes rivales: Ñuls y Central, donde surgieron los nombres “canayas” y “leprosos”, cuando parece que Central no quiso jugar un partido en beneficio de enfermos de lepra… Pero el Gaucho Peña se convierte en un “canaya” apasionado (hincha de Rosario Central), y traslada su pasión a Friburgo, Alemania. Y allí… (y esto, cuando me lo contó, no lo podía creer), este cantor, poeta y “canaya”, logra cambiarle la camiseta a un club de esa ciudad, ahora auriazul…. .

Y hoy, junto con él, queremos compartir su voz, un pedacito de este rompecabezas de la memoria.

Gerardo se levanta como para volar, porque vaya a saber quién le confesó que la muerte es nada menos que una prolongación del amor y que la vida se esparce, más allá de los más allases de los que aman. Entonces toma el mate de las mañanitas y se da cuenta que ha olvidado que es la muerte y esa espuma que bebe es como el mar que lo une al oleaje de los que pujan por dar en las costas de la alegría compartida. Bebe y piensa que acaso la muerte desagradable, la que en verdad duele, es el hambre de los niños, la derrota del hombre sin trabajo, la leche seca de la mujer despreciada, el despojo de la dignidad, el silencio estúpido y vuelve a pensar que la muerte aprendida no es otra cosa que el miedo que nos mantiene esclavos.

Gerardo matea y de momento solo le preocupa saber si es que habrá yerba en el más allá. Pero de golpe lo atora la distancia y se le caen rostros como lágrimas y la nostalgia se llama Graciela, Carlos, Amanda, Tomaso, Malala, el hijo, los amigos, la gente del barrio, los compadres, los amores…

La tristeza lo crucifica y le pican los clavos de esta traición universal y se comprende olvidado de Dios, de los líderes y de la santísima ideología que nos parió, pero no desiste de la alegría y se aferra a la claridad que viene de pájaros a anunciarle que cualquier música es preferible a este sentimiento sordo y que las cajas de la tierra coplean a espaldas de los tiranos.

Deja el mate, sale a la calle y respire. Se sabe imperfecto, común, se siente absurdamente limitado, pero respire el aire fresco y camina. La impotencia y la bronca le han regalado un arma y la lleva, aunque sabe que es aún más limitada que él. Observa a la gente y se ve multiplicado. Ahí está la mujer que nos avergüenza con su cometa de niños mendigándole panes a lo mejor de nuestra basura, ahí está el hombre que clava la pala como un grito mudo de libertad y ahí también está el vecino que conserva un buen trabajo y se hace el ciego porque se la ha permitido lamer la bota de los verdugos…

Gerardo mira y camina y ya no puede ni pensar, pero respira y avanza porque su sangre, tan precozmente vieja se ha vuelto más nueva que nunca y a toda costa va emponchado de amor. Y cuando llega a la garita se detiene y sonríe y le brillan los ojos porque hace muchos siglos que ya ha tomado esta decisión. Entonces disimula y hace como que espera el colectivo que en verdad espera, pero sabe que lo va a anticipar la muerte y entre el aire fresco y la locura viene la parca, con las garras clavadas en los hombros de esos señores que se creen semidioses jueces de la vida y que se lo chupan como a tantos otros y otras.

Encierro en la tierra de nadie y ya todo es tan vertiginoso que el dolor le ha mordido el alma como un perro salvaje que ahora le lame las heridas y la tortura ya no es más que un sueño, o una pesadilla en la que tendrán que revolcarse sus torturadores, los torturadores…
Un último dolor y agradable silencio de luz…

La paz de la arboleda lo confunde. Lo avivan los lengüetazos del río y el chiflar de la pava. La manotea de la fogata antes de que se hierba el agua y ensilla el mate mientras se alegra: << HAY YERBA!!! >>
La espuma lo mece en la marea de los recuerdos y le da cierta nostalgia no saber donde murió, porque a él como a las otras, los otros, les han borrado hasta los huesos, porque no vaya a ser que sea contagiosa esas ganas de vivir en libertad que los traidores han llamado subversión…

De golpe le interrumpe el recuerdo el viento que trae un llanto: llora la mujer, llora la madre, el padre, los hermanos, los amigos y llora como un cachorro el hijo, que ni siquiera sabe muy bien porque llora puesto que no ha alcanzado aún ni los tres años.

A Gerardo no le queda otra que soltar unas lágrimas y sacudirse de una buena vez por todas los demonios que lo encadenan. Tiene que vomitar el dolor que lo revuelca y lo sacude el pánico pero es la última vez que el miedo le envenena el aire. El llanto lo aturde hasta dejarlo tendido sobre el pasto…

Brisa de calma.
El alivio viene de adentro como una vertiente. Lo envuelven las bocanadas de aire que reparte la hierba. Se yergue en su dignidad tan compañera y va lento hacia el río para despabilarse del todo con el agua fresca. Se sabe muerto y se siente extrañamente vivo.

Salta al agua ya desnudo y cobra una condición de pájaro que lo estremece. Luego se siente parte del río, disfruta como pez, nada un rato y luego vuelve a recuperar mate y orilla. Las gotas le chorrean de la alegría y se inclina para verse la añorada sonrisa reflejada en el agua. De la sonrisa del río crecen de golpe colores y se ensancha una imagen. Entonces comprende Gerardo el reflejo de su rostro universal, la razón de su sangre: allí se reflejan los cayos laboriosos del silencio y las manos de papá Carlos, la leche fértil de Graciela, el pañuelo blanco de mamá Amanda, la sonrisa inabarcable de su hermana Malala, los ojos como abrazos de su hermano Tomaso, la alegría inquebrantable de los pobres, la lucha incorruptible de los amadores, la voz de los amigos, estas pobres palabras que caen como lágrimas y se levantan y bailan con las patas del amor, desde las manos de su hijo.

Pablo Gaucho Peña 

Red de Solidaridad con Chiapas de Rosario-Argentina

Intentamos compartir con los zapatistas ese camino de dignidad y esperanza, a través de las Brigadas Civiles de Observación, testimoniando las violaciones a sus derechos y difundiendo su lucha desde nuestros territorios. Buscamos una nueva forma de hacer política y caminos de encuentro.

Imagen: Mural a cargo de China del Río, Rosario 2019

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