“Viviré o moriré en la trinchera comunitaria”
Como pueblos indígenas del municipio de Chilapa siempre hemos sufrido los malos tratos de los mestizos y los caciques que han impuesto su ley con sus pistoleros para saquear el dinero del pueblo. Sabemos que el municipio de Chilapa manejo 279 millones el año pasado, pero para nosotros los indígenas no significa nada esa cantidad porque seguimos igual de pobres. Hay como 140 comunidades que formamos parte de esta cabecera mestiza, donde los priistas nos han tenido controlados con sus despensas y promesas de campaña. Hemos sabido que en el distrito de Chilapa el PRI ha logrado un alto porcentaje de votos, por eso es uno de sus grandes bastiones electorales a nivel nacional. En lugar de que los políticos se preocuparan por mantener segura esta clientela invirtiendo el dinero en obras, hacen todo lo contrario. Se han enriquecido a más no poder y más bien han actuado como viles delincuentes porque no solo se roban nuestro dinero sino que ahora se han unido con grupos de la delincuencia para someternos a punta de bala en nuestras propias comunidades.
Chilapa era muy bonito no solo por sus fiestas religiosas sino también por el tianguis que cada domingo se vestía de colores con la llegada de las familias de artesanos que provienen de las comunidades indígenas. Como siempre sucede en las cabeceras mestizas, los indígenas somos los que mantenemos económicamente a los comerciantes mestizos. Ellos no solo nos discriminan sino que nos explotan. Nuestros hijos que se animan a estudiar en Chilapa trabajan como mozos en las casas de los ricos. No les pagan porque dicen que es mucho lo que ellos les dan con la comida y el suelo donde duermen. A cambio tienen que trabajar toda la tarde y parte de la noche para desquitar estos supuestos beneficios. Por eso desde niños llevamos esa marca que nos lastima al recibir el trato altanero y grosero de los patrones, por el sólo hecho de hablar el Náhuatl. No quisiéramos ir a Chilapa, porque siempre somos objetos de burlas y engaños. Lo que producimos con nuestras manos ya sea como agricultores y artesanos no tiene valor para ellos. Por eso cuando nos compran siempre nos dicen “cuanto es lo menos” y muchas veces nos avientan el dinero para pagarnos lo que quieren. Sienten que son superiores a nosotros y por lo mismo ellos pueden poner el precio a nuestros productos. Ya nos cansamos de este sistema racista, pero lamentablemente como pueblos no hemos podido unir nuestra fuerza para defender lo que es nuestro.
Hace tres años decidimos organizarnos para defender nuestro territorio incorporándonos a la policía comunitaria de los pueblos fundadores. Lo hicimos porque en nuestras comunidades empezaron a meterse grupos de la delincuencia a querer imponer su ley y obligarnos a trabajar con ellos en negocios de la droga. Nosotros estamos acostumbrados a trabajar en el campo, porque la tierra es muy fértil. Todo lo que producimos es de calidad, por eso Chilapa tiene mucha fama de que sus productos son baratos y muy sabrosos. También nuestros abuelos nos enseñaron a producir buen mezcal y nos transmitieron la sabiduría para utilizar la palma y la hoja de maíz como materia prima que nos sirve para hacer muchas obras arte. Las mismas raíces de los árboles y algunas maderas nos sirven para hacer máscaras y grandes obras para lucirlas en las casas de los políticos.
Por eso como comunidades queremos proteger a nuestra madre tierra, cuidar nuestro bosque y nuestras parcelas. Con la llegada de los grupos de la delincuencia a Chilapa vimos como las autoridades en lugar de combatirlos dejaron que se asentaran en varios barrios de la ciudad. Con el tiempo han impuesto su ley apunto de balazos. Diariamente amanecen personas asesinadas y hay un gran número de jóvenes desaparecidos. Nadie dice nada, todos tenemos miedo de que algo nos pase, por eso la mayoría de la gente prefiere soportar este infierno y a encomendarse a Dios para que nos proteja. No vemos que las autoridades se preocupen por la seguridad del pueblo. Hay militares y también policías estatales y federales. Existen retenes en las entradas de Chilapa, pero de nada ha servido porque la violencia sigue siendo el pan de cada día, nos solo en la cabecera de Chilpa sino que ahora también en la cabecera de Zitlala y en varias comunidades indígenas de estos dos municipios. En los últimos años los grupos se están disputando la cabecera municipal de José Joaquín de Herrera que nosotros la conocemos como Hueycantenango. En ese lugar no se ha podido asentar uno de los grupos de la delincuencia que está peleando la plaza. No lo ha logrado porque varias comunidades contamos ya con nuestras propia policía comunitaria. Nuestra fuerza está en la asamblea que respalda a los compañeros que son nombrados para resguardar nuestra comunidad. Actualmente somos 26 comunidades nahuas del municipio de Chilapa y cuatro de José Joaquín de Herrera, que tenemos como sede la Casa de Justicia ubicada en Acahuehuetlán. A los grupos de la delincuencia les ha molestado mucho que como comunidades indígenas ejerzamos nuestro derecho a autogobernarnos, sobre todo para tomar el control de nuestro territorio y velar por la seguridad de nuestras familias. Parte del trabajo de la policía comunitaria es vigilar la entrada de los vehículos porque normalmente por las tardes y las noches llegan carros con personas armadas que han causado muchos problemas porque se han dado enfrentamientos, levantones y asesinatos. Como hemos podido restablecer el orden en nuestra comunidad, para los grupos de la delincuencia representa una provocación, porque piensan que también nosotros somos parte de la delincuencia, y que por lo mismo pertenecemos a otro grupo. Por esa razón han intentado en varias ocasiones meterse a la mala en nuestras comunidades y han utilizado a algunas autoridades agrarias para presionarnos diciendo que no podemos actuar de manera independiente porque pertenecemos a su núcleo agrario, y que sólo la asamblea puede decidir quienes van a encargarse de vigilar nuestras tierras. Lo que quieren es desbaratar nuestro sistema comunitario y dejar la tranca libre para que pasen sin problemas los grupos que andan metidos con el trasiego y la venta de droga.
Este conflicto creció en los últimos cinco meses porque veíamos como los jefes de estos grupos venían en varias camionetas a provocarnos. Nosotros lo primero que hicimos fue pedir la intervención de las autoridades del estado y del mismo ejército, nuestra intención era que con la presencia de los policías y los militares se pudiera garantizar el orden y se evitaran hechos de sangre. Nunca nos respondieron y por eso tuvimos que hacer público en los periódicos lo que estaba pasando, para ver si así nos hacían caso. Ni así se preocuparon ni mucho menos nos buscaron para saber que estaba pasando. Lo que sucedió este domingo 27 de enero en las comunidades de Tetila, Zacapexco y Rincón de Chautla era algo que ya veíamos llegar. Ese día como a las 11 de la mañana varias camionetas que transportaban gente armada se dirigían a la cabecera de José Joaquín de Herrera, en este trayecto se encontraron con algunos grupos de la policía comunitaria en el punto conocido como El Caracol donde se dio el primer enfrentamiento. Al verse sorprendidos por la respuesta de la policía comunitaria, el grupo que tenía planeado incursionar a la cabecera municipal se replegó y pidió refuerzos con la gente de Zelocotitlán. Al reorganizarse se desplazaron nuevamente en 12 vehículos rumbo a la comunidad de Tetila donde nuevamente se encontraron con varios grupos de la policía comunitaria desatándose una balacera que dejó 10 muertos por parte del grupo contrario a los de la policía comunitaria. El grupo que identifican como afín a Los Ardillos llegó a la comunidad de Zacapexco amenazando a los pobladores. Al querer tomar de rehenes a las personas que se encontraban encerradas en sus casas, los policías comunitarios que se encontraban atrincherados en el lugar respondieron accionando sus armas lo que desencadenó un enfrentamiento que duró cerca de dos horas entre la comunidad de Zacapexco y Rincón de Chuatla, en los medios periodísticos se reportó la muerte de dos personas, pero en realidad fueron más de 10. No sabemos exactamente cuantos fueron los muertos, ni el mismo gobierno porque llegó después de que había terminado la balacera. Sólo testificaron los lugares donde habían caído las personas y procedieron a levantar los cuerpos. Como siempre sucede, después de que pasan las tragedias las autoridades buscan justificarse y tratan de aparentar que van a imponer el orden y castigar a los responsables. La verdad es que la violencia va a seguir porque la situación que se vive en el municipio de Chilapa está muy descompuesta porque quienes realmente mandan en estos lugares son los grupos de la delincuencia. La gente dice que son Los Rojos y Los Ardillos los que se están peleando la plaza de Chilapa y Zitlala y que por eso se están dando todos estos enfrentamientos. Lo más grave es que la autoridad está rebasada y no sabe como poner en orden a estos grupos. Es difícil porque están mesclados tanto los intereses económicos y políticos como los delincuenciales entre la gente del gobierno y los grupos que delinquen. Por eso en nuestras comunidades no tenemos otra alternativa que atrincherarnos, para vivir o morir.
Abel Barrera
Antropólogo mexicano y defensor de los derechos humanos. En 1994 fundó el Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan en Guerrero, México. Ha recibido diversos premios por su trabajo en la defensa y promoción de los derechos humanos, de Amnistía Internacional Alemania en 2011, y el premio de derechos humanos 2010 del Centro por la Justicia y los Derechos Humanos Robert F. Kennedy, entre otros