Crónicas de las luces y de los ruidos

Oleg Yasinsky

Valentina Tereshkova

Todo parece indicar que vivimos un momento de quiebre histórico. La mayoría de las noticias que llegan últimamente son poco alentadoras y estamos entrando a tiempos confusos y difíciles. El poder financiero y mediático globalizado parece agotar su stock de ofertas de futuro feliz, entró en la etapa de entropía, sembrando por el planeta el caos, la violencia y el sinsentido. Para sobrevivir necesita resetear los contenidos culturales de la humanidad, y dentro de este proyecto Europa del Este se esta limpiando ahora de su memoria histórica. Este proceso en Hungría, Polonia y Ucrania se llama mediáticamente decomunización y no es otra cosa que a través de una manipulación simple y reiterativa igualar en la conciencia masiva los conceptos fascismo y comunismo para prevenir cualquier brote de los proyectos de izquierda en países que sólo ayer creían haber construido las sociedades del socialismo real.

En Polonia cambian nombres de las calles, en Hungría cierran los archivos de grandes pensadores, en Ucrania prohíben banderas y derrumban los monumentos. Este ataque encabezado por emergentes, organizados, bien coordinados y armados grupos nazi no es contra los verdugos de Stalin, como nos decía la prensa en los tiempos de Perestroika, sino contra todas las generaciones que ayer creyeron en los ideales socialistas y que anteayer salvaron al mundo del fascismo alemán… las generaciones que ya casi no están…

Entre tantas malas noticias de los últimos días hay una que dolió más que las otras. La primera mujer cosmonauta, persona que es símbolo y orgullo de la historia soviética, ex militante del Partido Comunista y ahora diputada del partido del poder, Rusia Unida, Valentina Tereshkova representa en el parlamento ruso un proyecto de la decomunización, que consiste en cambiar nombre de su ciudad natal Tutayev, que lleva apellido de un soldado revolucionario caído en la guerra civil. Mientras en Ucrania este tipo de acciones se lleva a cabo por una administración colonial de los EEUU, en Rusia (país que hace años se autoproclamó el heredero de la Unión Soviética y hoy trata o dice tratar de enfrentar del poderío de las potencias occidentales) una de las batallas de la guerra contra la memoria es encabezada por una persona ícono de los tiempos condenados al olvido.

Al enterarme de la noticia pensé en decenas de miles de latinoamericanas que llevan su nombre, porque el vuelo de Valentina al espacio fue el triunfo y esperanza no solo de la URSS, sino también de sus madres y abuelas. ¿Qué pensaría hoy Violeta Parra, que le dedico su bella canción Ayúdame, Valentina? ¿Qué diría su colega Yuri Gagarin, que murió joven, sin llegar a ser diputado y sin cambiar de partido, y nos sigue mirando desde una vieja foto donde se abrazan dos hombres del futuro: él y el Che?

Nos falta mucho por analizar y entender. Todavía nadie pudo responder por qué el actual epicentro del anticomunismo mundial se encuentra justo en los territorios de países que antes se llamaban socialistas. Por qué una gran mayoría de una minoría de sus habitantes, que dicen ser comunistas o de izquierda, con su discurso ultraconservador, homofóbico y violento acá en Latinoamérica no se distinguirían de los seguidores del Opus Dei o Legionarios de Cristo. Por qué en la Unión Soviética y otros países socialistas europeos, donde junto con sus mil defectos y problemas no resueltos, existían también enormes logros y avances humanos, prácticamente nadie intentó defender ese socialismo imperfecto que cayo con el primer soplido de mentiras y demagogias mediáticas… Tampoco sé si tendremos alguna vez tiempo para buscar estas respuestas; los acontecimientos siguen aceleradamente, pero no podemos hablar seriamente de los socialismos del siglo XXI sin analizar causas de la caída de los socialismos del siglo XX.

Por mientras el poder en los países de Europa del Este permanece en manos de las derechas y en este sentido entre Rusia y Ucrania hay pocas diferencias.

Y cuando hablamos, tanto y en tantas partes de la necesidad de un cambio radical del sistema, muy pocas veces le damos a ese sistema una definición. ¿Sólo un sistema político y económico? O un sistema político y económico que es una proyección de nuestro actual sistema mental, donde todas las izquierdas y derechas se encuentran, se confunden y son un poco lo mismo… Y lamentablemente no alcanzamos a conversar estos temas con Valentina Tereshkova antes que ella ingresara al partido de Putin.

Dejar una Respuesta

Otras columnas