Imagin-acción

Sandra Petrovich

Uruguay, es el tiempo de la siembra

Miré hacia arriba y no vi el abajo

Miré hacia adelante y no vi lo de al lado

Seguí el sendero luminoso y no vi más nada

Tiempos inestables, perturbaciones climáticas, sequía, inundaciones, ¡saqueos ! Todo ello y muchos más suman a un contexto caótico y decadente de nuestra sociedad. La campaña electoral en Uruguay ya está en marcha, por lo menos en sus preámbulos. Los efectos de la Reforma se hacen sentir ya sea en el sector de la educación como en los derechos laborales y en la seguridad social. Los recortes se impusieron sin prácticamente ninguna resistencia real del campo popular. La sequía y la emergencia hídrica revelaron las políticas del saqueo, la desidia de los sucesivos gobiernos en torno a los gastos y mantenimiento de las infraestructuras para el almacenamiento y potabilización del agua. De la sequía a las inundaciones actuales, sigue igualmente el saqueo del agua, pero como hoy el agua sigue saliendo del grifo, no hay alarma pública, no hay nada. Pero tampoco pasa nada cuando se criminaliza a un activista sindicalista, trabajador y a su vez miembro y dirigente del sindicato de FFOSE. Nada pasa tampoco cuando se eliminan materias en la Enseñanza Pública, como los cursos de filosofía o geografía. Mejor dicho, hubieron algunas tímidas declaraciones y algún que otro colectivo que intenta movilizarse, sin que haya eco. El emprendedurismo, el negocio, la venta del país a los inversionistas son los ejes del actual modelo de país y de la reforma de la enseñanza.

La cultura líquida moderna ya no siente que es una cultura de aprendizaje y acumulación, como las culturas registradas en los informes de historiadores y etnógrafos. A cambio, se nos aparece como una cultura del desapego, de la discontinuidad y del olvido.” Zygmunt Bauman

Recientemente la Intendencia de Montevideo inauguró el proyecto Miles de luces se encienden para iluminar Montevideo. No tenemos nada contra el realce estético de algunos puntos de la ciudad o con el alumbrado público que muchos barrios necesitan; no obstante las luces confieren al espacio un aspecto teatralizado, de fantasía, sumergiendo al espectador al interior de una burbuja feliz que lo aleja de la agobiante realidad. Las luces son seguridad pero igualmente control . Donde hay luz también se generan sombras, en estas zonas se encuentran los barrios pobres, la mugre, la gente sin techo. El público visita y goza del espectáculo lumínico; es un experiencia que lo hace ser parte .La seducción en la sociedad del espectáculo es el ingrediente necesario para la distracción .

Por otro lado los espacios rebeldes se evaporan, la fragmentación social parece no tener fin, eso tiene causas diversas, una de las principales es la utilización masiva de las nuevas tecnologías. Todos poseemos teléfonos celulares, todos clamamos por seguir teniendo un patrón, un título universitario. Todos queremos ser felices comprando, haciendo turismo. No se vislumbra la construcción de ninguna alternativa de vida. ¿No será que todos pasamos demasiado tiempo detrás de las pantallas, a las cuales hemos entregado nuestras vidas? nos hemos vueltos adictos, verdaderos esclavos voluntarios.

Luego de tantas derrotas, se han instalado algunos discursos de lo molecular, de lo que fluye naturalmente, de lo que estaría en las hendijas o en los bordes de la sociedad. A cada verdad que se cae se la sustituye por otra que pretende ser nueva y que además termina siendo excluyente de lo que la contradiga. Sobrevino la fobia a la organización, cuando el problema reside en la falta de ética en todos los ámbitos. Los proyectos fracasan ante todo porque está fallando lo humano. Los discursos envejecidos han sido sustituidos por un mix de seductoras propuestas cuyo eje gira en torno a posturas exacerbadamente individualistas. Es así que nos disolvemos convirtiéndonos en un enjambre que se moviliza poco o puntualmente y luego regresa al molde de su existencia gris. Tenemos entonces que la fobia a la organización, carga con todos los males, todos los fracasos en alcanzar las utopías de justicia social y de libertad, por ende se rechaza el levantar plataformas con propuestas rupturistas, nadie arriesga nada, ¡nadie desea en el fondo cambiar nada! Las únicas propuestas son las que se mueven en las esferas del poder, en lo electoral. Los caminos que conducirían a los cambios que necesitamos están obturados. Lo que se mete entre las hendijas son los pretendidos cambios desde lo individual, desde los cuerpos que se liberan de los mandatos. Esto en sí no es malo, pero remitirlo solo a un aspecto de la dominación de los cuerpos es limitado y no produce una liberación social en el conjunto de la sociedad. Tenemos así que los cuerpos pueden encontrar su identidad de género pero siguen sometidos en tanto máquinas reproductoras del capital. Pensamos que hay algo ahí que no se ha desplegado en el encuentro con otras construcciones colectivas emancipadoras.

Hay una relación dialéctica entre el afuera y el adentro, no es posible solo cambiar por dentro o en la superficie, en lo que se muestra como apariencia, porque hay un afuera que nos afecta y justamente es de ese afuera que nos tendríamos que ocupar. Nos preguntamos cómo salir del cerco cuando todos enfermamos física y psicológicamente, cuando no cesamos de acumular pastillas, cuando no tenemos espacios comunitarios donde regenerarnos. Los humanos tenemos mucho de árbol, de bosque; necesitamos nutrientes para la vida y su reproducción y ello no puede venir mas que de comunidades fuertes, arraigadas y convencidas de sus necesidades y de sus sueños.

Debemos mencionar uno de los mayores problemas que tenemos, es la relación de absoluta dependencia del trabajo asalariado, porque con él seguimos perpetuando al sistema, nadie puede sustraerse al mismo. Para salirnos de esa rueda infernal debemos pensar en las autonomías y en una economía solidaria que las sustente.

Son muchos los frentes, se hace necesario tener una visión de conjunto, para entender por qué caminos debemos caminar. Hay mucho más para desmenuzar en este intento de ejercicio de pensamiento crítico. Sí, los tiempos han cambiado y mucho. Lo peor que nos puede pasar es esperar mejores tiempos para los cambios desde el vértice de la sociedad. El verdadero cambio tiene que venir desde abajo; tiene que ser nuestro. Es el momento de la siembra.

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