Este 24 de junio celebramos el bautizo de nuestro quinto libro “Compartiendo lo que vamos siendo”. En su prólogo, el periodista uruguayo Raúl Zibechi se pregunta, “cómo fue posible que (ante las numerosas situaciones adversas que han ocurrido en Venezuela) un movimiento de miles, siga siendo ese colectivo humano capaz de seguir navegando sin capitanes ni caudillos, apegado a sus valores, renovándose, pero sin apartarse de la ética comunitaria largamente forjada durante cinco décadas”.

Desde el comienzo la línea conductora de ese proceso ha sido el ir tomando todo lo que ocurre en el quehacer diario y nuestro alrededor como oportunidades para ir trascendiendo el individualismo personal y grupal, es decir, ir profundizando un compromiso social. Un compromiso social que se ha venido manifestando de múltiples maneras y cuyas consecuencias se reflejan en ese contundente respaldo comunitario que recogen las encuestas.

Desde el comienzo, también, han sido fundamentales las libertades que nos damos al ir desdibujando las jerarquías, propiciando la autorrealización, respetando una autonomía personal y grupal que permite que se evidencie lo que vamos siendo. Y con base a estas vivencias hemos aprendido que, para ir creando un compromiso social y un bienestar integral a través de nuestras actividades, se hace fundamental propiciar unas relaciones basadas en la ética.

Si no está presente la ética, las libertades que nos damos fácilmente devienen en libertinaje. Esto lo aprendimos a golpe y porrazo en nuestros inicios. Como dice Raúl Zibechi, hay que ir entendiendo que “la autonomía no es una forma de poder, sino una libertad que se ejerce con responsabilidad porque cada quien se hace cargo de las decisiones que toma”.

Entonces, para nosotros la ética no es un enunciado de valores moralistas. La ética es algo que vamos internalizando a través de nuestras reflexiones, profundizando en el respeto, la responsabilidad, la transparencia, la equidad y el cuido mutuo, junto con la empatía y el compromiso social.

Y desde allí va emergiendo la confianza mutua, a la par de una fuerza que está en función del mismo proceso que la genera. Una energía colectiva que apasiona, conmueve, nutre y satisface. Una energía que se evidencia aún más ante las dificultades o acontecimientos que se van presentando. Una energía que, por ser una creación colectiva, se esfuma si alguien intenta colocarla en función de intereses personales o grupales.

…Y pensar que todo comenzó hace más de 48 años cuando en nuestro servicio cooperativo de transporte nos atrevimos a generar un proceso educativo partiendo del quehacer diario. Un atrevimiento que continúa vigente hoy en día.