Trotamundos político

Fabrizio Lorusso

El tablero de Siria y la esperanza del federalismo democrático curdo

Lo que en Siria empezó en 2011 como una insurrección contra la dictadura de Bashar Al-Assad y como parte de las rebeliones de la “Primavera Árabe” que sacudieron los regímenes y las sociedades de Oriente Medio se convirtió primero en una guerra civil sanguinaria y, luego, en algo más, en un conflicto internacional en el cual el territorio de Siria se tornó un tablero de intereses geopolíticos complejos y, hasta la fecha, irreconciliables. El balance humano es catastrófico, pues ha habido en seis años unos 300 o 400 mil muertos, unos 6.6 millones de desplazados internos y más de 5 millones de refugiados sirios en el mundo. Es decir al menos 12 millones de personas, el 50% de la población, han sido afectadas directa y gravemente por la guerra. Claramente todos los demás habitantes también lo son, pues la economía se derrumbó y el Estado se considera “fallido”.

Tanto es así que ya no existe un verdadero control territorial del régimen de Assad en Siria, sino que su poder estatal se distribuye por manchas, concentrándose en la capital Damasco, pero se pierde en el Norte, en el Este y en otros centros controlados por las fuerzas rebeldes, el Ejército Libre Siriano, por grupos yihadistas radicales como la ex rama de Al Quaeda, el frente Al Nusra, o bien por el EI (Estado Islámico), el cual aprovechó del conflicto para constituir un estado entre Siria e Irak, y por los combatientes curdos en tres cantones del Norte. Rusia está del lado de Assad, así como Irán y la organización islámica libanesa Hezbolá. Putin quiere mantener el control del puerto sirio de Tartus, seguir abasteciendo de armas al régimen e impedir los proyectos de gasoductos que generen alternativas a las provisiones rusas para los europeos, mientras que del otro lado los Estados Unidos han apoyado, junto a ingleses y franceses, la causa de los rebeldes anti-Assad.

Por otro lado los rusos temen la penetración del terrorismo islámico dentro de sus fronteras y, junto con americanos y europeos, conforma un frente anti-EI en el cual participan también el gobierno sirio de Assad y la Turquía cuasi-dictatorial de Erdogan, aliada de los americanos y los europeos pero en muchos momentos tolerante con el Estado Islámico, cuyos integrantes han podido usar la frontera turco-siria como corredor y vender petróleo a Turquía. Contra el Estado Islámico entonces hay una coalición transversal y heterogénea que finalmente aún no quiso romper el equilibrio sirio y derrotar a los yihadistas del califato negro, lo cual sería algo bastante factible para países como Rusia o Estados Unidos.

Arabia Saudita y Qatar, aliados estadounidenses, han fomentado al mismo Estado Islámico, que es parte de la rama suní salafí de la religión musulmana. Arabia, aliada de EUA, e Irán, cercana a Rusia, son las dos potencias regionales contrapuestas e inmiscuidas indirectamente en el tablero sirio: la primera es de gobierno y mayoría poblacional pertenecientes a la rama del islam suní, mientras que Irán es chií. Ambos son estados islámicos, además, pues son estados confesionales y elevaron al rango constitucional la ley islámica o sharia. En Irak, así como en Siria, se da el caso de que la mayoría de la población es suní, pero las élites gobernantes son chiís, lo cual también es causa de complicaciones y fricciones intra e inter estatales. Desde que Rusia intervino militarmente a lado de Assad y contra el EI en 2015 y, luego, en 2016, el escenario sirio se ha definido a favor del mismo Assad mientras que tanto los rebeldes como el EI han perdido posiciones, así que se vislumbra una posición débil de los europeos y de los norteamericanos en ese contexto.

En abril, sin embargo, el presidente de EUA Donald Trump ha ordenado destruir una base militar desde la cual, supuestamente, la aviación siria había lanzado un ataque con armas químicas contra la población en una de las ciudades controlada por el ejército libre. Trump no ha modificado radicalmente la estructura del tablero, pero sí ha alzado la voz, quizás más por motivos internos, para compactar a la “nación” y desviar la atención de su caída de popularidad, y para dar una señal externa a otros países “canalla” o “desobedientes”, como Corea del Norte, o bien a las potencias asiáticas rivales como Rusia y como China. Éste país se ha quedado “neutral”, por así decirlo: ha condenado el uso de armas químicas en Siria por parte de quien sea, pero tampoco ha llegado a apoyar la acción unilateral de retorsión estadounidense. Para Beijing debería prevalecer el diálogo, según su doctrina exterior de la potencia benévola, comprometida con el sistema internacional y la diplomacia.

Aun así, los intereses son profundamente distintos: Rusia quiere que Assad se quede y tiene una ventaja sobre el terreno, EUA quiere que Assad se vaya para tampoco ha construido una alternativa viable. En este sentido, la comunidad progresista y democrática internacional ve con gran esperanza el experimento confederal democrático y popular implementado por los curdos sirios en los tres cantones en donde han logrado derrotar al Estado Islámico, mantener el control territorial, proteger a la gente de todas las etnias y confesiones y echar andar un régimen constitucional basado en una Carta muy avanzada. Creo que allí, en Kobane y la provincia de Rojava, respectivamente la ciudad y la región símbolos del éxito curdo en generar seguridad y lucha contra el fascismo-fundamentalismo islamista del EI, es donde se juega un partido muy importante para el futuro de Siria y se está construyendo una alternativa viable, no contrapuesta a un futuro estado sirio unitario, pero sí favorable a una democracia efectiva y un federalismo respetuoso de las diversidades que hay en la región.

Sólo así será posible convivir después de la tragedia, gracias al esfuerzo de miles de partisanos y combatientes curdos y extranjeros que se han sumado a una lucha única en Medio Oriente, conducida por las Unidades de Protección de Pueblo y las Unidades de Protección de las Mujeres (YPG y YPD), ligadas al Partido Unión Democrática de Siria (PYD) y organizadas como autodefensas capaces de salvaguardar a la población pero también de reconquistar sobre el terreno las comunidades controlada por el Estado Islámico. Mientras que ninguna potencia extranjera ha intervenido en Siria por tierra, salvo Turquía esporádicamente, y, más bien, rusos, franceses, ingleses y americanos han desplegado su aviación y sus drones sin intervenir con la infantería, los curdos han sido prácticamente la única fuerza involucrada sobre el territorio contra el EI, al haber liberado ciudades calle por calle, además del ejército libre di Siria y otros grupos más pequeños que siguen, también, su lucha anti-Assad. Pero los curdos traen consigo un proyecto de futuro realmente viable, esperanzador e innovador para Siria, lo cual parece faltar a todas las otras fuerzas involucradas en este conflicto internacional. Su proyecto, vigente en los tres cantones de la “Federación de Siria del Norte”, propone una solución federal y laica, un verdadero contrato social con división de los poderes y autonomía de las regiones, concretada en una Carta constitucional basada en el anti-fundamentalismo, en una serie de principios democráticos reforzados y directos, en el respeto de los derechos humanos sancionados a nivel internacional, en el respeto de la mujer y a su participación activa en la vida pública, en un parlamentarismo fuerte y en la composición multiétnica de la sociedad.

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Lamericalatina.net @FabrizioLorusso

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