Remedio para melancólicos
El tedio ignora lo que es saberse roca
ala o canto de mirlo
arroyo de vidrio frío
.
El tedio se apeñusca en las ciudades
atado a un círculo vicioso
que jamás se cierra
.
El tedio olvida que no existe
ni tiene nombre
sobre la faz desmoronada de las calles
.
Un gato pardo que si maullara sería blanco
va de cacería
al tejado vecino de otro mundo
.
Si el sol es una moneda
el cielo resulta un billete sucio
roto en las esquinas, sin color que lo oriente
.
La sombra de la tarde escribe en negro
como las palabras de esta página
arropadas de sentido cuando nadie quiere tenerlo
.
La Historia detuvo el paso
sólo para recorrer más rápido
su eterno impulso hacia el abismo
.
Reyezuelos, alguaciles y bandidos
traman en residencias lívidas
la siguiente movida del desprecio
.
Es hora de serlo todo
por encima del inmenso hoyo
que nos pone sobre aviso inútilmente
.
Detenidos somos sordos
infinitesimales destellos híbridos
distraídos, entre ciegos y cuatro paredes
.
Obediencia o muerte gritan los semáforos en rojo
tristes pastores sin rebaño
y hay un murmullo histérico de radios soterradas
.
Despertamos al fragor de un helicóptero
nos ametrallan el pavor y el silencio
De rodillas vemos al mundo sin nosotros
.
Nadie verá el mes más cruel
porque aún no ha sucedido
así los calendarios suden frío
.
Necesitamos nacer hoy mismo
ponernos húmedas y duros
para aparear a nuestra especie en el delirio
.
La joya del pensamiento nos asoma
música azul que derrota la pequeñez de los hechos
y sin decir por dónde ni cómo, la entendemos
.
Esa roca de cristal ahuyenta el tedio
en cada rizo que murmura en el arroyo
y no se repite ni cuando oye su eco
Hermann Bellingahusen
Poeta, editor, escritor de cuentos, ensayos y guiones cinematográficos. Es cronista, reportero, y articulista de La Jornada desde su fundación. Dirige Ojarasca desde 1989. Desinformémonos publicó su poemario «Trópico de la libertad» en 2014.