La partida de nacimiento de nuestro proceso educativo con base en la reflexión sobre el quehacer diario data del año 1976. Se inicia cuando convertimos el Servicio Cooperativo de Transporte de Cecosesola en un espacio para generar ese proceso. Al comienzo, éramos pocos los que teníamos cierta claridad de lo que se quería, pero el cómo hacerlo lo hemos venido descubriendo día a día.

Para facilitar ese proceso educativo, nos propusimos eliminar las líneas de mando. De manera que a las personas que iban ingresando (en un plazo de pocos meses ya íbamos por unas 200) les decíamos que no había jefes. Este planteamiento lo interpretaba cada quien a su manera. Para muchos se trataba de hacer lo que les venía en gana y en ese caos inicial se generaron muchas situaciones críticas que fuimos convirtiendo en maravillosas oportunidades educativas.

Una de ellas ocurrió cuando todavía no habíamos cumplido un año y se comenzó a propiciar un sindicato para solicitar un aumento salarial descabellado, que era imposible cancelar con base en los ingresos del servicio de transporte. Sin poner oposición, dejamos que se formalizara el sindicato con el fin de convertirlo en un hecho educativo. Al final, con el voto en contra de solo dos miembros del sindicato, se rechazó su propuesta de triplicar el sueldo y se aprobó un ajuste de solo un 10% que sí era viable.

Fue éste, el resultado de un proceso que duró varios meses, creando consciencia de que un ajuste salarial tendría que partir de lo que estábamos produciendo y que cualquier decisión estaba en las manos de todos y todas. No había un patrono a quien reclamarle.

Y así en nuestra historia, justamente por esa libertad que nos damos, han ocurrido muchas situaciones que hemos sabido tomarlas como profundas oportunidades educativas para compartir.

Por ejemplo, un sencillo acontecimiento relacionado con nuestros fundamentos éticos de transparencia, responsabilidad y solidaridad, se ha venido compartiendo recientemente como material de reflexión en las diferentes reuniones de la red. Recientemente, en nuestra granja cooperativa, gestionada por unos 20 compañeros y compañeras se metieron 5 chivos de alguna granja vecina que se comieron una parte de nuestra siembra de maíz. Nuestros compañeros, sin ponerse a averiguar quién era el dueño de los chivos y conversar con él sobre el hecho, sacrificaron y se comieron dos de los chivos. Esto sirvió para reflexionar cómo a veces, actuando por la rabia o la inmediatez, olvidamos todo lo que promovemos sobre el respeto al otro y sobre usar el diálogo como medio para resolver los conflictos que se nos presentan.

Sin embargo, hay ocasiones en que es más difícil compartir nuestras vivencias. No todos y todas le damos importancia a comunicar lo que hemos reflexionado en nuestras actividades, impidiendo que el aprendizaje se multiplique con creces, disipando así oportunidades de crecimiento personal.

Ese refrán que dice que los trapos sucios se lavan en casa, pareciera que en ocasiones nos lleva a justificar el retener informaciones, no solo en instancias y cooperativas de la red, sino inclusive en el interior de estas mismas cuando hay espacios descentralizados.

Y siendo que la reflexión sobre lo que nos ocurre en el quehacer es lo que va nutriendo nuestro proceso educativo, no se trata de trapos sucios, sino de tremendas oportunidades para reflexionar y compartir nuestros aprendizajes.

La solidaridad también se expresa en un permanente compartir de las reflexiones que emergen de nuestro quehacer, contribuyendo a ampliar y profundizar el “Nosotros”.

Progresivamente vamos siendo un coro de muchas voces que cantan en armonía sin que haga falta un director.