Mujeres Transnacionales

Gretchen Kuhner

Mujeres migrantes, entre derechos migratorios y derechos de las mujeres

Como cada 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, los gobiernos se ufanaron de las acciones que han emprendido a favor de las mujeres, mientras que las organizaciones colocaron los pendientes y sustentaron los pocos avances que se han tenido, y en algunas ocasiones los retrocesos. Desde el Instituto para las Mujeres en la Migración, AC (IMUMI) identificamos como la mancuerna entre los derechos de las mujeres y la migración ha sido natural a través de los años.

En 1909 en Estados Unidos, Theresa Malkiel, una mujer refugiada, instaura por primera vez el Día Nacional de la Mujer. Siendo adolescente, Theresa llegó a Nueva York huyendo de la violencia anti-semita en Rusia, y trabajó toda su vida por los derechos de las mujeres migrantes, como el derecho al voto, los derechos laborales, y el derecho a la educación. Para ella fue fácil vincular las luchas de las mujeres y de la población migrante, ambas las libraba en su día a día. En su proceso se dio cuenta qué para poder exigir derechos, necesitaba votar, pero ni las refugiadas ni las mujeres podían hacerlo. Sin embargo, si podían trabajar. Ella fue parte de sindicatos y el Partido Socialista.

En su camino fue encontrando mujeres que buscaban cambios. Ser solidarias no era suficiente, había que realizar acciones estratégicas. Eventualmente ganaron mejores condiciones de trabajo, un sueldo mínimo, criterios de horarios y el derecho al voto. Sin embargo, los derechos para la población migrante quedaron en un ámbito más complejo que se cruza, hasta la fecha, con temas de estado-nación, fronteras, seguridad nacional y racismo.

Para 1960, durante el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos, nuevamente liderado por mujeres, se logra plasmar en el marco normativo derechos fundamentales para las mujeres migrantes, como fueron los derechos de las trabajadoras. No obstante, tras 109 años de lucha, las mujeres siguen viendo obstaculizado el ejercicio de sus derechos.

Actualmente, la lucha por los derechos de la población migrante en Estados Unidos, que si bien no tienen como eje central los temas del quehacer social de las mujeres, sus líderes invariablemente son mujeres. En ellas cruzan las múltiples caras de la discriminación: por nacionalidad, sexo, género, etnicidad, y situación migratoria. Por ejemplo, las mujeres del movimiento Dreamer, quienes alzan la voz por permanecer al lado de sus familias a través de la regularización migratoria. Si bien, sus derechos como mujeres no están en primer plano, en sus discursos y sus historias es inevitable no fusionar ambos derechos, como migrantes o refugiadas y como mujeres.

Durante la guerra en Corea, la familia Lee tuvo que migrar a Sudamérica tras haber perdido todo su patrimonio. En Brasil comenzaron de nuevo, y en 1983 nació Tereza Lee. Por razones económicas la familia migró a Chicago. A los 7 años, Tereza se enteró que su familia y ella tenían un status migratorio irregular en ese país, y corrían el riesgo de ser deportados o sufrir una separación familiar. Tereza se convertiría en activista, en la primera Dreamer. Hoy luego de 18 años de hacer público su caso, sigue en la lucha.

Con 8 años de edad, Greisa Martínez, junto con su familia cruzaron nadando a Estados Unidos. Ella creció en Dallas, Texas. Su vida daría un giro cuando su padre fue deportado. Hoy, Greisa es directora de United We Dream y dedica su vida personal y laboral al movimiento migratorio.

Belén Sisa, nació en Argentina y llegó a Estados Unidos a los 6 años de edad. Es estudiante de la Universidad Estatal de Arizona, beneficiaria de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) y activista política. Su educación se encuentra en riesgo por las modificaciones al programa. En marzo del 2017 subió una foto para demostrar que las personas migrantes también pagan impuestos. Para diciembre de ese mismo año, fue arrestada por manifestarse afuera de la oficina de un senador. Llevó a cabo una huelga de hambre buscando presionar a políticos para que rechacen cualquier iniciativa que no incluya un Clean Dream Act.

Para Paola Mendoza, directora de la Marcha de Mujeres de Nueva York, fusionar a United We Dream y la Marcha de Mujeres es algo natural. “Sabemos que los derechos de las personas migrantes, es un tema de mujeres. La mayoría de las personas migrantes indocumentadas en Estados Unidos son mujeres y niñas. Esto es un movimiento interseccional.” Sus palabras son el eco de lo que Theresa Malkiel insistía desde hace más de 100 años.

En la era de la globalización, las luchas tienen que trascender las fronteras de los estados-nación. “La forma de trabajar la justicia para la población migrante tiene que ser interseccional e insurgente. La meta final no es solamente convertir a la población  Dreamer en ciudadanas y ciudadanos, sino deconstruir la categoría de ciudadanía, e imaginar un mundo donde las fronteras no separen a las familias”.

Estas mujeres y otras están arriesgando todo sin dejar atrás a sus familias indocumentadas o las luchas de sus madres, hermanas, y otras personas en situaciones de injusticia.

Por. Gretchen Kuhner, Instituto para las Mujeres en la Migración AC

Twitter: @imumidf

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