Mujeres Transnacionales

Lorena Cano*

Sobrevivir al infierno… incendio en la estancia migratoria de Ciudad Juárez

Las víctimas que sobrevivieron a la tragedia ocurrida el 27 de marzo de 2023 en la estancia migratoria de Ciudad Juárez, Chihuahua, a cargo del Instituto Nacional de Migración (INM), siguen sufriendo las terribles secuelas físicas y emocionales que la falta de sensibilidad y sentido común de las autoridades migratorias provocaron al no abrirles las rejas de esa cárcel migratoria cuando se estaba incendiando. Algunos dicen que fue un castigo “para que se eduquen, porque ellos se lo buscaron y no tienen nada que hacer en México”, otros dicen que por falta de pericia y errores involuntarios al momento del siniestro.

En cualquier caso, los 27 sobrevivientes que experimentaron el peor infierno que pudieron atravesar en sus vidas, hoy no logran superar esa experiencia traumática. No puedo imaginar cómo tuvo que haber sido ese momento, si cuando estoy cerca de una fogata hay un instante en el que debo retirarme porque la sofocación es tal que quema los ojos, la nariz y la boca, a ellos, las llamas los tragaron.

No tuvieron muchas alternativas, se encontraban en una habitación de 40 metros cuadrados, una pequeña ventana enrejada muy alta y un baño en donde algunos encontraron refugio, los menos. De las 82 víctimas, 40 perdieron la vida por asfixia. Del otro lado de la celda se encontraban detenidas 15 mujeres migrantes. A ellas si les abrieron las rejas, pero de acuerdo con sus relatos, los agentes migratorios se preocuparon más por ponerlas en una jaula frente a la celda de los hombres que se estaba incendiando, que abrir esos candados. El horror de ver a sus familiares en llamas las acompaña.

De entre esas mujeres se encontraba Diana, de apenas 21 años, preocupada por su papá, él estaba detenido en el área incendiada. Recuerda que justo cuando el INM les detuvo, antes de entrar a la estancia migratoria, pidieron que les dejaran ir, una agente migratoria les dijo que el dinero que ofrecían era muy poco para dejarlos libres, que mejor los llevaría a la estancia migratoria. Diana no volvió a ver a su papá, él forma parte del número de fallecidos.

Conforme pasaron los días, posteriores al incendio, los sobrevivientes iban despertando, ninguno sabía que había sucedido, recordaban poco o nada de ese momento, y mucho menos imaginaban las secuelas que les dejaría, física y emocionalmente. Después de meses en México, esperando respuestas y recibiendo atención médica primordial, algunos decidieron irse a Estados Unidos bajo un parole humanitario para poder cumplir el sueño que tenían de trabajar duro, superar la pobreza en la que viven en sus países de origen, y liberarse del crimen organizado que gobierna en países como México, Guatemala, Honduras y El Salvador. Sin embargo, no fue como lo habían planeado, uno llegó sólo con su mano izquierda, la otra se la amputaron por las quemaduras; dos tienen injertos en los brazos, y a uno todavía “no le pegan bien”; otro tiene afectaciones neurológicas de por vida; y cinco tienen quemaduras en el 80% de sus cuerpos y con sofocaciones constantes por afectaciones en los pulmones.

Su vida es una pesadilla, no duermen, tienen miedo, tienen depresión, no pueden valerse por sí mismos, incluso, algunos han tenido intentos de suicidio, otros han perdido a sus familias. Ninguno volverá a ser el que era antes del incendio, ha quedado una huella traumática que tendrán que procesar por el resto de su vida. Las familias de los migrantes fallecidos no lo están pasando mejor, sus familias están incompletas, la pérdida es un continuo en sus vidas.

Las y los sobrevivientes y las familias de los fallecidos siguen esperando a que las autoridades mexicanas les den noticias: se cumplió o no la Recomendación 111VG/2023 de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; quiénes van a ser castigados por lo ocurrido; les van a reparar el daño. Hasta ahora, a un año de la tragedia, el silencio es sepulcral por parte del gobierno mexicano.

Ojalá hubieran logrado su sueño, pero en lugar de eso encontraron un escenario de un nivel de crueldad incomprensible. En unos días se cumplirá un año, y deberíamos cuestionarnos por qué tanto dolo contra la población migrante, por qué no hay una condena pública por esos hechos, ninguna persona merece morir quemada y asfixiada por la indiferencia de las autoridades. Este sexenio será recordado, entre otras cosas, por sus migrantes muertos ante una política inhumana.

*Coordinadora de la Clínica Jurídica, Instituto para las Mujeres en la Migración, AC

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