Esquina, bajan

Krizna Aven

«Me gusta defender mis derechos y ser respetada». Ser trans y migrante en México

El 28 de junio de 1969 da inicio el movimiento de liberación homosexual debido a los disturbios en Nueva York, Estados Unidos, en un bar llamado Stonewall. Cansados del hostigamiento y redadas de la policía, decidieron enfrentarlos abiertamente durante varios días. Esto dio pie al la lucha de los derechos humanos de la comunidad LGBTTTIQ. Mientras, en México, hay un acto de discriminación contra un hombre que fue despedido de una tienda departamental por considerarlo gay. Esto se replicó en varios países del mundo, sin embargo, miles de personas con una orientación sexual e identidad de género diferente siguen sufriendo violencia física, verbal y económica entre otras.

Cientos de ellos han tenido que migrar a otros países. En América Latina casi siempre es para llegar a Estados Unidos con la esperanza de encontrar una mejor calidad de vida. Tal es el caso de Isabella Sánchez, mujer trans de 21 años de edad que tuvo que salir de Venezuela para mejorar su economía. Aquí parte de su historia:

Soy de Dabajuro, estado Falcón, ahí no sufrí de desprecio ni de agresiones porque en mi pueblo somos solo tres mujeres trans, Michel, Nicole y yo. La gente nos ve como algo normal. Aunque Nicole sí tuvo problemas con sus dos parejas, la última, que por celos la agredía físicamente a cada rato hasta que la ayudamos a salir de esa relación y le buscamos un lugar donde vivir sin que corriera peligro. Solo estudié el primer semestre de enfermería, ya no pude seguir porque el dinero ya no alcanzaba. Me dediqué al trabajo sexual junto con Nicole, nos poníamos al lado de una gasolinera. Había un módulo de policía cerca pero nunca nos molestaron.

Quiero ayudar a mi mamá y poder tener cosas que no he podido comprar. Una vez, platicando con una amiga, decidimos irnos y el 16 de abril salimos rumbo a un campamento en el puerto de Necocli, Colombia. Éramos como mil quinientas personas en esa caravana. Nos cobraron 370 dólares por persona para ayudarnos a cruzar la selva, afortunadamente no nos pasó nada a pesar de que estuvo lloviendo los dos días y medio en que tardamos en cruzar. Solo escuché los sonidos de los animales, creo que eran gorilas.

Cuando salimos de la selva pagué 20 dólares para que me llevaran al campamento de la ONU (Organización de Naciones Unidas) de Panamá, di otros 150 dólares por cruzar Honduras, tuvimos que rodear el país para evitar los retenes. Llegamos a Guatemala, cruzamos la frontera y llegamos a Ciudad Hidalgo, Chiapas. Estuve dos días durmiendo y después seguimos caminando rumbo a Tula de Allende. Recuerdo que ese día me marcaron unos amigos y me dijeron que tuviera mucho cuidado porque habían secuestrado a tres de sus familiares, dos mujeres y un hombre.

Al otro día tomamos una gandola (vehículo de carga) para llegar a Salina Cruz, Oaxaca, pero nos bajó migración y nos quitaron mil quinientos pesos a cada persona. Me quedé en Juchitán, me había quedado sin dinero y pedí ayuda. Siempre había apoyado a mi amiga pero ella nunca lo hizo conmigo. En cuanto junté dinero para el camión me fui sin ella, tenía que ver por mí. Gracias a los que me apoyaron, el 12 de mayo pude llegar a la Ciudad de México, a la terminal del sur. No conocía a nadie pero unas personas me dijeron que conocían un albergue por el metro Observatorio, me dijeron cómo llegar y en cuanto di con ellos me recibieron sin dudar de mí.

En el Albergue Tochan me llevo bien con todos. Hacen mucho por nosotros, somos 85 migrantes. Ahí podemos dormir, bañarnos, nos dan de comer a diario. Si nos enfermamos nos consiguen el medicamento, nos ayudan a conseguir trabajo, colaboran con nosotros en lo que consiguen un albergue digno para cada uno, aunque hay muchos que no saben agradecer. Ahí conocí a dos que los considero como mis hermanos, me daban dinero cuando no tenía y me consiguieron un empleo.

En ese trabajo me pagaban mil doscientos pesos a la semana y de propinas sacaba cincuenta o sesenta al día. Duré solo un mes porque a pesar de que éramos varios trabajadores, querían que solo yo hiciera todo y decidí renunciar. Preferí ayudar en el albergue, hago limpieza, barro y ayudo los fines de semana. Vengo de una familia de abajo y me enseñaron a no definir el plato de comida que vaya a comer pero sí agradecer, por eso también ayudo en la cocina.

Gaby, la directora del albergue, me dio permiso para ir a la marcha del orgullo de la Ciudad de México porque me gusta defender mis derechos y ser respetada, todos tenemos un lado bueno. Me gustaron los trajes que muchas llevaron y más las de las drags, me divertí mucho. Recordé las marchas de mi país, es casi lo mismo pero aquí hay más personas participando en la marcha. También me gustó que hubiera artistas cantando al final del evento. En mi país solo salimos para apoyarnos entre todos.

Si me dan el permiso para entrar a Estados Unidos, iré a Denver, Colorado, porque ahí viven y trabajan unos amigos que tengo. Trabajaré en lo que sea, aunque me gustaría de maquilladora y peinadora, porque a eso me dedicaba en mi pueblo además de cortar el cabello. Pienso estar solo un tiempo en lo que junto dinero. Sueño con poner un negocio, ser mayorista de víveres. Los que quieran migrar les recomiendo traer suficiente dinero porque es muy duro quedarse sin dinero y estar pidiendo ayuda. Si traen hijos, cuídenlos mucho, Sigan adelante, los tiempos de Dios son perfectos. Quiero dar las gracias a Casa Tochan y a sus directivos por todo lo que nos han ayudado.

Krizna Aven

Desde los 18 años empecé a ejercer el trabajo sexual, y gracias a esto comencé a ser promotora de salud y defensora de derechos humanos de las compañeras trabajadoras sexuales. Desde el 2006 soy adherente a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona propuesta por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional  (EZLN). Debido a la constante represión contra el sector al que pertenezco nos vimos en la necesidad de ser activistas y desde hace más de 15 años periodistas. Para mí es fundamental contar las historias directamente del o de los protagonistas, ser un puente que sirva para dar a conocer historias y denuncias que difícilmente son tomadas en cuenta. El compromiso de escribir sigue latente en mí.

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