La violencia cruza la experiencia migratoria de las mujeres
La violencia de género, incluida la trata de personas, las expresiones de odio contra la población LGBTIQ+, el feminicidio y la violencia comunitaria e institucional, combinada con otros factores como la pobreza, la falta de acceso a empleo, a servicios de salud, a la justicia, la discriminación, la impunidad, la corrupción y los impactos del cambio climático impulsa a las mujeres a abandonar sus países, no obstante ésta no termina al cruzar las fronteras, la violencia que experimentan en México exacerba su trauma y las acompaña a lo largo de su tránsito y en los países de destino. La interseccionalidad juega un papel importante pues genera características de vulnerabilidad que pueden llevar a una mujer a irse y a otras a quedarse.
Entre las violencias que desplazan a las mujeres se encuentra la violencia en el hogar, atravesada por los roles de género y la desigualdad. Aunque El Salvador, Guatemala y Honduras han ratificado instrumentos internacionales, y en las últimas dos décadas se han creado leyes y sistemas judiciales especiales para proteger a las mujeres, se estima que el 90% de los casos de violencia de pareja no se denuncia debido al estigma impuesto a las víctimas, las represalias del perpetrador y la ineficacia de los sistemas judiciales.
En Honduras, El Salvador y Guatemala se estima que el 85% de las mujeres y las niñas viven en áreas controladas por grupos criminales, quienes se sienten con derecho a las mujeres y las perciben como de su propiedad, lo que las obliga a tener relaciones sexuales o románticas con ellos e incluso a participar en actividades delictivas para la pandilla. Las prácticas de las pandillas promueven la violencia y devalúan a las mujeres. El predominio de las pandillas en cada territorio dificulta que las mujeres se muevan de manera segura.
En todos los casos, el acceso a la justicia esta marcada por la impunidad que contribuyen al clima de inseguridad y temor a las represalias que enfrentan las sobrevivientes de violencia de género, quienes a menudo señalan que no pueden confiar en la policía para ayudarlas o protegerlas, ya que a veces son los perpetradores de la violencia. En Centroamércia los delitos contra las mujeres tienen una tasa de impunidad de entre el 97% y el 99%, a pesar de los tribunales especializados, más del 75% de los feminicidios denunciados nunca llegan a los tribunales y solo el 7% terminan en condena. Buscar justicia dentro de las instituciones gubernamentales, incluidos jueces, fiscales, abogados y policías, es imposble.
Ayudar a mujeres y niñas que han sido desplazadas en busca de protección pasa por asegurar que las y los abogados, psicólogos y trabajadores sociales estén capacitados para identificar los tipos de violencia que sufren las mujeres y las niñas; brindar apoyo psicosocial en todo el proceso de representación legal; trabajar con las mujeres y las niñas individualmente y en grupos para emplear estrategias para deconstruir los estereotipos de género e identificar los tipos de violencia, además de conocer sus derechos; utilizar un análisis interseccional para identificar las múltiples vulnerabilidades que experimentan; apoyar la labor de las organizaciones de la sociedad civil que trabajan en red con mujeres y niñas migrantes; y desarollar casos de persecución por opinión política, religión, raza, nacionalidad, grupo social o género en México.
Como Estados, contribuir a prevenir la violencia de género significa contar con políticas de protección que garanticen la migración regular con permiso para trabajar; la unidad familiar; las aletrnativas a la detención; el incremento del financiamiento a las agencias de protección como la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) -en 2021 recibió 120 mil solicitudes de asilo y sólo cuenta con 42 agentes de protección, frente a los 4 mil agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) y los más de 27 mil elementos de la Guardia Nacional que realizan labores de contención migratoria-; acceso a servicios de educación y de salud -en especial la sexual y reproductiva-; y acceso a la justicia sin revictimización.
Mientras que los gobiernos regionales, no sólo deben combatir la violencia de género y el acceso a la justicia para las mujeres y las niñas dentro de sus territorios, también es importante que eliminen prácticas que violan el acceso al asilo, como el Protocolo “Quédate en México” y las Expulsiones bajo Título 42; eliminar el uso de la Guardia Nacional y las fuerzas armadas en el control migratorio; así como las restricciones al libre tránsito, lo que disuadirá la extorsión, la corrupción y el contrabando. Los gobiernos están empoderando al crimen organizado al no garantizar la protección de las personas migrantes. Al tiempo, es importante deconstruir narrativas que criminalizan a las mujeres y las culpan por migrar, haciendolas más vulnerables a la violencia y al desdén de los gobiernos. Sin importar el país de nacimiento o el Estado en el que se encuentren, las mujeres y las niñas deben acceder a una vida libre de violencia.
Gretchen Kuhner es directora del Instituto para las Mujeres en la Migración, AC. Twitter. @IMUMIDF

IMUMI
El Instituto para las Mujeres en la Migración, AC (IMUMI) es una organización de la sociedad civil que promueve los derechos de las mujeres en la migración dentro del contexto mexicano, ya sea que vivan en comunidades de origen, estén en tránsito o residan en México o Estados Unidos.