Mujeres Transnacionales

Molly Goss

La retórica de un discurso…

Twitter: @imumidf

El pasado 16 de mayo, Donald Trump presentó un nuevo plan para cambiar drásticamente el sistema migratorio estadounidense, centrado en recibir a migración calificada y obstaculizar la migración con vínculos familiares. Desde mediados de la década de los sesenta, Estados Unidos cuenta con un sistema fundamentado, principalmente, en dos vertientes: la familiar y la laboral. Sin embargo, el nuevo plan de Trump pretende cambiar más de 50 años de un sistema que favorece la reunificación familiar.

El mandatario empezó su polémico discurso destacando los valores que quiere promover, incluyendo la idea de crear un sistema “justo, moderno, y legal”. Enfatizando la historia de Estados Unidos como una nación compuesta por diferentes olas migratorias, pero el lenguaje que utilizó tiene influencias de discursos utilizados en otras épocas, cuando la xenofobia y el rechazo hacia las y los migrantes permeaban el discurso nacional.

Los cambios propuestos tendrían un efecto radical en la migración con vínculo familiar. Al cambiar la ley migratoria de esta forma tan tajante, y al disminuir el número de personas que puedan migrar por vínculo familiar, Trump seguiría fielmente sus políticas antinmigrantes y anti-familia. Sin embargo, es un plan tan radical que tiene pocas posibilidades de que sea aprobado en el Congreso de Estados Unidos. No obstante, es preocupante el ataque continúo contra las personas migrantes y sus familias.

Trump identifica a las aproximadamente 1.1 millones de personas migrantes admitidas anualmente con residencia permanente, como una población poco calificada y que recibe un salario bajo, además de señalarlas como un peso para el sistema de beneficios públicos y que entran en competencia con la población económicamente activa estadounidenses. Compara el porcentaje de migrantes admitidos, con base en sus “habilidades o méritos”, con países como Canadá, Australia y Nueva Zelanda quienes admiten de 60 a 75 por ciento de personas con ese perfil.

Su nuevo plan busca aumentar el porcentaje en Estados Unidos, de 12 a 57 por ciento de personas admitidas por sus “méritos” e identifica que actualmente no se le da preferencia a médicos o investigadores, pero si, de forma “aleatoria” a personas que cuentan con un vínculo familiar.

Además, pretende reducir la cantidad de personas que pueden migrar a través de sus familiares, desapareciendo la mayoría, sino es que todas las categorías de preferencia para la migración con vínculos familiares; aún si el número de visas quedaría igual (unas 1.1 millones por año), y mantendría la opción de peticionar para hijas e hijos de ciudadanos/esposas/esposos; las demás categorías para familiares, como hermanas y hermanos, hijas e hijos de residentes permanentes menores de 21 años no casados, y esposas y esposos de ciudadanos, etc. desparecerían para ser reemplazadas por una “Visa para Construir América” con base en su concepto de “méritos y habilidades”.

También ha hecho notar que se favorecería el trabajo, los salarios y la seguridad de la población estadounidense, misma retórica utilizada en los inicios del siglo XX cuando la tendencia era discriminar a las personas migrantes de Asia y Europa del Sur. El léxico usado en ese entonces se enfocaba en la idea de que las y los migrantes de estas regiones no contaban con las habilidades y el potencial que el país requería.

Este discurso xenófobo se vio reflejado también en la legislación migratoria que entró en vigor en esa época, con la continua prohibición de personas de países asiáticos que comenzó a finales del siglo XIX y siguió a través de la primera parte del siglo XX. La Ley de Exclusión de Personas Chinas de 1882, por ejemplo, prohibió la inmigración de todos los obreros chinos, y no fue revocada hasta 1943.

Adicionalmente, en 1921 impusieron límites en el número de personas que podían migrar a Estados Unidos, y posteriormente el sistema de cuotas que se creó con la Ley de 1924, que redujo la cantidad de migrantes, así como la diversidad de la migración. Estas dos leyes buscaban mantener cierta demografía en Estados Unidos; una población mayormente del norte de Europa, por ejemplo, al beneficiar a la migración de países como Irlanda, mientras países como Italia y otros del sur y este de Europa vieron mucho más difícil la posibilidad de migrar a Estados Unidos.

La Ley de 1924 mantuvo una cantidad constante de personas extranjeras de países considerados “aceptables” para la migración, mientras que aquellas provenientes de países del sur y este de Europa eran consideradas incultas e ignorantes.

Este discurso racista y xenófobo, es el mismo que se está imponiendo, incluido el lenguaje, en la era Trump, y ahora se está proponiendo una legislación que también discrimina a ciertas regiones del mundo y a personas que no tienen la solvencia económica requerida.

Finalmente Trump declara que no ha habido un cambio drástico en la política migratoria estadounidense desde hacer 54 años, pero los cambios que está proponiendo, lejos de introducir un nuevo sistema que aumente la diversidad, tiene de fondo otra época de discriminación de clase, raza y etnia, favoreciendo a países con mayores índices de desarrollo económico.

*Gestora de casos de familias transnacionales, Instituto para las Mujeres en la Migración, AC

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