Montaña adentro

Abel Barrera Hernández

La disputa por las casetas de cobro

“Escopetines, escopetines”, ordenaba un mando policiaco, mientras el grupo de la policía estatal enfrentaba con piedras, bombas y toletazos a los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa. Era el viernes 4 de febrero cuando los jóvenes se habían desplazado de la normal en varios autobuses para tomar la caseta de cobro de Palo Blanco, en el municipio de Chilpancingo. Su objetivo era repartir volantes con la misma exigencia de que las autoridades federales presenten con vida a sus 43 compañeros desaparecidos el 26 y 27 de septiembre de 2014.

El 28 de enero, la policía del estado y la Guardia Nacional impidieron que las madres y padres de los 43 estudiantes desaparecidos realizaran su protesta en la misma caseta de cobro. La postura inflexible de los cuerpos policiacos causó mucho malestar entre los papás y mamás que iban acompañados por un grupo de normalistas. Nunca imaginaron que la orden era impedir a cualquier costo la toma de la caseta. Estuvieron ausentes las autoridades políticas para que dieran una explicación sobre el motivo de esa determinación y al mismo tiempo, encausar el diálogo que evitar mayores fricciones y malos entendidos.

No se estableció comunicación alguna con el comité ejecutivo estudiantil, sobre todo por parte del nuevo gobierno del estado que no ha tendido los puentes para tener un encuentro con los normalistas de Ayotzinapa. Fue una mala señal el envío de la Guardia Nacional y la policía del estado con el fin expreso de impedir la libre manifestación de los normalistas en los puntos de cobro de la autopista del sol. Durante la semana del 28 enero al 4 de febrero, la Guardia Nacional se apostó en todas las casetas de cobro como una medida de fuerza para las organizaciones sociales, sobre todo para los estudiantes de Ayotzinapa. Fueron los escudos, las rodilleras, coderas, cascos, toletes y escopetines de la Guardia Nacional y de la policía del estado lo que sobresalía en las casetas de cobro. Era el preludio de un conflicto mayor.

El 4 de febrero más de 800 efectivos se mantuvieron en formación para disuadir toda protesta, como parte del operativo caseta segura. Como a las 11 de la mañana llegó una avanzada de autobuses de normalistas hasta la caseta de Palo Blanco. Bajaron de las unidades gritando las consignas “vivos se los llevaron, vivos los queremos”; “Ayotzi vive, la lucha sigue”. Una comisión de estudiantes buscó a los representantes del gobierno del estado para comentarles sobre el volanteo que tenían previsto, sin embargo, solo se toparon con los mandos policiacos. No había funcionarios gubernamentales para establecer un acuerdo que les permitiera realizar su protesta.

Los policías y los elementos de la Guardia Nacional se acuerparon para encapsular a los estudiantes. Uno de los mandos policiacos alertaba a su grupo “estén atentos a la orden”, mientras otros policías caminaban en los márgenes de la autopista para cerrar el paso completamente. Realizaron tres grandes vallas con elementos policiacos para impedir la movilización de los estudiantes. Por el tiempo que permanecieron encapsulados, la situación se complicó ante la ausencia de operadores políticos. Prevaleció el amedrentamiento y creció la tensión que anunciaba una confrontación. Un policía se dirigió a un estudiante “no se muevan porque tenemos gente atrás”. Cerca de las 12 del día se dio la primera confrontación entre los estudiantes y los policías. Empezaron los empujones, las pedradas y los ruidos de los escudos de la Guardia Nacional que accionaban para cercar mejor a los jóvenes. En medio del forcejeo un estudiante les reclamó diciendo “así hagan con el narco”. Otros estudiantes se movían de un lado a otro para evadir las provocaciones de los policías. Sobresalieron las consignas: ¡ni con tanques, ni metrallas, Ayotzi no se calla!… ¡las normales rurales las quieren desaparecer, nosotros con lucha y sangre las vamos a defender! ¡Ayotzi, Ayotzi, Ayotzi somos todos! ¡AMLO decía que todo cambiaría, mentira, mentira la misma porquería!

En la tensa calma, los normalistas improvisaron un mitin para hacer más visible el motivo de su protesta: “esperamos 7 largos años en esta incansable lucha que las autoridades nos han negado. Si el gobierno tratara de ser más justo nosotros no estaríamos aquí. Exigimos justicia y verdad por nuestros 43 compañeros desaparecidos. Le recordamos a la gobernadora Evelyn Saldado que dijo que no iba a reprimir, pero miren lo que está pasando hoy. Si no hay solución a nuestros problemas y tampoco justicia, nosotros seguiremos saliendo a las calles”.

Por parte de la Comisión de Derechos Humanos de Guerrero se buscó un acuerdo con los estudiantes para que pudieran retornar a la escuela normal. Se pidió a los cuerpos policiales que dejaran avanzar a los autobuses para que salieran en caravana, sin embargo, uno de los mandos de la policía estatal de nombre Constantino ordenó que cerraran el paso a los autobuses para que revisaran las cajuelas. Esta situación molestó a los estudiantes porque era una provocación del mando policiaco. Los normalistas que se encontraban cercados por la Guardia Nacional y la policía del estado trataron de abrirse paso. Fue en este forcejeo cuando accionaron los escopetines de los policías para dispersar con gases lacrimógenos a los estudiantes. Los jóvenes se replegaron para librarse de las balas de gas, sin embargo, tuvieron que responder a las agresiones de los antimotines. Se armó la trifulca con gases lacrimógenos y petardos que explotaban sobre el asfalto. Varios policías subieron a los cerros para lanzar piedras contra los estudiantes que se alejaban.

“La granada aquí wey, no se las eches para allá, aviéntala acá para que se vaya”, decía un policía estatal en medio de la rebatinga. “Escopetines acá», gritaba otro policía. Por su parte, los estudiantes rompían el cerco junto con los autobuses en medio de gases y pedradas. El saldo de la confrontación dejó 20 estudiantes heridos y 14 elementos de la Guardia Nacional.

Fue impresionante ver la movilización de las fuerzas policiacas y de la Guardia Nacional para proteger las casetas de cobro de la autopista del sol. Las autoridades han optado por militarizar estos puntos de circulación masiva de vehículos, descuidando los lugares donde el crimen organizado ha tomado el control de varios cruceros y caminos en el estado de Guerrero, donde la violencia ha suplantado el estado de derecho. La lucha por la verdad y la justicia seguirá movilizando a los normalistas de Ayotzinapa, que en todo momento enfrentan campañas de linchamiento mediático y se duda de la autenticidad de su movimiento.

Abel Barrera

Antropólogo mexicano y defensor de los derechos humanos. En 1994 fundó el Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan en Guerrero, México. Ha recibido diversos premios por su trabajo en la defensa y promoción de los derechos humanos, de Amnistía Internacional Alemania en 2011, y el premio de derechos humanos 2010 del Centro por la Justicia y los Derechos Humanos Robert F. Kennedy, entre otros

Dejar una Respuesta

Otras columnas