Crónicas de las luces y de los ruidos

Oleg Yasinsky

Kursk, la guerra sin frente y sin flancos

Esta descripción simple de la situación militar en la región de Kursk, hecha de pasada por un soldado ruso que trataba de explicar a un diario local lo que sucede, es un excelente reflejo del contexto mucho mayor de la tragedia que se sigue viviendo entre Rusia y Ucrania, aunque llamar esto “un conflicto ruso ucraniano” es no entender nada.

Las noticias de la región rusa de Kursk, desde la semana antepasada y todos estos días, es el tema número uno en Rusia. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, un ejército enemigo invade el territorio de Rusia. No fue “un grupo de sabotaje”, como desinformó inicialmente el Ministerio de Defensa ruso, seguramente también desinformado por sus fuentes oficiales que todavía no aprenden a dar malas noticias al mando. Se trataba de las unidades regulares de las fuerzas armadas se Ucrania, que al cruzar la frontera bastante mal protegida, en los primeros tres días de adentraron en esa parte boscosa de Rusia, hasta unos 25 kilómetros, generando un corredor de invasión de entre 10 y 15 kilómetros de ancho. Tomaron más de una decena de aldeas y la pequeña ciudad de Sudzha, mientras sus habitantes y gran parte del país disfrutaba del último mes de las vacaciones de verano.

El primer día de la invasión, el Ministerio de Defensa ruso hizo una declaración que afirmaba la “derrota y expulsión del territorio ruso de los grupos ucranianos de sabotaje”. El segundo día, dijo que el enemigo había sido detenido y estaba a punto de ser destruido, mientras que las tropas ucranianas tomaban el control de las carreteras y aldeas rusas. El jefe del estado Mayor del Ejército, Serguei Guerasimov, en la reunión del Consejo de Seguridad de Estado, prometió al país que “en tres días los invasores serían expulsados y derrotados”. Fue pocas horas después de que un misil Himars, de fabricación norteamericana, lanzados desde Ucrania en una carretera impactara a una columna militar rusa, que se dirigía a la zona de combates en la región Kursk. No fue algo inevitable, era la consecuencia de una negligencia militar injustificable. Las largas y lentas columnas militares obstaculizadas por los trancones en las carreteras de la zona fronteriza, fueron blanco fácil, sobre todo con el dominio ucraniano de las telecomunicaciones, la información satelital de la inteligencia de la OTAN y los miles de drones en la zona. Como si fuera poco, al día siguiente el canal televisivo del ejército “Zvezda”, mostraba al país el avance de las unidades de combate hacia los territorios de Kursk.

Todo esto generó una verdadera ira entre los corresponsales de guerra, varios combatientes en el terreno y muchos ciudadanos rusos, impresionados por esta mezcla entre incompetencia y traición, por los que siguen tomando este tipo de decisiones. Además, desde hace más de dos años para los especialistas militares era evidente la falta de la protección de las fronteras en la zona de guerra, donde no se supo instalar ni siquiera un buen sistema de comunicaciones entre diferentes unidades. Militares y civiles pedían, suplicaban y exigían al Ministerio de Defensa atender estos temas de mínimo sentido común, pero no pasaba nada. Era la crónica de una muerte anunciada.

El nuevo Ministro de Defensa ruso, Andrei Belousov, recién nombrado en mayo por Putin, ya ha logrado cambiar bastante en las fuerzas armadas según la dirección exigida por la misma sociedad rusa. Cuando asumió el cargo, el ministro dijo su famosa frase: “Es posible equivocarse pero mentir no”. Pronto se vio que no eran solo palabras. Empezaron varias serias investigaciones de casos de corrupción en el Ministerio de Defensa, la preocupación por la protección de los militares y sus familias, y en las regulares reuniones con los corresponsales de guerra, el ministro Belousov, según todas las opiniones, POR FIN no evade ningún tema difícil o incómodo, hace todo lo posible para ayudar y resolver, y como ser humano obtiene los mejores elogios de los que trataron con él personalmente.

El problema es más profundo y complicado. Es el sistema instaurado en Rusia en los tiempos de “perestroika”, el que desde su única lógica capitalista normalizó la corrupción en la sociedad y en el poder. Nadie sabe el tamaño real de este gran caballo de Troya que sigue incrustado dentro de los sistemas del poder en Rusia. Fueron ellos quienes, después del golpe de Estado en Ucrania (febrero de 2014), organizado y controlado por Occidente, hicieron que Rusia cometiera todos los errores posibles en su política respecto a Ucrania. Fueron tan “pacifistas” con el gobierno de Kiev, porque no les interesaba ni querían perder sus grandes negocios en Europa, Estados Unidos y Ucrania y por eso trataron de resolver el tema del nazismo en Ucrania con la única manera que saben manejar bien: con dinero. Cuentan que los “agentes de influencia” que tenían que liberar a Ucrania de las garras de la OTAN para volverla un país amigo y buen vecino de Rusia, también hicieron lo mismo y lo único que saben hacer: robarse la plata y desaparecer. Para ser justos, también hay que reconocer que en Ucrania de los tiempos de Maidan ya no existía ninguna fuerza social o política independiente a la que Rusia le pudiera haber apostado para salvarla del proyecto neonazi de la OTAN.

La invasión de las fuerzas regulares de las fuerzas armadas de Ucrania en la región de Kursk no es una provocación, como lo dijeron algunos funcionarios rusos, sino el comienzo de una nueva etapa del proyecto occidental para destruir a Rusia. Otra parte es la transferencia de los F-16 al régimen de Kiev, que debería aparecer en el escenario celestial en un futuro más próximo. Ésta es una fórmula ideal para Occidente de participación de Ucrania en la OTAN, que por su propia cuenta y con cada disparo aumente los intereses de los préstamos, se haga cargo de todas las misiones militares que le han sido encomendadas y, al mismo tiempo, nadie le garantiza absolutamente nada. Además sería muy estúpido garantizar algo a los condenados a muerte. Los F-16 son la herramienta perfecta de un chantaje. Primero, porque pueden portar las armas nucleares, y segundo, porque pueden disparar misiles con armas nucleares o convencionales a 600 kilómetros de distancia. Es decir, pueden atacar Rusia desde la frontera occidental de Ucrania y protegerse en el espacio aéreo de la OTAN. Si usan bases de Rumania o de Polonia, de inmediato los convierten en los objetivos militares de Rusia, la situación que el gobierno ruso a toda costa quería evitar.

El objetivo del ataque a Kursk no es provocar a Putin o subir los ánimos dentro del ejercito ucraniano: es desestabilizar a Rusia por dentro para lograr el objetivo inicial de hace muchos años. Cuando hablamos aquí de “destrucción de Rusia”, no nos referimos necesariamente a un embalse en el lugar de Moscú, como lo soñaba Hitler, ni de un campo de concentración con cámaras de gas para sus habitantes. Es suficiente con llevar al poder a cualquier Zelensky local, de los que abundan en la sociedad y en el poder. Ya hemos visto lo que sucede después de esto.

No se trata sólo de la violación de las fronteras estatales de Rusia sino de que todas las fronteras están siendo destruidas en esta guerra mundial, donde hablar de “líneas rojas” es tan ingenuo e inapropiado como apelar a la conciencia de un maníaco enloquecido por la sangre. Esta guerra no es sólo contra Rusia y China, es contra todos los que no están dispuestos a formar parte de un único organismo depredador e insaciable que se trague países y culturas para digerirlos y convertirlos en mierda. Los militares ucranianos que participan en la invasión de Rusia no comprenden que están luchando contra la última oportunidad de dejar su tierra, al menos en cierta medida, apta para la vida. Y no estamos hablando aquí del improbable uso de armas nucleares por parte de Rusia, sino de Monsanto, BlackRock y otros, que ya se han apropiado varias veces del territorio ucraniano y ahora están ocupadas en deshacerse del excedente de la población y de la industria. Por si alguien no lo ha notado, la guerra en Ucrania no es entre el extinto Estado ucraniano y Rusia, sino entre su futuro como propiedad y laboratorio de corporaciones y la oportunidad de regresar a la vida humana dentro del marco de un Estado mínimamente soberano.

Rusia se encuentra en la primera línea de guerra contra el enemigo de la humanidad más poderoso en la historia, y creo que toda la parte no lumpenizada de esta humanidad está obligada a apoyarla. No porque a todos les guste o no Putin o el gobierno ruso, sino simplemente porque serán los siguientes. Cualquier negociación de paz en estas condiciones se convertiría en negociaciones de rendición.

Extraoficialmente en Rusia se comenta que hasta el ataque a la región de Kursk, su gobierno con mucho cuidado estaba buscando alguna posibilidad de negociar, por lo menos un cese de fuego. La invasión tuvo el efecto de un balde de agua fría, recordando con qué clase de adversario están tratando.

Podemos ilustrar el ambiente que se vive en la zona del frente de Kursk con este fragmento de una entrevista de hace un par de días:

“Aid”, el comandante de un grupo militar especial ruso “Ahmad” cuenta sobre la situación en la región de Kursk (su grupo ahora está luchando en las afueras de la ciudad de Sudzha junto a otras unidades de fuerzas especiales y las Fuerzas Armadas rusas, logrando avanzar lentamente):

Otro duro día de combates en dirección a Kursk. La operación no se completará rápidamente, se necesita mucho trabajo duro. Tendremos que arar sin descanso. El enemigo está sufriendo pérdidas de equipamiento muy graves, y el uso de sus grupos de exploración y sabotaje en las plantaciones forestales es cada vez menor debido a la actividad de los operadores de drones. Por la noche, el movimiento de infantería se reduce al mínimo. Por lo tanto, la euforia de los primeros días del enemigo ha disminuido y simplemente está tratando de atrincherarse, sin abandonar los intentos de abrirse paso en algunos puntos.

Lo diré claramente: el enemigo copió las tácticas del grupo Wagner cuando comenzó a penetrar en Kursk. ¿Cómo es? Después de sondear la parte débil de la posición del adversario, se ejecuta un avance ultrarrápido en un área estrecha, a donde en el menor tiempo posible se envían los equipos técnicos, la mano de obra y la cobertura de artillería. Luego viene la apertura de la «flor» (un ataque en diferentes direcciones, con el mismo sondeo). Después de descubrir una parte débil, viene otro gran avance. El lugar de la primera línea lo ocupa la segunda. Al lugar de la segunda viene la tercera. Y nuevamente, entrega rápida de equipos, personas, artillería. Y de nuevo otra «flor». Desafortunadamente, este juego se puede jugar entre los dos. Sobre todo cuando ambos conocen estas reglas. El adversario lo aprendió con bastante rapidez”.

La guerra sin frente y sin flancos sigue.

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