Mujeres Transnacionales

Gretchen Kuhher

Incertidumbre ante las amenazas migratorias de Trump

Hace dos semanas nadie imaginaba el resultado de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, como un discurso nacionalista y xenofóbico triunfaría. Pocas personas analizaron lo que Donald Trump significaba para la política estadounidense, y tras los resultados electorales, la incertidumbre se hizo presente.

Desde el Instituto para las Mujeres en la Migración, AC (IMUMI) nos sentamos a analizar los diferentes escenarios, buscando entender qué había pasado y qué podría significar el triunfo de Trump en nuestro trabajo, en nuestro objetivo de apoyar a las mujeres en la migración, de cualquier nacionalidad, para que puedan decidir dónde quieren vivir y como organizarse con sus familias.

Era necesario hacer un recuento, durante la administración de Barak Obama el panorama no fue alentador, pese a sus intentos de una reforma migratoria que daría opciones a más de 11 millones de personas migrantes indocumentadas. Desde 2005, más de un millón de familias mexicanas han retornado de Estados Unidos a México. En 8 años, se han deportado 2.5 millones de personas, lo que significa: familias separadas y niñas y niños, ciudadanos estadounidenses, forjando nuevos caminos en este país. Entonces, ¿qué podemos esperar ahora que la retorica es abiertamente xenófoba, racista y anti-migrante? No sabemos, porque estamos ante un personaje que no es claro, dice una cosa por la mañana y cambia de idea por la tarde. Sin embargo, tenemos algunas pistas.

Durante su campaña presidencial, el tema de la construcción de un muro se convirtió en símbolo del nacionalismo y proteccionismo económico. Sin embargo, en los últimos días su equipo ha señalado que la seguridad en la frontera es más importante que un muro. Quizá extenderán el muro que ya existe en varias parte de la frontera con nuestro país desde 1994, pero todo indica que se concentrarán en otras medidas, parecidas a las que la administración de Obama había implementado. Aunque de centrarse en la colaboración entre autoridades locales y federales, entraríamos nuevamente en una etapa de persecución y miedo de la población documentada, no documentada y ciudadana, ya que estas medidas se aplican con base en perfiles raciales.

Otro estándar de su campaña fue la deportación de 3 a 5 millones de personas migrantes indocumentadas, tema que también se ha matizado en días recientes con énfasis en aquellas personas migrantes con antecedentes penales graves. De acuerdo con el Migration Policy Institute, estamos hablando de aproximadamente 800,000 personas. Nuevamente, esta política es muy parecida a la implementada por Obama.

Mientras que en materia de remesas, para cumplir con lo que señaló, tendría que legislar impuestos a compañías y bancos que realizan transferencias, iniciativa que no se podría implementar con facilidad, toda vez que un impuesto sobre remesas generaría más presión económica en México – efecto opuesto a lo que busca, si su intención es frenar la migración-. Se estima que en 2015, las más de 11 millones de personas mexicanas en Estados Unidos enviaron 24,785 millones de dólares a México, convirtiendo a las remesas en la segunda fuente de ingresos externos más grande del país, sólo después de la inversión extranjera.

En el corto plazo, un tema que necesita de mayor atención es la posible cancelación de la Acción Diferida para quienes llegaron en la infancia a Estados Unidos (DACA, por sus siglas en inglés), la cual ha beneficiado, desde 2012, a más de 750,000 jóvenes. Esta acción ejecutiva podría ser cancelada por Trump, dejando a todas las personas beneficiarias en situación indocumentada nuevamente, y más expuestas. Por lo que las y los Dreamers, en aquel país, se han estado organizando –mucho antes de las elecciones– para explorar opciones ante un panorama incierto.

Pero algo es claro, y es que en la última semana Trump empezó a delinear el futuro con la designación de tres hombres en su gabinete, conocidos por sus posturas racistas, xenófobas y anti-migrantes. En particular, el nombramiento de Jeff Sessions, Senador de Alabama, como Procurador de la Republica, un político que bloqueo la reforma migratoria durante la administración de Obama.

¿Ante este panorama incierto pero amenazante, que acciones podemos tomar desde la sociedad civil en México?

Es necesario trazar una estrategia conjunta con las organizaciones de la sociedad civil de Estados Unidos. Desde México, tenemos que contar con información accesible para las personas que temen una deportación. Así como trabajar para que las y los migrantes, en aquel país, estén en óptimas condiciones emocionales ante la incertidumbre. Por ejemplo, documentarse como mexicanas, dejar documentos listos para la custodia de sus hijas e hijos, poderes preparados para el manejo de sus bienes, solicitar documentos académicos, certificados de trabajo, etc., es decir, prepararse para el peor escenario y concentrarse en su derecho a permanecer en el lugar que han elegido. Además de no dejar de insistir con el gobierno mexicano, quien tiene el deber de proteger a sus nacionales donde quiera que se encuentren, de que elimine la burocracia que ha hecho tan difícil la reintegración social para las familias retornadas.

Y, finalmente tendríamos que evitar caer en posturas parecidas con relación a la población migrante en México. Es decir, si el gobierno de Trump va a tratar de restringir aun más los derechos de las personas migrantes, en México habría que seguir con el fortalecimiento de instituciones de protección a solicitantes de asilo, como la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR), y de la niñez migrante, como la Procuradora Federal de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, para que México demuestra con acciones que respeta el estado de derecho y los derechos de las familias migrantes para vivir en el lugar que elijan, pues con o sin políticas migratorias restrictivas las familias transnacionales seguirán organizándose de ambos lados de las fronteras.

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