Rompecabezas

Red De Rosario En Solidaridad Con Chiapas

Hermanando escuelas rurales

Hoy contaremos una historia de niños, de tierra, de semilla, de sol, lluvia y viento, de campo. Hoy intentaremos hermanar historias de lucha, de sacrificios, de compromiso y hasta en algunos casos de horror, como Ayotzinapa.

En muchas lenguas, idiomas, signos, nombramos a quien falta.

Y cada dolor y cada rabia toma un nombre, un rostro, una historia,

un hueco que duele e indigna.

El mundo y su historia se llenan así de ausencias,

Y esas ausencias se hacen murmullo, palabra fuerte, grito, alarido.

No gritamos por lamento.  No lloramos por pena.  No murmuramos

por resignación.

Es para que quienes faltan encuentren el camino de regreso.

Para que sepan que están aunque falten.

Para que no olviden que no olvidamos. –

EZLN – Setiembre 2015

Intentamos homenajear a las y los maestros rurales, a sus alumnos y a los 43 que no volvieron a sus clases, relatando la experiencia de una maestra rural de nuestro país y de algunas de sus alumnas.

Previamente recordamos a una pionera: Ángela Peralta Pino. Ella daba clases en un vagón que reacondicionó y remolcó con un tractor para llegar a distintos poblados del monte del norte santafesino. Esas tierras eran explotadas por LA FORESTAL, entre otras empresas, que devastaban el quebracho y el algarrobo y los terratenientes no querían niños educados porque así perdían mano de obra barata. Esta escuela se llamó “Los guasunchos” y recorrió los obrajes durante 22 años. A Ángela la llamaban “la maestra caracol”.

Detrás de cada escuela rural hay historias que merecen ser contadas. Nos encontramos con una amiga y comenzamos haciéndole una pregunta: cómo fue su vida como maestra rural. Fue notable el eco de tantas respuestas, ya que se fue enredando, creciendo y enriqueciendo sin imaginarlo. Fueron apareciendo otras voces espontáneas, otras pequeñas realidades, transmitiendo recuerdos y alegrías, anécdotas y hasta una promesa de encuentro de exalumnos después de casi 45 años.

Así comenzó esta historia…..

– Soy Alicia Torre y hace ya mucho tiempo fui maestra rural en una escuela que estaba muy alejada de la zona urbana. Era la escuela numero 57 “Alberto Bertoni”. Había que recorrer casi 50 km de tierra para llegar a la escuela. En realidad yo no venía del pueblo sino que vivía en el campo a 25 o 30 kilómetros más o menos del lugar donde estaba la escuela. La escuela funcionaba en un balneario junto a la laguna de Chasicó. El edificio fue cedido por la municipalidad al ministerio de educación, allí mismo, en verano, funcionaba la colonia municipal de vacaciones. La mayoría de las casas permanecían cerradas todo el año, solo había un destacamento policial, la casa del empleado municipal, un almacén y enfrente un espacio que hacía las veces de bar y surtidor de nafta. Los primeros chicos que vinieron eran hijos del empleado municipal a cargo del balneario y del señor del almacén que tenía dos hijos.

Después los vecinos del campo se fueron enterando de que se había abierto la escuela rural (en ese momento ellos tenían que dejar a sus chicos en alguna localidad cercana como Algarrobo o Médanos o ponerlos pupilos en colegios religiosos). En principio me pidieron si podía llevarlos en mi auto particular, y en un momento fueron tantos (porque se sumaron los hijos de los obreros golondrinas que se dedicaban al desmonte) que se hacía imposible, así que allí la municipalidad prestó una camioneta doble cabina.

Contanos donde se encontraba tu escuela

Estaba ubicada en el partido de Villarino, al sur de Bahía Blanca y es el anteúltimo de la provincia de Buenos Aires y son campos para hacienda donde todavía queda monte natural. La cabecera del distrito es Médanos, donde hacíamos las reuniones de personal docente y la ciudad grande más cercana eras Bahía Blanca a 130 km de ese lugar.

Alicia, ¿cómo se organizan las escuelas rurales?

-Las escuelas rurales se organizan en categorías: primera, segunda y tercera. Primera categoría son las más cercanas a los pueblos que generalmente tienen dos o tres docentes trabajando y las de tercera categoría son las que están más lejanas. La escuela estaba en zona rural muy desfavorable y pertenecía a la tercera categoría, con personal único porque tenía menos de 20 alumnos: estaba yo sola a cargo cumpliendo funciones de directora, de maestra y como decíamos con las compañeras también de portera, porque obviamente aunque siempre había una mamá que ayudaba, muchas veces teníamos que limpiar el lugar.

Significaba un mejor sueldo pero si no tenías vehículo era imposible llegar porque no había medios de transporte, por eso la categoría de muy desfavorable. De hecho, hay muchas escuelas rurales con esa categoría.

No es tarea fácil dar clases a alumnos de 7 grados simultáneamente, hablando con unos, mirando a otros, haciéndoles señas a los demás. Además de planificar diariamente para permitir el desarrollo de la clase, había que hacer una planificación anual, que se presentaba a la inspección a principios de año y que luego una supervisora controlaba que se estuviera cumpliendo. El trabajo era agotador pero también los niños se acostumbraban a ayudarse entre ellos, por ejemplo, hacían una pregunta y ellos mismos contestaban. Pero también había cosas muy divertidas, como era un balneario sobre una laguna el recreo largo lo hacíamos en la orilla de la laguna donde había juegos o íbamos a leer en las horas de Lengua. Unificábamos el tema para todas y todos y allá íbamos.

En un momento la matrícula superó los 20 alumnos y designaron a otra docente con la que convivíamos. Obviamente vivía en mi casa e íbamos juntas al trabajo.

Y los padres… ¿qué papel jugaban en esta escuela?

Otra cosa súper recordable es el papel que jugaban los padres en el conjunto social. No recuerdo que un padre haya hecho una crítica a una docente sino todo lo contrario. Nos tenían un cariño muy especial. Ellos forman la cooperadora y organizan cenas, fiestas, bailes. Una o dos veces por año organizaban estos encuentros con orquestas que traían de la ciudad, y eran muy divertidas, se bailaba mucho y concurrían no solamente los padres de la escuela sino vecinos desde bastante lejos, incluso desde Bahía Blanca.

Otra modalidad eran las carreras cuadreras o las domas, que también en determinada época del año se organizaban para que dejaran un resto de dinero para solventar los gastos.

Ellos tenían que presentar facturas de todo lo que se gastaba, en entradas y salidas, por ejemplo: gastos de combustible para el transporte de los chicos, ayuda a los que no podían comprar los útiles y copa de leche.

¿Hasta cuándo estuviste en la 57?

Como consecuencia de las grandes inundaciones que azotaron la provincia de Buenos Aires, se fueron anegando los campos, la creciente fue cada vez mayor y el arroyo traía cada vez más agua. Para ese entonces ya la municipalidad había dejado de prestar su vehículo y traía a los chicos en el mío particular. La composición del agua de la laguna era muy salina y con mucho iodo, o sea muy corrosiva, lo que deterioró rápidamente mi auto y terminó siendo chatarra.

Un papá que trabajaba en un campo de la zona salía con un tractor y un carrito atrás, nos subía al carrito y nos llevaba a la escuela, que eran unos 15 kilómetros y nos esperaba para volver. Así fueron los últimos meses en que trabajé allí y ya para el año siguiente se hizo imposible. La escuela tenía que seguir funcionando así que el consejo escolar tomó medidas y me trasladaron a otra que estaba en sentido contrario a la laguna. En mi lugar se hizo cargo una maestra que vivía en el partido de Puán donde los caminos no habían sido afectados por la creciente. Así fue como comencé a trabajar en la escuela 4 Paraje Los surgentes con otra realidad; campos bastante extensos. zona de montes, cría de ganado y los alumnos en general eran hijos de los empleados de los campos y también de los desmontadores, pero eso fue otro momento, otra realidad…. En fin…. Otra historia.

Y buscando fotos, encontramos a María Elena Arrieta, exalumna, que además nos regaló sus vivencias:

-Fui alumna de esta escuela, hice cinco años allí, desde primero a quinto. Como la mayoría de los chicos en esa época no habíamos hecho jardín de infantes porque en el campo no existía. Para mí fue una experiencia preciosísima. Nosotros vivíamos (me refiero a mis padres y mi hermano) pegaditos a la casa de la maestra, la seño Ali. Para mí y para todos no le decíamos seño. Divina, un sol de persona: afectuosa, dulce. Difícil tarea, éramos muy poquitos, seríamos 10, pero todos los grados juntos en la misma aula y a su vez ella tenía la dirección a cargo y todo lo demás, como la portería y era la que nos preparaba la leche. Era una sola persona para atender a todos los alumnitos. Yo nunca tuve compañeritos del mismo grado pero estábamos todos juntos, incluido mi hermano que entró en tercero. Es la mejor experiencia que tengo y se me vienen imágenes, miles de anécdotas y muy lindas. Todo fue muy relajado, éramos pocos y nos conocíamos, y también las familias. Yo digo que aprendí a leer con mayúsculas con Ali. Como la mayoría de los chicos aprenden a leer con la estimulación de la familia y de la escolaridad, yo aprendí a leer en el sentido amplio de la palabra, el gusto, el amor por la lectura y fue porque a Ali la recuerdo con una gran biblioteca en su casa. Nos diferenciaban metros una casa de la otra en el campo, así que yo empecé muy chiquita a bucear en sus libros y esto fue como algo mágico. También los actos eran muy copados y a su vez, cuando venía su mamá, que vivía en Buenos Aires, y que había sido inspectora, nos preparaba para ellos.

Como la escuela funcionaba en una colonia de vacaciones, era muy relajado, y si el clima lo permitía bajábamos a la playa, subíamos y bajábamos a los médanos, a veces rodando. Había una loma muy alta para llegar a la escuela y a veces hemos hecho tarea en la playa, así que teníamos esos privilegios de aprender a su vez en plena naturaleza. No era un edificio propio sino que pertenecía al Municipio de Villarino, cuya cabecera es la localidad de Médanos.

Mi padre fue el primer presidente de la cooperadora, mi mamá era muy participativa.

Cuando cursaba quinto grado, comenzó a producirse lo que fue la gran inundación en el año 76. El arroyo que alimenta la laguna, por un aumento inusitado de caudal hizo que se desbordara y se produjera una terrible inundación en el pueblo y muchas casas quedaron bajo el agua, y no se recuperaron nunca.

Mi hermano alcanzó a terminar séptimo grado, pero nosotros tuvimos que mudarnos a La Pampa y esto yo lo sufrí mucho, el cambio fue tremendo y lo viví con mucha angustia.

El nuevo pueblo había sido históricamente una colonia de alemanes y el idioma era alemán o un dialecto y eso me costó bastante, no desde lo pedagógico porque al respecto estaba muy bien preparada pero fue frustrante por el destrato de los pares, pero con el tiempo me reacomodé. Luego me mudé a Bahía Blanca donde cursé la Universidad.

Puedo concluir diciendo que la escuela rural de Chapalcó fue una linda experiencia, éramos como una gran familia, nos conocíamos todos. Alrededor de la escuela vivían los hijos del empleado municipal, la hija del policía y el resto eran vecinos de los campos. A mí me encantó la experiencia y recuerdo que salíamos junto con Ali desde su casa y en el trayecto levantábamos otros alumnos y eso era parte de nuestra dinámica.

Y como continuamos enredándonos, le llegó el recuerdo de su escuela y su maestra también a Susi Avalos, exalumna, hoy enfermera en Chapalcó

-La escuela de Chapalcó significó tantas, pero tantas cosas lindas: la unión que había entre los padres, cómo respetaban al maestro y le consultaban, qué necesitaba, que quería hacer, se juntaban, todos ayudaban, todos aportaban algo, todos colaboraban, en los actos, en las fiestas que eran realmente buenas fiestas, lo súper disfrutábamos hasta en la preparación. Alicia tenía un tocadisco con discos con las canciones de María Elena Walsh, me acuerdo el Margarito Tereré de esa época.

Pero otra cosa que siempre rescaté es cómo cuidábamos nuestra escuela, porque Alicia nos enseñaba a proteger todo lo que usábamos !as mesas, las sillas, materiales de trabajo, como mantenerlos limpios, y a ayudarle, a ordenar, a ser responsables.

Entonces yo siempre hago hincapié en eso, es más ahora soy parte de la comisión de la cooperadora de la escuela y siempre les digo a las maestras: ustedes lo que necesiten, yo voy a colaborar en todo lo que puedo pero siempre con su consentimiento y para darles una mano. Y eso es lo que aprendí: a respetar, a ser solidaria, a cuidar la institución. Y a recibir ese amor que te da la maestra y su dedicación.

Yo hice hasta sexto grado en Chapalcó y cuando fue la época de la inundación nos tuvimos que venir a Médanos con mamá y yo hice séptimo grado en la escuela número uno de allí. Y lo sufrí, lo sufrí mucho. No tener ese cariño de la maestra tan cercano, que te prestara tanta atención, que te acompañara, que estuviera tanto con vos, que ibas al recreo y ella estaba al lado tuyo, o se quedaba haciendo cosas en su escritorio y vos ibas y la abrazabas o le dabas un beso. No sé, toda esa conexión de amor como si fuera tu segunda mamá, eso, eso lo sufrí mucho.

Si, no me lo voy a olvidar nunca y ese recuerdo de mi maestra con su amor… hasta del perfume que usaba, que una vez le pedí que me regalara un frasquito vacío para conservar siempre su aroma. Yo amo ese lugar, lo amo, pasé mi infancia, es mi lugar en el mundo… quién hubiera dicho que iba a volver a trabajar allí.

Link canción A las maestras rurales de Cuti y Peteco Carabajal

https://www.facebook.com/MutualMaestra/videos/chacarera-a-los-maestros-rurales/5748332991896342/

Red de Solidaridad con Chiapas de Rosario-Argentina

Intentamos compartir con los zapatistas ese camino de dignidad y esperanza, a través de las Brigadas Civiles de Observación, testimoniando las violaciones a sus derechos y difundiendo su lucha desde nuestros territorios. Buscamos una nueva forma de hacer política y caminos de encuentro.

Imagen: Mural a cargo de China del Río, Rosario 2019

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