Crónicas de las luces y de los ruidos

Oleg Yasinsky

El socialismo y el siglo XXI

Hoy, domingo 6 de diciembre de 2015, los venezolanos están votando para elegir una nueva Asamblea Nacional. El chavismo y la oposición se ven unidos al ver estas elecciones como de extrema importancia, y la tensión que provoca la angustiante espera del resultado traspasa las fronteras de la República Bolivariana.

Pero gane quien gane este domingo en Venezuela, la tendencia de los últimos años, cuya máxima expresión fue el reciente triunfo de la derecha neoliberal en Argentina, se sigue manteniendo. Me refiero a un claro retroceso en el apoyo popular en Latinoamérica a los gobiernos llamados progresistas, una crisis y desorientación de los movimientos sociales que hace un poco más de una década llevaron estos gobiernos a triunfar.

No nos engañemos. No se trata de una sana alternancia de diferentes fuerzas políticas en el poder, como nos hipnotiza la prensa. La derecha latinoamericana, siempre tan parecida a la ultraderecha, se recuperó de las recientes derrotas, se reorganizó y supo elegir las nuevas herramientas mediáticas para atacar al adversario. Tal vez estos gobiernos no son tan revolucionarios ni izquierdistas como se ven desde afuera, pero sólo la posibilidad de su reemplazo por el bando ideológico opuesto, apoyado y financiado por los EEUU y las principales potencias del Occidente, claramente haría retroceder toda la región a finales del siglo pasado, donde vivimos parcos tiempos de democracias neoliberales, entre las cuales más que una nació de un pacto entre oligarquías locales y dictaduras genocidas. Es suficiente mirar a los personajes que serán parte del gobierno de Macri en Argentina, para ver que el riesgo de enfrentar en un futuro cercano a estos fantasmas del pasado no es ninguna exageración. No cabe duda, que si Pinochet y Videla hoy estuvieran vivos, aplaudirían estas “fuerzas democráticas independientes”. Y la peor de las ultraderechas es la que se disfraza de centroizquierda, como la venezolana. Es bonito decir que la gente no olvida y la historia la hacen los pueblos. Pero la historia no es lineal, los pueblos miran televisión y la gente olvida rápido, muy rápido.

La culpa no es de las oposiciones, por más mercenarias y manipuladoras que puedan ser. El problema está en los gobiernos y movimientos de izquierda, que en gran medida siguen actuando igual que la derecha y esto confunde a la gente mucho más que cualquier provocación mediática del enemigo político. Tal vez, porque estos gobiernos y movimientos que dicen ser de izquierda, en realidad todavía no lo son, ya que ser de izquierda supone como mínimo un cambio de actitud cotidiana frente a la vida, esta extraña transmutación del hombre pequeño, mezquino y egoísta, en algo que el Che llamaba “hombre nuevo. La brutal corrupción en las altas esferas del gobierno bolivariano, el incentivo del consumismo y los dobles estándares en Ecuador de la “revolución ciudadana”, una notable torpeza del gobierno de Evo y el egoísmo y oportunismo de múltiples y pequeñas organizaciones sociales en Bolivia distan de la imagen del “hombre nuevo”, y abren la puerta a la derecha, que como siempre sabrá aprovechar nuestras inexperiencias y contradicciones. El proyecto de la derecha es mucho más fácil que el nuestro. Mientras izquierda, la real y la imaginaria, sigue soñando con este sincrético y futurista “hombre nuevo”, la derecha, toda real, sueña sólo con la retoma del poder para volver a restablecer su milenario orden, según el cual el ser humano no es importante, por lo tanto, merece ser manipulado y explotado para siempre. Y mientras la izquierda no aprenda a cambiar su relación con el poder y no se libere de sus ilusiones y tentaciones capitalistas, la historia seguirá atrapada en el mismo círculo y la palabra socialismo seguirá siendo un recurso demagógico más, en la boca del poder de turno.

Y gane quien gane este domingo en Venezuela, mientras la izquierda no sea capaz de lograr este cambio humano cualitativo, se me ocurre que no importará mucho quienes sean los triunfadores y los perdedores, ya que todos seguirán sumando indiferencia.

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