Crónicas de las luces y de los ruidos

Oleg Yasinsky

Como los peces

Los tejidos de esta red son de distintos calibres… En nuestro mar, entre las diferentes profundidades, diferentes matices de azul y variada salinidad del medio de la existencia, hay un elemento que nos une. Es esta red, enorme, de un continente al otro, desde el fondo hasta la superficie, dividiendo los tiempos de un mundo que buscamos de su pálida y grotesca caricatura, llamada realidad.

Desde el lado derecho de la red, para nuestra especie más acostumbrada a moverse entre cardúmenes, el “the american way of life”, fast food envuelto en un mundo pop con el inalienable derecho democrático para una honesta descerebración, desafiando la teoría de la evolución y a todas las revelaciones de todas las religiones juntas. Por el flanco derecho vemos el castrador bisturí del individualismo dentro del paquete de las grandes ideas europeas liberales, convertidas por los alquimistas del poder en las neoliberales. En los hoyos de esta parte de la red, más grandes, previstos para los gigantes del mar, se ahogan los intelectuales, que se insertan en la trampa desde su gran velocidad y lejanía, destinados a convertirse en el alimento, por igual, que la tan despreciada y manipulada por ellos masa biológica.

No es ninguna nueva teoría conspirológica, es un intento de describir las sensaciones desde dentro de la trampa mundial de las ideas sociales, externamente opuestas, pero que son en realidad diferentes aristas del mismo ladrillo en el cuello de la historia.

Sabemos qué fácil es llevar al absurdo cualquier idea, por más cuerda que sea. Podríamos suponer, que en el alba de la historia humana, cuando recién aprendimos a organizarnos y trazamos las primeras experiencias de los primitivos acuerdos sociales para ayudarnos entre todos y así, salvarnos como especie, los líderes de opinión de aquel entonces, eran seres más experimentados y más conocedores, que entregaban su sabiduría y destreza en el arte de vivir, para ayudar a las tribus humanas a no perderse entre tantos peligros y tantas adversidades del mundo de entonces. No creo que se les ocurriera llevar a sus congéneres hacia una trampa, o a una peste o a una cueva de un animal feroz para deshacerse de ellos y quedarse con sus bienes. Y mucho menos, vender su conocimiento al poder, para engañar a los seres que socializándose recién aprendían a ser humanos y les tenían tanta admiración y confianza. Las primeras palabras que supimos articular tenían poder divino y absoluto. Sólo entendiéndonos y confiándonos podíamos empezar a soñar con construir una sociedad para mejorar la vida de todos, que todavía éramos uno solo.

Tal vez el más evidente de los absurdos del mundo de hoy, consiste en ésta total y despiadada destrucción de la parte social del ser humano. El individualismo extremo convertido en una condición y en sinónimo del progreso, no puede ser instaurado sin la destrucción de la cultura y de la historia porque por su naturaleza son incompatibles y contrarias al culto de la competencia y la ruindad. Y la trampa de esta parte del discurso del sistema está clara: convencernos de “la naturalidad” de la destrucción de las relaciones humanas y del tejido social para abrir espacio para ser “seres libres”, de cualquier pasado, compromiso o valores comunitarios, que son declarados “obstáculos” en el camino hacia el “éxito”. Y los que suelen auto-presentarse como “intelectuales de izquierda” son imprescindibles para la construcción de este mito. Por el deterioro total de la cultura general, ellos hoy son los únicos que saben hablar bonito y tener esta envidiable virtud de combinar su arrepentimiento por sus “errores de juventud” con la defensa del capitalismo, disfrazada de ser una lucha por un futuro mejor.

Por una parte, el neoliberalismo genera un medio ideal para una lumpenización de las mayorías, (para después llamarlo democracia y apoyarse en una masa amorfa y dócil), y por la otra, fabrica incubadoras de intelectuales para establecer la más bella y la más correcta de las agendas, para la ejecución que garantice efectivamente que no serán afectadas las bases del sistema. Los participantes de este proceso, pueden posicionarse como la derecha o la izquierda, pueden ser creyentes o ateos, su sexo, raza o denominación de origen tampoco será relevante. Desde hace mucho tiempo que no importa. Esta parte de la diversidad siempre es bienvenida y aplaudida por los medios. La única prohibición es el pensamiento por fuera del calibre de los tejidos de esta red.

Ocupados con las tareas importantes y urgentes, los líderes de opinión progresistas no verán su rol de actores secundarios en el teatro mundial del capitalismo, donde cada nuevo espectáculo es una obra maestra de la manipulación. 

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