Postales de la revuelta

Hermann Bellinghausen

Waterloo de los intelectuales orgánicos

Muertos los intelectuales y artistas dominantes en el último cuarto del siglo XX, en pleno apogeo neoliberal dos grupos parecieron heredar el reino (cacicazgo más bien) de la cultura, el análisis político y el mercado editorial. Letras Libres, heredero de Vuelta, y Nexos, heredero de Nexos, recibieron, incrementaron y administraron una red de influencia y participación mediática de gran escala, en alianza abierta y millonaria con los gobiernos del PRI y el PAN, y con proyecciones internacionales, más bien fallidas ya que el mercado libre les vino siempre grande. Se acostumbraron a influir, repartir, consagrar, aplastar, ningunear y acaparar, escudados en la definición anglosajona clásica de ‘líberal’. Un rasgo notable es el grado de colonización que han mostrado siempre sus posiciones políticas, tanto en momentos de gloria oficialista como en sus episodios de pánico autoritario (cardenismo, alzamiento zapatista, chavismo-populismo). Economistas colonizados, militaristas colonizados, analistas internacionales colonizados, pensadores coloniales (y como tales, actores del colonialismo interno en México).

Dicha condición, no única en América Latina, los reveló hispanófilos y monárquicos como su cuate Vargas Llosa, proyanquis (académicamente camuflados), proisraelíes y antipalestinos, cada vez más próximos al extremismo de derecha que recorre Sudamérica. Con un pensamiento empresarial y una obediencia estética a sus predecesores convertida en canon literario, han dominado las publicaciones, el aparato de estímulos y financiamientos públicos, las inversiones privadas, el Colegio Nacional, el Colegio de México (que fuera el think tank salinista), las universidades privadas, las academias de ciencias y artes. Se enamoraron de la televisión (o de sí mismos por televisión) y surgió el concepto “intelectual mediático”. Durante los sexenios recientes han tenido un nicho garantizado en Televisa, Televisión Azteca, El País (acabado vocero del neocolonización hispana que en México alcanzó su cúspide durante el calderonismo) y las emisoras universitarias, con fuerte peso en la conducción del canal 22, el Fondo de Cultura Económica, el éxito prefabricado por los monopolios editoriales trasnacionales, las becas y ciertos premios, especialmente los Premios Nacionales.

El servilismo a las líneas oficiales los mantuvo constantemente en labores publicitarias en dos vertientes. Por un lado, publicando anuncios pagados (no pocas veces con tarifas infladas a modo) y prestando servicios publicitarios. Por el otro, desempeñando un papel activo como propagandistas del Estado, los empresarios, la socialdemocracia internacional degenerada en derecha vergonzante, el pensamiento neoliberal, el revisionismo histórico, el discurso racista y anti indígena de la asimilación, la ofensiva contra la educación pública y el magisterio. Llevamos varios sexenios sufriendo dosis diarias de sus publicaciones, series televisivas, interminables mesas redondas entre las mismas cabezas parlantes que con frecuencia no pasan de vulgares sabelotodo.

El hecho es que se desmorona este imperio cultural construido en las pasadas cuatro décadas. Atraviesa una crisis múltiple, al perder piso con el nuevo poder político, enfrentar señalamientos de privilegios monetarios y corrupción (algunos vox populi), así como experimentar una brutal y súbita disminución de su influencia, su importancia, su actualidad intelectual, mediática y creativa.

Venezuela los desnuda

El caso de Venezuela, la evolución que ha tenido la ofensiva de la derecha mundial contra la nación sudamericana exhibe la miseria moral (miseria de la filosofía, ay Marx) de la mencionada casta intelectual. Tanto Letras Libres como Nexos y sus extensiones en las columnas de los diarios “nacionales”, los programas televisivos y sus posturas como abajo firmantes internacionales, durante el siglo XXI se han refocilado, ensañado y puesto histéricos ante la revolución bolivariana, su caudillo fundador y su menos eficaz y carismático sucesor, el “populismo” con dinero del petróleo que permitió sacar a las mayorías plebeyas del silencio y el olvido, llenando de nacos (como diríamos en México) la vida pública de Venezuela, con auténticos poderes populares y espacios autogestionarios (algo que no repitieron los gobiernos “progresistas” del período, ni lo hará aquí el lopezobradorismo recién llegado).

Con típico doble rasero, mientras justificaron sistemáticamente los fraudes electorales en nuestro país, los intelectuales de marras siempre despreciaron y difamaron los múltiples triunfos electorales del chavismo, poniendo en duda un sistema electoral más transparente y regulado que el nuestro (¡y en el cual participaban!). Desde el inicio del viraje venezolano que (dejando aquí de lado simpatías, fobias y críticas ineludibles) transformó al país y propició el despertar de los condenados de la Tierra, esos que en estos tiempos de ilimitada voracidad capitalista parecen más condenados que nunca.

Claro, tales consideraciones (afines a su añeja fobia a la revolución cubana, la urticaria antisandinista durante el reaganismo y el abierto papel contrainsurgente en Chiapas después de 1994, particularmente Nexos) jamás permearon sus peroratas anti venezolanas. Los guiaban el fundamentalismo económico, la falsa creencia de que “somos Norteamérica”, la identificación íntima con los millonarios y poderosos mexicanos, el miedo a que llegara a México algo parecido al chavismo (de ahí el “Mesías tropical”, escarnecedor racismo incluido, en el mismo estilo de “ejército catequista de liberación nacional”, “la genial impostura”, “la rebelión de las cañerías (oh, Cañadas)” y otros eslógans difamatorios de su autoría).

Ahora, con un trumpismo que ha desequilibrado agresivamente la de por sí frágil estabilidad del orden internacional, la ofensiva (que además ofende nuestra inteligencia) contra el Estado soberano de Venezuela en razón a sus reservas petroleras y poco más, ¿qué hacen los beligerantes y bocones intelectuales orgánicos, opinadores y ventrílocuos del cártel “antipopulista” de México? Callan. Saben que están avalando un pesadísimo golpe de Estado, impresentable bajo cualquier estándar ético o de derecho internacional. No aplauden al fantoche del Pentágono, no en público al menos, pero pueden felicitarse pues han participado activamente en la autoría intelectual de un golpe en ciernes que amenaza con la primera guerra panamericana en la historia, además de una guerra civil interna a la que tanto han apostado desde sus foros de opinión.

El mundo se ha vuelto cínico. Lo que ocurre con Venezuela deja pálida aquella ficción de Netflix (Occupied, 2015) donde, en un futuro próximo, Noruega suspende su producción petrolera para frenar el cambio climático, y entonces Rusia invade ese país y reabre los pozos noruegos para una Europa sedienta de crudo. La Unión Europea traiciona a Noruega en favor de los invasores, con una timidez que hoy, en la realidad, contra el gobierno de Venezuela no poseen la Unión Europea, la agresiva Organización de Estados Americanos (OEA) ni otros satélites de Washington.

El crimen mundial contra Venezuela corre a la par de otras abismales miserias morales, como la acrítica complicidad occidental con la atroz monarquía saudita y el expansionismo israelí en grado de crímenes de guerra, genocidio, violación de los derechos humanos y del derecho internacional. Esos no son temas a los que se aventuren esos intelectuales “liberales”, y menos hoy que se desata una tormenta perfecta para doblegar a Venezuela: intervencionismo directo y cínico de Washington, sus enviados y procónsules, fascismo galopante en el mundo (anti musulmán, anti indígena, falócrata y reaccionario) concretado en los vecinos directos Brasil y Colombia, el infame Grupo de Lima y ese instrumento de penetración y control yanqui llamado OEA.

Pero nuestros intelectuales anti chavistas han callado. Quizá están muy ocupados en reponerse de la derrota electoral que compartieron con el PRI-PAN-PRD y Televisa, o en conseguir abogados y armar explicaciones para la lluvia de revelaciones que les viene encima por aquello de sus contratos, canonjías y trabajitos gobelesianos.

Ante la devastación institucional de la cultura, nada garantiza que los nuevos dueños del aparato cultural estén vacunados para el cacicazgo, el autoritarismo y el conformismo ante los desfiguros en la materia del gobierno entrante. Pero los ‘líberals’ quedaron desnudos y no habrá Chapulín Colorado que los saque de la estacada. La “crisis” venezolana y su posible desenlace trágico será siempre una estrella en su frente de chicos obedientes con el amo. Su vergüenza apenas comienza.

Hermann Bellingahusen

Poeta, editor, escritor de cuentos, ensayos y guiones cinematográficos. Es cronista, reportero, y articulista de La Jornada desde su fundación. Dirige Ojarasca desde 1989. Desinformémonos publicó su poemario «Trópico de la libertad» en 2014.

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