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En esta tierra
Pueden atarme de pies y manos
Quitarme el cuaderno y los cigarrillos
Llenarme la boca de tierra
La poesía es sangre de mi vivo corazón
Sal de mi pan, luz en mis ojos
Será escrita con las uñas, la mirada y el fierro
La cantaré en la celda de mi prisión
En el baño
En el establo
Entre las cepas
En el tormento de las cadenas
Tengo dentro de mí un millón de ruiseñores
Para cantar mi canción de lucha
Mahmud Darwish
Vittorio
Roma, Italia. La noche del jueves 13 de abril llega inesperada, desde el infierno de Gaza, la noticia del secuestro operado por el grupo salafita Jamaat al Tawhid wwa al Jihad (monoteísmo y jihad) de Vittorio Arrigoni, periodista y activista italiano del Movimiento de Solidaridad Internacional. Tras el desconcierto y el ansia, de Gaza a Ramallah, de Milán a Roma, comienzan a organizarse las primeras iniciativas de movilizaciones para exigir la liberación inmediata de Vittorio. Mientras en el mundo miles de personas piensan en cómo liberarlo, Vittorio es bárbaramente asesinado.
Vittorio Arrigoni se volvió conocido en Italia en diciembre de 2008 cuando Israel lanzó la operación “Plomo Fundido” contra Gaza. En 22 días de bombardeos se contaron cerca de mil 400 palestinos asesinados, de los cuales 420 eran niños, además de mil 500 heridos y un paraje desolador de muerte y destrucción. A ningún periodista extranjero se le permitió entrar en la franja de Gaza en aquellos días. En romper el muro de silencio dentro del cual se consumaba la tragedia de Gaza, desde las columnas de Il Manifesto, histórico cotidiano italiano de izquierda, pensaba Vittorio Arrigoni, joven activista del Movimiento de Solidaridad Internacional, quien llegó por vía marítima a la prisión de Gaza en agosto de 2008 a bordo del Free Gaza Movement.
En sus crónicas cotidianas desde el infierno, Vittorio contaba sobre los bombardeos a casas, escuelas y hospitales; sobre los disparos de los francotiradores a las ambulancias; sobre los refugiados; sobre los cuerpos de los niños deshechos por las bombas de fósforo; sobre las humillaciones cotidianas y sobre los pescadores masacrados sin piedad, en la indiferencia general del mundo.
En sus crónicas lúcidas y detalladas Vittorio nunca dejaba de escribir el nombre y apellido de las víctimas, era su forma de devolver la dignidad, de dar cuerpo y rostro a aquellas historias que de otro modo habrían permanecido en el anonimato, habrían sido tan sólo números. Era su modo de permanecer humano, la exhortación con la que concluía todos sus reportajes sobre Gaza.
Vittorio vio con sus propios ojos el horror; compartió con sus hermanas y sus hermanos de la franja de Gaza el hambre y la desesperación; sostuvo en sus brazos cuerpos de niños en los hospitales; soportó las pesadillas nocturnas y el estrés de sobrevivir como tantos en aquella franja de tierra.
Cada día, desde las columnas de Il Manifesto o desde su blog, contaba las historias cotidianas de Gaza que desafiaban los proyectiles del ejército israelí para seguir cultivando perejil y fruta, historias de gente que no estaba dispuesta a dejar morir su tierra más amada. Él los acompañaba al campo con un megáfono en mano, y con éste gritaba a los soldados que estuvieran cerca que no dispararan. Su cuerpo era el resguardo de quien sabe que no cuenta con ninguna otra protección. A mano limpia, contra la guerra y la barbarie desafiaba los proyectiles Vittorio. Sin heroísmo y con el miedo que revuelve el estómago y obliga a temblar cuando se moja los pantalones junto a los pescadores de Gaza City, forzados de manera arbitraria por las motos acuáticas israelís a no ir más lejos de tres millas de la costa, cuando las convenciones internacionales establecen que pueden trabajar dentro de 20 millas.
Vittorio no hermanaba con el poder, poca simpatía mostraba hacia los políticos de Hamas y de Fatah, él permanecía cerca de la gente humilde, de los que no tenían armas, de los jóvenes de Gybo (Gaza youth breaks out), autores de un manifiesto que pide la reconciliación entre Hamas y Fatah en nombre de la lucha común contra la ocupación israelí, y que han dado vida en los últimos meses a numerosas manifestaciones en Gaza y Cisjordania. Jóvenes iguales y diversos a los tantos que en el Maghreb y en todo el Medio Oriente han dejado de tener miedo. También ellos, junto a Vittorio construyeron blogs, compusieron música, atravesaron fronteras y muros, fueron golpeados y despreciados tanto por Israel como por Hamas. Él estaba de su lado; joven entre jóvenes palestinos y voluntarios internacionales, dando vida a un nuevo modo de ser solidarios con Palestina que nada tenía que ver con los movimientos pasados, sin caretas ideológicas ni éticas. Vittorio no era jamás imparcial. Vittorio “tomaba partido” habría dicho Gramsci.
Enseguida, luego de la noticia de su asesinato, las plazas de toda Italia, así como las de Gaza se llenaron de gente. En la playa de Gaza City, el lugar donde llegó tres años antes, alistaron un pabellón en el cual se reunieron para recordarlo. Pero también para enviar un decidido mensaje a quien lo asesinó y celebra su muerte: que seremos más fuertes que quien lo mató, nosotros, que gracias a Vittorio permanecimos humanos, que continuaremos exigiendo el fin del asedio de Gaza, que trataremos de llegar por vía marítima con la Freedom Flotilla, que regresaremos a Palestina de mil maneras, y continuaremos dando testimonio.
Manos asesinas se lo llevaron, se lo arrebataron a su gente que jamás lo olvidará. Es difícil comprender hoy quién está realmente detrás de las manos que lo estrangularon, qué intereses. Su muerte conviene a tantos en Israel como en Palestina, pero son muchos más aquellos que lo amaron y continuarán haciéndolo, permaneciendo humanos.
Juliano
El 4 de abril en el campo de refugiado de Jenin, frente al Freedom Theater que fue fundado por él, fue asesinado con dos tiros en la cabeza Juliano Mer-Khamis, actor y director israelí, autor del film documental “Los niños de Arna”.
Juliano era hijo de padres comunistas, el padre palestino y la madre, Arna Mer, una actriz israelí de Nazaret. En 1989 Arna fundó en el campo de refugiados de Jenin un espacio dedicado a los niños y a los jóvenes. Activa trabajadora del teatro, arranca de las garras de la calle y el odio a niñas y niños, construyendo un lugar el cual los pequeños pudieran expresar sus emociones, poniendo en escena el sufrimiento y la rabia. Juliano, también él actor, acompañaba a su madre, filmaba sus obras, entrevistaba a los niños, y los acompañaba a las callejuelas del campo y los llevaba de vuelta a los muros en ruinas que conformaban sus casas.
Arna enfermó de cáncer y se vio obligada a abandonar el teatro, pero su enfermedad no le impidió continuar protestando contra la ocupación de su gente, contra su gente, convirtiéndose en una extranjera y una traidora para la sociedad israelí hasta el día de su muerte.
En el 2002 cuando arranca la operación israelí “Muralla de defensa” que resultó en la reocupación de Cisjordania y en el asedio de Arafat a Ramallah, el ejército entra en el campo de Jenin y comete una enésima masacre. Jenin trata de resistir el asedio por 12 interminables días, al final de los cuales no quedaron más que escombros. Y es justo al final del asedio cuando Juliano regresa a su Jenin, al tiempo que seguían los disparos. Va a buscar a los niños y a las niñas que ahora son jóvenes adultos. Reconstruye, filmándolos, las historias de quienes había conocido y amado antes. “Los niños de Arna” es un documental que habla sobre su madre y sobre aquellos niños yendo y viniendo en el tiempo. El tiempo de los juegos y el teatro de Jousef, quien se hizo explotar en el 2001; de Alá, quien murió en los días del asedio en 2002 defendiendo su Jenin; y de Ashraf, quien nueve años después aparece inmóvil entre los escombros de su casa recién destruida por un buldócer mientras se tortura las manos, las mismas que en el 2002 sostuvieron un fusil durante el asedio. También él morirá en esos días.
Y es desde allí, donde Juliano, junto con Zakaria Zubeidi, ex líder de las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, reconstruye el Freedom Theater de Jenin. El teatro se convierte en poco tiempo en un nuevo punto de referencia para tantos jóvenes del campo de refugiados y para tantos artistas de todo el mundo que contribuyen a producir obras y espectáculos de alto nivel profesional. El teatro y la cultura como instrumento de resistencia no violenta a la violencia de la ocupación israelí. Era un personaje incómodo Juliano, como Vittorio. Odiado por Israel y por las fuerzas oscurantistas palestinas que sofocan la esperanza y el deseo de miles de jóvenes de vivir una vida más digna.
Los hombres y mujeres, pero sobre todo, los niños y niñas de Gaza y de Jenin estarán más solos sin Juliano y Vittorio.
Por eso es importante, hoy más que nunca, no dejarlos solos.
En esta tierra
Pueden atarme de pies y manos
Quitarme el cuaderno y los cigarrillos
Llenarme la boca de tierra
La poesía es sangre de mi vivo corazón
Sal de mi pan, luz en mis ojos
Será escrita con las uñas, la mirada y el fierro
La cantaré en la celda de mi prisión
En el baño
En el establo
Entre las cepas
En el tormento de las cadenas
Tengo dentro de mí un millón de ruiseñores
Para cantar mi canción de lucha
Mahmud Darwish
Publicado el 01 de mayo de 2011