Florencia, Italia. Imagina que una mañana temprano te despierten tocando a tu puerta: “¡Policía!”. Abres y cuatro hombres armados y grabando con una cámara de video quieren entrar. Tienen una orden de cateo y otra de aprehensión. ¿La acusación? “asociación delictiva”, para la comisión de delitos varios, y sigue una lista. “Adelante, no voy a resistir” y les pides no empezar el cateo hasta que el niño haya salido para ir a la escuela. Lo conceden. Tienen todo el tiempo, dicen, no hay prisa. Al fin y al cabo “no estamos en Turquía” dice un policía. Pienso que lo tienen todo tan controlado que no les hace falta abusar, al menos esta vez.
El pequeño se levanta. Leche para él y café para mi. Mientras, los polizontes siguen grabando las paredes. Luego se llevarán libros, documentos, computadoras, teléfonos y el detalle más grotesco es que toman una la galería de fotos de las portadas de mis libros. Toda una colección, desde Holloway hasta Deleuze, pasando por Andrés Aubry y Antonio Gramsci. ¡Nunca estos libros habian estado tan cerca!
Este fue el amencer del 4 de mayo para 22 personas en Florencia. Nos dimos cuenta que en total 78 personas eran investigadas por supuestos delitos, tales como bloqueos de carreteras, resistencia a la autoridad y ocupación de edificios, cometidos en marchas y protestas desde hace año y medio.
La policía ha recolectado semana tras semana, minuciosamente, información sobre cada uno de nosotros, escuchado los teléfonos, grabando conversaciones en carros particulares y en locales de reunión en la universidad, fotografiando y videograbado, ha reconstruido la historia de un movimiento mejor de lo que hubiéramos podido hacer nosotros, bromeamos mientras nos toman las fotos en las oficinas de la policía forense.
Bajo la lluvia, escuchamos gritos de solidaridad en la calle. Nos vuelven a separar, fotos, huellas, medidas. Rechazo la toma de una muestra de ADN. Me hacen notar que van a obligarme en un hospital. Intento resistir. Después de dar la vuelta en todos los hospitales de la ciudad, encuentran un médico dispuesto. Si me niego otra vez me van a atar y me tomarán una muestra de sangre.En estas condiciones, recibir la énesima acusación por resistencia a un oficial de policía me podria perjudicar más. Tengo que aceptar. Pronto descubriremos que el Ministerio Público pdió cárcel para siete de nosotros. El juez instructor no quiere hacer más escándalo, pues la mayoria son estudiantes en su primera experiencia de activismo político, recien egresados de la secundaria.
Nos destina los arrestos domiciliarios y a otros 17 les dicta acudir a formar tres veces por semana.
Se acabó el día. La patrulla me devuelve a mi casa. Regreso a ver a mi compañera y a mi hijo, que no puede entender todavia lo que dice el noticiero. Prensa y televisión se tragan el espectáculo, portadas y titulares de las cadenas nacionales: “desmatelada peligrosa organizacion anarquista”. Y pensar que lo bueno del movimiento contra la destrucción de la universidad ha sido rechazar las etiquetas identitarias y buscar conexiones con las luchas sociales.
Los días siguentes se organiza la defensa legal y se hace la evaluación politica.
El primer dato es que no estamos solos, la solidaridad ha sido mucha y en diferentes lenguas y colores. Pero no estamos solos también en el sentido que en Italia y en Europa hay muchos compañeros que sufren aun más la cárcel y la violencia policiaca: anarquistas en Bologna, comunistas en Milán, jovenes ocupa en Roma, ecologistas en Val di Susa, jóvenes de barrios populares en Nápoles, el número está creciendo. En estos cálidos días de mayo el sutil maquillaje del régimen de Berlusconi se está quebrando, pero el precio de la caída de esta hegemonía post-fascista es cada día más alto.
El llamado berlusconismo en su fase final y más corrupta se conecta con tendencias europeas hacia la normalizacion del conflicto social y la securizacion creciente de la sociedad. De esta forma, la mera rebelión frente a una situación social y económica en crisis está inscrita como «delito», «terrorismo», «violencia». Llegan noticias de los indignados en España y Cataluña, siguen las revueltas en los países árabes… y este país no se levanta aunque rechine en todas sus partes. Para nosotros este es tiempo de espera, pero también del coraje y de la imaginacion. “Nadie podrá parar esta primavera”, dice un cartel de protesta. Y responde Fabrizio De André “Voi non potete fermare il vento/gli fate solo perdere tempo” (ustedes no pueden detener el viento, le hacen sólo perder el tiempo).
Publicado el 01 de Junio de 2011