Migrantes en Florencia

Vittorio Sergi

Florencia, Italia. Los migrantes en esta ciudad, una de las más ornamentales del país, se inventan formas y espacios de organización, a menudo a través de redes de connacionales y otras veces, con experiencias de lucha social junto a italianos y gente de otras nacionalidades. Kulanka es el nombre del último invento de este movimiento multicultural. En lengua somalí significa «asamblea», y se encuentra en un viejo almacén de un hospital que desde octubre de 2008 ha sido transformado en casa por alrededor de 50 personas, en su mayoría jóvenes hombres. Con el apoyo de un colectivo de estudiantes universitarios han abierto una escuela autogestiva de lengua en la que se imparten cursos dos noches por semana.

Simultáneamente, un grupo de okupas y de jóvenes antifascistas ha limpiado y pintado un almacén vecino para transformarlo en el primer centro multicultural autogestionado de la ciudad, donde las pláticas y mítines de activistas se alternan con fiestas y películas sobre las Panteras Negras o la historia del colonialismo, entre otras. «Se trata de algo nuevo, no sabemos bien qué hacer», afirma Raffaello, de 23 años, improvisado profesor de lengua en la noche y líder de los estudiantes en lucha contra el gobierno en el día: «Yo tengo un turno cada semana, he aprendido a enseñar la lengua en la práctica. Lo que me gusta más es que los migrantes no son un concepto, sino historias, caras, marchas y comidas compartidas».

Un típico día de los migrantes refugiados en Florencia pasa muy lento, y más en estas calientes semanas de fin de verano y de Ramadán. El centro Kulanka en su interior tiene una cocina pobre y esencial, un sólo baño para todos y todas, camas y alfombras para rezar. En el día la actividad principal es la búsqueda del trabajo, muy escaso y mal pagado en esta época de crisis económica. Se pueden ver grupos de hombres, vestidos incluso con elegancia, que caminan por el centro de la ciudad, entre monumentos y filas de turistas, buscando trabajo, oficina por oficina, haciendo horas de espera, y comiendo en los comedores públicos su única comida del día.

Muktar, de 25 años, relata: «He pasado casi un año sin encontrar nada después de haber sido despedido de la empresa de publicidad para la que repartía volantes. No me habían pagado durante varios meses, hemos protestado y nos han amenazado, pero cuando se dieron cuenta que estábamos organizando una protesta pública respaldada por el movimiento, aflojaron el dinero. Ahora he encontrado trabajo en la Coop (una de las empresas de tiendas y supermercados más grandes del país) y me pagan bien, he tenido mucha suerte, claro, hablo bien Italiano, llevo 5 años viviendo en el país». Se espera ahora la temporada de la cosecha de uvas y aceitunas, uno o dos meses de trabajo duro en los campos de la región.

Continúa Muktar: «Hay somalíes más ricos que trabajan también con los políticos locales. Ellos organizan camionetas, recogen a los hombres y los llevan a trabajar a los campos y en obras de construcción. Les pagan poco, pero trabajan mucho en esta zona». La dinámica de los «caporali», como se llaman en Italia a los capataces y enganchadores, incluye a migrantes de todas las nacionalidades y muchos tipos de trabajo,  y a menudo es una opción para los que buscan trabajo, aunque la hora sea pagada a sólo 2 euros, contra los 5 del salario mínimo.

En Italia actualmente el 10 por ciento de la mano de obra regular es de origen extranjero y en los sectores informales los porcentajes son aún más altos. Por ejemplo, en el sector doméstico, en el que trabajan también muchas mujeres africanas, el Ministerio del Trabajo estima que trabajan un millón de personas y, según el Ministerio del Interior, la mitad de ellas no cuenta con el visado en regla

Irina, habitante de una ocupación de vivienda en Florencia, es de Ucrania y vive con un anciano de 93 años, trabaja todos los días y tiene una tarde libre, el jueves. Irina relata que sus dos hijos estudian en la Universidad de su país. Ella no tiene contrato de trabajo, pues no tiene papeles, con lo cual, según la ley vigente desde el pasado 8 de agosto, está cometiendo un crimen penal y podría ser deportada. Para los cientos de miles de mujeres en su situación el gobierno ha abierto una «regularización» parcial y selectiva. Las demandas se pudieron presentar hasta el 30 de septiembre pasado. Ya empezaron la venta de papeles y contratos de trabajo y las redadas de la policía en los espacios ocupados para identificar y deportar a “los ilegales”.

La situación es alarmante y Mamadou, senegalés de 38 años y obrero en una fábrica de plástico en los suburbios de la ciudad, lo confirma. Él es secretario de la Asociación de los Senegaleses de Florencia: «Hoy, los primeros que pierden el trabajo son los trabajadores extranjeros. En la mayoría de los casos no hace falta ni siquiera despedirlos, pues los contratos precarios no se renuevan y los permisos de estancia sin trabajo tampoco. De esta manera volvemos, años después, a ser clandestinos. ¿Y qué hacemos? Nosotros los senegaleses no acostumbramos ir a robar, así que vendemos mercancía en la calle, si no regresamos al país sin nada y con vergüenza». Así está también Mustafà, 40 años, una larga cicatriz en la cara y sin embargo uno de los hombres más responsables del barrio popular en el suburbio sur de Florencia. En 2004 ha pasado una temporada en la cárcel de Bolonia, hoy está libre de deudas con la justicia, vive con su compañera de Moldavia en una casa ocupada y tiene un trabajo de cargador con el cual paga también la casa para su padre enfermo en Argelia. La cooperativa donde trabaja no le va a renovar el contrato porqué perdió la contrata, y si en seis meses no tendrá otro si no se regresa voluntariamente será expulsado en el mejor de los casos o encarcelado de nuevo, hasta cuatro años.

Florencia, capital italiana de la cultura humanista, es también una de las ciudades elegidas por los refugiados de una de las guerras más trágicas del continente Africano hoy en día, Somalia. Con sus historias se cruzan también las de otros y otras migrantes, que comparten trabajos, calles y a veces espacios públicos con la diferentes nacionalidades. Esto es el caso de Florencia donde desde 1989 el Movimento di Lotta per la Casa (Movimiento de lucha por la vivienda) ocupa edificios abandonados y lleva a cabo campañas con italianos y migrantes para el derecho a la vivienda digna y a los derechos básicos. Los y las somalís tienen una larga tradición de permanencia en Florencia, los residentes legales son más de mil, y decenas son los pequeños negocios de propietarios somalís, sin embargo las nuevas oleadas de migrantes y refugiados de hoy, no encuentran la misma situación de hace años, y tienen que buscar casa, trabajo y una solución para vivir.

La Convención de Ginebra del 1951 reconoce esto derecho y muchos Estados del mundo tienen leyes para garantizarlo. Italia no tiene una, y la practica de sus gobiernos ha sido año tras año la de restringir el numero de las visas por asilo, en línea con las políticas de contención de la Unión Europea y con la tendencia política xenófoba y derechista. La mayoría de los y las demandantes de asilo político, a menudo no reciben una respuesta o también si la reciben quedan presos de un exilio voluntario y indefinido por falta de políticas de integración y asistencia. Esto es el caso de miles de ciudadanos del Cuerno de África, región que incluye los países de Somalia, la región independiente del Puntland, Eritrea y Etiopia. Estas tierras comparten con Italia los últimos ciento años de su historia: la conquista colonial, las guerras mundiales, las resistencias y por fin la independencia. Tropas italianas y ONG regresaron a Somalia con la operación Restore Hope en 1992, pero tuvieron que retirarse en 1994, vencidos militarmente por la guerrilla juntos con los marines de Estados Unidos y dejando el país a la guerra civil que sigue todavía. La mayoría de los ciudadanos de estos países volvieron a encontrar Italia de paso al norte de Europa, por una razón geográfica, pero por razones políticas y económicas se encuentran ahí, sin posibilidad de seguir su viaje y en una situación de fuerte precariedad económica y social.

Con los acuerdos del tratado europeo de Dublín de 2006 los demandantes asilo político están obligados a quedarse en el primero país de la UE que los identifica como tales. Según el UNHCR en 2008 el 75% de las personas desembarcadas en Italia han pedido una forma de protección humanitaria y el 50% del total ha obtenido un reconocimiento oficial. Este pero en la mayoría de los casos se limita a la protección humanitaria, una norma transitoria que otorga el derecho a un permiso de estancia de 2 años y ninguna forma de protección social.

El organismo que representa la voluntad política de control y represión de las migraciones en la UE es la agencia europea Frontex, que tiene su sede central en Polonia. Frontex es operativa desde Octubre de 2005 y opera desde los 27 países de la Unión y en los países fronterizos. En 2008 han sido desarrolladas 26 misiones en tierra, mar y aire con la participación de policías y militares y según la misma organización su budget ha sido incrementado de 68% alcanzando los 70.4 millones de euros por año. La agencia tiene entre sus misiones el entrenamiento, mejorías técnicas y coordinación de un frente de operaciones hecho por militares, policías, operadores sociales y de la comunicación con el objetivo de impedir las migraciones ilegales. Según los críticos de esta política las operaciones de interdicción ponen en peligro la vida de los migrantes porque entre otras cosas empujan los traficantes de personas hacia rutas más peligrosas y a un menor cuidado de sus pasajeros. Según el blog independiente «Fortress europe» basado sobre fuentes oficiales y periodísticas, en 2008 los muertos y dispersos rastreados y registrados han sido 417 en el mar Egeo, 352 en el Atlántico entre Canarias y España y 339 en el Canal de Sicilia. En 2007 habían sido interceptados en mar y expulsadas o internadas en centros de detención 67 mil 21 personas entre Canarias y Mediterráneo, de los cuales por lo menos 36 mil 900 en el canal de Sicilia. Según el ultima relación del OSCE «International Migration Outlook 2008» tan solo el 10% de los migrantes irregulares llega a Europa por mar, mientras el 65% de los que residen ahí de manera irregular son «overstayer» o sea, personas que se quedan después que se les vence la visa. Sin embargo los gobiernos ponen mucho énfasis en la represión de los barcos y de las llegadas de los africanos por las fronteras sur. Italia y Grecia han vuelto a practicar las expulsiones directamente en el mar, con grave riesgo para los migrantes y uso de violencia y armas para regresarlos. En 2008 el Estado italiano ha admitido 1816 expulsiones tan solo desde los puertos en el mar Adriático, Venecia y Ancona. La mayoría son refugiados afganos y kurdos que son regresados a Grecia y Turquía donde enfrentan violaciones graves a sus derechos, detención y hasta la muerte. Los migrantes detenidos en el Mediterráneo son expulsados hacia Libia, país con el cual Italia ha firmado tratados bilaterales en materia de represión de las migraciones. El país está dirigido por el coronel Muhammar El-Gheddafi que es líder desde 1969 de un gobierno autoritario y muy criticado a nivel internacional que no ha ratificado las convenciones de Ginebra sobre derechos humanos y refugiados. Italia con el gobierno Prodi en 2007 y con Berlusconi en Agosto 2008 ha reabierto buenas relaciones diplomáticas y económicas con el país a cambio de una masiva obra de represión de la migración que cruza su territorio. El gobierno italiano ha financiado aparatos militares y marinos para interceptar los barcos de los migrantes y junto con la Union Europea varios campos de concentración para migrantes africanos donde un número de detenidos que no es posible certificar, pero varias fuentes directas cuantifican en miles: Al Gartun en el sur, Ghat a la frontera con Níger y Argelia, Kura en la frontera con Egipto, Al Awyanat en la frontera con Egipto y Sudan, As Sarah cerca de Chad, Al Zawara en la costa occidental, Zliten y Misurata en la costa oriental. Según «Fortress europe» en 2007 han sido detenidas y expulsadas en pleno desierto 53 il 842 personas y en 2008 por lo menos 30 mil 490.

Los testimonios directos de varios migrantes somalís en Firenze confirman el escenario: meses o años de detención en Libia, golpes, extorsiones, amenazas por parte de la policía. «Pero la policía es así en África, lo sabemos, lo que nos hace tristes es que también llegando aquí es dura, que no hay casa, trabajo, cuando no hay nada, esto si es triste» dice Muktar comentando un documental que acabamos de ver juntos con otros africanos «Come un uomo sulla terra», «Como un hombre en la tierra», una película que ha circulado mucho en el país en el ultimo año pasando por centro sociales, calles, asociaciones, escuelas y que cuenta la historia del viaje de un grupo de refugiados de Eritrea desde su país a Italia pasando por la Libia. Esta decepción se suma a las condiciones de detención muy duras en los centros para migrantes y en las cárceles y desde la primavera hasta todo el verano y hasta la fecha ha generado numerosas revueltas de migrantes en las cárceles y en contra de las expulsiones. El 18 de febrero el centro de Lampedusa, la isla donde llegan la mayoría de los barcos desde Libia, ha sido quemado en una revuelta. Luego en todos los diez centros activos en Italia se han registrado enfrentamientos, fugas, y protestas. Al mismo tiempo aumentan las muertes en custodia y los suicidios, el ultimo aquello de Nabruka Mimuni, mujer tunecina de 44 años, muerta colgada el 7 de mayo el día antes de su expulsión hacia Tunez desde la cárcel de Ponte Galeria, Roma. También en Florencia el estado quiere construir un centro de detención y expulsión, los mismos somalís que viven en Kulanka se oponen y participan en las protestas en contra de su construcción junto con los activistas italianos. Ya llegaron en la ciudad también 86 militares, más de 3000 mil en todo el país empleados en vigilancia de centros de detención, sedes institucionales y también en redadas en contra de migrantes y nómadas. Hasta hoy los militares en Florencia se quedan dormidos en sus camionetas a la sombra de edificios históricos en riva al famoso rio Arno. Han llegado noticias de desalojos, alcanzo Said, el responsable del centro Kulanka en la noche, el ha terminado el ayuno del día, me dice que van a participar a otra protesta este sábado, en frente del palacio del gobierno, a Milán y Turin edificios ocupados como esto de Florencia han sido desalojados por la policía en el mes de Agosto: «Hace dos días 100 carabineros han llegado a las cinco de la madrugada a catear otro immueble ocupado a 600 metros del nuestro, no se han llevado a nadie, pero amenazaban. No tememos la violencia, ya hemos vivido demasiada, pero queremos paz, y un lugar donde vivir tranquilos». Pero en la Europa de hoy, para los refugiados como el, esto parece un sueño.

Publicado el 01 de Noviembre de 2009

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