El sueño de la razón

Silvia Ribeiro

Las luces que llevamos

Al tiempo que por todo el mundo este 8 de marzo 2018 se realizaban acciones, protestas, paros y movilizaciones de mujeres, en tierras zapatistas comenzaba el Primer encuentro internacional, político, artístico, deportivo y cultural de mujeres que luchan, convocado por las comandantas, insurgentas, milicianas y comuneras zapatistas.  Llegamos más de cinco mil compañeras del mundo y dos mil zapatistas de los cinco caracoles.

Recordé entonces el saludo de compañeras indígenas en otras ocasiones, que al despedirse me han dicho “que este encuentro no sea el primero ni el último”. Parecería imposible que no hubiera una primera vez, pero claramente éste era y no era el primer encuentro.  Fue único y al mismo tiempo parte de muchas historias que vienen brotando desde abajo, del zapatismo, del feminismo, de las luchas contra el patriarcado, de las jóvenes, de las luchas indígenas, campesinas, negras, LGBT,  las que reclaman las calles y la ciudad, de las luchas anticapitalistas, por autonomía y muchas más.

Las compañeras zapatistas y el grupo de mujeres que las apoyaron desde las ciudades, hicieron todo lo necesario para atender con cariño y cuidado las necesidades de miles de mujeres, que en medio de montaña y bosques pudimos comer y tener agua para beber, ducharnos e ir al baño, alojarnos, atender y participar en talleres y charlas de muchos temas, en actividades artísticas, musicales, deportivas, culturales. Encontrarnos en todas esas formas, desde ser mujeres que luchan, desde las muchas edades y situaciones distintas desde las que llegamos.

Las zapatistas arroparon todo el encuentro, desde la charla de inicio a la de despedida, ambas notables.  El primer recuerdo y solidaridad fue para la compañera Eloísa Vega Castro, de las redes de apoyo al Concejo Indígena de Gobierno (CIG), que murió en un accidente cuando acompañaba a la delegación del CIG el 14 de febrero. Luego dieron la bienvenida a “las flores en el desierto”, como les llamaron a las trece concejalas del CIG que estuvieron presentes.

En las palabras de inicio, colectivas y leídas por la capitana insurgente Erika, compararon nuestra diversidad de vidas, luchas y pensamientos con un bosque, donde todos los árboles son distintos, pero forman un conjunto que es el bosque (o monte como ellas le llaman). Un bosque compuesto de mujeres que luchan, que es lo que nos da identidad común. Pero también unido con todas las mujeres del mundo, “por la violencia y la muerte” del sistema capitalista “que hizo bosque a las mujeres de todo el mundo con su violencia y su muerte que tiene la cara, el cuerpo, la cabeza pendeja del patriarcado”.

También nos recordaron que podíamos elegir: competir por quién es la mejor –en el campo que fuera, sea intelectual, artístico, político, ver quién es más mujer o más liberada– o reconocernos en la diferencia, escucharnos, vernos y  “acordar luchar juntas, como diferentes que somos, en contra del sistema capitalista patriarcal que es quien nos está violentando y asesinando.” En cualquier caso, dijeron, no habrá ningún hombre que nos juzgue, será lo que decidamos hacer como mujeres que somos.

Este llamado marcó el ambiente general, signado por la atención real a los mensajes que cada una traía, con respeto en la diferencias, una forma nada usual en el mundo que vivimos –aunque sí un estilo elegido en otros encuentros feministas también.

Las compas zapatistas no sólo nos dieron su palabra. También a través de teatro, música, poemas, nos compartieron durante el primer día la historia desde donde llegaron a ser mujeres zapatistas: la explotación, humillaciones y violencia que sufrían por parte de capataces, patrones y militares y cómo fueron encontrándose con otras y otros, para formarse como combatientes zapatistas, para construir el EZLN y la tremenda realidad que son hoy las comunidades zapatistas, con toda su complejidad, desde educación y salud autónomas, cooperativas y colectivos, grupos de música y fútbol, la formación permanente de todas y todos en asambleas y los muchos niveles de participación y decisión desde cada colectivo y comunidad a las Juntas de Buen Gobierno, que representan en democracia directa a cientos de miles de habitantes.

Todas las presentaciones, lejos  de ser demagógicas o discursivas, presentaron también las dificultades reales, pusieron sobre la mesa cada tema que muchas veces nos hemos preguntado: desde el machismo que existe también en culturas indígenas a las dificultades para participar y expandir sus acciones como mujeres, porque maridos, hermanos y padres lo resisten. Pero también nos presentaron una realidad contundente de cómo todo eso ha sido cuestionado e ido cambiando, manifestado por ejemplo, en las muchas jóvenes que participaron en los torneos de fútbol y voleibol, las que manejaban los sistemas de sonido, medios y grabaciones, las que se expresaron en música, teatro, poemas, trabajos.

En todo el mundo los movimientos feministas y contra el patriarcado han ido marcando una diferencia, que vista en perspectiva, es enorme. Es quizá uno de los mayores cambios de nuestra época, desde los cambios en el lenguaje y las actitudes sobre las diferencias de género y diversidad sexual, hasta los cuestionamientos más profundos sobre el papel del machismo y la discriminación sexual como uno de los principales instrumentos del capitalismo y los sistemas de dominación.

En este encuentro, donde la gran mayoría eran jóvenes, se respiraba mucho de esta generación que ya no ve nada de eso como “normal” . Pero también fue una oportunidad de encuentro con las experiencias de las más adultas y mayores, con las experiencias y luchas que han ido construyendo el presente, dentro del zapatismo y también en otras luchas, pueblos indígenas, campesinos y movimientos urbanos.

Lourdes Vicente, compañera del Movimiento de los Sin Tierra (MST, Brasil) trajo al encuentro el relato de una acción que fue hecha solamente por mujeres de Vía Campesina Brasil –desde su planeación hasta su acción, al igual que este encuentro– hace ya 10 años: la destrucción de un vivero de eucaliptos de la mega transnacional Aracruz Celulosa en 2008, cerca de Porto Alegre, Brasil, otro 8 de marzo.  El castigo y la persecución fue fuerte y aún hay 37 compañeras en proceso. Fue fuerte no sólo por la acción, también por que eran mujeres. Incluso la policía no creía que habían sido ellas, y fue tras los líderes hombres. Pero una vez que tomaron conciencias de que había sido una acción de las mujeres campesinas por ellas mismas, el castigo fue aún peor, con cárcel, multas y persecuciones que no terminan.

Toda la lucha antipatriarcal y feminista es un camino abierto y hay mucho más para hacer, discutir, encontrarnos.  Y no sólo por el mundo que queremos y necesitamos. También porque aún si la transformación ha sido grande, también la violencia contra las mujeres es mayor que nunca. Y está en el entorno de mayor violencia contra todos los explotados y marginados por el sistema. En ese contexto, este encuentro es aún más significativo.

En las palabras de clausura, las compañeras zapatistas de los cinco caracoles, en voz de la compañera Alejandra, nos propusieron volver a reunirnos, “pero no nada más aquí en tierras zapatistas, sino también en sus mundos de cada quien, de acuerdo a sus tiempos y modos, organicen encuentros de mujeres que luchan, o como los quieran llamar”. También, que para prepararnos y “según los modos y tiempos de cada quién, estudiar, analizar, discutir y si se puede, acordar nombrar quién o quiénes son los responsables de los dolores que tenemos”.

Nos regalaron a cada una, una luz para “Cuando te sientas sola,  cuando tengas miedo, cuando sientas que es muy dura la lucha, o sea la vida, préndela de nuevo en tu corazón, en tu pensamiento, en tus tripas. Y no te la quedes. Llévala a las desaparecidas, a las asesinadas, a las presas, a las violadas, a las golpeadas, a las acosadas, a las violentadas, a las migrantes, a las muertas … Llévala y dile a todas y cada una que no está solas, que vas a luchar por ella, por la verdad y justicia que merece su dolor … Llévala y conviértela en rabia, en coraje, en decisión. Llévala y júntala con otras luces. Llévala y tal vez, llegue a tu pensamiento que no habrá ni verdad, ni justicia, ni libertad en el sistema capitalista patriarcal. Entonces tal vez nos volvamos a ver para prenderle fuego al sistema. Y tal vez vas a estar junto a nosotras cuidando que nadie apague ese fuego hasta que no queden más que cenizas.”

Cuando salimos del encuentro, un compañero de una comunidad cercana, base de apoyo zapatista nos preguntó por el encuentro, escuchó y dijo “También nosotros tenemos reunión de hombres”. Yo pensé que era una forma de decir que no sólo había reuniones de mujeres, como con celos. Pero el siguió. “Reuniones para entender el patriarcado, para entender qué cosas pensamos y hacemos que no caben en el mundo que queremos”.

Hasta que no queden más que cenizas.

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