Teia Dos Povos

João do Vale, Comisión Pastoral de la Tierra

La Amenaza Nuclear

Traducción: Sebastián Henao

Arte de 1Dinelli

Esta es una serie de tres textos sobre el proyecto del gobierno federal brasileño para instalar centrales nucleares en el sertão – un área apartada y semiárida – del nordeste brasileño, en una región-territorio de varios pueblos indígenas y comunidades de Quilombos. El proyecto del gobierno federal prevé construir seis reactores nucleares en las márgenes del río San Francisco. Los pueblos están atentos ante la amenaza de un sertão nuclear y van construyendo sus redes de resistencia para parar un proyecto que puede violentar una parte sensible del bioma de catinga y a todos sus seres.

Parte I: la industria de las cercas

Euclides da Cunha, militar e ingeniero nacido en Río de Janeiro, fue enviado al sertãode Bahía por el periódico O Estado de São Paulo para cubrir la guerra contra una villa de fanáticos que no respetaban a las autoridades oficiales del Estado. Esa villa era la comunidad de Belo Monte, más conocida como Canudos. Euclides da Cunha llega a Canudos a mediados de septiembre de 1897, al final de la guerra, con la comunidad ya prácticamente destruida por la violencia del Estado. Él se va veinte días después, antes que la guerra acabase. Llegó tarde y se fue temprano, pasa menos de un mes en el sertão. Con sus impresiones publicó, cinco años después, “Os Sertões”, que él mismo llamó de libro-denuncia y le concedió un asiento en la Academia Brasileña de Letras. El sertão – en el imaginario nacional – pasó a ser todo aquello que Euclides narró.

Inicialmente favorable a la guerra, Euclides da Cunha cambia su parecer al ver los horrores del campo de batalla. Él afirma que la masacre contra Canudos es uno de los mayores crímenes de la historia. Al mismo tiempo, construye una imagen del sertãode forma superficial y prejuiciosa, como un lugar fatalmente condenado por el clima, de gentes primitivas, donde la vida es casi inviable. La figura de Antônio Conselheiro es dibujada como una persona sombría, ignorante y con disturbios mentales, y sus consejeros como una masa de fanáticos alienados sin ningún dominio sicológico sobre sus vidas y enemigos del progreso. Si por un lado la obra literaria posee el mérito de no dejar que la masacre contra Canudos fuera ocultada en la historia, por otro su tesis es un desastre político, llena de racismos y que ha servido para encapsular en una narrativa colonial a la historia del sertão.

Os Sertões es una obra de ficción, una ficción que Euclides nunca supo asumir y que se propagó como no siéndola, como si fuera un documento político. Para entender lo que se dice hoy sobre el sertãobasta recordar que un militar e ingeniero del sudeste brasileño, profundamente influenciado por las ideas de la Ilustración, que pasó menos de un mes en el sertão durante una guerra, es uno de los principales responsables por la narrativa más difundida sobre esa parte del mundo.

Hace cuatro siglos…

… este territorio que ha sido llamado Brasil es escogido por la geopolítica mundial para ser un proveedor de naturaleza. El sertãoentra en juego como colonia de la colonia, es ocupado por una necesidad de la región cañera para encontrar un lugar para la cría de ganado, esencial a la existencia de los ingenios de azúcar. Inicia la muerte de la catinga, el genocidio indígena, la privatización de las tierras y de las aguas. Mucha resistencia, mucha guerra. En ese momento, el sertãoera marcado a hierro con las marcas coloniales que influenciaron – y en muchos casos determinaron – su existencia hasta hoy. La pecuaria invade al sertão, en el interior se establece y abastece a la región de floresta, de Maranhão a Bahía.

Las haciendas se multiplican como peste, irradiando de Bahía hacia el norte y noroeste, siguiendo el camino del río San Francisco. De Pernambuco también para el norte y noroeste, y por la costa, adentrándose al interior de Rio Grande do Norte y Paraíba. Durante siete décadas una serie de guerras serían el marco histórico de la oposición de los pueblos originarios a la invasión colonial. Era la “Guerra de los Bárbaros” o “Confederación de los Tapuias”. Diversas naciones indígenas, muchas veces articuladas entre sí, promovieron en el sertãouna de las más largas guerras de resistencia anticolonial de la historia de América Latina.

Hoy…

… el sertãoes visto como un lugar que sangra sin cesar bajo la cuchilla inclemente de la secura. Esa seca – un fenómeno natural que sucede en varios lugares del mundo – es utilizada para enmascarar el hambre voraz del capitalismo-colonialismo-modernidad por tierra, por agua y por gente. Fue fundamental para el proceso de encubrimiento del sertãola construcción de una narrativa que lo identifica como un lugar sin agua, de un sufrimiento casi ontológico. Digo: a la naturaleza no debe dársele el peso de la culpa. Presten atención: el sertãono puede ser explicado por la supuesta ausencia de agua que imposibilitaría la reproducción de la vida, sino al contrario, por su presencia, o mejor, o peor, por la disputa alrededor del agua, por su privatización. El monopolio del agua, sumado al monopolio de tierras y a las demandas político-económicas externas han modelado ese territorio.

El problema en el sertãono es la secura, sino los cercados, como bien dijo un campesino en una asertiva que quedó famosa. El cercamiento del agua, de la tierra y la implantación de un modelo de sociedad insoportable para la naturaleza de ese lugar han sacrificado todos los tipos de vida y enriquecido a los grupos de siempre. La seca no es un fenómeno climático, sino un evento político catastrófico – y una invención. No una invención en el sentido de algo que no existe, de una falsa verdad, sino la seca como algo que no existía y pasó a existir, que fue creado, fabricado, inventado. Las estructuras sociales profundamente injustas, modeladas por un proceso absurdamente violento, justificadas por una idea de modernidad y superioridad, han permitido transformar un evento natural y completamente adaptable, como lo es la seca, en una catástrofe que es la seca.

No existe la seca para los ricos. El proyecto colonial-capitalista-moderno inventó las cercas que inventaron la seca que es la fábrica de los dolores en el sertão. Con la privatización del agua por los dueños del latifundio se restringe la autonomía campesina y se genera la mano de obra barata. A cada ciclo de seca el estado envía dinero y hace obras para los dueños locales del poder, y la seca – transformada en el evento político de la seca – pasa a ser un fenómeno deseado por las élites que ven en ella – y en el sufrimiento del pueblo – el camino para consolidar su poder.

Muchas cosas cambian para permanecer iguales…

Ese fenómeno – bautizado como industria de la seca – tiene sus productos regularmente actualizados. La transposición del río San Francisco, por ejemplo, fue un nuevo modelo. Sin embargo, la más nueva versión de esa industria ya está siendo anunciada en el mercado mundial: es la Central Nuclear del Nordeste. Un megaproyecto de seis reactores nucleares a ser construidos en las márgenes del río San Francisco. El lugar exacto es la ciudad de Itacuruba, en el estado de Pernambuco. En realidad, será en Nueva Itacuruba, porque la antigua ya fue inundada para la construcción de la Planta Hidroeléctrica de Itaparica. Además de centenas de pescadores y campesinos, en ese lugar conviven tres comunidades restos de quilombos: Negros de Gilú, Ingazeira y Poço dos Cavalos; y tres pueblos indígenas: Pankara Serrote dos Campos, Tuxá Campos y Tuxá Pajeú.

Se abre así la posibilidad de un nuevo capítulo del genocidio colonial. Además del peligro de un accidente nuclear, que puede diezmar a gran parte de la población del Nordeste brasileño en un solo día, existe también la amenaza de nuevas expulsiones de los pueblos que conviven con el territorio de las manos siempre manchadas de sangre del Estado.

La industria de la seca es versátil. Como instrumento del capitalismo y una de las principales armas coloniales en su genocidio cotidiano, se adapta a cada movimiento del mercado, al tiempo que contribuye para el andamiento de esas adaptaciones y para las, posiblemente necesarias, nuevas adaptaciones. Es al mismo tiempo producto y materia prima del capitalismo en el sertão.

Para que un día el mundo lo sepa…

El sertãodel Nordeste es el semiárido más lluvioso y con mayor cantidad de agua almacenada del planeta. Debajo de los árboles existen varios acuíferos con agua dulce y sobre su cuerpo caminan y se encuentran numerosos ríos. En el tiempo que escribo es invierno y llueve mucho, el verdor de la catinga domina mis ojos. El maíz criollo de este plantío ya resistió a muchas orugas y otros insectos que de él se alimentan, y todo apunta a que este año habrá abundancia. La espera no es por el agua – que siempre estuvo aquí – sino por derrumbar todas las cercas.

Parte II: Sertão, zona de sacrificio, zona explosiva Itacuruba…

… es una ciudad situada en las márgenes del río San Francisco, en el sertão de Itaparica, estado de Pernambuco. Es uno de los mejores lugares para la observación astronómica nocturna. Al estar en el sertão, la región es vista por la narrativa nacional como un lugar atrasado, lejos de lo que se espera al pensar en desarrollo. También es un territorio ancestral de diversos pueblos y comunidades tradicionales – considerados sus principales enemigos por el “desarrollo”. En Itacuruba y en las regiones vecinas están seis pueblos indígenas: Pankará Serrote dos Campos, Tuxá Pajeú, Tuxa Campos, Tuxi, Tuxa de Inajá y Tuxa de Rodelas, éste último en el estado de Bahía; y once comunidades remanecientes de quilombos: São Gonçalo, Tiririca, Ingazeira, Negros do Pajeú, Filhos dos Pajeú, Raízes do Pajeú, Negros de Gilú, Poços dos Cavalos, Borda do Lago, Enjeitado e Poço Dantas, además de pescadores, catingueros y otras tantas formas organización comunitaria que el Estado no tiene ni la capacidad para nombrarlas.

Itacuruba es llamada de “Nueva Itacuruba” porque la antigua ya fue extinta del mapa. En la década de 1980, durante la dictadura militar, la antigua ciudad fue inundada para la construcción de la Planta Hidroeléctrica de Itaparica. La gente fue expulsada, los animales y plantas ahogados para dar cuenta del proyecto capitalista nacional – geopolíticamente subordinado, claro. Un trauma que nunca fue superado por gran parte de los habitantes, al punto de esta pequeña ciudad ubicarse entre los lugares más afectados por depresión y suicidio en el país.

Itacuruba es el lugar elegido por el gobierno federal brasileño para la construcción de la Central Nuclear del Nordeste, un mega emprendimiento compuesto por seis plantas nucleares. La idea promovida por el Estado es expulsar nuevamente a los pueblos de sus territorios y así usar las aguas del Velho Chico (como es conocido popularmente el río San Francisco), ya con su capacidad hídrica comprometida, para resfriar los reactores atómicos. El proyecto es antiguo, desde la década de 1980 existe un intento de instalar plantas nucleares en la región, pero ganó fuerza en los años 2000 con la reconfiguración del plan nacional de energía y, ahora, en el actual gobierno, reaparece.

Los accidentes nucleares son comunes, de hecho, bastante comunes. Los mayores han sido el de Three Mile Island(1979, EUA), el de Chernóbil (1986, URSS) y el de Fukushima (2011, Japón). El accidente de Chernóbil produjo 9.000 muertes, 200.000 enfermos y un millón de personas desplazadas de sus hogares. Según científicos, la región solamente podrá ser habitada de nuevo en 24.000 años. Fukushima produjo 1.600 muertes, 160.000 personas evacuadas, 2.500 personas desaparecidas y más de 30.000 refugiados nucleares – fuera del 1,04 millón de metros cúbicos de desechos radiactivos aún sin destino.

El Río San Francisco…

… pasa por seis estados y 505 municipios usan sus aguas. Un escape de radiación puede llegar – inmediatamente- a más de 15 millones de personas. La radiación filtrada alcanza, en media, un radio de 800 km de distancia. Muchos países que hasta hace muy poco tenían a la energía nuclear como su principal fuente energética están desmontando sus plantas, como es el caso de Italia, Suecia y Francia. El problema de esos países aún serán los desechos atómicos, que poseen un potencial destructivo mucho mayor que el de una bomba nuclear y demoran, mínimo, miles de años para perder su radioactividad. No deberá causar espanto si estos países intentan colocar el resto de sus plantas en países de la periferia.

La construcción de una planta nuclear en esta región, incluso antes de cualquier accidente, ya es un desastre: evacuará las áreas más próximas, expulsará pueblos y comunidades de sus territorios, calentará las aguas del San Francisco y consecuentemente condenará a muerte la vida acuática, se derribará la catinga e incentivará la minería de uranio – que provocará la destrucción y contaminación otros tantos territorios. Esto, sin olvidar, que los accidentes nucleares son comunes, de hecho, bastante comunes.

La organización Greenpeace, de vez en cuando, realiza acciones para mostrar como las plantas nucleares son inseguras. En una de esas acciones, en Francia, sobrevoló una planta nuclear con un dron que cargaba una bomba de mentiras. Desde arriba, soltó la bomba. Como era de mentiras, no causó ningún problema. Pero podría ser de verdad. Los militantes aún son perseguidos por los poderes locales. Inclusive si las plantas nucleares fueran seguras – lo que, definitivamente, no son – la cantidad de energía producida no vale la pena en comparación con los daños socio ambientales y el valor de tal emprendimiento.

Los países desarrollados han escogido a América Latina como zona de sacrificio

La instalación de plantas nucleares hoy busca a países autoritarios, en los cuales no es posible la participación de la población en el debate. Es lo que está sucediendo aquí en Brasil. Prácticamente todo está siendo acordado en secreto, el Estado esconde informaciones y ya avanza en el campo legislativo para realizar los cambios legales necesarios.

Si, por un lado, es necesario repudiar la idea del sertão como un lugar ontológico de sufrimiento, por otro, es necesario reconocer las marcas que han transformado a ese lugar en uno de los territorios con los mayores índices de pobreza del país, resultante del papel reservado por el colonialismo-capitalismo al sertão, colocándolo como una zona de sacrificio. Si los países desarrollados han escogido a América Latina para ser esa zona de sacrificio, las élites de los países latinoamericanos han escogido cuales serían sus territorios internos a sacrificar. La región Nordeste, especialmente el semiárido, aparece como uno esos territorios para hacer de mártir.

Los movimientos del desarrollo llegan a estos espacios empacadas en el discurso del “auxílio”, de la “ayuda”, de la “modernidad”. En un primer momento, el conflicto de mundos sucede en un movimiento en que el agente colonizador aparece ofreciendo ayuda a aquel que desea colonizar y/o encubrir la redención, sea espiritual, económica, técnica o cultural. Se dice: es necesario – “ustedes necesitan” – modernizarse. En un segundo momento, cuando los pueblos ofrecen resistencia a la dominación, el discurso de ayuda es dejado de lado, y la práctica de la violencia aparece sin decoración. Por lo tanto, al hablar en crecimiento económico, desarrollo y progreso en el mundo rural es hablar en desterritorialización, conflictos y muertes en el campo, especialmente involucrando pueblos y comunidades tradicionales.

Desarrollar es, en realidad, des-envolver_

Un amigo, Carlos Walter, geógrafo comprometido con las causas populares, dice que en el caso latinoamericano, desarrollar es, en realidad, des-envolver, quitar el envolvimiento de las personas con sus territorios, con la naturaleza, destruir las autonomías.

En esta guerra continuada, donde el Estado es el gerente del capital, la naturaleza es continuamente transformada en dinero.

En un país con desastres planificados, el gobierno federal organiza uno más.

Habrá, sin embargo – como siempre ha habido – resistencia.

Parte III: La Pedagogía de la Minga

La industria de la seca se va adaptando a la modernidad, y la modernidad se va adaptando a la industria de la seca. El discurso de que la naturaleza es la culpable por las desigualdades sociales en el sertão continúa inspirando grandes y pequeñas obras que no consiguen resolver el problema de la desigualdad. La industria de la seca es atemporal. Está siempre en posición, para fragilizar a las comunidades campesinas y, al mismo tiempo, servir como hilo conductor para presentar el paquete de la modernidad como alternativa.

El mismo sertão, hasta hace bastante poco tiempo visto como un lugar sin agua, viene siendo transformado en polo de desarrollo capitalista. La abundancia conviviendo con la escasez. De un lado del alambrado, están las empresas con miles de hectáreas plantadas con frutas para exportación y centenas de pozos que hacen brotar agua el día entero; del otro lado, se encuentran las comunidades campesinas que en los periodos de seca dependen de camiones de agua proporcionados por el Ejército y de pozos de agua salobre.

Entre las cuestiones que han llevado a que el sertão aún presente los peores índices de pobreza y analfabetismo en Brasil, ninguna se refiere a la falta de agua – en el sentido de disponibilidad potencial de agua. Con una estructura de captación de aguas de lluvia adecuada y con su distribución concentrada, los efectos sociopolíticos de las secas serían otros. A pesar de previsible y de fácil solución, la seca prolongada continúa siendo un inmenso problema para las poblaciones campesinas, ya que el Estado, inclusive previendo los daños, no apunta soluciones a nivel estructural, transformando ese fenómeno en la industria de la seca.

Durante la gestión del Partido de los Trabajadores (PT) se vio un leve desvío de recorrido. Entre 2012 y 2017 vivimos la mayor seca de los últimos 100 años; sin embargo, los daños sufridos por los campesinos fueron expresivamente menores que en todas las anteriores. La explicación para esto es que algunas experiencias de convivencia con el semiárido – prácticas que mezclan conocimientos ancestrales con métodos tecnológicos de bajo costo y en armonía con la naturaleza – fueron transformadas, después de la presión de los movimientos sociales, en políticas públicas. Esto, sumado a las políticas de asistencia a la población, disminuyó considerablemente el desastre político de la seca y ayudó en el combate al hambre.

Entretanto, el PT optó por conciliar lo irreconciliable. Mantuvo abierta la fábrica de obras faraónicas y de inversiones al servicio de las demandas del capital. No realizó la tan necesaria reforma agraria y tampoco invirtió en la disminución de la desigualdad en el acceso al agua. No se dispuso para la demarcación y titulación de los territorios tradicionales, ya que eso frenaría el avance de la modernidad – dejando así a los pueblos y comunidades profundamente fragilizados, como es el caso de los pueblos y comunidades de Itacuruba, amenazados por la Central Nuclear. Las obras hídricas de gran porte no fueron realizadas para saciar la sed de las personas y dar sustentación a la agricultura campesina – como ocurrió con la transposición del Rio San Francisco y las estructuras para la agricultura de irrigación – sino para posibilitar el avance del agronegocio. Es como si la fábrica continuase existiendo, pero con otro gerente, que cerró algunos departamentos y abrió otros. Pasó a ser menos violenta, pero se mantuvo igual como fábrica, beneficiando a los que ya eran grandes y perjudicando a los que, violentamente, fueron hechos pequeños, impidiendo la conquista de su autonomía.

Las políticas de convivencia con el semiárido, como el incentivo a la construcción de cisternas para la captación del agua pluvial, permitieron al pueblo sertanejo la reducción de las perdidas en las secas prolongadas y evitaron muertes y migraciones. Pero continuamos dependientes de las aguas de lluvia y con un volumen de agua que no permite la producción campesina. De otro lado, al agronegocio le fue concedido el regalo del agua en abundancia. Fue como si al campesino le fuese concedido el derecho a permanecer donde y como estaba, y al agronegocio le fue dado el derecho e incentivo a la producción, a la apropiación de la tierra y del agua. Al no implementar las dos principales políticas de convivencia con el semiárido – la regularización de tierras y la democratización del acceso al agua – transformando el sueño sertanejo en política de convivencia con el latifundio. El campesino no migra más, pero tampoco tiene agua para su producción. Al sertanejo solo resta mirar al otro lado de la cerca.

El Estado brasileño es esencialmente violento y ha funcionado como organizador de un intento continuado de exterminio de una forma de habitar el mundo. Existe una guerra de 500 años, que no es metafórica, es real e hiede a sangre. Comúnmente llamada de modernidad, progreso. Los beneficios de ella se quedan entre los que tienen dinero en las ciudades. Las pérdidas se distribuyen entre los que viven en el campo y los que no tienen dinero en las ciudades. Por eso, la articulación entre el campo y la ciudad pide mucho más que solo palabras de apoyo, necesita sobretodo gestos concretos de repudio a todo proyecto que, para llevar beneficios a los centros urbanos, necesite causar violencia en el campo.

¿Cuál es el lugar que nuestro proyecto de izquierda reserva a los pueblos de los campos, de las aguas y de las selvas? ¿Continuarán siendo la materia prima para el progreso del capitalismo brasileño? ¿Continuarán teniendo sus territorios destruidos y sus vidas robadas en nombre de la modernidad?

¿Y ahora, José?

Aunque en el corto plazo sea necesario un proyecto electoral que nos libre de la pesadilla de un gobierno fascista y necro-miliciano, sería ingenuo pensar que eso resolverá la violencia histórica contra los pueblos del campo en Brasil. Es un hecho que pocas cosas pueden ser peores que el actual gobierno, y por eso salir de él es de extrema urgencia; pero no se puede olvidar que nuestros principales problemas tienen 500 años y ningún gobierno los ha querido resolver.

¿Qué tal colocar en nuestro vocabulario utópico la palabra AUTONOMÍA?

Una experiencia pre-colonial que aún se siembra en las periferias del mundo y que como izquierda decimos muy muy poco.

Yo sé que todo divorcio ante un amor platónico es difícil. Con el Estado no sería diferente. Por eso no es necesario quedarse intrigado u olvidar que existe, sino apenas romper los lazos de dependencia de esa relación abusiva. Autonomía es no ser esclavo ni del capital, ni del Estado. No defiendo que se ignore al Estado – ni que se deje de exigir políticas públicas – pero tan solamente una desconfianza perpetua y la aceptación de la posibilidad de la felicidad más allá de éste. La naturaleza del Estado en América Latina es genocida, y nunca lo dejó de ser, inclusive en los gobiernos progresistas.

El capitalismo propone una dependencia total al dinero y una autonomía (falsa) de la naturaleza.

Proponemos, en cambio, una dependencia total de la naturaleza (y de la lógica comunitaria) y una autonomía (verdadera) del dinero y del Estado.

Un hecho curioso: las experiencias de liberación sertaneja fueron todas construidas por medio de la ruptura con el Estado.

¿Qué tal revisitar la memoria de los 25 mil campesinos sertanejos de Canudos, que por casi tres años vivieron en la que fue la más exitosa experiencia comunitaria de autonomía después del inicio de la invasión colonial? ¿Quién recuerda la experiencia del Calderón de Beato José Lourenço, en que miles de campesinos de Ceará vivían cotidianamente la fiesta de la abundancia y por eso fueron destrozados por el Estado, que lanzó incluso granadas desde los aviones?

¿Cuántas veces por día paramos para imaginar lo que sería un sertão liberado del capitalismo?

Ver por el lado opuesto…

Beatriz Nascimento, historiadora y poetisa negra, dice que es un error pensar en la cuestión negra en Brasil a partir de la esclavitud, pues la esclavitud es una institución blanca, colonial. Para ella, la cuestión negra debe ser pensada desde la experiencia del Quilombo – no como lugar de fuga, sino de resistencia y construcción de autonomía – ya que es la primera organización social esencialmente negra de las Américas. Creo que esa metodología también sirve al sertão, o – quién sabe – a todos los territorios en estado de opresión.

Un día de estos… (el 2 de noviembre de 2017), en el distrito de Rosario, municipio de Correntina, cerca de 1.000 personas, en su mayoría agricultores, ocuparon dos haciendas del Grupo Igarashi y destruyeron los pivotes de riego, equipos de transmisión de energía, galpones, bombas hidráulicas, tractores y tuberías. Correntina se ubica en el Oeste del estado de Bahía, región alimentada por el Rio Arrojado, afluente del Rio San Francisco. Desde la década de 1970 empresas del agronegocio, apoyadas en un discurso de modernización del campo e incentivadas por el Estado, han llegado a la región en búsqueda de tierras fértiles y agua en abundancia. El resultado de ese fenómeno ha sido la expulsión de comunidades campesinas de sus territorios – entre las cuales, las Comunidades de Fondo y Cierre de Pastaje – y el uso irresponsable de esa cuenca hidrográfica.

En los últimos años, con el crecimiento del agronegocio en el país y la instalación del MATOPIBA (una región entre los estados de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahia), los conflictos se han intensificado, principalmente como consecuencia de la perforación de pozos profundos, que contribuyen para disminuir la capacidad de recarga de la cuenca del río. Para hacerse a una

idea de la cantidad de agua consumida por el grupo Igarashi, el volumen retirado por la empresa es cercano a los 106 millones de litros diarios, con el que podrían abastecerse, diariamente, más de 6.6 mil cisternas de 16.000 litros. El agua consumida por la población de Correntina es de aproximadamente 3 millones de litros por día.

Después de la acción de destrucción de la maquinaria de la empresa, se corrieron días de represión e intentos de criminalización, contando con el envío, por parte del gobierno del estado de Bahia, de centenas de policías, tropa antidisturbios, un helicóptero y una campaña en masa de los medios de comunicación contra los campesinos. El 11 de noviembre de 2017, 12 mil personas, cerca de un tercio de la población de esa ciudad, se tomó las calles de Correntina en apoyo a los agricultores. En el 1 de diciembre de 2017, un mes tras la acción, se convoca a una audiencia pública y cerca de 3.000 personas participan en solidaridad. ¿Cuáles son las principales características de esa lucha? Lucha comunitaria, en minga; defensa de la naturaleza; articulación campo y ciudad; desconfianza en las resoluciones venidas del Estado.

Como no existe la salida individual, creo en la pedagogía de la minga. Aquí en el sertão, la minga también se conoce como adjunto o batallón. Es un fenómeno extremamente interesante: el trabajo no sucede para la producción del lucro por medio de la explotación del trabajo, pero para la reproducción de la vida; el trabajo tampoco se moviliza a través del poder – financiero o político – sino justamente en consecuencia de su ausencia. La minga comienza con un pedido de ayuda que es impulsado por una carencia o limitación. El campesino percibe que no es capaz de ejecutar determinada tarea solo, y entonces pide ayuda, con gran certeza que su pedido será aceptado por los compañeros. Es casi una afronta a la idea que se puede comprar y vender el tiempo a través del trabajo. La minga parte de personas mínimamente iguales económicamente, en general, empobrecidas. En la minga cada uno lleva la herramienta de trabajo que posee: quien tiene azadón, lleva azadón; quien tiene machete, lleva el machete; quien no tiene nada, va y busca con quien tenga. En la minga no hay pago. Es un trueque, un compromiso. Cuando convoco a una minga en mi granja asumo un compromiso con la comunidad, de aceptar también la convocatoria cuando sea llamado. Si diez personas me ayudan, asumo el compromiso con diez granjas diferentes. Quien convoca, en general, ofrece comida y, a veces, bebida alcohólica. Los cantos también son comunes en las mingas. Es una forma de mostrar gratitud y también de transformar algo que podría ser penoso en una fiesta.

La fiesta, la alegría, son elementos que intentan robarnos.

Pero sin ellos la lucha es casi que inviable.

La historia del juego del Buey ayuda a ilustrar lo anterior: un latifundista, dueño de inmensas tierras y gigantes rebaños tenía, entre muchos, un buey favorito. Era el animal más fuerte, más bello, mejor cuidado y más caro. Al buey lo cuidaba un hombre negro esclavizado llamado Chico (apodo de Francisco). Sucede que Catirina, la esposa de Chico, queda embarazada y pasa a tener un antojo muy fuerte: comer lengua de res. Pero no de cualquier res, era de un buey específico, Catirina quería comerse la lengua del buey más querido por el latifundista. Chico, para que su hijo no naciera con cara de lengua, decide arrancarle la lengua a ese animal, incluso sabiendo del peligro que corría. Chico se la arranca y el buey se muere. El latifundista, sin saber lo que estaba sucediendo, creyendo que el animal había huído, exige que Chico se lo encuentre. Sabiendo que su muerte sería certera si el patrón supiera lo que había sucedido, Chico decide buscar un pajé (un maestro espiritual) para que resucite al animal. El pajé va hasta el buey y lo examina con todo cuidado hasta dar un diagnóstico: no hay nada que pueda hacer. Chico se desespera, ya que las fuerzas cósmicas eran su última esperanza. El paje entonces interviene: “no puedo hacer nada, pero ustedes pueden”. Continúa: “la única forma de resucitar al buey es a través de la unión, de la fiesta y de la fe. Es necesario que no sólo tú, sino todo el pueblo tenga fe y celebre, así el animal resucitará”. Chico moviliza a su pueblo, que en solidaridad, comienza a bailar, rezar y cantar alrededor del buey. El buey se levanta y baila con el pueblo.

El buey, más que un juguete, es un ser encantado. La tarea del pueblo es reencantar al animal. Pero, ¿cómo seres mortales pueden reencantar a un ser espiritual? ¿Cómo creer si la muerte es algo ya presente? A través de la minga, de la esperanza y de la fiesta, de la capacidad de soñar, incluso en medio al caos.

El caos ya lo tenemos.

Nos resta despertar el sueño.

Recado final: Un desastre nuclear no es problema apenas del sertão de Pernambuco, sino de todo el país. Existen articulaciones que involucran pueblos y comunidades tradicionales, pastorales, movimientos sociales, ONGs y universidades, como es el caso de la Articulación Sertão Antinuclear y la articulación Xô Nuclear. ¡Aproxímese de esta lucha!

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