Montaña adentro

Abel Barrera Hernández

Guerrero: entre las urnas y las armas

Con el triunfo avasallador de la candidata a la presidencia de la república, Claudia Sheibaum, el mapa político de Guerrero se pintó de guinda y desdibujó al PRI y al PRD. En la entidad, Morena ganó las 2 senadurías, las 8 diputaciones federales, 23 de las 28 curules locales y 46 de los 85 municipios. Es una victoria que deja el camino abierto a quienes ya se miran disputando la candidatura para la gobernatura en el 2027.

La algarabía electorera contrasta con la realidad que nos oprime y nos corta de tajo las expectativas de un futuro promisorio fincado en el respeto a la vida. Los guerrerenses seguimos inermes ante la violencia. De acuerdo con el Instituto para la economía y la paz, en Guerrero se incrementaron los homicidios en un 23.8 por ciento y los asesinatos cometidos con arma de fuego aumentaron el 24.9 por ciento en el 2023.

En la pasada coyuntura electoral, Guerrero registró la mayor cantidad de incidentes con 128 entre 2018 y 2023. En cuanto asesinatos políticos se consumaron 77 por arriba de Veracruz y Oaxaca. En este proceso electoral la organización “causa común” registró 34 asesinatos de aspirantes y candidatos para algún cargo público. La cifra se elevó a 59 incluyendo a funcionarios, dirigentes y colaboradores de candidatos a cargos de elección popular.

La violencia política dejó entrever los intereses facciosos que se dirimieron en las candidaturas de los gobiernos municipales. En algunas regiones los grupos delictivos tuvieron injerencia en el nombramiento de candidatos y financiaron campañas para colocarse en posiciones estratégicas en los próximos gobiernos municipales. La lucha por el poder político no tuvo límites ni controles. Los últimos acontecimientos de violencia contra candidatos muestran el poder destructor de los grupos delincuenciales que arrancaron la vida a quienes consideran que son personajes antagónicos a sus intereses.

El caso de José Alfredo Barrientos, candidato a presidente municipal de Coyuca de Benítez por el PRI, PRD y PAN, es inaudito. Fue asesinado justo en el cierre de su campaña, cuando subía al templete. Aprovechando la aglomeración de la gente, un joven libró los filtros de seguridad de la guardia nacional y de los elementos de su guardia personal. Se colocó atrás del candidato y accionó su arma contra José Alfredo, quien murió al instante.

En la cabecera municipal de Cochoapa el Grande, el domingo 26 de mayo, después de un mitin político fue asesinado Felipe Chávez González, coordinador de campaña del candidato de Morena por la alcaldía municipal Albino Gómez Vázquez. Hasta en las regiones más pobres del país, donde habitan familias del pueblo Ñu Savi que sobreviven del trabajo agrícola, la delincuencia actúa como un poder sin límites. En plena convivencia con la gente que llegó de las comunidades, personas armadas fueron directo contra Felipe, que se desvivía por repartir la comida a los asistentes. Varios disparos le quitaron la vida. Nadie se atrevió a prestarle auxilio. El candidato a la presidencia se refugió en otro domicilio y las madres aterrorizadas corrían para poner a salvo a sus pequeños hijos.

Pasada la contienda electoral, la violencia política siguió en ascenso. El lunes 16 de junio fue ultimado a balazos el capitán retirado de la secretaría de marina, Salvador Villalba Flores, presidente electo de Copala. Un grupo armado lo interceptó por la madrugada cuando viajaba en un autobús que salió de la ciudad de México. A la altura de san Pedro las playas, municipio de Acapulco, obligaron al chofer de la unidad a detenerse. Subieron en busca del presidente electo y al ubicarlo de inmediato le dispararon. En el ataque artero una mujer resultó lesionada.

Recientemente el jueves 20 de junio fue asesinado por un grupo armado, el presidente municipal de Malinaltepec, Acasio Flores Guerrero. La tragedia sucedió en la comunidad Ñu savi de Alacatlatzala, cuando el presidente se disponía a inaugurar una obra en la colonia Guadalupe. Previamente su equipo de avanzada fue sometido a golpes. Los metieron a la delegación municipal y los esposaron. Les pedían que se identificaran, al no traer sus credenciales los tundieron a golpes. El presidente llegó acompañado del secretario general y otros asistentes. Había poca gente de la colonia. Se veían temerosas por la gente que portaba armas largas y que estaba encapuchada.

El presidente sin dimensionar el peligro que corría, saludó a la gente de la colonia. De inmediato una persona que se ostentó como el delegado le preguntó quién era. Acasio se presentó como el presidente de Malinaltepec. De inmediato le ordenó que entrara a la delegación. Acasio se dirigió a la puerta y observó que en su interior también había gente armada. Lo jalonearon y cerraron el local. Se oía que le gritaban y al mismo tiempo lo golpeaban. De pronto se escuchó un disparo que retumbó en la delegación calibre. Sus compañeros que estaban en el cuarto contiguo no vieron cómo golpeaban al presidente. El disparo los desconcertó y atemorizó. Imaginaron que habían detonado el arma para amedrentarlos. Después del disparo los sacaron a empellones y los ordenaron que se largaran a la chingada. Toda la comitiva del presidente temió por su vida y no tuvo otra que huir de la comunidad.

En cuanto salieron a la carretera, buscaron dónde había señal para informarle a la esposa del presidente sobre el peligro en que se encontraba Acasio. Lo primero que hizo fue escribirle a la gobernadora para pedir su pronta intervención con el fin de garantizar la libertad y la vida de su esposo. Esta acción criminal requería la intervención inmediata de los cuerpos de seguridad para rescatar al presidente. El mensaje de la esposa no fue valorado en su justa dimensión. Las autoridades del estado actuaron con mucha lentitud. Creyeron que se trataba de una retención del presidente para ejercer presión y negociar su liberación. Dejaron en manos de funcionarios regionales la atención del caso. Su llegada a la comunidad era para entablar comunicación con el comisario de Alacatlatzala y el delegado de la colonia La Guadalupe. Fue un intento infructuoso, porque las autoridades se ausentaron y la misma gente se encerró en sus casas para no poner en riesgo su vida.

Fue el viernes 21, alrededor de las 8 de la noche cuando se encontró el cuerpo del presidente Acasio dentro de la camioneta, que normalmente utilizaba para desplazarse a las comunidades. Los autores del crimen colocaron el cuerpo del presidente en el asiento del copiloto. Lo dejaron boca abajo cubierto con su chamarra. Sucedió lo peor: fue un asesinato planeado. Lo vigilaron desde que llegó a la comunidad, verificaron que no llevaba policías ni personal de seguridad. Calcularon los tiempos en que llegaría a la colonia. En los dos lugares donde inauguró obras, el recibimiento fue cordial y tuvo tiempo para convivir con la gente. A la colonia Guadalupe llegó después de las 4 de la tarde. A pesar de que el recibimiento fue con un trato hostil, el presidente nunca imaginó que le tenían preparada una celada.

Los autores del crimen abandonaron la camioneta del ayuntamiento a un costado de la carretera Tlapa-Marquelia. Colocaron piedras alrededor, para aparentar que se encontraba descompuesta. Los funcionarios del estado no repararon en indagar el paradero del vehículo, tampoco se atrevieron a bajar a la delegación para inspeccionar el lugar donde había sido golpeado y asesinado el presidente. En sus recorridos tampoco ubicaron la camioneta que desde el jueves por la noche, había sido abandonada por los autores materiales de este crimen artero.

Es muy grave que las autoridades de los 3 niveles de gobierno estén rebasadas por los grupos delincuenciales, que hacen sentir su poder asesinando a candidatos, a presidentes electos y presidentes municipales en funciones. Las armas socavan nuestra endeble democracia y nos coloca en el abismo de la ingobernabilidad.

Abel Barrera

Antropólogo mexicano y defensor de los derechos humanos. En 1994 fundó el Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan en Guerrero, México. Ha recibido diversos premios por su trabajo en la defensa y promoción de los derechos humanos, de Amnistía Internacional Alemania en 2011, y el premio de derechos humanos 2010 del Centro por la Justicia y los Derechos Humanos Robert F. Kennedy, entre otros

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