Postales de la revuelta

Hermann Bellinghausen

¿Qué fascismo es el de Estados Unidos?

El problema no es lo que quiera o prometa Donald Trump, inminente presidente de Estados Unidos, sino qué pretendan hacer (seguir haciendo) los titiriteros que le mueven los hilos. Ya vimos cuánto prometió el buen hablador Barak Obama, obteniendo votos y esperanzas como nadie, y a la mera hora todo quedó en veremos (y lo que no, como el «Obamacare», va pa’trás de volada). ¿Ganó ahora una forma de fascismo las elecciones en EU? Sí, definitivamente. ¿Podrá implantarlo el empresario del peluquín y gobernar así país y mundo? Habrá que ver. No descontemos que un número significativo de personas se interponga como lo hacen, también ahora, los que respaldan la resistencia siux en Standing Rock contra el ya emblemático oleoducto Dakota Access. O los cientos de miles (reflejo de millones) de personas, muy jóvenes la mayoría, que inundan calles, parques, plazas empresariales y gubernamentales, campuses y redes sociales con su «No es mi presidente» aunque desgraciadamente lo será el nuevo hablador, eso que ni qué.

No es Hitler, decimos con sensatez. Ni Mussolini. Okey. Pero los estadunidenses tienen derecho a inventar y madurar su propio fascismo modelo siglo XXI. Llevan décadas cultivándolo, a la sombra de lo que el tiempo confinó, conformista, en lo «políticamente incorrecto», así que la única sorpresa es que ocupará la Casa Blanca y ¿hará de los bushitas blancas palomitas? En aquel gobierno republicano que inauguró el milenio anidaba el verdadero huevo de la serpiente, y su estirpe era nazi: los Bush, los Walker, Rumsfeld, Rove. En su propio país avanzaron poco, pareciera: más control de la población, vigilancia extrema y cesión de derechos ciudadanos y hasta humanos, avalada por la paranoia colectiva y un montón de mentiras repetidas mil veces, como aconsejaba Goebbels. Pero la gente aguantó.

Parece improbable que Trump, llegando al cargo, se ponga a perseguir opositores, como ocurrió en 1933 en Alemania. Pero a la manera de los nazis, los trumpianos se impusieron en los comicios con el respaldo directo y militante de las policías y los generales más cansados, como Hindenburg para Hitler. En un país patológicamente armado como EU, los policías ya no serán un instrumento del poder, sino el poder mismo, llámese Giuliani, Arpaio o lo que sea. Y si las protestas e inconformidades impiden avanzar al proyecto de Trump, bueno, instalado está el aparato de castigo. ¿Ya no será necesario ser negro, latino, musulmán o indio nativo para que vayan sobre ti, militante universitario, enfadosa feminista o ambientalista desbocado, para que te caigan y encarcelen? En Estados Unidos no existen campos de concentración pero qué tal cárceles y campos de internamiento, legalísimos y, como negocio, boyantes. (No hablemos del modelo Guantánamo de la rama internacional del Estado policía).

Una vez instaladas la mentira y la razón egoísta del supremacismo racial y religioso en la lógica de los ciudadanos que «ganaron» con Trump, es impredecible qué derrotero tome. El macartismo se dio contra blancos, y Nixon trató pero no pudo eliminar a los hippies. El nuevo supremacismo moralista cuenta con bases definidas. Milicias, congregaciones, KKK, bikers agresivos y toda clase de loquitos hoy reivindicados. Millones de buenas familias con Dios de su lado y con el sueño compartido de «Hacer grande Amérika otra vez». Nada nuevo bajo el sol, pero todo junto y de golpe no es más de lo mismo, con perdón.

Con la cobardía histórica del partido Demócrata, que en ésta les costó la elección presidencial y la pérdida completa de los poderes legislativo y judicial, poco se puede esperar de ellos. No resistirán, se adaptarán. Las cúpulas, las industrias, la tecnología, la academia liberal querrán volver a lo normal. Sólo que lo normal se evaporó el 11-9. Los medios masivos no tienen buenas cuentas que dar, lo mismo en 2002 que en 2016. De hecho, tirios y troyanos entronizaron a Trump. Y todo por vender.Qué diferencia a Alemania en Polonia o la Unión Soviética de Estados Unidos en Irak y Afganistán: nada. Pregúntenles a los que sobrevivieron.

Para el mundo, el nuevo programa de gobierno estadunidense representa una amenaza de grandes proporciones. Ya lo resumió Noam Chomsky ante el cúmulo de evidencias: «El partido Republicano es la organización política más peligrosa de la historia de la humanidad».

Uno ya no sabe si escuchar con nostalgia atrasada o con precavida esperanza la canción «Democracia» de Leonard Cohen, quien se mira in this hopeles little screen y expresa la muy moderada demanda de que persista la «nave del Estado» (https://www.youtube.com/watch?v=ltxgSePnmTU). ¿Será que venga la democracia a Estados Unidos, «cuna de lo peor y lo mejor» como cantaba el poeta recién fallecido?

Eso depende de la resistencia de su pueblo tan diverso. Qué intentará el Estado ahora, estamos por verlo. Cómo se opondrán los ciudadanos inconformes, también veremos. Pero de éstos depende que deveras haya libertades y no muros, migrantes y no (más) redadas, cuidado de la Madre Tierra y no brutos con maquinaria pesada ni con biológicos de largo veneno. Que las mujeres no sean coños que agarrar ni los morenos «violadores, ladrones, asesinos» por deportar, mientras los violadores blancos se ligan a las misses. Que la religión sea lo de menos y no lo de más (algo muy difícil en ese país). Que el odio de los de «cuello colorado» se quede en sus garages. Que los policías dejen de matar negros con ánimos de «limpieza social», o sea étnica. En fin.

Por ahora estamos todos en peligro. Y peor en México, con estos gobiernos pusilánimes, profundamente colonizados, obedientes, corruptos, y de tan bajo precio que ya quedaron a deber. El problema no es que nos invadan los del norte, sino que dejen de hacerlo. Y de eso, en el horizonte no se ve indicio alguno.

Hermann Bellingahusen

Poeta, editor, escritor de cuentos, ensayos y guiones cinematográficos. Es cronista, reportero, y articulista de La Jornada desde su fundación. Dirige Ojarasca desde 1989. Desinformémonos publicó su poemario «Trópico de la libertad» en 2014.

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