Teia Dos Povos

Sonho | Traducido por Sebastián Henao, División de Comunicaciones Tejido de los Pueblos

El deseo indomable de habitar el exterior

Este es el relato del compañero Sonho (sueño, en español) de su experiencia de vivencia y práctica en el asentamiento Terra Vista (MST) en Arataca-BA, durante el curso ‘Do solo ao chocolate’ que ocurrió entre 06 y 12 de octubre de 2021

Fue una ingenuidad pensar que cuando me enviaron para participar al encuentro del Tejido de los Pueblos entraría a un curso técnico de Sistemas Agroforestales. Lo que recibí, en realidad, fue una formación técnica-política-espiritual que me desarmó por completo para luego rearmarme. Cuando se vive una experiencia como ésta no es fácil borrarla.

Articulación

Este encuentro aún resonará en mí durante mucho tiempo, y espero ser capaz de entender todo lo que pasó por mí. Estar presente en la construcción de una articulación verdaderamente de abajo y a la izquierda que no busca homogeneizar sino incorporar la alteridad, proponiéndose no sólo aprender a construir con las diferencias sino también haciendo de ellas un arma; darle a la diferencia, a las tradiciones y modos de hacer un uso ofensivo. Este es un paso aparentemente pequeño que posee un considerable poder de destitución.

La idea de una articulación que nos convoca para la construcción, en todo ese territorio que de forma sangrienta hemos acordado llamar Brasil, no de un partido o un movimiento unificado, pero de una red de pueblos, organizaciones y colectivos capaces de reconocer en sus diferencias y en torno de dos principios básicos: la defensa de una perspectiva claramente anticapitalista y una práctica política que se ubique fuera de las instituciones del Estado, de los rituales electorales de los partidos y de la clase política.

El Tejido de los Pueblos nos convoca para habitar el exterior.

Agrofloresta

El origen latino de la palara Floresta viene del adverbio foris, que significa “de afuera, exterior”, lo que nos indica un espacio externo de los dominios de un poder instituido, un lugar donde nadie puede decir dónde está el poder, donde el poder pierde su forma nombrable. Aprender sobre el suelo, saber desarrollar un sistema agroforestal, es importante pero aún insuficiente; son sólo medios, el fin es otro, está en otro lugar, está del lado exterior.

Es necesario mirar la floresta y los bosques no como una fuente agrícola a ser explotada, y mucho menos de una forma paternalista como una reserva natural a ser preservada, sino como una red de relaciones complejas de lo que allí vive, de las comunidades y los pueblos, capaces de hacernos descubrir nuevamente en su seno nuestra propia potencia. La floresta debe ser entendida, no como algo natural, y sí como un impulso indomable contra el servilismo y la esclavitud.

Una vivencia agroforestal que se limita a discutir apenas cuestiones técnicas en relación al cultivo o a la fisiología vegetal, desvinculada de las coyunturas políticas, históricas y espirituales corre el riesgo de reproducir la misma idea que dice combatir y reforzar la lógica del imperativo productivista, de la evaluación cuantitativa y de la constitución de subjetividades competitivas que hoy se encuentran tan presentes al interior de los propios grupos y movimientos que dicen pensar y practicar los sistemas agroforestales y que sin embargo instrumentalizan esos saberes para continuar perpetuando la forma mercancía en relación a la tierra. Las prácticas agroforestales necesitan ser pensadas no sólo como una forma de combatir al agro-negocio, pero también como repudio del propio principio marcado por la figura de la unicidad, la forma-Estado. Sin eso podemos correr el riesgo de ver la emergencia de los primeros latifundios agroforestales.

La agrofloresta no es una causa, no es un ideal, no representa un saber teórico, un discurso desvinculado de los otros aspectos de la vida. Es indisociable de los gestos más corrientes, es sobre todo una forma de vida no imperial. Se trata, al mismo tiempo, de destruir en nosotros mismos todo aquello que aspira a una posición de superioridad y de impedir el avance de la productividad agroindustrial para promover una agricultura campesina revitalizada, cuyo principal objetivo es la subsistencia colectiva, la capacidad de sostener materialmente la construcción de la autodeterminación a través de lo que hemos acordado llamar en nuestros días de autonomía.

Es importante resaltar que la autonomía que se ha ido construyendo por y con el Tejido de los Pueblos no es aquella comúnmente confundida con la idea de autosuficiencia ampliamente diseminada por la lógica de la libertad liberal. La autonomía de los pueblos es aquella que se lleva en consideración en la propia existencia como parte de una realidad colectiva; es aquella que refuerza la idea que no se puede alcanzar una vida que valga la pena ser vivida, una vida apenas vivible, a no ser por intermedio de las relaciones de alianza que vinculan a una comunidad o colectivo y aquellos que lo construyen.

Alianza

La alianza aquí tiene otro sentido. No es la demagógica y paternalista, artificialmente creada como tantas veces se acordó llamar como “frente amplio” por la izquierda progresista, que instrumentaliza a las identidades por motivos electorales y/o institucionales; la misma izquierda que piensa en los pueblos como ciegos a quienes es necesario abrirles los ojos, o como fermento humano para poner en sus masas con la intención de manipularlas.

Los saberes y los pueblos son mucho más que un simple repositorio de cosmologías salvajes para suavizar la miseria existencial de una clase media racista y clasista. Ellos son incorporados justamente donde nuestro pensamiento y nuestra militancia no alcanza, donde no somos capaces de ver.

El conocimiento que podemos incorporar de las prácticas cotidianas de los pueblos originarios es que “producir” primos es mucho más importante que producir excedentes, bienes y/o rentas, entender que aquello que llamamos agricultura es mucho más que producir alimentos: es un medio de crear relaciones de alianza con personas, animales, plantas, minerales y seres no-humanos, los encantados.

Si hoy es claro que conquistar la tierra es apenas el comienzo, la destitución significa más que sólo derrocar al régimen. Y para que ese derrocar sea posible es necesario constituir aún más lo que el sistema se esfuerza en destruir de nosotros y que hace por lo menos 500 años no han sido capaces de borrar en los pueblos indígenas: las formas de vida que promueven la autonomía comunal. El saber ancestral de “producir” primos es una afirmación de que la amistad viene primero para la constitución del campo político libertario y no la presencia del enemigo.

En la práctica, lo que se ve en el asentamiento Terra Vista, de donde emana todo el proyecto político del Tejido de los Pueblos, es una organización del trabajo basada en principios de reciprocidad e igualdad que se materializan, no en asociaciones jerárquicas complejas, sino en cooperaciones simples: se cultiva la tierra del otro, quien a su vez ayudará a cultivar la propia. El trabajo no es pagado sino intercambiado, es una forma de vaciar el propio sentido de la palabra trabajo y transformarlo en una actividad humana más.

Una alianza de este tipo es incompatible con el poder del Estado, que es un mecanismo de separación que priva a la colectividad de su capacidad de organización y decisión para concentrarla en un aparato, o en un grupo de dirigentes, que aunque sean bien intencionados, actúan en función de sí mismos. Una afirmación radical que los fines no justifican los medios, que no se puede concebir a esa guerra de manera simétrica, actuando de la misma manera que el enemigo, un movimiento de reversa de la posición vanguardista de guía para la de alumno de las comunidades, de sus maestros y maestras.

Pedagogía

Uno de los grandes mitos sobre el enemigo es sugerir que éste se encuentra sólo afuera de nosotros, que es externo, cuando en verdad es necesario percibir que el capitalismo también se introduce dentro de nosotros mismos, penetrando nuestros espacios de lucha y nuestras maneras de ser. La forma más contundente de esa introyección se materializa a través del sistema educativo que pasa a embutir artificialmente a los jóvenes en la formación, con el fin de llevarlos al mercado laboral, en el cual se debe continuar hasta causar náuseas el refrán aprendido desde los primeros años: “que gane el mejor”.

Un movimiento de revuelta que no posee un proyecto político pedagógico crítico y de largo plazo condenará de esa forma a las generaciones sucesivas a la resignación y la esclavitud.

Lo que emana con mayor fuerza de la articulación del Tejido de los Pueblos es justamente las escuelas y universidades autónomas, que emergen de las propias comunidades, como la Escuela del Arco y la Flecha, o la Universidad de los Pueblos, que rompe con la característica del modelo colonial clásico con pretensión y monopolio de un saber legítimo. La educación autónoma involucra una tarea de articulación y confrontación entre diferentes, en particular entre la cosmovisión de los pueblos y los saberes dichos científicos, y a la afirmación contundente que la teoría y la práctica son inseparables.

Si la escuela surge de la comunidad, no se pierde de vista que la comunidad es la escuela.

Organización

El Tejido de los Pueblos nos invita a construir espacios que ya materializan otro mundo posible, afirmando que la organización de la acción es en sí un modelo para el cambio que se busca promover. Si en nuestra sociedad la violencia y la desigualdad de género son escandalosas, es necesario, aquí y ahora, hacer diferente en la propia organización del encuentro, cuya concepción y organización emana de las maestras y mujeres durante el evento y que son el núcleo propositivo de toda la articulación. La organización no está separada de la vida cotidiana, es la vida cotidiana que se despliega en acción de insurrección.

No se debe disociar la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres de la lucha común por la emancipación. La lucha por la igualdad o por la abolición del género no es menos importante que la lucha anticapitalista en conjunto, simplemente no pueden ser separadas. Muchas formas de articulación son miopes al tratar estas cuestiones.

La misma miopía que nos hace ver al pueblo y no a los pueblos, que nos hace desear el poder y no la potencialidad, que nos hace soñar con la revolución y no vivir la revuelta. Necesitamos parar de vivir por delegación esas rebeliones y revueltas en geografías lejanas.

¡Sentir en las entrañas el germinar de un cambio real en los caminos de nuestras luchas es emocionante!

¡Si quieren conocer rebeldes en estado de rebeldía, salgan de Brasil y vengan a Bahía!

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