Feminismos de Abya Yala

Francesca Gargallo

Diosas y poetas de Nuestramérica

Tercera parte

La narrativa de las mujeres indígenas es una narrativa que, diamos, recupera un poco el mundo de la novela de formación (Bildungsroman), rescatan tradiciones orales y las transforman. En este sentido, que une el Bildungsroman y la tradición oral, hay un cuento muy importante, formulado recientemente pero muy antiguo, de la escritora tsotsil María Rosenda de la Cruz Vázquez, narradora que también hace teatro, que ha participado de varios talleres literarios, fundadora de la Asociación Sna Jtz’ibajom Cultura de los Indios Mayas. Ella habla tsotsil y ha escrito un relato muy importante de la leyenda del maíz. La leyenda del maíz es el clásico relato de un pueblo agrícola que cree que los seres humanos deben ser educados para el trabajo y, si no trabajan, de alguna manera, le están robando el esfuerzo a otras fuerzas, sea a otros seres humanos trabajadores si se trata del flojo del pueblo, sea a las zarigüeyas, a las hormigas, a las abejas, a otras formas de vida. En la cultura occidental, lo que podríamos llamar la cultura colonial, solo se reconoce a los seres humanos. En esta etapa histórica, el Antropoceno, se muestra la centralidad del ser humano en la interpretación de la vida, pero también en el saqueo de los recursos de la tierra, contra todos los demás seres vivos. Entre los pueblos mayas esto no es así: los seres humanos deben hacer un esfuerzo por trabajar, porque, si no, le roban el respeto que los dioses le tienen a las hormigas, porque ellas sí trabajan, y al trabajar, al fatigarse, dan las gracias a los dioses. Los dioses recelan de los seres humanos, porque los ven haraganes, y los seres humanos deben hacer un esfuerzo para dejar de serlo, pues se morirán de hambre si persisten en serlo.

Esto es muy interesante porque se trata de una narrativa con una carga pedagógica enorme que, de alguna manera, habla más de castigo que de premio: sacrifícate, encuentra el secreto, trabaja.

En el cuento hay una parte de cuando los hombres -seres humanos masculinos- trabajando el maíz se vuelven violentos con las mujeres. En el cuento de la escritora tsotsil María Rosenda de la Cruz Vázquez Leyenda de maíz (revista Blanco Móvil, n. 120, primavera de 2012), un hombre manda a su mujer a recoger maíz y le dice que recoja muy poco de la milpa, para que haya para todo el año. La mujer va y recoge solo cuatro mazorcas, una de cada una de las cuatro esquinas de la milpa, pero dentro de su costal las mazorcas se multiplican sin cesar. Cuando llega a la casa con la espuerta llena, el marido le pega y le hace sangrar la nariz de un golpe, porque no obedeció la orden de recoger muy poco. Él no sabe que ella es la diosa del maíz y que los maíces en su bolso se multiplicaron en virtud de su divinidad. Ella entonces agarra una mazorca, se seca la sangre de la nariz, nace el maíz rojo, y se va porque no va a seguir acompañando a un hombre violento. No tener una mujer en una comunidad, si se es un hombre, es no tener quien le haga la mayor parte del trabajo. También para las mujeres, no tener un hombre es no tener quien le haga la otra parte del trabajo -trabajo dividido, generalmente, por roles de sexo-género, en forma bastante cerrada en las sociedades patriarcales, y mucho más abiertas cuando hay otro tipo de encuentros-.

En la poesía de lengua tsotsil de la gran Ruperta Bautista Vázquez, en Xojobal jalob te’ / Telar luminario (Pluraria Ediciones, 2013) nos encontramos que la palabra también, no solo el trabajo físico, crea y hace germinar la vida. Hace que crezcan los sueños, hace que se cree lo que nos llena el alma y la vida, y se llama Sustancia el poema que voy a citar de Ruperta Bautista:

Germina el lenguaje de la luna

Sopla la letra verde de los abuelos

Guardadas en los ojos del jaguar

Sus latidos construyen la resistencia

De los herederos del sol

Siembra sus pasos en recuerdo

En su caminar despierta la memoria

Abraza la esperanza perdida

En huellas de tiempo

Corre en las venas del mundo

Donde pasan las palabras

De antiguos sabios

Fortalece el nombre de

Pueblos milenarios construidos

Antes de la historia

Creo que este poemario Xojobal jalob te’ / Telar luminario nos habla de cómo la palabra poética, pero en sí la palabra que crea mitos que nos ofrece el sentido último de la deidad desafía el trabajo, es el trabajo, y al mismo tiempo lo supera. Estamos aquí retomando la palabra que no son lenguas de estado. Esto es algo que la gran lingüística mixe Yásnaya Helena Aguilar Gil, de lengua ayuujk, dice siempre esto: qué significa hablar una lengua que no es una lengua de estado. Al hablar una lengua que el estado no impone como la lengua en la cual se da a entender y entabla relaciones con otros estados, se habla de una lengua de la resistencia, se habla de una lengua -que yo como feminista reconozco como fundamental, porque como feminista es absolutamente indispensable dejar de pensar en un modelo, no existe un modelo, no existe un canon ahí donde no hay imposición. El canon o la imposición de una lengua nacional-estatal, cuando en realidad, hay 68 naciones hablando otras lenguas hablando en el territorio del estado -es decir, no hay una nación que englobe toda la población de un estado- al hablar otra lengua se resiste esta unicidad opresiva que acalla las voces disidentes y las perspectivas o posibilidades de otro mundo que este que venga de otro lado. Entonces me parece que el poema de Ruperta Bautista, al decirnos, “germina el lenguaje de la luna”, nos está diciendo que despiertan los herederos del sol, vuelve a manifestarse la diversidad de las personas.

Ahora quisiera hablar de un poema de la lengua chol, que también es una lengua maya, de la poeta Juana Karen. Su poemario Ipusik’al matye’lum Corazón de selva (Pluralia Ediciones, 2013) habla de la voz primogénita de la selva. Creo que hablar de una voz que es la primera nacida es la que da origen a la continuidad de la especie, pero también a la continuidad de la poesía, a la continuidad del mito, a la continuidad de las voces de la selva, es muy importante, sobre todo, porque además lo que hace Juana Karen es apoderarse, decir que esa voz es suya. Es decir, afirmar un sujeto literario femenino indígena con poder.

Canto con la voz primogénita de la selva,

me detengo con el sonido del silencio,

medito absorbiendo la resonancia de la montaña,

imágenes y hechizo florecido en mi cuerpo.

Aquí se condensa a final de cuentas la emoción poética del decir. Yo puedo cantar con una voz primogénita que nace primera, pero también reconozco todo lo demás: el sonido del silencio, la resonancia, el eco que la buena poesía, que la divinidad, que la creación de un mundo otro, que la posibilidad de la diferencia, hace florecer. Hace florecer a la vida, pero ella dice: hace florecer en mi cuerpo. Donde florece toda esta diferencia del ser es en mi cuerpo.

Y esta mujer que es la poeta tiene a otras mujeres en su mundo, tiene, por ejemplo, a la curandera tiene a la madre, son un poco como las figuras de las divinidades antiguas. Esta Coyolxauhqui que es a la vez la Luna, que pelea sobre la Tierra, que es la hermana mayor, que es la madre, que es la virgen guerrera, también tiene esta contraparte en la poesía de la poeta chol Juana Karen. Todas las mujeres que ella trae a su mundo lingüístico pueden ser ella y ella puede ser parte de esta mujer heredera de los pueblos del sol, esta mujer que renace como renacen en este momento las diosas y curan. Estas mujeres crean y curan.

CURANDERA

Es la curandera quien mezcla

el aroma de las hierbas curativas

para mi cuerpo y mi espíritu

El verde montaña del epazote

El verde XXX del mentol

El amarillo encendido de la flor de muerto

El gris del incienso y

El blanco redondo del alcanfor

Son la fragancia que apertura mi andar por el universo

Es la curandera quien eleva su conjuro

Al creador de la madre tierra

Invoca su consentimiento por mi travesía

Susurran sus labios palabras sagradas para mi nombre

Protección

Señales recién mojadas

recién ensangrentadas para la nueva creación

Son la fragancia de las hierbas que cubren mis pasos

Es la curandera

Mi depositaria

Mi curadora

Este reconocerse en la otra y este confiar los propios pasos, el proyecto de la vida de una en las manos de otra mujer es lo que derrota al patriarcado. La gran derrota del patriarcado es cuando las mujeres confiamos unas en otras. Y para poder confiar unas en otras tenemos que relacionarnos, tenemos que mantener hoy las relaciones de amistad entre mujeres a pesar del encierro, a pesar de los riesgos de contagio, a pesar de todas estas tendencias a separarnos, a negarnos, las mujeres necesitamos escucharnos y confiar en la acción de otra a la cual entregamos nuestro cuerpo para que nuestra palabra fluya.

Francesca Gargallo Celentani

Escritora de las más diversas disciplinas que considera la poesía la madre de todos los saberes. Ha estudiado filosofía y estudios latinoamericanos y es una activista feminista que acompaña a diversos procesos de mujeres, admirando siempre su variedad.

3 Respuestas a “Violencia feminicida y ambiental”

  1. Jose Cas

    Te felicito, escribes muy bien y con un aceptable grado de claridad. Sin embargo, deseo llamar tu atención, con el respeto y humildad debidos, al hecho de que deberías revisar con mayor cuidado tu texto final antes de publicarlo, ya que en este trabajo existen varios puntos con errores gramaticales que deberían ser fáciles de editar en una exhaustiva revisión final. Mil gracias.

  2. Nadie te pidió ser revisor de texto, abstente de hacer comentarios que no aportan nada. Se te notan los complejos, «con toda humildad» te lo digo. Es fácil no comentar a lo tonto. Por otro lado, muy hermosos los poemas de Mikeas.

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