El sueño de la razón

Silvia Ribeiro

Armas de extinción

En 2015, dos equipos de investigadores de instituciones en Estados Unidos descubrieron casi al mismo tiempo una biotecnología para engañar las leyes de la herencia, logrando que al incorporar un rasgo transgénico, éste pasara forzosamente a toda la descendencia, no sólo en la primer generación, sino todas las subsiguientes. La tecnología se llama en inglés gene drives, en castellano conductores o impulsores genéticos . De liberarse, podría tener impactos enormes, ya que puede ser usada para extinguir especies, modificar ecosistemas enteros y como arma biológica.

Normalmente, la herencia genética en especies de cruzamiento sexual, significa que cada progenitor pone 50/50 de la información trasmitida. Pero si el organismo que se cruza -sea planta, insecto, animal- está manipulado con impulsores genéticos, el gen modificado no solamente es siempre dominante, sino que además, al momento de cruzarse, elimina la secuencia equivalente del otro progenitor y la sustituye por la manipulada, para que el 100 por ciento de la descendencia contenga el gen modificado. El mecanismo sigue activo, y si funcionara como creen sus inventores, se repetirá en cada cruza en todas las generaciones siguientes. De esta forma, un gen transgénico se trasmite por fuerza a toda una población.

Si el rasgo transgénico insertado es para producir solo machos (lo cuál ya están experimentado en laboratorio con mosquitos y ratones) es una forma de extinguir la especie entera.

Por su alto potencial como arma biológica, el tema rápidamente despertó el interés del Ejército de Estados Unidos, que a través de su agencia de investigación militar (DARPA por sus siglás en inglés), se convirtió en el mayor financiador de la investigación sobre esta tecnología.

El segundo gran financiador es la Fundación Bill y Melinda Gates, que rápidamente se dispuso a trazar una estrategia para que esta tecnología no sufriera el rechazo que existe en todo el mundo a los transgénicos. Por ello, su proyecto emblema se llama Target Malaria, y supuestamente es para erradicar la especie de mosquito que trasmite la malaria en África. El poderoso aparato mediático que acompaña la legitimación pública de la tecnología, solo nombra que con impulsores genéticos se podría exterminar una especie «dañina», que serviría para combatir la malaria en África, y no todos los otros usos e impactos que tendría.

Pero las patentes que registraron los dos equipos de investigación que inventaron está tecnología se refieren a cerca de 600 usos posibles en agricultura, incluyendo como usar la tecnología en relación a decenas de agrotóxicos: 186 marcas de herbicidas y 46 plaguicidas, además de nombrar su uso con 310 insectos considerados plagas agrícolas, nemátodos, ácaros, polillas y otras especies. El uso con agrotóxicos es porque después de años de usar cultivos transgénicos tolerantes a químicos, muchas hierbas se han convertido en supermalezas que resisten una gran cantidad de químicos. Con esta tecnología se podría modificar las malezas con ingeniería genética para que volvieran a ser susceptibles a los agrotóxicos, o si eso no funcionara, manipular genéticamente las propias malezas para que se extingan.

Extinguir plagas, malezas, o insectos trasmisores de enfermedad, podría sonar «útil» en una mirada superficial. Un primer problema de este enfoque es quién decide qué es una plaga o una maleza, o sea, quién puede arrogarse determinar eliminar una especie entera, y como afectará al resto del ecosistema. Por ejemplo, según Monsanto-Bayer, todo lo que esté vivo en un campo, salvo el cultivo transgénico que quieren vender, es plaga o maleza. En un enfoque campesino agroecológico, básicamente nada sobra, porque todo es parte de un agroecosistema, que hay que equilibrar para que no haya daños a las cosechas, pero donde todo tiene su función, incluso como alimentos de la gente o alimento de otras especies.

En forma similar, la idea de que una enfermedad desaparecería al eliminar el vector, por ej., un tipo de mosquito, es errónea. Hay muchas experiencias de intentar esto con químicos. Si las fuentes, causas y condiciones para que la enfermedad prospere subsisten -y en la mayoría de los casos se trata de pobreza, destrucción del ambiente, etc– la enfermedad encontrará otros vectores para trasmitirse.

De una u otra forma, tal como mostramos en el nuevo informe del Grupo ETC «Exterminadores en el Campo«, el mayor interés comercial, después del militar, es cómo usar esta tecnología en agricultura y alimentación. Por ello, más de 250 organizaciones internacionales y nacionales, incluyendo a La Via Campesina y otras grandes redes internacionales, así como tres relatores de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación y otras expertas y expertos en el tema, demandaron a Naciones Unidas que impusiera una moratoria inmediata a esta tecnología, en un llamado dado a conocer el Día Mundial de la Alimentación. El llamado se dirigía tanto a la FAO (Organizaciones de ONU sobre Agricultura y Alimentación) como al Convenio de Diversidad Biológica (CDB); que es quien tiene a cargo el tema de bioseguridad y los impactos de la nuevas biotecnologías sobre la biodiversidad, los pueblos indígenas y comunidades campesinas que la sostienen.

El CDB trató el tema de impulsores genéticos en la 14a. asamblea internacional de este Convenio (COP14), que se realizó del 17 al 30 de noviembre 2018 en Egipto. La decisión del CDB puso un freno a la liberación de organismos con impulsores genéticos, pero no asumió la declaración de una moratoria, que sigue siendo necesaria debido a los alcances tan amplios que podrían tener los impactos de la tecnología.

Esto se debió a la gran cantidad de recursos que colocó la Fundación Gates para asegurar el cabildeo a favor de los impulsores genéticos, incluyendo que participaran incluso representantes del proyecto Target Malaria dentro de las delegaciones gubernamentales.

El CDB llama a los gobiernos a no liberar esta tecnología hasta que se cumplan una serie de condiciones, entre ellas que exista una evaluación de riesgo adecuada y un plan de manejo de esos riesgos (actualmente no existen los parámetros para esa evaluación) y que se solicite y obtenga el consentimiento previo e informado de las comunidades indígenas y locales que puedan ser afectadas.

Como sabemos, este último tema es complicado, porque en muchos casos los gobiernos manipulan las consultas, o no respetan la decisión de las comunidades. En el caso de los impulsores genéticos, están diseñados para diseminarse agresivamente y predominar en el medio ambiente -o sea, mucho más que la contaminación que de todas formas sucede con los transgénicos cultivados- , por lo que la necesidad de consulta abarcará áreas muy amplias. En cualquier caso, es importante que se haya incluido la necesidad de consulta a las comunidades, ya que eliminar una especie necesariamente afectará los territorios de formas imprevisibles.

Por ello también es importante conocer desde ya esta tecnología, porque no sería raro que en cierto tiempo comiencen parodias de consulta en comunidades, presentándola como una forma de combatir enfermedades, o eliminar mosquitos, sin informar todas sus implicaciones. Además, pese a la declaratoria de AMLO que no se sembrarán transgénicos, su Ministro de Agricultura declaró que «existen mejores tecnologías», refiriéndose justamente a las tecnologías que se usan para construir impulsores genéticos.

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