La columna de lxs que sobran

Desde el Margen

Abrazar la militancia como una forma de vida

Papá cuéntame otra vez esa historia tan bonitaDe aquel guerrillero loco que mataron en Bolivia

Y cuyo fusil ya nadie se atrevió a tomar de nuevo

Y como desde aquel día todo parece más feo”

Ismael Serrano

Sentir nostalgia por algo que no vivimos, extrañar procesos que no conocimos, pero que nos transmiten sentidos de compromiso; nos hace pensar que el tiempo obviamente ha transcurrido, las cosas han cambiado, pero las opresiones y violencias no. Todavía, lxs mismxs de siempre, los de arriba, nos siguen robando los sueños. Sabemos y sentimos que algo hay que hacer ante eso y es ahí donde nos preguntamos: ¿Por qué sentimos la militancia como algo lejano en la historia? Y preguntarnos sobre la práctica militante nos lleva no a una respuesta, sino a abrir más preguntas: ¿Existe una práctica militante como forma de vida? ¿Qué es militar? ¿Cómo construimos una militancia revolucionaria ahora? ¿Qué le da sentido a nuestras vidas?

Preguntas que en un contexto donde la individualidad, la indiferencia, el activismo oenegero y liberal, la academia extractivista y blanqueada, sumado también, al alto costo de la vida, el incremento de la violencia y desigualdad, el tener que sobrevivir ante tanta precarización… se han encargado de instaurar una hegemonía donde la militancia orgánica se vuelve un problema que no permite alcanzar el “éxito”; un pasatiempo, una aventura momentánea. Por eso, para la mayoría que son (somos) parte de las generaciones que no vieron (vimos) de manera cercana aquellas épocas donde se vio triunfar revoluciones, donde se vivió levantamientos y grandes movimientos de liberación, donde militar era una práctica cotidiana, inherente sobre todo a la juventud, ahora resulta algo ajeno; como si no nos correspondiera todo lo que pasa, como si no tuviéramos estructuras patriarcales, coloniales y capitalistas encima que nos están matando.

Y es que bajo el discurso de que pensar y apostar por procesos revolucionarios es parte de modelos viejos y caducos, nos estamos condenando a una vida vacía, donde las injusticias (si no nos tocan directamente en la cara) no nos duelen, o solo se vuelven importantes el tiempo que sean tendencia en twitter. Una vida donde terminaremos con nuestros cuerpos-mentes rotos, desgastados, a cambio de alcanzar lo que nos han hecho creer que es éxito.

Lo cierto es que —aunque este panorama se vea y sienta desolador, porque lo es— hay algunxs, en muchos territorios, que aún elegimos creer, soñar y construir; pues ninguna victoria se ha vivido sin dolor, sin pérdidas y sin derrotas en el camino. Y es justo ahí, donde nuestro compromiso se vuelve imprescindible. El compromiso de lxs compañerxs que sí tuvieron un poco más cerca aquellas épocas de dejarlo todo por el pueblo libre, para que sean guía y memoria viva. El de lxs compañerxs jóvenes, para ser no solo fuerza, ni solo cuerpo, sino ser voz, creatividad, nuevas miradas.

Miramos y aprendemos de los procesos de liberación pensados desde las autonomías —desde la no toma del poder dentro de los Estado-nación que existen ahora—; y nos dan esperanza. Revoluciones vivas como la que resiste en Rojava, y la cual ha marcado una lucha directa contra todo lo que conforma el Estado-nación; pero, sobre todo, ha puesto en el centro de la revolución la liberación de las mujeres. La experiencia zapatista también nos ha dado luces de cómo construir desde abajo, desde el silencio y contra el olvido. Y así como tomamos espejos de la actualidad, también vemos las luces que dejaron lxs compañerxs de procesos anteriores; y claro que cuestionamos y criticamos varias prácticas de esos modelos, pero no desde una superioridad moral, sino como algo necesario para reinventar herramientas, saber hacer análisis, para aprender de los errores y transformar lo que se tenga que transformar; porque es evidente que ahora las luchas son diversas, que hay más que mirar, pues el patriarcado, capitalismo y colonialismo existen en todas las relaciones y formas que habitamos; por eso se necesita de una militancia comprometida, que busque cambiarlo todo.

Querer crear otros mundos implica conocer, escuchar, leer y aprender de todas esas otras experiencias. Implica mirar todo lo que se ha construido desde los movimientos sociales, desde las mujeres, las disidencias, desde las resistencias de los pueblos indígenas y originarios. Implica preguntar todo lo que sea necesario. Implica entender que no solo se trata de cambiar las estructuras económicas, sino a las personas; combatir contra la hegemonía en toda su dimensión. Para construir organización y una base ideológica es necesario tener debates internos, reflexiones, consensos, formación política y por-para todo eso es que se necesita de una militancia orgánica y la práctica de la paciencia; pues muchas veces, por ir al ritmo de la coyuntura y situaciones inmediatas (a la que nos ha acostumbrado el activismo), es que no se han fortalecido bases sólidas. Si no tenemos claro qué queremos y cómo queremos construir, si no hay ese convencimiento —individual y colectivo— los compromisos serán frágiles; hasta que llegue algo mejor, y así no se conseguirá ningún cambio profundo o algún impacto colectivo.

Así que, a pesar de que ahora, la militancia no sea una práctica cotidiana para la mayoría, quienes la asumimos como una forma de vida, seguiremos caminando y trabajando por que la libertad por la que luchamos se contagie. Desde abajo y a la izquierda —como dirán lxs compas zapatistas— nosotrxs le añadimos también desde el corazón; pues esto que hacemos, lo hacemos por amor a la vida, a una vida libre y digna para todxs; y esto no vamos a lograrlo solxs.

Volviendo a una de las preguntas del principio, podemos decir que la militancia revolucionaria, en base lo que hemos venido aprendiendo y construyendo, es recuperar la esencia de quienes somos, analizar la mentalidad dominante que habita en cada unx, que oprime y reprime; y que cuando tengamos la voluntad y el compromiso de combatirla y transformarla, ya no habrá vuelta atrás, pues entramos en un constante enfrentamiento que sólo se puede llevar y defender desde lo colectivo; porque no debemos esperar a que la revolución triunfe para empezar a vivir como queremos; justamente, para que la revolución triunfe, debemos transformarnos nosotrxs en colectivo.

Estas palabras no buscan ser leídas desde un ego de izquierda que pretende saberlo todo. Esto lo escribimos porque, así como a nosotrxs, en varias ocasiones nos atraviesa profundamente el sentirnos solxs, sentirnos “fuera de la época” por atrevernos a soñar o que estamos traicionando nuestro rol oficial del deber ser; puede que en otro lugar alguien o varixs, sientan lo mismo. Y pues ahora sabemos que no estamos solxs y que también debemos disfrutar y vivir del proceso de este camino, desde la alegre rebeldía y junto a aquellxs compañerxs que aún teniendo todo en contra hemos decido esto. El querer construir otros mundos también va por esxs compas que ya no están, pero que su convicción es parte del compromiso. Por lxs compas que ahora mismo se encuentran en guerra, dando su vida por la liberación, a ellxs y a todxs lxs que vienen, no les podemos fallar.

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