Tepito, “cabrón y frágil a la vez”

Jesús Muñoz Mata y Adazahira Chávez Fotos: Hector Dominguez

México, Distrito Federal. En un lado de la avenida hay una fila de policías, uno por cada dos metros y con uniforme antidisturbios; en la otra, un grupo de jóvenes en situación de calle “moneando” (inhalando estupefacientes); en una tercera, un puesto ambulante de chácharas y un foro cultural donde una decena de personas pintan en caballetes y dos más arreglan el equipo de sonido para la cantante de ópera que se presentará por la tarde. El simbólico cruce de calles es Eje 1 Norte y Vidal Alcocer, en el céntrico y prehispánico barrio de Tepito, que en menos de un mes perdió a 14 jóvenes de ese estigmatizado lugar, 11 desaparecidos y cuatro ejecutados.

Algunas personas se niegan a hablar de lo ocurrido con los 13 muchachos, una desaparición que el gobierno local tardó cerca de una semana en comenzar a investigar: “No, para qué, si denunciamos no sirve de nada”, recalca una mujer mayor a los reporteros de Desinformémonos. Otro habitante se acerca con sigilo y entrega una hoja anónima dirigida al Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, donde acusa al gobierno de propiciar la situación de crimen y desorden que se vive por la corrupción y el solapamiento a líderes que se aprovechan de la gente. “Nos es justo que por su incapacidad ahora estemos sitiados”, reza el anónimo. El abogado Sergio Soto, que ha dado seguimiento a la trayectoria de Mancera, señala que “los políticos sacan mucho dinero del control del barrio, desde tiempos de Manuel Camacho Solís a través del líder Manuel Galán”.

La tensión y 400 policías se instalaron a principios de junio en las calles del llamado “barrio bravo”, uno de los más conocidos en México, que ha visto nacer a artistas y deportistas (el mundialmente conocido comediante Mario Moreno “Cantinflas”, el luchador “El Santo”, el futbolista Cuauhtémoc Blanco y el boxeador “El Ratón Macías”, entre otros). También ha visto a toda una generación volcarse al comercio ambulante y de todo tipo de artículos de contrabando. “La gente dice que el corazón del barrio es el comercio, pero no es cierto; en otro tiempo fue conocido por los oficios, porque hubo de todo”, precisa Luis Arévalo, maestro zapatero y promotor cultural nacido hace 73 años en el populoso barrio. “Por eso sé de lo que hablo”, sentencia.

El gobierno de la ciudad niega reiteradamente la presencia de crimen organizado en Tepito, y clasifica las muertes y desapariciones como enfrentamientos entre narcomenudistas. Sin embargo, reportes periodísticos (por ejemplo, de El Universal y Contralínea) y decomisos de las autoridades revelan que desde hace varios años el barrio es centro de abastecimiento y distribución de drogas y armas para los diferentes cárteles.

El estigma de esta zona, ubicada al norte del Zócalo capitalino, que señala que es un barrio violento y cuna de delincuentes, molesta al promotor cultural, quien enseña su oficio a un grupo de madres solteras y convence a estudiantes universitarios de dar talleres culturales y académicos para que los jóvenes del lugar tengan opciones para hacer actividades útiles. “Te ponen la etiqueta y los jóvenes se acostumbran a que así es, pero lo que pasa aquí no sucede solamente en Tepito”, declara. A su juicio, los operativos que lanzan los sucesivos gobiernos de la ciudad no sirven de nada: “La banda es inteligente y rápido se hace amiga del poli, y el poli también busca su sobrevivencia”.

Arévalo denuncia que en la zona los niños abandonan pronto la escuela para incorporarse al comercio informal y ganar dinero, caen en los vicios o, simplemente, crecen en un entorno donde lo normal es la carencia de servicios y el hacinamiento por la falta de atención del gobierno. “Acaban de anunciar millones para mejoramiento urbano en las delegaciones Cuauhtémoc y Gustavo A. Madero, justo en las que estamos, pero todo eso quién sabe dónde queda”, señala Arévalo.

El zapatero no le quita responsabilidad a los habitantes en la transformación de Tepito, pues “se llena todo de puestos, no puedes ver ni cómo es la fachada de donde vives, las casas ya no son lugares para convivir sino bodegas de mercancía, cada integrante de la familia come donde puede y a la hora que puede; todo eso hace que se pierda la identidad”, relata, mientras se le acerca una funcionaria del gobierno local a saludar con amabilidad y ver “qué se ofrece”. Uno de los pintores dirá más tarde, con sorna, que deben aprovechar porque ahora sí se acerca el gobierno a limpiar el espacio cultural que desde hace más de diez años autogestionan los integrantes de la Red de Espacios Culturales de Tepito, que coordina Arévalo.

Las actividades culturales son un oasis en una zona donde la mentalidad del dinero fácil envenena la mente de los jóvenes, muchos adultos “ya nada más ven por su bien y no por la comunidad” y  los niños “crecen entre la basura y  la mierda, lo que les genera un rencor hacia todo, incluso hacia ellos mismos, por lo que caen en una cadena de vicios y dinero mal habido que muchas veces concluye en la cárcel o la morgue”, señala Arévalo. Precisa que “la culpa no es del que nace en Tepito, sino del sucio y podrido contexto en el que se crece. La solución no es retacar las calles de policías sino traer arte y cultura, que es lo que humaniza”.

La transformación urbana también ha jugado malas pasadas a este barrio.  Además de la pérdida de los oficios, las escuelas vespertinas cerraron y casas y vecindades dieron paso a los edificios verticales, “donde la comunicación ya no es igual”, lamenta el maestro zapatero, que participó en el proyecto Unidad Habitacional Tepito –cuatro manzanas de vecindades horizontales, conocidas como “Las Palomas”, donde se fomentó la participación y la solidaridad entre los habitantes.

En las entrañas del barrio existen diversos foros y colectivos  de tepiteños “aferrados” que se rehúsan a dejar que la identidad de Tepito desaparezca. En sus espacios se regala cultura y, sobre todo, una formación que aleja a muchos jóvenes de las calles. En los grupos de danzas prehispánicas participan algunos jóvenes que eran consumidores de drogas. “Andan con sus cascabeles bailando, y eso te dice que sí se puede”, afirma el maestro. A algunos se les imparte un oficio tradicional para el barrio, mientras que a  los interesados en las artes se les enseña pintura y se les da un espacio para que plasmen sus ideas, como el colectivo de muralistas “Tepito Arte Más Acá”, que pretende cambiar la imagen del barrio para transformar la actitud de sus habitantes.

Los promotores culturales pintan murales, negocian con el gobierno para la instalación de parques y fuentes, traen artistas, rescatan historias de personajes locales, escriben libros y ofrecen servicios gratuitos, como la peluquería. El proyecto “Títeres en Palomares” trabaja con los niños para evitar la violencia y fomentar la imaginación, con obras como “Mateo y la rata Cloromina”. Arévalo relata que es difícil el trabajo porque “los chavitos al principio se violentaban mucho entre ellos, pero hay que ser bien aferrado para lograr que funcione y que los papás nos ‘presten’ a los hijos un rato”.

Los policías sudan bajo el sol. Algunos funcionarios que quedan después de la visita de la secretaria de Desarrollo Social del gobierno capitalino se acercan al espacio cultural, que hoy limpiaron por si aparecía el jefe de gobierno. El zapatero ajusta el sonido que compró hace un tiempo con los recursos de un programa de gobierno que luego no se renovó más. Arévalo juzga que los operativos, como el lanzado tras la ejecución de los cuatro jóvenes, no sirven, pues los delincuentes se alejan un rato y después vuelven. “Lo que tienen que hacer las secretarías es ponerse de acuerdo y aplicar los recursos, en vez de que andemos los promoventes tocando puertas a ver si nos ayudan. Otra dificultad es que los problemas de acá son de toda una vida, y los funcionarios nunca dan seguimiento, les vale madres”.

El abogado Soto señala que el gobierno de Mancera no asume su responsabilidad, pero que conoce bien la zona pues fue director del “Programa Tepito” durante el gobierno de Marcelo Ebrard.

El panorama, acepta Arévalo, es difícil para el barrio en el que nació pero “sí se puede”. Menciona que “ahora lo que le toca al barrio es volver a ser comunidad”, y señala una frase pintada al fondo del foro cultural, que dice: Si todos jaláramos parejo, la vida sería más chida.

Publicado el 17 de junio de 2013

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