"La tierra pa' quien la trabaja": jornaleros españoles

Jean-Pierre Petit-Gras

Andalucía, España. Hacia el oeste y hacia el norte, las líneas oscuras de la Sierra Morena tapan el horizonte. Detrás de ellas el sol, al cabo de un día caluroso de abril, empieza por fin a esconderse.

Ocupantes

Antes de la asamblea de los ocupantes, en la que se tomarán decisiones acerca de las tareas de los próximos días, María, la actual responsable de la cocina,  relata algunos episodios de su vida. Evoca a los suyos. A su abuelo, los guardias civiles vinieron a buscarlo a casa una noche: “Nunca volvió, y todavía se desconoce el paradero de su cuerpo”[1]. A su padre, los capataces de los terratenientes casi nunca le “ofrecían” trabajo, y había que dar de comer a los seis hijos. Un día que fue a robar un saco de papas, lo detuvieron los guardias civiles y le machacaron el brazo a culatazos. Quedó manco para siempre. En cuanto a la madre, murió cuando María todavía era muy chiquita: no había dinero para las medicinas.

Pero María, hoy, luce una sonrisa ancha.

El pasado 4 de marzo, la Finca Somonte, en Palma del Río (provincia de Córdoba), fue invadida y ocupada por un grupo de jornaleras y jornaleros organizados en el Sindicato de Obreros del Campo – Sindicato Andaluz de Trabajadores (SOC-SAT). Y María es una de ellos. Ella, Lola, Susana y algunas otras mujeres son a la vez el alma del movimiento y las organizadoras incansables del conjunto de actividades que día tras día van dando cuerpo a esta apropiación colectiva: “mañana tenemos que terminar de limpiar de piedras un campo de tres hectáreas. A estas piedras de río, aquí las llaman lijeñas”. El proyecto, apalabrado ya con los compañeros de Marinaleda[2], es la siembra en ese campo de pimiento de piquillo destinado a la conservería. También hace falta limpiar uno de los pozos. Habrá que sacar decenas de espuertas llenas de lodo, que por la falta de mantenimiento  tapan las canalizaciones e impiden el aprovechamiento del sistema de riego. Hay otras tareas urgentes: regar los olivos recién plantados, para que aguanten los primeros calores, y terminar la instalación del sistema de goteo en el huerto, donde ya están brotando hileras de lechugas, matas de tomate y  judías verdes casi a punto de trepar por las cañas de bambú que les servirán de tutores.

La autoalimentación del grupo de jornaleros y sus familias es el primer objetivo. Pero también tienen proyectos productivos más ambiciosos, como los pimientos de piquillo y otros. “Esta  tierra  puede dar trabajo a decenas de compañeros y compañeras”, dicen los del SOC.

La finca

El cortijo Somonte es una finca de 400 hectáreas (40 de las cuales son de regadío) propiedad de la Junta de Andalucía, el gobierno regional dirigido por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sin interrupción desde las primeras elecciones después de la muerte de Franco, celebradas en 1982. En los últimos meses, la Junta ha decidido poner a subasta unas 20 mil hectáreas, adquiridas por aquellas fechas, pero nunca puestas a  disposición de los pueblos. Esa clase de compras sólo pueden  efectuarlas empresas inversionistas o ricos terratenientes en una región donde la concentración de la propiedad es mayor después de 30 años de gobierno socialdemócrata que antes de la segunda República[3].

La ocupación de la finca Somonte, la víspera del día previsto por la Junta para la subasta, es la respuesta popular a una situación escandalosa: más de 32 por ciento de la “población activa” andaluza, más de un millón de personas, está desempleada. La miseria y el hambre se están extendiendo. Mientras tanto, aristócratas y capitalistas propietarios de los inmensos latifundios se dedican -según los lugares- a cultivos para la exportación[4], a la caza o la cría de toros de lidia, o bien a producciones hipermecanizadas de trigo o girasol, fundamentalmente destinadas a cobrar las subvenciones de la “Política Agrícola Común” de la Unión Europea[5]. Son unos cultivos que no dan trabajo a la gente. En cambio, subrayan los jornaleros, “la puesta en riego de estas tierras nos daría de comer a todos y acabaría con el problema del desempleo”.

Especulación, mecanización y el conjunto de las políticas económicas y sociales aplicadas por los distintos gobiernos (tanto de derechas como de izquierdas) que han tenido Andalucía y España en los últimos decenios han acelerado el éxodo rural. Se ha creado una situación de grave dependencia y verdadera alienación en materia de trabajo, vivienda, alimentación. La pérdida de la autonomía alimentaria de la población, máxime en regiones de ricas tradiciones agrícolas, muestra hasta qué punto el sistema capitalista es capaz de destruir memoria, conocimientos elementales y demás manifestaciones de la cultura popular, como son el buen cultivar y el buen comer, el trabajo comunitario y otras.

Pero en Andalucía no todos se han dejado llevar por la resignación y la sumisión al “nuevo orden” de las cosas. Ya a finales de los años 70, los jornaleros de Marinaleda, organizados en el SOC, abrieron un camino que, si bien no fue seguido en otros lugares del país, sigue mostrando una alternativa concreta de vida con más justicia y dignidad para el pueblo.

La tierra pa’ quien la trabaja

Los jornaleros de Somonte necesitan y exigen “otra cosa que las limosnas del subsidio agrario otorgado por las autoridades, unos 420 euros mensuales que sólo puedes cobrar durante seis meses si justificas un mínimo de 35 jornadas trabajadas”. Reclaman tierra y trabajo.

Esta exigencia se basa en una cultura ancestral de respeto y amor por la tierra, aspiración a la justicia social, a la destrucción de las cercas y cárceles levantadas por las clases aristocráticas, la  monarquía, la iglesia, los partidos políticos y el estado al servicio del capitalismo de ayer y de hoy.

De vez en cuando,  durante el trabajo de recogida de los cantos rodados, una copla surge del pecho de uno de los jornaleros: “Tan solamente a la tierra / le cuento lo que me pasa[6]”. En los momentos de pausa, o después de la comida, salen de las bocinas de un carro estacionado en el patio de la finca unas sevillanas reivindicativas del grupo de Morón Gente del Pueblo: “Por las playas de Almería / nacieron claveles frescos/ sembraos con la semilla / del joven Javier Verdejo[7]/¿Hasta cuándo compañeros/ seguiremos aguantando?”

Al reafirmar que la tierra es para quien la trabaja, los y las de Somonte expresan una evidencia  a la vez histórica y actual, local y universal. Exponen una condición central, urgente e ineludible del caminar de la humanidad hacia su posible emancipación. A causa de una fe ciega en la técnica y la industrialización, así como en la pretendida neutralidad del estado y la ciencia, las clases populares y trabajadoras han olvidado y despreciado a menudo la necesidad de conservar o retomar el control sobre la tierra, el terruño, el territorio[8].

“La tierra no se compra ni se vende. Es como el agua, el aire, es de todos y para todos. La propiedad es un robo”, exclama Lola Álvarez, responsable del SOC para la provincia de Córdoba, y una de las más activas entre los que ocupan Somonte.

“Esta tierra es de nosotros, no la vamos a entregar. Hace 30 años que no trabajaba una cuadrilla en ella. Si nos echan, volveremos. Hasta que entiendan que lo que queremos es vivir aquí, trabajar, y que nos dejen en paz”.

En Palma del Río, el pueblo vecino, hay 1700 jornaleros en el paro. “¿Qué ha hecho este gobierno para cambiar las cosas? Nada, y ahora está queriendo privatizar más tierras.”

Apoderarnos de los medios de producción

Hace unos años, en México, con motivo del lanzamiento de la Otra Campaña, los voceros del EZLN llamaron a los pueblos del mundo a “apoderarse de los medios de producción”. Y es de suponer que al hablar de medios de producción, los zapatistas no aludían a las fábricas de armas,  maquiladoras textiles, centrales nucleares y demás producciones masivas de objetos nefastos y/o inútiles[9], sino, en primer lugar, a la tierra para comer, vivir y relacionarnos en condiciones de dignidad, justicia y libertad.

Este llamado de los zapatistas ha sido compartido y retomado por muchos individuos, comunidades y pueblos en el mundo (como recientemente lo recordaba una compañera francesa a propósito del valle del Aguán en Honduras).

Pero en Europa, y en general en los países llamados “desarrollados” o “avanzados”, esta reivindicación ha desaparecido casi por completo. Por acá se sigue a menudo soñando con “cambios revolucionarios” que desembocarían en un  reparto de las riquezas, sin preocupación acerca de cómo y dónde se encuentran estas riquezas. En primer lugar, cómo y dónde se consiguen los bienes esenciales que son nuestros alimentos, la energía, las medicinas, la educación.

Solidarios

Llegan unos jóvenes de Córdoba, traen herramienta para trabajar y unas treinta gallinas con dos gallos. En seguida, un grupo empieza a ampliar el gallinero. Se platica un rato, se  intercambian teléfonos, noticias y abrazos, por supuesto.

“Justicia”

Los jornaleros son convocados por una jueza en Posadas, a unos 20 kilómetros. Hay una denuncia presentada no por la Junta de Andalucía, sino por un señor que los acusa de “invasión,  desobediencia y otros delitos”. La jueza decide el desalojo.

En los días siguientes, desestimará el recurso presentado por el abogado del SOC contra esta orden. La Guardia Civil sigue patrullando dentro y fuera de la finca, y trata de intimidar a los jornaleros, para que abandonen “por las buenas” el lugar.

Sin embargo, tal como manifiesta el comunicado número siete de los ocupantes de Somonte, siguen llegando “apoyos y mensajes de todas partes de Andalucía, pero también del País Valencia, Catalunya, Euskal Herria, Extremadura, Madrid, Castilla La Mancha, Aragón, de los pueblos de Alemania, Francia, Suiza, Canadá, Brasil, México, Colombia, Ecuador, Argentina, luchadores del MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, de Brasil), de Chiapas, organizaciones como el 15M, Huertos Urbanos, CGT (Confederación General del Trabajo), EQUO, los Comités de Apoyo de Granada, Córdoba, Málaga, todos los medios de información revolucionarios: Radio Televisión de Marinaleda, Tropycal TV, Damia Caro Mark Bellido, Alberto Almansa, Televisión de Écija, etcétera”.

Desalojo

El día 26 de abril, a las 6 de la mañana, elementos de la Guardia Civil desalojan brutalmente a los ocupantes. Varios de los represores llevan ropa y camuflaje de los antiterroristas.

Las protestaciones y denuncias llegan de toda Andalucía, contra este gobierno que pretende ser de izquierdas, ahora con la participación de Izquierda Unida (el Partido Comunista y los Verdes) junto al PSOE.

Y recuperación

La noche siguiente, un centenar de jornaleros, hombres y mujeres, entran por sorpresa en la finca y la reocupan. “Si nos vuelven a echar, regresaremos, las veces que sean necesarias. Somonte es pa’ quien la trabaja, es de nosotros, los jornaleros”, dicen. Y esta gente jornalera es gente de palabra, hace lo que dice.

Llamaron a una concentración de solidaridad para el primero de mayo, con fiesta, música y comida colectiva. Por teléfono nos informaron que fueron más de 1500 personas.

Es importante difundir, apoyar y tratar de seguir el ejemplo de las y los jornaleros de Somonte.

A los jornaleros les trajeron un chivito recién nacido, rechazado por su madre por no se sabe qué razón; quizá porque la pobre cabra no podía alimentar a todos los que parió. La suerte de los animales es bastante parecida a la de muchos humanos. Las jornaleras lo cuidan con mucho cariño, y el chivo empieza a recuperarse, pese a los pronósticos desfavorables de todos los “expertos” que vimos, apenados, como se arrastraba y era incapaz de levantarse cuando se caía. Lo llamaron Somonte, y nos dijeron “claro que va a tirar pa’lante, como todos nosotros”.

Las últimas noticias de Somonte son que, a pesar de que todavía cojea, ya brinca.


[1]En Andalucía las matanzas perpetradas por los franquistas tras su victoria alcanzan cifras alucinantes: por ejemplo,  fueron encontrados 53 665 cuerpos, enterrados en 648 fosas comunes. La inmensa mayoría de las víctimas eran campesinos y jornaleros, castigados por su histórica reivindicación de la tierra.

[2]En 1979, tras una larga lucha, con ocupaciones, desalojos y nuevas ocupaciones, los jornaleros de Marinaleda consiguieron apropiarse la finca El Humoso, que «pertenecía» al Duque del Infantado. La puesta en marcha de una planta conservera ha permitido dar trabajo a cientos de trabajadores de este municipio de la provincia de Sevilla, que desde entonces se ha convertido en una experiencia única en Europa de autogestión y alternativa económica, basada en la propiedad colectiva de la tierra y demás medios de producción. En Marinaleda se construyen casas mediante el trabajo comunitario, lo que ha permitido ampliar el derecho de uso de una vivienda digna y barata.

[3]Según el parlamentario por Málaga Antonio Romero, «en Andalucía, en el año 1930 5 mil 400 fincas tenían una superficie de tres millones trescientas setenta y siete mil quinientas quince hectáreas, el 43,24 por ciento de las tierras de Andalucía, y en los años 90, 5 mil 980 fincas cuentan con una superficie de 4 millones 181 mil 873 hectáreas, el 55,05 por ciento del total de tierras agrarias que hay en Andalucía, que son 7 millones 595 mil 609» (carta dirigida en febrero de 2008 al presidente andaluz Manuel Chaves – http://www.larepublica.es/spip.php?article9611) .

[4]Aceite de oliva, fresa, hortalizas bajo invernaderos, cítricos y algodón son los principales monocultivos de exportación. Emplean una mano de obra inmigrante, más barata y dócil que los jornaleros andaluces.

[5]Según Antonio Romero, los latifundistas se llevan el 80 por ciento de estas subvenciones.

[6]El cante jondo refleja, lo mismo que la veneración por la naturaleza y la expresión profunda de los sentimientos humanos, una esperanza viva por una vida mejor y la justicia social.

[7]Javier Verdejo, de 19 años, fue asesinado en 1976 por la Guardia Civil cuando estaba escribiendo en una pared las palabras « Pan, tierra, libertad ».. La versión oficial fue que el arma del guardia se disparó sola… « «Pan y Trabajo, siempre se escapa el tiro pa los de abajo, que mala pata no les saliera el tiro por la culata», escribió un poeta andaluz.

[8]Leer los artículos escritos y publicados en La Jornada, en junio de 2007, por Andrés Aubry.

[9]De esos lugares que llaman fábricas o plantas, algunos podrían ser transformados para un uso humanamente sostenible, aunque la mayoría de ellos sería preferible desmantelarlos y transformarlos en lo que merecen: museos del horror.

Publicado el 07 de mayo de 2012

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