La ausencia de garantías e ilegalidad con la que se construye los regímenes políticos y económicos capitalistas, están consolidados en el caos como estrategia y la violencia como táctica, lo que se expresa en un sinfín de formas. Las crisis financieras han marcado el momento actual en algunos países capitalistas europeos y en Estados Unidos, pero en nuestra América Latina la estrategia del capital está encabezada por el despojo en sus múltiples dimensiones. Las formas de despojo se particularizan de acuerdo a los contextos de cada uno de nuestros pueblos, y hacen evidente que no sólo el sistema capitalista se encuentra en crisis, pues estos tiempos también trastocan a la izquierda y sus diversas vías son discutidas por todo el mundo.
En México, la crisis de la izquierda está cruzada por el surgimiento de muchas formas de acción cuyos antecedentes se pueden rastrear por toda segunda mitad del siglo XX, sobre todo con énfasis en la lucha del Consejo Nacional de Huelga en 1968 -que persiguió una democracia que se extendiera mas allá del discurso, o en el peor de los casos que no fuera pervertida por la burocracia estatal. Hoy día, hay una izquierda que en aras de resguardar algunos espacios democráticos concede a las bases burocráticas y corporativas de la partidocracia el mote izquierda, y otra que ha podido arrebatar espacios autónomos a este régimen; no obstante, ha sido perseguida y criminalizada, al mismo tiempo que se asedia a la sociedad civil en su conjunto con asesinatos, desapariciones y un sinfín de violaciones a sus derechos humanos; incluso Javier Sicilia (integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad) mencionó: ¡no estamos ante formas del delito, sino ante formas totalitarias con poder de fuego, con poder de cobrar impuestos, de sometimiento y conquistas de territorio y nadie está tomando en cuenta eso. Ya no sabemos dónde comienza el crimen y dónde comienza el Estado!. (Hernández Alcántara, La Jornada de Oriente, 10 de octubre de 2013)
A lo mejor no hemos logrado comprender lo heterogéneo de las expresiones de inconformidad que se gestan en estos tiempos, o la espacialidad de las luchas sociales, quizá simplemente nos empotramoso en ideologías políticas que no logramos cruzar en el tiempo y el espacio, para hacer una análisis histórico más consecuente con nuestros tiempos, o simplemente el caos del sistema en el que estamos inscritos deja inconcluso ese cruce.
No podemos mencionar todos los ejemplos de criminalización de la protesta social que se dan en estos tiempos pero trataremos de esbozar, con algunos de ellos, la tarea que nos convoca. Vale decir que el resurgimiento y declive por la búsqueda de un México democrático marcó nuestro andar; vimos resonar a México con un levantamiento armado que le arrebató al Estado tiempo y espacio en 1994: el levantamiento armado del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). La sonoridad de sus voces marcó el resurgimiento de muchas formas de lucha, y a partir de ahí intuimos que el camino de la revolución es en realidad un cúmulo de pequeños senderos que confluyen. La lucha estudiantil de 1999 en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la aparición del Consejo General de Huelga generaron una nueva visión democrática al movimiento estudiantil, con lo que resurgieron las luchas reivindicativas, que pasaron de una exigencia a una práctica cotidiana; para el 2001 el despertar de las luchas campesinas nos mostró el inicio de la intensificación del despojo territorial para beneficio del capital.
Fue en el municipio de Atenco donde se puso fin a las expropiaciones sin cuestionamientos, donde la tenacidad de las acciones de los pobladores de esas comunidades obligó al gobierno a dar pasos atrás, donde la lucha social logró uno de sus triunfos más emblemáticos. La Marcha del Color de la Tierra, esfuerzo democrático que impulsó el EZLN ese mismo año, propuso mientras andaba, un nuevo camino para la lucha, caminar haciendo, y luego se hizo evidente la imposibilidad de dialogar con el Estado. Se evidenció ante la Cámara de Diputados que no hay diferencia entre ideologías partidistas, pues todos desconocieron Los Acuerdos de San Andrés; a la par, la izquierda entendió la necesidad de crear en la acción alternativas al capitalismo; la lucha por las autonomías continúa hoy, ya no sólo en territorio zapatista.
La intensificación del caos y la violencia como estrategia.
La violencia de Estado puede correr por la venas de nuestros pueblos todavía con más intensidad y en nuestro andar llegamos a la conclusión de que el neoliberalismo, en este momento histórico, se juega la vida, y México es el país elegido para demostrar que este régimen económico y político funciona a pesar de las críticas, los debates y su declive, sobre todo a pesar de la contradicción entre un régimen económico neoliberal y un régimen político democrático. Consideramos que esta característica nos deja ver la crisis del sistema, pero como ya sabemos, éste vive de ellas y su rostro puede cambiar sin dejar de desplegar lo necesario para continuar su sobrevivencia.
La cortina de humo que fabricó Calderón en su sexenio nos hizo vivir, sentir y oler cotidianamente la violencia coordinada entre el narcotráfico y el Estado. Esta cortina, más real que de humo, no deja espacio para evidenciar la intensificación de la criminalización de los movimientos sociales, así como la persecución sistemática de sus integrantes, las desapariciones forzadas y la creciente violencia que se infringe a la sociedad en general. En fin, los mexicanos hemos sido el botín en guerra contra el narcotráfico y los luchadores hemos sido víctimas de una táctica silenciadora muy efectiva.
2006, el declive de los espacios de manifestación
El 2006 fue un año álgido y lleno de desgaste para un movimiento social que se particularizó y creció por todo el territorio; pero fue también un año de avances prometedores; las andanzas del delegado Zero nos dejaron en claro que por lo menos en una parte del territori,o la lucha social cimbraba propuestas que si bien no para todos fueron las más claras, abrieron el panorama de la izquierda para entender de viva voz ese otro mundo posible; al tiempo que el Frente de Lucha por el Socialismo nos mostró lo importante que era dejar a un lado la agenda estatal para crear desde nuestras trincheras agendas de lucha propias. En otros senderos nos vimos confrontados, violentados y malheridos.
El Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de Atenco (FPDT) se convirtió en un referente regional, nacional e internacional por la forma particular de solidaridad con la que se caracterizaron. El 2 de mayo de ese año, este movimiento social se solidarizó con unos floristas de Texcoco, a los que el síndico de ese municipio les quiso prohibir la venta en las afueras del mercado de ese municipio. El FPDT junto con los floristas, logró que el síndico acordaran con ellos dejar que vendieran sus flores al día siguiente, un día en el que los floristas reciben muchos clientes que llegan de todas las comunidades de la región para comprar, con la enflorada de La Cruz y las visitas a las casas de los compadres. Es el festejo de la Santa Cruz, una tradición que tiene mucha relevancia en la región.
El 3 de mayo algunos integrantes del FPDT y los floristas se presentaron a la cita y al contrario del acuerdo, encontraron rodeado el mercado por más de 500 granaderos. Se inició una discusión para que los floristas pudieran poner sus flores y esta terminó con el acorralamiento a los compañeros en una casa, de donde fueron sustraídos violentamente y detenidos como delincuentes. Los pueblos del municipio de Atenco reaccionaron a la injusticia, cerrando la carretera Texcoco Lechería y exigiéndole al gobierno que liberara a sus integrantes y a los floristas. Lo que siguió fue una escalada de la estrategia de represión que el Estado preparó para estas comunidades. Los días 3 y 4 de mayo de ese año televisaron en cadena nacional la represión que marcó este periodo, con un saldo de más de 200 detenidos, entre pobladores de la comunidades y organizaciones adherentes a La Otra Campaña que acudieron al llamado de solidaridad que se les solicitó en uno de los eventos que llevaron a cabo en la Plaza de las Tres Culturas, ese día.
Más de 30 mujeres de las 47 detenidas fueron violadas. Entre el 3 y 4 de mayo fallecieron Javier Cortés de 14 años, originario de San Francisco Acuexcomac, Atenco y Alexis Benhumea, universitario y adherente a La Otra Campaña. Las casas de los atenquenses fueron cateadas, a muchos de los detenidos los sacaron de alguna de ellas, el pueblo de San Salvador Atenco y la comunidad de San Francisco Acuexcomac fueron sitiados por policía municipal, estatal y federal.
Las graves violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado mexicano al llevar a cabo esta represión fueron constatadas por muchas instancias nacionales e internacionales, pero ningún autor material ha sido castigado. Entre los autores intelectuales de esta represión se encuentra Enrique Peña Nieto quien detenta, hoy día, la titularidad del poder ejecutivo en México, quien siguió aplicando la misma estrategia con otras comunidades del Estado de México durante el periodo que fue gobernador de esta entidad, como es el caso de la comunidad de Amomolulco, Lerma, donde los campesinos fueron sacados por policías federales con lujo de violencia para después entregar sus terrenos a la Universidad Autónoma Metropolitana.
La estrategia represiva que se vivió en Atenco configuró para el Estado un camino, cada una de las tácticas empleadas en aquel momento y sus diversas características fueron planteadas con la finalidad de enviar distintos mensajes hacia los movimientos sociales. Se castiga con toda la fuerza del Estado a quien se atreva a defenderse ante la injusticia social, económica o política. Esto generó en principio un despliegue de solidaridades que, ante la violencia y la impunidad, se vieron obligadas al repliegue. Se impuso un estado de terror que descontroló y paralizó, se guardó en la memoria y se convirtió en freno para la acción política, a la par que la policía llenó cada vez más los espacios de manifestación; poco a poco vimos como crecieron en número los cercos, cada vez más cotidianos; el miedo en el recuerdo incluso nos acercó a pensar que nuestras acciones eran capaces de propiciar el ataque.
Y el fraude electoral vino de nuevo y con él una ola inmensa de inconformidades nacieron; por un lado la izquierda llamó a no dar más un voto a la estructura, como un llamado a la organización en respuesta a una campaña mediática que cerraba las posibilidades de participación política al voto electoral; las campañas: Si no votas, cállate y Tu rock es votar captaron la atención de gran parte de la clase media. Y por otro se incitó a la organización en torno a la configuración de una elección amañada; Andrés Manuel López Obrador, sentado por un lado en la idea de la posibilidad de darle claridad jurídica al proceso y por otro en su triunfo de facto, comenzó la convocatoria a un movimiento que bajo la defensa de los preceptos de la democracia representativa logarae justicia en términos electorales y sociales.
La movilización y la capacidad organizativa de distintos y extensos sectores se hicieron evidentes durante el plantón que llenó Reforma; sin embargo, la cabeza del movimiento mantuvo sus expectativas centradas en una llana exigencia que no permitió nunca a sus bases rebasar la discusión o su capacidad de movilización; esto quedara expuesto durante las manifestaciones ante la toma de posesión de Calderón, cuando las bases llamaban a avanzar hacia San Lázaro, mientras Obrador concluía la permanencia en el Zócalo capitalino.
La izquierda abrió la discusión sobre el fraude electoral en más de un sentido, por lo menos una fracción bajo la idea de poder desde las filas obradoristas: gestar entre las bases un proceso de autodeterminación. Se adhirió de lleno a las movilizaciones; mientras otros decidieron no engordar las filas de un movimiento que consideran a todas luces partidista y se mantuvieron al margen, cuestionando el devenir de las mismas. En este camino muchos terminaran por asumir el proyecto obradorista como la única vía posible y construyeron lo que se convirtió en MORENA (Movimiento Regeneración Nacional), fundado bajo las bases de la democracia representativa.
Un Estado completo se enfrentó al poder de forma contundente, sin vestigios previos de organización más allá de la sindical apareció en Oaxaca: la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) y con ella una lucha que se extendió en solidaridades por todo el país, pero sobre todo sentó la duda sobre la viabilidad de una lucha de masas como estrategia; ahí nos reencontramos con la ocupación como método, lo imperante de la creación de medios libres, pero también con la defensa como necesidad; las calles se llenaron de barricadas ante la represión que orquestó el gobierno de Ulises Ruiz en contra el plantón magisterial en el centro de la ciudad, poco a poco el grito Ulises ya cayó se extendió por todo el estado; la necesidad de una forma de organización avanzó en tono asambleario, mientras la toma de medios y la extensión de las barricadas se extendió.
Para noviembre del 2006 una nueva embestida estatal se alistó y con ella, se prepararon las solidaridades de rostros cubiertos; la cuidad ardió en llamas bajo un operativo que nos sonó demasiado familiar; y de nueva cuenta el pueblo alzó la mano y luchó hasta el cansancio por salir adelante ante la embestida; el saldo se calculó en una veintena de muertos y cerca de medio centenar de detenidos.
Entramos en desgaste, la realidad nos avasalló y los duros golpes a los movimientos sociales nos tucieron tambaleantes, pero no muertos; comenzó en el 2007 la ardua labor de reconstrucción, aún con nuestros compañeros presos de Atenco y Oaxaca, entre otros; aun con el sabor de la sangre entre los dientes, los fuegos de lucha no cedieron el camino; si bien es cierto la estrategia de terror fue contundente, el Estado comenzó a marcar una línea de la que hasta ahora somos presas; no estar de acuerdo volvió a ser un crimen evidente, no es que lo haya dejado de ser alguna vez; sin embargo el Estado aprendió rápido a centrar nuestras fuerzas, buscando y propiciando los arrestos para menguar o desviar la fuerza de las movilizaciones; trampa en la que una y otra vez nos encontramos.
Parece que centramos nuestro análisis en algunos movimientos sociales, mucho aconteció en los siguientes años. Además del reacomodo de las luchas que mencionamos, otros movimientos se gestaron en el camino y algunos triunfos arrebatamos, como la liberación de todos los presos políticos de Atenco en el 2010, la conformación del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, el espejo de Okupa Wall Street, luchas sindicales como el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM;) luchas ecologistas, la conformación de autonomías; pero también vimos con claridad esta estrategia con el caso del municipio autónomo de San Juan Copala; en el 2009 vivimos la poca capacidad de reacción que el movimiento social tenía, el asesinato de Betty Cariño y Jyri Jakola nos indignó en demasía, pero las manifestaciones en las calles no fueron contundentes, ya no eran los tiempos en donde la sociedad civil se levantaba toda para repudiar las masacres de Acteal y Aguas Blancas; la intentona de una caravana por la paz, menguada por la intervención partidista, no permitió que la solidaridad escalara a otros niveles de acción y aún hoy la comunidad de San Juan Copala se encuentra desplazada; esto nos hace pensar en términos de solidaridad y apoyo, más que en los procesos internos y el desgaste que la propia comunidad ha tenido durante este tiempo.
Para el 2011 se intensificó el asedio a las comunidades indígenas zapatistas por la estrategia paramilitar, y las comunidades en su conjunto libran en estos tiempos el despojo que se impone. Las luchas contra las termo e hidroeléctricas, así como las concesiones mineras, se intensifican mientras se abre el telón ante un rostro nuevo del neoliberalismo; la configuración territorial como parte fundamental de las comunidades, como gestora de vida, se pone en riesgo y ante ello la movilización se agudiza; comienza a ser cada vez más claro que la lucha social debe implicar la defensa de la tierra y sus recursos, ante la intensificación de la mercantilización de los mismos.
No perdemos de vista que en todo el país los movimientos sociales han padecido la pérdida del derecho a manifestarse, la táctica marcada es el miedo; los ecologistas han sufrido asesinatos impunes, las organizaciones de derechos humanos son cuestionadas y señaladas, en general la injusticia se asoma por todas las ventanas y la ilegalidad es el piso en el que se asienta.
Una ráfaga en medio del andar a contracorriente.
Un trágico silencio nos fue llenando la garganta; la amenaza de la entrada de Peña Nieto al poder nos volvió la voz de tajo; nos vimos obligados a reestructurarnos ante un triunfo criminal, pues criminal es quien lo ostenta; también nos vimos sentados frente a la memoria pensando el devenir de un Estado que mostró las garras en el 2006 y luego tuvo la desfachatez, sabiéndose juez y juzgado, de aceptar el crimen y pedir disculpas; como si la injusticia pudiese borrarse de tajo. En este contexto nace una nueva experiencia organizativa que evidencia el proceso electoral amañado, el movimiento YoSoy132, que si bien no perdió nunca la superficialidad del discurso sobre la democracia representativa, ni intentó crear un proceso de discusión que cuestione al Estado por sí mismo, logró fuera de las universidades gestar un camino de organización popular, tal es el caso de Xalapa o Ciudad Neza, que se mantienen a pesar de la dispersión de su fracción universitaria, que acabó engrosando por lo menos parcialmente las filas del movimiento universitario dándole un nuevo aliento.
Los tiempos modificaron el tipo de accionar, y en México, el 1 de diciembre nos lo puso en la mesa. No hemos tomado en cuenta que hay una discusión sobre la reacción y acción de las luchas anticapitalistas que rebasa nuestras fronteras, mientras las confrontaciones con el Estado se intensifican por todas partes; sin embargo esta se encuentra aún sin un cauec. Entender hacia donde caminan hoy los diferentes movimientos sociales nos obliga a tomar esta discusión de frente.
¿Qué tan anarco es lo anarco?
Es una pregunta que nos señala más a nosotros que a los grupos de autodefensa. Parece que damos por hecho, como los medios masivos de comunicación han estipulado, que ninguna otra identidad política es tan poco sensata como para llamar al uso de la violencia liberadora; es también ingenuo por parte de la izquierda, ya que no hace referencia a la adscripción política sino al método. Damos por sentado tres enunciados peligrosos: en principio que las manifestaciones pacíficas no cuestionan o enfrentan al Estado, como si el derecho a la libre manifestación no implicara más que la capacidad de negar y no fuera en el fondo una reivindicación de lucha; juramos y perjuramos que tan solo en la anarquía es válida la defensa y lo más temible de todo es que le hemos quitado su cualidad de teoría y práctica revolucionaria. Hemos avanzado la idea de que una piedra es una provocación naturalmente creada para germinar la represión y pareciera que olvidamos nuestro propio discurso.
Tanto la izquierda como los medios de comunicación masiva hacen un trabajo arduo ensañándose con quienes eligen el ejercicio de la violencia como práctica revolucionaria, sin siquiera entender donde se sienta teóricamente este discurso; ya Lenin dijo sin emplear la violencia contra quienes detentan los instrumentos y órganos del poder, no es posible librar al pueblo de sus opresores (Tomo IX, pp.322); el uso de la violencia legitima o liberadora no es una práctica primigenia y única del anarquismo, como tampoco es una práctica incendiaria sin sentido o nueva, en todo caso. A principios de nuestro siglo se comenzó a abrir y estructurar la idea de un Bloque Negro, cuyo nombre se sienta no en un teoría, sino en una práctica y procedimiento logístico frente a la violencia del Estado; la idea es del todo simple, práctica, coordinada y contundente; busca en principio hacer de la manifestación una masa sin rostro, pero también y sobre todo proteger el legítimo derecho a la manifestación; se enfrenta a la policía y los símbolos del capital (transnacionales, grandes consorcios) arrancándoles el monopolio de la violencia y abriendo espacios de ocupación en las calles, que en principio nos pertenecen, no al Estado; así mientras la avanzada se mantiene en la defensa de los espacios, la retaguardia se manifiesta bajo otros esquemas de lucha; es decir, puede verse una división clara que es coordinada, que se mantiene por seguridad de todos los frentes.
La violencia del Estado no se encuentra tan sólo en el derramamiento de sangre; es también violencia el hambre, despojo, la mercantilización de la vida, ilegalidad e indiferencia ante las demandas de las injusticias que provoca; frente a ello, la revolución aparece en el estómago, como una expresión de rabia y hartazgo, como una necesidad emotiva ante la injusticia que se enfoca y se discute. Qué sentido tiene avanzar hacia una pared de dos metros de metal que le corta el paso a manifestación, cómo impedir a la digna rabia surgir, mientras las estaciones del metro se detienen para seleccionar arrestos, mientras las manifestaciones se encapsulan y se sofocan; mientras el derecho a la manifestación va desapareciendo en una estrategia clara y sistemática.
La organización se vuelve imprescindible, pero también el respeto y la evidente necesidad del trabajo de cada frente ante la incesante provocación; esto no pudo quedar más claro durante la manifestación del 2 de octubre, donde los manifestantes no tuvieron nunca control del lugar donde estaban, y fueron arrastrados sin tregua por una valla policiaca que definió el camino de la manifestación e incluso su dureza; pero mientras esto pasaba la izquierda hizo su parte, segregando, rompiendo y señalando; y es que en el fondo lo menos preocupante es que los medios de comunicación o el Estado hagan la labor de persecución y desprestigio de toda una teoría y práctica revolucionaria, esa es ya su táctica, lo grave está en que las organizaciones y movimientos sociales concedamos fuerza al argumento y en la práctica terminan siendo un señalamiento distractor que propicia la avanzada de las detenciones ilegales y el desconocimiento de facto de los presos de conciencia. Y son presos de conciencia porque fueron detenidos ilegalmente, la mayoría de las ocasiones retirándose de la manifestación, documentando visualmente las detenciones arbitrarias, en una acción política o a personas que no participaban de esta. Permitimos el atropello de unos cuantos por suponer que los derechos del resto de los manifestantes quedarán intactos.
También podemos leer en los actos de los núcleos de autodefensa falta de organización y diálogo, pero es una responsabilidad mutua asumir la discusión y la acción en términos prácticos; no podemos seguir obviando la necesidad de organizarnos en un ambiente donde seamos capaces de entender que ningún acto de revuelta es ciego o inútil. La simple ostentación de poder o derroche de dinero por quien nos explota es una provocación para quienes sufrimos las consecuencias de ambas (K. Towish, Hagamos el Vándalo); pero también donde podamos asumir nuestra responsabilidad y evitar la cerrazón, entendiendo que hoy más que nunca la autodefensa en un elemento clave en la defensa de nuestros derechos.
No son pocos los ejemplos que muestran que esto es posible. Alrededor del mundo los Bloques Negros avanzan en perfecto orden, respetando y protegiendo a los manifestantes que optan por la vía pacífica, y estos a su vez dan cabida y protección a los bloques; abren espacios que se nos van negando, generan la revuelta frente a una etapa del capital en el que el ejercicio de la violencia lo fortalece, pues al minimizar las voz de pueblo puede avanzar libre de trabas.
Es nuestra labor desmitificar la acción directa, entender que es una forma de lucha más y que tiene su razón de existir, es también nuestra labor saber hacer acuerdos, saber generar la organización necesaria para no tener que pagar una fianza más, y abandonar al miedo que nos orilla a entregarle al Estado a nuestros compañeros, obligándolos a ellos también avanzar en su propio proceso de discusión y a generarla en cada sector que se encuentren. No hay una razón única en el camino a la revolución, nuestra formas no pueden ser nunca más las impuestas por el sistema, como no puede serlo nuestra agenda de trabajo ni el tono de nuestras discusiones.
A partir del primero de diciembre se nos obliga a mirar cada forma de lucha a detalle, por un lado por la presentación directa de una convocatoria por parte de un Bloque Negro a avanzar a la ofensiva en una manifestación cuya dureza, buena organización y capacidad fueron evidentes; es simple, sabíamos a lo que íbamos y estábamos preparados; la retaguardia magisterial nos regaló sustento y el avance unificado nos mantuvo fuera de las garras del Estado; de este ejemplo debemos comenzar a tomar el cauce, en un sentido, comenzando a obligarnos a diseccionar nuestra realidad, así como nuestras acciones y nuestros argumentos políticos para comenzar a llegar a acuerdos. Los infiltrados son un tema aparte, debemos entender que nuestros compañeros no son los provocadores, que la provocación viene por parte del Estado y la infiltración en los movimientos debe discutida y menguada con la mayor de las precauciones. Aprender a ubicar la infiltración, sin caer en la paranoia y erradicarla de nuestros contingentes, tiene que ser una labor cotidiana.
Ningún gobierno estará nunca dispuesto a dejar avanzar las resistencias. La manifestación es un derecho que debemos comenzar a tomar, no podemos seguir sumidos en la confusión y el miedo, como tampoco podemos permitir que sean ellos los que elijan dónde y cuándo podemos cimbrar con nuestras voces la realidad; es tiempo de asumir que nos hemos equivocado, pero también es tiempo de avanzar de nuevo. Cabe decir que no todos nuestros intentos han sido fallidos, mas allá del primero de diciembre, nuevos grupos y viejas estructuras comienzan a cuestionarse la organización y tomar parte de la misma, bajando la información desde el templete y buscando acrecentar la practica cotidiana de la democracia, en términos logísticos y teóricos.
Pongámoslo claro, es un error suponer que hay provocadores, no son manifestantes, la provocación viene del Estado, se presenta ingenuo suponer que nace en nuestro tiempo; ya en los sesentas el Consejo Nacional de Huelga exigióla desaparición del cuerpo de granaderos. Vayamos mas lejos explicando que la provocación viene en distintos matices, ya sea con policía de civil infiltrado, señalando a quienes deberán ser arrestados, ya sea haciendo teatro que después utilizarán los medios al momento de señalar a los participantes como vándalos y hoy como anarquistas; como si ser anarquista no fuera una digna identidad, una teoría revolucionaria cimentada en la práctica. La provocación puede venir directamente, entre las vallas que señalan el camino, que niegan el paso y fronterizan las calles, o en la ofensiva directa contra los manifestantes.
Mientras caemos en el error de normalizar la actividad policiaca durante las manifestaciones, perdemos de vista que el no defender nuestro derecho de libre transito está intrínsecamente relacionado con la represión que se germina tras los escudos, sin darnos cuenta que la presencia policial es por si misma un acto represivo; en el camino parece que volteamos la realidad prostituyendo una teoría política y asumiendo el papel del Estado al señalar y acusar.
En México la acción directa en el marco de la autodefensa, no es algo que haya aparecido de pronto durante las manifestaciones del primero de diciembre; habremos de recordar que la se practicó en Atenco (2006), Oaxaca, cimbró Guadalajara, Monterrey y Cancún, creció ante la declaración de guerra por parte de los Estados Unidos a Irak e hizo correr a la policía; atacó los símbolos del capital durante la marcha del 2 de octubre del 2003; la lista podría ser interminable, la pregunta sería entonces ¿qué diferencia aquellas acciones de las del 1 de diciembre, 1 de septiembre o el 2 de octubre de este año? Lo que nosotros sospechamos es el señalamiento en una doble vía.
Creemos que la ausencia de una discusión política se encuentra en los dos polos y el único que se beneficia es el Estado. Un sin fin de imágenes circulan en la red, mientras los medios en una especie de victimización constante reducen el accionar de los manifestantes a una especie de brutalidad sin sentido que se ejerce contra los pobres policías, obviando el ataque y amedrentamiento a la población, a los defensores de derechos humanos y a los medios libres.
Las detenciones se dan en marcos de ilegalidad, es cierto, pero en este punto pareciera que perdimos el rumbo, nos centramos en el pago de fianzas que por un lado pareciera poner en duda la ilegalidad de las mismas y de facto aceptáramos que nuestros compañeros son criminales, minimizando la lucha política por los presos que son, de conciencia; así mientras se nos criminaliza abierta y llanamente a través de los medios de comunicación los sectores en lucha hacen lo propio. Es increíble que nos veamos en la necesidad de defender a regañadientes a nuestros compañeros, mientras ser estudiante, anarquista, y criminal se nos vuelven sinónimos.
Equiparar la violencia del Estado con los grupos de autodefensa, aún con la falta de una discusión política entre nuestras organizaciones, es tanto como concederle a estos gobiernos represores el derecho a delinquir y en un futuro nuestros espacios de manifestación.