Progresismo en Colombia: ¿Sin proyecto de comunicación?
En los últimos días de enero un nuevo “escándalo” resonó a través de los megáfonos de los medios masivos del país en contra del gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez. Esta vez la bomba mediática se enfocó en el contrato que el gobierno progresista otorgó a la influencer Laura Daniela Beltrán Palomares, más conocida como “Lalis”, una mujer que se dedica a crear contenidos en redes sociales para sus miles de seguidores y que en medio de la campaña electoral apoyó abiertamente la propuesta progresista.
La denuncia evidenció dos contratos que sumados dan alrededor de 13.360 dólares para la influenciadora en un periodo de tiempo de 13 meses, por asesorar y manejar estrategias comunicativas para la red de TikTok de la Agencia Nacional de Contratación Pública @colombiacompra (1). Así mismo se denunciaron millonarios contratos a diferentes empresas supuestamente cercanas al gobierno por producir videos de menos de un minuto o realizar cinco cuñas radiales (2).
Una situación preocupante, pues, aunque deja entrever que al interior del progresismo lo que está funcionando es la política del amiguismo (algo “normal” y que sucede siempre al interior del Estado para gobernar), no se está pensando realmente en un proyecto comunicativo que trabaje con la seriedad que el momento histórico demanda en pos de iniciar un verdadero cambio de régimen político y cultural en el país.
Estamos a punto de cumplir 6 meses del progresismo en Colombia y aún no se trazan pistas de una estrategia comunicativa que permita conectarse con el conjunto de la sociedad. Lo que se impone principalmente hoy como mecanismo de comunicación son los mensajes a través de Twitter, pues gracias a su inmediatez, esta red social les permite a los funcionarios escribir breves mensajes para “informar” lo que va ocurriendo en la institucionalidad, así mismo sirve como medio para defenderse de ataques, desmentir mensajes, entre otros aspectos de la política del día a día.
Mientras esto ocurre, todos los medios masivos se enfilan con un discurso que ataca permanentemente al gobierno y va creando una matriz de opinión que desgasta el proceso progresista y a la sociedad misma. No hay que olvidar el monopolio de medios que existe en Colombia, donde en 2015 la investigación “Monitoreo de Propiedad de los Medios Colombia” desarrollada por la Federación Colombiana de Periodistas (Fecolper), con el apoyo de Periodistas Sin Fronteras Alemania, aseguraba que tres grupos económicos concentraban el 57 por ciento de la audiencia de radio, prensa e internet, mismos grupos que además son propietarios del sector financiero, agroindustrial, infraestructura, comercial, entre otros elementos que los hacen constituirse como el poder real en Colombia (3).
Ante esta realidad, si el gobierno progresista cree que confiando ciegamente en influenciadores de redes sociales o trinando cada día en Twitter va a lograr contener los ataques de los medios masivos, no va a materializar una estrategia de comunicación que se conecte con el conjunto del país, está muy equivocado y evidencia su falta de comprensión de lo que es un proyecto comunicativo.
Algunas personas dirán que ya se está trabajando en la propuesta de Ley de medios para apoyar/dar pauta a los medios alternativos y comunitarios, algo que oxigenaría de alguna manera a las experiencias comunicativas populares a lo largo y ancho del país. Sin embargo, no se trata solo de dar pauta y democratizar algunos recursos del Estado para mantener y potenciar la comunicación alternativa y comunitaria.
El reto está, cómo bien lo deja claro el artículo del Periódico desdeabajo “Comunicación al día, el reto”, en constituir un programa comunicativo de punta para adentrarnos en una nueva época, donde el primer paso implicaría la reestatización de la empresa nacional de telecomunicaciones, la cual debería ampliarse en sus funciones y articularse al ministerio de ciencia y tecnología, para así liderar la investigación y producción en múltiples aspectos como el software de punta que permita dejar atrás la dependencia a Microsoft, Apple y otros, así mismo, este proyecto debe apostarle a una política aeroespacial con el propósito de producir satélites y colocarlos en órbita y así progresar en la soberanía política comunicacional.
Al mismo tiempo que se debería avanzar en este sentido, Colombia necesita hoy un proyecto de comunicación que informe lo que sucede en el gobierno pero que no sea solo para hacer propaganda, aplaudir y decir que todo está bien, al contrario, necesita plantear una mirada crítica de lo que se está haciendo, siempre propositiva, que visibilice las necesidades de las comunidades en las diferentes regiones del país, pero al mismo tiempo que anime la cultura, avive los saberes populares, indague sobre las raíces culturales y tradicionales de los pueblos, escudriñe en los significados y fortalezca la colombianidad y las diversas identidades de lo que somos como país, pero también como continente al que pertenecemos como un todo.
La comunicación hoy realizada desde el gobierno pareciera estar pensando únicamente en el país político, dejando de lado esa conexión que se ligue a ese país nacional del que hablaba Gaitán. País al que no se puede ver como un simple espectador, sino al que se le debe invitar a participar, crear, imaginar contenidos, así como vincularle a las decisiones de los rumbos que debe tomar Colombia, que se encuentra entre la bisagra de vivenciar un nuevo ciclo, o de retornar al país de los dos siglos de desigualdades, empobrecimiento y miseria.
Indudablemente la fuerza que tuvieron Petro y Francia en medio de la campaña, que encendía el sentimiento popular y la esperanza del cambio, se están perdiendo. El tiempo pasa y las expectativas tan altas de transformación que se tenían en medio de la contienda electoral se van diluyendo y el gran apoyo popular parece irse apagando, pues aún el gobierno no se siente en las calles y más bien pareciera estarse fosilizando en las paredes de los edificios del Estado, mientras las calles que afloraron la esperanza se van llenando de dudas, incertidumbres y desilusiones ante la falta de mecanismos de participación real, democráticos, decisorios y cotidianos en barrios y veredas para trazar y proponer los rumbos que debe tomar el país.
El tiempo es joven en el actual gobierno y aún es posible rectificar y construir un proyecto de la mano de las comunidades. La comunicación es fundamental para avanzar en el nuevo país que se quiere construir y los medios alternativos son un pilar fundamental para esto, sin embargo, muchas veces lo que se percibe es que el gobierno mira con desprecio su quehacer, pues ni siquiera son capaces de responder a las cartas donde se solicita alguna entrevista con los ministros, presidente o vicepresidenta.
Sin duda, el tema comunicativo tiene muchas puntas y va mucho más allá del gobierno. Pues también implica proyectar, discutir y construir un espacio de articulación de todas las experiencias de comunicación popular, comunitarias y alternativas, donde se deje a un lado el egoísmo y no se piense únicamente en beneficios individuales.
Notas
- Ver hilo de twitter que desató el revuelo mediático: https://twitter.com/Danielbricen/status/1617311204531228679
- Aunque no es el objetivo de esta columna, vale la pena mencionar que si bien las denuncias de los contratos otorgados a las empresas son realmente escandalosos, los medios masivos se dedicaron a dar eco al contrato de la influenciadora, algo realmente poco escandaloso pero calculado políticamente, pues en realidad “Lalis” estaría ganando alrededor de 1.030 dólares mensuales por manejar redes sociales, un trabajo que en el mundo contemporáneo se ha valorizado cada vez más y sirve de base fundamental para cualquier empresa, político o artista, quienes seguramente ofrecen salarios mucho más altos mensualmente.
- Ver informe en: http://www.monitoreodemedios.co/
Felipe Martínez
Sociólogo caminante y periodista popular, integrante del periódico desdeabajo y del colectivo Loma Sur.