Notas sobre el referéndum en Cataluña
El referéndum de Cataluña del 1 de octubre ha suscitado opiniones encontradas y debates a lo largo y ancho de Europa y del mundo. Por un lado se han visto figuras de dudosa respetabilidad, como el racista italiano Matteo Salvini, líder de la formación política Liga Norte, la cual renunció al secesionismo hace años para abrazar la xenofobia y el lepenismo a la francesa, apoyando el nacionalismo catalán y las tendencias proteccionistas. También los secesionistas vénetos han mirado con mucho interés al proceso y se han hecho presentes en esta ocasión. De este lado “derecho” del espectro político una parte de la burguesía local persigue los intereses económicos y políticos típicos de los grupos fundadores o promotores de los Estados-nación independientes en la historia europea.
Tras una eventual separación de España, la lucha del “lado izquierdo” del espectro político contra la desigualdad social y los problemas que el sistema capitalista genera debería seguir igual, pero en el marco de otro Estado nacional. De hecho, también las izquierdas en muchos países han sostenido el derecho a decidir del pueblo catalán, con base en el principio de autodeterminación de los pueblos y en la historia de la misma comunidad autónoma.
Esta postura ha sido reforzada por la actuación burda y violenta de un gobierno central derechista, el del PP de Mariano Rajoy, que es débil, vive de apoyos parlamentarios precarios, es un “ejecutivo de minoría” y no supo evitar la escalada del conflicto. Asimismo, la Generalitat catalana presidida por Carles Puidgemont ha ido radicalizando sus posiciones, fuerte de la represión gubernamental central y de los errores sistemáticos del adversario.
Los conflictos son positivos, fisiológicos, sanos en una democracia, incluso cuando hay momentos de “ilegalidad”, como el referéndum para la independencia de Cataluña al que hemos presenciado. Formalmente será ilegal, como en Madrid no se cansan de repetir, pero finalmente bajo el punto de vista de las luchas democráticas y por su valor simbólico y reivindicativo es más que válido y, por parte de sus promotores, fue llevado a cabo pacíficamente. Sin embargo, la jornada terminó con casi 900 personas heridas y una exposición de brutalidad policial que “forzó” a los otros líderes europeos a condenar la actuación del amigo Rajoy. A éste nunca le ha faltado el apoyo o el silencio condescendientes de los otros líderes europeos y de la misma Comisión UE que no ha expresado opiniones al respecto. Ahora, tras el voto, simplemente se condenan las violencias, pero sin dar entrada a las reivindicaciones independentistas.
En 2010 el Tribunal Supremo español con una sentencia cerró las puertas a una opción federal o plurinacional como sucede en otros países, además la crisis global arremetía justo en esos años contra la endeudada economía española, a la cual Cataluña aporta el 19% del PIB. Así las formaciones independentistas crecieron. En 2014 hubo otro referéndum consultivo que no desbordó en una crisis política tan profunda, pues no fue vedado e impedido con la fuerza como pasó en el fin de semana pasado. Un gobierno débil recurre más al uso de la represión, como vimos.
Muchas acciones que en la historia fueron, en algún momento, ilegales han contribuido, con el paso de los años, a ampliar las herramientas del mismo sistema democrático. Quizás la mayoría de la población catalana no esté de acuerdo con la separación de Madrid, pero un dato cierto es que la mayoría (cerca del 75%) sí está de acuerdo con que todos puedan ejercer el derecho a decidir y que se pueda planear un voto referendario pactado y vinculante una vez por todas. También el partido de izquierda Podemos, que prefiere que Cataluña se quede con España, se ha expresado a favor de que el pueblo catalán pueda decidir. Parece ser ésta la apuesta de la Generalitat que se la juega en dos frentes: en el interno, frente a un gobierno débil que ha perdido legitimidad, y en el externo, como propuesta frente a Europa.
En efecto, las regiones con empujes secesionistas como Flandes, Escocia o Cataluña por lo general anhelan la independencia o niveles crecientes de autonomía económica y política, pero quieren ser miembros de la Unión Europea. Quieren estar con Bruselas, pero no con Madrid o Londres, e inclusive este argumento, por ejemplo en el caso de Escocia, se vuelve central en las campañas electorales. En Escocia los referéndums se realizaron de manera pactada con Londres y ganó el “no”, pero en caso de ganar el “sí”, la UE no tendría problemas en incorporar al nuevo Estado escocés que surgiría. Sin embargo, en el caso catalán, no se puede afirmar lo mismo, pues el voto no ha sido pactado con Madrid y ha sido vedado por el Tribunal Supremo, lo cual le resta legitimidad, también a nivel internacional, y pone en entredicho la relación con la UE. Para conseguir un nuevo referéndum vinculante, el parlamento catalán, que está considerando medidas tras el resultado del voto del domingo (más del 90% de los votantes dio preferencia al Sí, a la independencia), podría dentro de pocas horas utilizar un arma de presión contundente como es la Declaración Unilateral de Independencia. Por su lado, Rajoy, frente a una posición de ese tipo, tendría dos caminos: la negociación, quizás con mediaciones europeas, o bien, usar más represión, como lo ha hecho torpemente hasta la fecha por miopía política. Por lo tanto ya empezó consultaciones con todas las fuerzas políticas. Nos queda por ver si prevalecerá la necedad o el diálogo.