México y Chile: la voz de sus estudiantes en movimiento

Loreto Bravo e Isabel Sanginés Franco

Ciudad de México y Santiago de Chile. Entre los grandes problemas estructurales de América Latina, agravados hoy por las políticas neoliberales de los últimos 30 años y por el ascenso de gobiernos radicalmente conservadores, está el de la exclusión educativa.

Cada año, a través de diferentes mecanismos de exclusión, miles de jóvenes que buscan ingresar en las aulas universitarias son rechazados de éstas; y, en caso de lograr su acceso, debido a la pobreza, injusticia y desigualdad crecientes, son obligados a abandonar sus estudios antes de terminarlos, coinciden estudiantes de México y Chile.

Ante esta situación, los jóvenes levantan con fuerza su grito de ¡Ya basta!, con el cual se organizan y exigen que se respete su derecho a la educación. Recuperando la memoria histórica y con la alegría festiva que los caracteriza, salen a las calles. Enarbolando la lucha por la educación, cuestionan la totalidad del modelo socio-político y económico vigentes y construyen propuestas para transformarlo; se solidarizan con otras luchas y movimientos, y al final se forman a sí mismos y en colectivo mediante la lucha social, la resistencia y la imaginación.

A continuación, presentamos los testimonios de vida de dos estudiantes que luchan en los extremos norte y sur de América Latina: Alejandra, estudiante chilena que participa en la toma de su liceo y en las movilizaciones estudiantiles que desde hace más de tres meses exigen al gobierno de Sebastián Piñera, una reforma integral a la educación superior que garantice el fin del lucro y la gratuidad. Y Diego, estudiante mexicano integrante del Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior (MAES).

Diego: “Hasta donde tengamos que llegar con el MAES y con el movimiento estudiantil para cambiar nuestro país”

Aunque ya no soy rechazado, sigo luchando con el MAES[1], y hasta donde lleguemos, pero con la esperanza de que vamos a lograr cada vez más. También tengo una cuestión más personal, así, victimariamente hablando, y es recordar y pensar todo lo que sufrí, la desesperación cuando no podía pasar el examen. No quiero que nadie sufra eso, ¡es súper cabrón! Pienso que eso no lo tiene que vivir nadie.

Mi nombre es Diego del Ángel. Tengo 20 años y gracias a la lucha que damos en el MAES soy estudiante de Diseño y Comunicación Visual en la UNAM. Nací en el municipio del Higo, un municipio muy pequeño al norte del estado de Veracruz, y desde que era muy pequeño mi familia decidió emigrar a la ciudad fronteriza de Matamoros, Tamaulipas. Mis padres se convirtieron en obreros de las maquiladoras y yo estudié, siempre con muy buenas calificaciones, la primaria y la secundaria en escuelas públicas.

Ya para la preparatoria decidí inscribirme en la que, se decía, era la mejor escuela de la ciudad, una prepa privada perteneciente a la Universidad de Valle de Bravo. Fue difícil estudiar ahí por las colegiaturas y nuestra situación económica de obreros, pero me gustaba y además tenía mucha ilusión de entrar a la universidad, así que le eché un chingo[2] de ganas. Pero ya conociendo la escuela, me di cuenta que en realidad no era tan buena y más que eso, no era lo que yo quería, no cumplía con mis expectativas, pero ¿qué hacer? Donde vivía no había ninguna otra opción. Era ahí, en la mejor universidad privada de Matamoros o ingresar a un Tecnológico; de la Universidad Autónoma de Tamaulipas sólo existe, en Matamoros, la facultad de enfermería y no me interesaba esa carrera.

En esas circunstancias, empezó mi búsqueda. Primero pensé en Monterrey. Con otros compañeros empezamos a planear irnos juntos a estudiar a la Universidad Autónoma de Nuevo León, así que ahorramos y nos fuimos a Monterrey a ver las carreras y conocer la universidad. Ya estábamos decididos: ¡nos iríamos!, pero desafortunadamente los compañeros no terminaron la preparatoria, unos por cuestiones económicas y otros académicas.

Seguí investigando universidades y un día, navegando por la red, me encontré con la UNAM, así que pensé: “voy a entrar a la UNAM porque es la mejor universidad de América Latina y por su nivel académico”, eso lo descubrí en internet.

Era diciembre de 2007 cuando terminé la preparatoria y decidí venirme a la Ciudad de México. No contaba con el apoyo de mis padres, que además de no tener dinero, no querían que me saliera de casa, así que tenía dos meses para trabajar, ahorrar y llegar a presentar mi examen de admisión en febrero de 2008.

Trabajé en una paletería y logré juntar como tres mil pesos. Con ese dinero, a los 17 años, y un día antes del examen llegué al Distrito Federal, literalmente “a la viva México”. Ahorita lo cuento muy fácil, y en realidad se me hizo fácil, les dije a mis papás: “no pues, ya me voy” y me fui. Estando acá, comenzaron los problemas. Pensaba que lo tenía todo planificado y lo primero era, con el dinero que traía, buscar casa, pagar un mes de renta y buscar trabajo. Pero resultó que las rentas baratas del D.F. eran lugares no muy gratos, cuartitos chiquitos, de un metro y medio por tres y con camas de cemento por ejemplo, y en zonas bien feas. Esa fue la primera piedra.

De un día para otro estaba solo, sin familia y sin conocer a nadie. Llegué a la central del norte y lo primero que hice fue ir a buscar el lugar donde al día siguiente iba a presentar el examen, no quería llegar tarde. Me tocó en la UVM[3] de Tlalpan, fue bien difícil encontrarla porque estaba bien norteado, cuando iba hacia el sur creía que iba hacia el norte y cosas así. Estaba perdido en el D.F. pero al final logré ubicar el lugar y ya más tranquilo decidí irme a buscar casa. No encontré. Pensé en un hotel pero no podía gastarme el varo[4] que traía así que regresé a la terminal de autobuses. Esa noche dormí ahí. A las cinco de la mañana me fui hacia la UVM a esperar la hora del examen.

Fue mi primer intento para entrar a la universidad. Estaba seguro que me iba a quedar: el examen se me había hecho súper sencillo, desde chiquito había sido de los mejores en la escuela, acababa de salir de la prepa y me acordaba de todo, pensé que me iba a quedar y estaba seguro que en junio empezaba la universidad.

Los primeros meses no era fácil estar acá, los cambios eran fuertes: vivir solo, hacerme de comer, lavarme, estar trabajando, pero principalmente extrañaba a mi familia. Yo había dicho: “¡pues chido[5]! me voy a vivir solo a los 17 años y va a estar bien chido”, pero no era fácil, sobre todo sentimentalmente. Llamaba a mi mamá y le decía que los extrañaba y ella me decía que regresara, pero mi ilusión era quedarme y estudiar.

Al poco tiempo conseguí trabajo en un restaurante. Hacía de todo, me tocaba en la cocina, de mesero, en los teléfonos y me pagaban como 800 o 1000 pesos al mes más unos 300 de propinas[6], y con eso vivía.

Llegó el resultado del examen y fue uno de los primeros golpes bajos, y bastante duro. No me había quedado. Fue terrible, lo primero que hice fue llamar a mi mamá, estaba al borde del llanto pero con la mentalidad de volver a intentarlo. Ya más tranquilo pensé: “no importa, voy a hacer el examen de junio y me voy a quedar”, eso es lo que le dije a mi familia.

Me había pegado fuerte no entrar y más aún porque me fue muy mal en el examen. Solo había obtenido 52 aciertos, era muy bajo y pensaba: “si sólo fueran cinco seguro en junio quedo” pero eran muchos más, ni siquiera había llegado a los 60[7].  Nunca pensé que fuese a salir tan mal, pero así fue y no entendía por qué. De mi generación de prepa sólo habíamos terminado 15, y yo con nueve punto cuatro, con el mejor promedio. Venía con la autoestima a todo lo que da y ahora “el súper bajón”. Con todo, me propuse hacer el examen de junio.

Seguí trabajando y, para animarme un poco más con la idea de entrar a la universidad, tomé unos cursitos de cine, bien malos, pero me sirvieron para mejorar mi estado de ánimo. Hice el segundo examen y con él llegó el segundo golpe. Igual de fuerte que el primero, la misma depresión, la misma frustración, el mismo “bajón”, pero las mismas ganas de volver a intentar. Llamé a mi mamá y le conté que otra vez no me había quedado, pero que iba a volver a intentar y, que esta vez, había decidido empezar con un curso para preparar el examen[8], a partir de octubre.

En febrero de 2009, y después de haberme preparado mejor con el curso, hice el tercer intento en la UNAM.  Para esa fecha ya conocía la UAM, así que también presenté ahí el examen. En realidad, ya eran cuatro intentos. En el politécnico[9] no lo intentaba porque no me agradaba ninguna carrera. Yo llegué queriendo estudiar Comunicación y ya estando acá e investigando los programas de las carreras, decidí que quería Diseño y Comunicación Visual. Así, los primeros dos intentos fueron para Comunicación, el tercero para Comunicación Social en la UAM y el cuarto para Diseño y Comunicación Visual en la UNAM, por el área de audiovisual, multimedia y fotografía principalmente.

En este cuarto intento, ya estaba yo bastante frustrado y desesperado. Con ese estado de ánimo fue que a la salida del examen me encontré a los chavos[10] del MAES, estaban volanteando y tenían un pequeño mitin, con un sonido bien chiquito, me acuerdo bien. Escuché sus argumentos y que dije: “¡a güevo[11]! es justo lo que está pasando, es justo por lo que no me estoy quedando y pues tenemos que hacer algo, yo no vine acá para quedarme trabajando de mesero, tengo que entrar a la universidad”. Así, hice hasta lo imposible para ir a la asamblea de la Facultad de Ciencias a las 12 del día del sábado siguiente.

Esa fue mi primera asamblea del MAES, escuché los argumentos, las estadísticas, los números y comencé a meterme con todo al movimiento y a bajarle a la chamba[12], a decir a mis jefes ¡No! Siempre que me pedían quedarme (antes me explotaban bastante, siempre cubría tiempo extra y estaba ahí desde las ocho de la mañana hasta las 11 de la noche los siete días de la semana) y a meterme en broncas[13] en el trabajo por asistir a las asambleas de los sábados.

Me involucré mucho en el movimiento desde el principio, me metí a la comisión de diálogo y todos los viernes tenía que ir a las reuniones a prepararme para las discusiones con las autoridades. Un día, yo sin internet ni nada, propuse a la asamblea la creación de la comisión de comunicación: “¿y qué les parece si armamos el face, el hi5?” ¡Y que se aprueba!, y las empezamos a manejar entre todos.

Eso me jaló un chingo al movimiento, que me escuchaban, que lo que proponía se discutía y si la asamblea lo acordaba se hacía. Era bien chido estar un lugar donde eras parte de la discusión, tus propuestas contaban, te escuchaban, se discutían y si estábamos de acuerdo se aprobaban, y si no, pasábamos a otras propuestas. Fue lo que en gran parte me animó a seguir en las movilizaciones. Claro, más toda la argumentación: los 150 mil excluidos del 2009, los treinta años sin aumento de matrícula, y todo eso.

No sólo empecé a ir a las movilizaciones y asambleas, también empecé a asistir a los cursos que imparte el CEM[14] en la Facultad de Ciencias así que tuve que cortar con el trabajo. Empecé a cubrir sólo mi turno laboral de ocho de la mañana a cuatro de la tarde, y encima pedí permiso de salir a las tres todos los días para llegar al curso y prepararme. Puedo decir que los jefes comprendieron y me apoyaron en eso, claro ya no me pagaban tiempo extra, así que tenía sólo lo justo para vivir, empecé a ganar como 500 pesos más unos 300 de propinas.

En junio de 2009 hice mi quinto examen, me sentía mucho más preparado pero además me sentía tranquilo, porque sabía que si no alcanzaba el puntaje necesario, estaba con el movimiento y podía seguir luchando. En esa ocasión fue cuando alcancé más aciertos, 71 fue mi máximo. ¡Era un chingo de 52 la primera vez a 71!, pero para mi carrera se necesitaban 94 aciertos así que seguía 23 abajo.

Esa vez ya no me deprimí, ya había estudiado el tema y sabía que el examen era injusto para la clase social de la que yo venía, con padres obreros, con la formación que traía de las escuelas de provincia. Mi mamá estudió la primaria pero no la terminó, se quedó en sexto y mi papá estudió la secundaria, de mi familia sólo algunos tíos llegaron a la prepa[15]. Pero aún así, creo que esta terquedad por estudiar me nació por el impulso de mis papás. Desde que era chiquito ellos se sentían orgullosos de mí cuando sacaba mis diplomas, en las reuniones familiares mi papá los presumía y eso me daba pena pero también mucho gusto.

Por eso fue muy fuerte, ya estando en la Ciudad de México, darme cuenta que siendo de los mejores promedios en provincia en realidad estaba en el nivel académico promedio de los del D.F., de los que sacan siete, de los de ocho. Mi primera reacción fue pensar que tenía que estudiar más para el examen, y hasta mi quinto examen, esa fue mi idea: “lo que hay que hacer es estudiar”. Hasta que me fui preparando con la comisión de diálogo y empecé a entender, a darme cuenta de cuál era la problemática y por qué era tan importante hacer algo, y por qué no nos teníamos que quedar cruzados de brazos. Primero, claro, era la cuestión personal: yo vine a la Ciudad de México a estudiar, a salir adelante, a ser el primero en la familia en terminar una carrera.

Pero en segundo momento yo sabía que Diseño y Comunicación Visual, e incluso Comunicación que era mi segunda opción, no eran carreras ofertadas por las autoridades al movimiento. Lo interesante de esta idea es que te das cuenta de que no vienes por ti, sino por todos los compañeros. Mi tercera opción se volvió Derecho, no es lo que yo quería, no me gustaba. Cuando salí de mi casa, venía con la idea de hacer televisión, esa era mi formación y la tele era mi máximo. Bueno, la cosa es que te das cuenta que hay un chingo de banda que estamos aquí, que vamos a hacer algo y que vamos a entrar a la universidad, aunque sea a otra opción. Empiezas a ver por los demás así que iba a aceptar Derecho y más siendo de la comisión de diálogo pues la banda te echa porras cuando sales de las negociaciones: ¡Cámara Diego! ¡Échenle ganas, tienen que salir con un acuerdo! Con los comentarios de la asamblea e ir a la mesa de negociaciones yo pensaba: “tenemos que lograrlo y lo vamos a lograr”.

La lucha del MAES en el 2009 fue bien difícil. Las autoridades se negaban siquiera a sentarse a negociar, así que en la asamblea algunos compañeros propusimos la huelga de hambre. Ya en el 2008 se había hecho pero me parece que sólo fue un día o dos, así que nosotros, estábamos bien seguros de que proponiendo la huelga de hambre íbamos a lograr firmar los acuerdos de este año[16].

Fuimos alrededor de 50 compañeros los que estuvimos en huelga de hambre y entre esos éramos como ocho los que estábamos en la comisión de diálogo ¡y ahí nos veían en las negociaciones sin comer!, el primer día ni agua, ni gomitas, cuando entramos, todos los que estaban afuera se olvidaron de nosotros ¡la sufrimos!, pero ya al día siguiente, nos llevaban nuestras gomitas cada que nos tocaba. Fue todo lo que comimos durante cinco días.

Fue una experiencia bastante fuerte, sabes que estás poniendo en riesgo tu salud, tu integridad física y que si empiezas no puedes terminar hasta lograr el objetivo, pero estábamos con todas las ganas. Hicimos muchas cosas que nos alentaban a seguir, fuimos a la embajada de Cuba, estuvimos en la ONU, en la UNESCO, y después de cinco días de huelga de hambre ¡por fin se firman los acuerdos! era el momento en que todo el esfuerzo valía la pena. Cuando salimos de la SEP[17] lloramos, gritamos,  y rompimos la huelga de hambre con un caldo a las cinco de la mañana.

Era momento de pensar en las becas, en la oferta de carreras que dan las autoridades para estudiar y en qué íbamos a elegir cada uno de nosotros. Ese año se logró el acuerdo de ampliar la oferta de carreras, pero cuando empezamos a pasar a elegir no lo habían aplicado. Entonces justo cuando a mi bonche[18] le iba a tocar (que era el segundo o tercero por que los que habíamos estado en huelga de hambre pasábamos primero), decidimos parar: “no seguiríamos entrando hasta que las autoridades abrieran más opciones” y entonces cumplieron el acuerdo y abrieron más carreras: dos de Comunicación, dos de Diseño y Comunicación Visual y dos de Relaciones Internacionales. A mí y a otro compañero nos tocaron las becas de Diseño y Comunicación Visual, fue bien emocionante. ¡Por fin iba a entrar a la universidad y a la carrera que yo quería!

En la etapa fuerte del movimiento y la huelga de hambre sí dejé el trabajo, sin embargo como literalmente me explotaban y no les convenía perderme, me dijeron: “vete a lo que tengas que hacer y regresas cundo ya puedas”. Así que después de una semana sin trabajar, entrándole bien fuerte al movimiento, en chinga en todas las movilizaciones del MAES, y después de elegir carrera, regresé a trabajar y era bien difícil porque después de todo el entusiasmo, de todas las ganas, toda la fuerza fue duro regresar a la vida cotidiana. Me dio nostalgia, una como depresión post victoria y pensaba ¿y ahora qué?, ¿cómo le voy a hacer para continuar en la escuela?

Una semana después entré a clase y pensaba: “no la voy a hacer, mi carrera es bastante cara”, tenía que comprar una cámara fotográfica análoga, comprar un compás de 500 varos, comprar un escalímetro, total, un chingo de material bien caro y yo sin trabajar, o trabajando pero ganando bien poquitillo. Me dio el bajón y pensé que no lo iba a poder hacer, incluso pensé en salirme, pero pues después de tanta lucha mejor decidí tratar, si no lo lograba por lo menos me quedaría en el intento, pero afortunadamente salió, me endeude un chingo, creo que aún debo mi cámara pero se la debo al FONACOT[19] así que no me siento culpable.

Con la beca entré a la Universidad Insurgentes, incorporada a la UNAM. En el primer semestre saque ocho punto nueve de promedio y estaba bien emocionado así que pensé en esforzarme más para el segundo semestre, sacar nueve punto uno y así alcanzar el nueve. Pero no pude, el agotamiento me venció.  Iba a la escuela de siete de la mañana a tres de la tarde, tenía diez materias inscritas, luego a las cuatro de la tarde entraba a trabajar y salía a las 11 de la noche y de ahí llegaba a mi casa a hacer las tareas. El primer semestre no dormí, le eché un chingo de ganas,  pero el segundo ya no pude, era tanto el agotamiento que me quedaba dormido al hacer las tareas y no siempre lograba levantarme para llegar a las siete a la escuela. Aún así, no reprobé ninguna materia y logré ocho punto seis de promedio.

Empezaron las movilizaciones de 2010 y fue bastante fuerte, pues ese año murió Higinio, el compañero que nos enseñó a tener más conciencia. Fue un golpe durísimo, nosotros teníamos un año de conocerlo pero la experiencia que habíamos pasado con él era, y sigue siendo, muy valiosa. Era un compañero que nos jalaba, que nos orientaba en cómo hacer las cosas. Sus enseñanzas fueron bien importantes. Una vez, cuando propusimos la huelga de hambre en el 2009, un compañero lo quiso provocar: “Oye, ¿por qué proponen la huelga de hambre, qué vas a hacer tu?”, e Higinio le respondió: “Yo me pongo en huelga de hambre también”. Nosotros lo empezábamos a conocer y estábamos sorprendidos de que se fuera a poner en huelga de hambre con nosotros. Al principio nos emocionó mucho, pero después nos preocupamos y tratamos de convencerlo de que no lo hiciera. Pensamos ¿y si se enferma y no puede ayudarnos en la mesa de diálogo? Pero pues él ya lo había decidido.

En el 2010, cuando él estaba enfermo nos llamó un día, a mí y a otros compañeros y nos dijo: “Diego, Marina… ¿no pueden ir a la SEP?, porque hay reunión y me siento mal, no puedo ir”. Y nosotros: “sí, sí claro, nosotros vamos a ir”. Después lo ingresaron al hospital y ya no salió, fue un desmadre[20], nos sentíamos bien mal y pensábamos, en el buen sentido: “pinche Higinio, nos jaló y se murió, nomás nos dejo aquí embarcados”.

Él ya estaba enfermo pero su preocupación era sacar el movimiento, sacar el trabajo, y eso nos hizo sentir más comprometidos. Decidí dejar de trabajar y me salí definitivamente para entrarle a la lucha con más fuerza, porque además pensábamos: ¡puta[21], y ahora que no está el compañero ¿cómo vamos a hacer?!”. Higinio era una presencia importante y las autoridades lo respetaban, sabíamos que el movimiento éramos todos, que la lucha la hacíamos todos, pero teníamos miedos. Al final sacamos adelante el MAES y ganamos los acuerdos.

Ahora, haciendo un balance de las condiciones políticas de ese año, tenemos que decir que nos favorecieron, era el año del bicentenario de la independencia y del centenario de la revolución y las autoridades no nos querían en las calles así que resolvieron bastante rápido. Lo más difícil de las movilizaciones era el dolor de la muerte del compañero Higinio pero lo logramos y eso nos hizo sentir bien porque los acuerdos de 2010 significaban que nosotros, los del 2009 íbamos a tener inscripción en la UNAM y que los del 2010 tendrían sus becas en las escuelas incorporadas.

Estábamos en reunión y comiendo en la facultad de ciencias, cuando nos empezaron a llamar de la rectoría de la UNAM. Llamaron a uno y el llanto, llamaron a otro y el llanto, y así uno por uno. Estábamos súper emocionados de en donde nos había tocado, y pues aquí andamos. Yo entré en la FEZ Cuautitlán, igual que mi otro compañero que obtuvo la beca en Diseño y Comunicación Visual.  El acuerdo era que teníamos que tener ocho de promedio como mínimo, ninguna materia reprobada y ser estudiantes regulares, y de los que entramos por el MAES en el 2009 lo logramos como 400 compañeros. Fue una victoria. También muchos se quedaron en el camino, algunos reconocían que fue porque no querían la carrera que les había tocado, o porque no les gustó la escuela a la que les enviaron, o porque les quedaba muy lejos, cosas absurdas.

Cuando ya tuve mi inscripción en Cuautitlán fue otro momento difícil, pensé: “Cuautitlán esta hasta la chingada”[22]. Pero pues ahí estoy, ya pasé al quinto semestre y además sigo involucrado y comprometido con la lucha por la educación. La lucha se ha convertido en parte de mi vida.

Ahora he bajado un poquito mi promedio, tengo 8.1 me parece, y he metido sólo 5 de las 10 materias que tengo que inscribir cada semestre, pero bueno, la idea es ir avanzando poco a poco, mi carrera es bien demandante en tiempo y en dinero y tengo que trabajar para mantenerme y pagar la escuela, que aunque es una ventaja no tener que pagar colegiatura, el material es caro y lo más caro es el transporte para llegar todos los días al Estado de México. Igual me he mantenido como he podido. Ahorita, por ejemplo, estoy desempleado y buscando una chamba no tan demandante así que he vivido del apoyo de mis papás, que nunca me han dejado de apoyar pero no me pueden mandar mucho y nunca me han podido mantener, tengo dos hermanos más pequeños y una hermana ya casada, pero son obreros, siguen trabajando en la maquila y ganan poco. También me sostengo con la solidaridad de la banda que conozco, por ejemplo, vivo en la casa de una amiga, apoyo con la luz, el gas, el teléfono y esos gastos, pero no pago renta. Y así cada semestre es pensar cómo lo voy a ir sacando, en que puedo ir trabajando y agarrar chambitas que no sean tan demandantes aunque me paguen poquito.

Ahora es mi tercer año en el movimiento, y aunque ya no soy excluido es bien emocionante estar con los compañeros e ir a volantear a los exámenes, contarle a la banda cómo fue que yo entré a la universidad, entusiasmarlos, decirles que no se trata de un problema de ellos, convencerlos, como me convencieron a mí, de que tenemos y podemos hacer algo, convencerlos de la necesidad y la responsabilidad que tenemos para transformar el sistema educativo de nuestro país, las estructuras de las políticas educativas de nuestro país. Hay que cambiar todo esto, no se trata sólo de luchar por el derecho individual a entrar a la universidad, sino de avanzar poquito a poquito en lo estructural. Lo hemos hecho, hemos ido avanzando y ganando terreno en muchos lados, hemos ido a tocar puertas y picado piedra para colocar en la agenda política del país el tema de la educación, eso sabemos que lo estamos logrando y que vamos avanzando, que ya mas compañeros estamos entrando a la universidad. Es algo bien chido seguir en la lucha y es difícil sacar la escuela, sacar la vida personal y sacar la lucha estudiantil, la lucha por la educación, si es difícil pero pues a pesar de eso aquí andamos, otra vez en el plantón frente a la SEP. Llevamos seis días y estamos cansados, sin voz, sin dormir, pero la banda está bien prendida y a todos nos queda bien claro que la lucha del MAES es la lucha por un problema social estructural y que vamos a transformar nuestro país. Que nadie va a decidir por nosotros si estudiamos o no y qué o en dónde. Eso lo decidimos nosotros.

Yo creo que esta lucha del MAES es tan importante como lo ha sido la de 1968, la de 1986 y la de 1999. Hoy somos nosotros los que estamos en las calles.  La cobertura de medios que tenemos ahora es bien chingona, en el año 2006, cuando empezaron los primeros compañeros todo el mundo les gritaba: “güevones[23], pónganse a estudiar”, pero el día de hoy nos respetan, nuestras declaraciones, nuestras demandas salen en los periódicos, y así dicen: “esto lo dijo el MAES”.

También es importante que nosotros, como MAES estamos con el movimiento social, aquí en la lucha uno hace conciencia de que somos una sociedad apática, en donde a la gente no le importan los problemas de nuestro país e incluso critican las marchas, las movilizaciones. Yo no tenía conciencia tampoco, estaba bien enajenado, pero participando te das cuenta de la realidad y de que hay que hacer algo. En el 2009, por ejemplo, nos tocó la lucha de Atenco, la liberación de los presos políticos, y ahí estábamos bien pendientes de los compañeros y te vas dando cuenta de cómo a los de abajo nos están chingando[24]. También ese año, después de nuestra lucha del MAES, viene el ataque al SME y nosotros seguimos organizados en el movimiento acompañando a los compañeros. De manera solidaria marchábamos como MAES.

En el movimiento cambia tu vida, cambia tu manera de ver las cosas, haces conciencia cuando sales a las calles, al verte, sí, en una primera instancia, afectado por una política de exclusión, pero con ganas de salir adelante y con ganas de transformar las cosas, de mejorar tu país. La lucha de los de abajo te cambia.  Ves de otra manera a los compañeros que salen a las calles, empiezas a ver que así como nosotros los estudiantes no estamos en las calles porque queremos y no somos güevones, los compañeros de Atenco no eran unos criminales por salir con sus machetes a las calles a defender sus tierras. Aprendes que el machete es su instrumento de trabajo, que lo que estaban defendiendo era su tierra; que los zapatistas están defendiendo su autonomía, su forma de organizarse y sus territorios.

La verdad es que yo nunca me imaginé pensando así, venía bien maleado. Yo pensaba: “acabo mi carrera, me pongo a trabajar y voy a ganar un chingo de dinero”. Ahora en cambio me veo en el futuro luchando y transformando lo que está mal, hasta donde tengamos que llegar con el MAES y con el movimiento estudiantil para cambiar nuestro país.

Para mis papás ha sido difícil escucharme y verme haciendo esto. Mi mamá me decía: “si ya entraste a la escuela ya no andes en esas cosas”, le da miedo, ella está lejos y ve lo que dicen los medios de comunicación que sólo muestran lo feo y las represiones. Pero ya me entienden más. Siempre que voy les explico, una vez le dije a mi mamá: “Mamá, ¿te acuerdas cuando te llamé la primera vez que no me quedé en la universidad, que casi lloras conmigo por teléfono? Pues justo eso es lo que estamos evitando, así como yo tengo ahora un lugar quiero que todo el mundo lo tenga”. Creo que mis papás lo van entendiendo y que están orgullosos de todo lo que hago, ahora cada que les llamo o voy a verlos me preguntan y yo les cuento todo lo que hicimos y ellos empiezan a abrirse a pesar de estar viviendo en provincia y estar bien maleados por la televisión, como yo estaba.

Alejandra: “Los estudiantes chilenos ¡no nos daremos por vencidos!”

 

Yo sé que vamos a lograr algo con esta movilización, por eso yo, en cinco años, me veo estudiando en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, estudiando lo que más me gusta, teniendo claro que yo, y muchas otras personas, sin importar la situación económica, vamos a poder estudiar. Me veo en un país donde la educación es digna y gratuita.

Yo me imagino siendo una abogada vestida de traje para ir a reuniones importantes haciendo lo que más me gusta que es llevándole la contraria a los demás. Lo he estado pensando mucho tiempo y me he visto defendiendo lo que me apasiona, el medio ambiente, la naturaleza.

Todos los años me voy al campo a ver a mi familia, disfruto la naturaleza y me destruye ver lo que está pasando hoy en día, que estamos perdiendo muchas áreas verdes porque están construyendo edificios, caminos, hidroeléctricas y cosas por el estilo. He ido de vacaciones a diferentes lugares, me gusta ir al campo donde no hay ciudad, donde lo único que hay es pasto, árboles, barro, esos lugares a los que vas y no regresas limpia, donde hay mucha naturaleza, donde no hay nada que contamine. Yo por ejemplo, soy de esas personas que dependiendo del lugar pienso que una tiene que ser de cierta forma, vestir de una cierta manera, pero no me gusta la idea de ser sólo de una forma, así como soy de la ciudad también soy del campo, me gusta ensuciarme y también me gusta andar arreglada.

Me llamo Alejandra Andrea Carrasco Malio, tengo 16 años y estudio en el Liceo Carmela Carvajal de Prat desde primero medio, actualmente estoy en tercero medio en el plan humanista[25].

Yo vivo en la comuna de la Florida en Santiago, actualmente vivo sólo con mi mamá y mi hermana mayor, mi hermana recién este año se tituló de Biología Marina porque a ella le apasiona toda esa área, mi mamá es paramédico en el Hospital Sotero del Río, y mi papá no está presente en el hogar, pero él es técnico electrónico, hace tres años que no vivo con él por problemas familiares.

Mi relación con mi hermana es buena, cuando yo era más chica nos peleábamos harto pero era porque tenemos una diferencia de edad de diez años, ahora no, de hecho ella me apoya en hartas cosas que yo nunca creí que me iba a apoyar, por ejemplo en mi decisión de estar presente en la toma del liceo todo el tiempo. Muchas de las niñas tienen problemas con sus papás, de hecho en la toma hay niñas que las han echado de sus hogares porque están todo el día acá, en cambio a mí, mi mamá y mi hermana me apoyan cien por ciento, de hecho mi mamá va a las marchas conmigo, ellas están todo el día apoyándome. Mi mamá esta orgullosísima junto con todos los demás de mi familia porque yo lucho por mis derechos, mi hermana también, no me han rechazado en ningún sentido. Mi papá al principio no, él decía que esta historia es cuento repetido pero ahora me apoya.

Cuando mis papás estaban juntos mi papá daba la plata para que mi hermana estudiara porque mi papá tenía un sueldo y podía costear esos gastos pero hubo un momento en donde mi papá tuvo que dejar de dar cierta cantidad de dinero, por problemas financieros entonces mi mamá tuvo que pedir un crédito[26] para que mi hermana pudiera terminar de estudiar, pidió un crédito de cuatro millones (ocho mil quinientos dólares) y hasta el día de hoy mi mamá sigue pagando, hoy la deuda aumentó a seis millones.

Cuando no estamos así como ahora en movilizaciones y no estoy aquí en el colegio, me gusta escribir, me gusta dibujar, me gusta tocar el bajo, siento mucha pasión por la música, soy demasiado variada porque me gustan muchos géneros de música, por ejemplo me gusta Silvio Rodríguez, Víctor Jara, Inti Illimani, Illapu, pero a la vez me gustan también grupos orientales, grupos de Estados Unidos, muchos grupos muy diferentes, por ejemplo me gusta la onda japonesa y todo eso, mi grupo favorito es The Gazette, es como rock, me encantan sus letras, la melodía.

Soy de esas personas que cuando le intriga algo lo van a buscar, y si tiene problemas, encontrará la manera de buscar una solución.

En este momento no estoy pololeando[27], estoy felizmente soltera, hace dos semanas estaba pololeando pero por todo el tema de las movilizaciones, la toma del colegio y la presión no tengo tiempo, por eso terminé con mi pololo, para mí esto está primero (la toma).

Dentro de la constitución sale escrito que uno por ser humano, por haber nacido en Chile, tiene el derecho a la salud y a la educación de calidad, por eso estamos exigiendo esto, el derecho a estudiar.

Mi historia de vida está muy influenciada por mis padres, porque mis padres desde jóvenes siempre han estado defendiendo sus derechos, mi mamá siempre se ha preocupado de estar activa frente a lo que le interesa. Durante la dictadura los dos estaban activamente en el movimiento. Así yo fui tomando conciencia, recuerdo que hace algunos años atrás yo ni siquiera sabía por qué salía a las marchas, yo lo único que tenía en mente era la cosa del pase escolar[28] y fue este año cuando me dije “Ya quiero ponerme al día, quiero saber” y me puse a estudiar, leí la constitución política las partes que menciona sobre la educación, leí los petitorios del movimiento, me puse a analizar todo y tomé una opinión concreta que fue que yo tengo que apoyar este movimiento porque yo en verdad estoy a favor y encuentro razón a todo lo que se está pidiendo.

Yo siempre he pensado que nosotras no tenemos que olvidar lo que pasó en la dictadura, una tiene que recordar y aprender de esa época, porque por ejemplo nosotras ahora no estamos en una represión como en la dictadura, entonces no es lo mismo, por eso siento que ahora nosotros como pueblo chileno que ya no estamos en una dictadura tenemos el derecho a expresarnos libremente como queramos.

Mis padres siempre me hablan de cómo fue, para mí es como que me contaran una película de acción, es impresionante todo lo que se vivió en esa época, toda la represión que hubo, entonces cada vez que escucho las historias quedo siempre un poco pensativa, no puedo dejar de sorprenderme de esas historias. Yo no puedo hablar por los demás pero puedo dar mi opinión personal y pienso que una tiene que escuchar a los demás, a las personas más grandes porque son sabias, porque tienen conocimiento, porque tienen experiencia y de esa experiencia puede uno sacar cosas para sí misma, para entender lo que estamos viviendo hoy en día, por eso es importante escuchar a la gente mayor.

A mí me encanta Chile pero a mí lo que no me gusta, el defecto que le veo a Chile, es la mala distribución de los ingresos.

Yo siempre que puedo participo en las marchas a favor de los indígenas de este país, pienso en el pueblo mapuche porque ellos son nuestras raíces y nosotros les estamos dando la espalda y tratándolos de terroristas, considerando que los terroristas somos nosotros porque estamos atentando contra ellos porque vinimos y nos adueñamos de su tierra y digo “nosotros” porque yo no soy cien por ciento mapuche sólo tengo un apellido mapuche y lo valoro, por eso encuentro necesario que se vuelva a enseñar mapudungun en las escuelas porque es parte del ser chileno.

Me gustaría que las próximas generaciones vivieran un Chile más justo, que las leyes se cumplan, que tengan derechos, que cuando haya algo injusto se movilicen igual como lo estamos haciendo nosotros, que no se queden callados. Me molesta esta situación en que nos dejan como “a la vida”, que el que tiene dinero va a surgir y seguir multiplicando su dinero, nosotros, hablo por mí, yo no soy pobre, soy clase media, podría tener una oportunidad para surgir, pero la gente pobre no tiene escasas oportunidades, esta todo demasiado marcado, siempre hablamos de la clase alta, la clase media y ¿qué pasa con los pobres? De hecho si nosotros no logramos nada, ellos, los pobres van a tener que endeudarse toda su vida.

Yo en general no tengo miedo, mi único miedo es que esto se acabe y no haber conseguido nada pero de otra cosa no tengo que temer.

Yo estoy aquí día y noche y para mí hay momentos altos y bajos, porque hay momentos de mucho estrés, yo recuerdo que en un momento de mucho estrés yo estaba en mi casa y mi mamá me llamó la atención por algo chico y yo lloré y lloré y me acosté llorando y desperté sensible y seguí llorando pero entendí que son como ataques de estrés porque no sabía como desestresarme y no sabía qué hacer porque veía que nosotras nos seguíamos desgastando anímicamente, físicamente y no estábamos consiguiendo nada entonces eso me tenía bastante estresada.

Lo que me hace no tirar la toalla y seguir con esto, es la situación de nosotras como Liceo Carmela Carvajal. Acá anualmente vienen a postular alrededor de dos mil niñas y solo ingresan de 150 a 200 y las demás niñas no quedan, no porque sean tontas o no pudieron, simplemente porque no estuvieron dentro de un parámetro y sus padres tienen que gastarse la mitad de su sueldo para que vayan a colegios privados o llevarlas a colegios municipales donde no van a encontrar la misma calidad de educación que acá, esas dos mil niñas postularon porque quieren tener la oportunidad de una educación de calidad y la misma oportunidad de becas, por eso cada vez que yo pienso en eso sigo insistiendo en que tenemos que seguir con el movimiento porque yo no lo estoy viendo por mí, yo lo estoy viendo más que nada por los demás, porque a mí me da lata pensar en la persona que no pudo quedar acá porque les faltó un punto.

Yo esos días en que estaba sensible, lloré cuando vi muchas fotos de diferentes países con carteles diciendo “yo apoyo a los estudiantes chilenos” , el hecho de que llorara fue porque me emocionaba el entender que no estábamos solos en esta lucha, que somos más.

Yo me doy cuenta que entre estudiantes secundarios y universitarios estamos unidos, hemos vencido una brecha que había antes entre estos dos sectores, esto es un movimiento no sólo de estudiantes sino también de trabajadores.

Por eso, en este momento lo que me preocupa es que nosotras nos bajemos sin haber conseguido nada, que dos meses y medio hayan sido una pérdida de tiempo, porque nosotras lo que estamos haciendo, más que un cambio de Chile a nivel político, estamos haciendo un cambio social, estamos abriendo la mente de muchas personas por eso yo encuentro que bajarse ahora hubiese sido un desgaste emocional, físico y una pérdida de tiempo total.

Yo he hablado con mi mamá sobre lo que está pasando y lo que nosotros queremos es un cambio muy grande a nivel de país y para lograr ese cambio nosotros tenemos que dar algo de nosotros a cambio, por eso si es necesario dar lo que queda del año escolar yo lo voy a dar, voy a perder el año. Nosotros lo vamos a lograr porque lo tenemos claro en nuestras mentes, por eso lo estamos haciendo, estamos exigiendo lo que nos merecemos entonces lo vamos a lograr, quizás no la próxima semana pero sí lo vamos a lograr.

A mí me gustaría decirle a nuestro queridísimo gobierno que nosotros no somos los intransigentes, ellos, la clase política son los que nos están pidiendo mucho, ellos nos piden mesas de diálogo pero a cambio nos piden que bajemos el movimiento. Yo quiero que ellos entiendan que pedirnos eso es demasiado porque a nosotros ni siquiera nos aseguran algo, yo encuentro que eso es pedir demasiado porque si nosotros bajamos las movilizaciones sin saber qué respuesta vamos a tener después ¿cómo vamos a volver al gran movimiento que estamos teniendo hoy en día?, es complicado. Dense cuenta que nosotros no vamos a parar simplemente porque nos coloquen más becas o nos ofrezcan otras formas nuevas de endeudarnos nosotros vamos a parar hasta que nos den los que nosotros estamos exigiendo.

Llevamos más de dos meses y 12 días en movilizaciones, por ejemplo lo que se ve en el liceo es que de lunes a sábado hay concurrencia de niñas, el domingo no se ven muchas niñas porque se van a sus casas a descansar. Adentro del liceo hacemos tocatas para juntar fondos, pero adentro del liceo tenemos la ley seca, de que nadie puede tomar porque nosotras venimos acá a trabajar y a estar en el movimiento, no vinimos a  hacer un carrete[29]. Por ejemplo yo anoche me quedé haciendo turno hasta las ocho de la mañana con frío y me fui a acostar y me desperté hasta las 12.

En este movimiento tenemos caras visibles, son personas que hemos elegido para que nos representen, no son los que mandan en este lugar. Para comunicarnos nosotros preferimos juntarnos, por el tema de los celulares intervenidos, por eso siempre tenemos reuniones, a veces son varias en un día, así estamos continuamente comunicados, también por Facebook se publican los comunicados para que otras niñas estén informadas y aquí (en el colegio) se hacen una vez a la semana asambleas para estar informadas, al igual que los apoderados que tienen sus asambleas para informar de todo lo que está pasando.

Nosotras estamos pidiendo un cambio a nivel constitucional, porque la constitución actual de Chile fue creada en la dictadura, hecha por algunos pocos, por eso nosotros como estudiantes no podemos entender que hoy en día que estamos en un país democrático sigamos rigiéndonos por una constitución que fue antidemocrática.

También queremos un cambio democrático en la educación, queremos que nos garanticen que no habrá establecimientos con fines de lucro ya que pensamos que es horrible que se gane dinero a costa de un derecho. También estamos pidiendo que el pase escolar para usar el transporte público sea gratis porque si la constitución se compromete a garantizar que cualquier persona tenga educación de primero básico a cuarto medio entonces el estado debe garantizar nuestros viajes, además como menores de edad no generamos ingresos a nuestras familias, las tarifas suben y los sueldos siguen igual, por eso pedimos que sea gratis para los estudiantes. Por otro lado queremos la desmunicipalización de los colegios, porque en las municipalidades se queda gran parte del dinero que debería ir a los colegios, y a parte están mal administrados. También estamos pidiendo que los colegios técnicos tengan mejor implementación y que se valore el trabajo que hacen pues se ha visto que muchas veces no se les paga por su trabajo, también sabemos que los aranceles de la educación en Chile son uno de los más elevados a nivel mundial y no queremos esto, porque es nuestro derecho el poder estudiar por eso estamos pidiendo una educación gratuita y no es un sueño, sabemos que eso se puede lograr. Otro de los puntos del petitorio es la educación de calidad porque no porque un colegio este en un buen barrio debe tener más calidad que otro que está en un barrio de menos recursos, eso no tiene sentido.

Quiero hacer un llamado para que la gente entienda, que nosotros como estudiantes chilenos a pesar de que nos coloquen muchas barreras, no nos daremos por vencidos, porque hoy es el día del cambio, no mañana.


[1] Movimiento de Aspirantes Excluidos de la Educación Superior. Nota de la edición.

[2] Mexicanismo que significa demasiado. Nota de la edición tomada del diccionario de mexicanismo de la Academia Mexicana de la Lengua.

[3] Universidad del Valle de México, una de las universidades privadas que se utilizan cada año como sede del examen de admisión a la UNAM y que está ubicada al sur de la Ciudad de México. Nota de la edición.

[4] Mexicanismo que se refiere a dinero. Nota de la edición tomada de ibid.

[5] Mexicanismo que significa: bueno, de lo mejor. Nota de la edición tomada de ibid.

[6] El salario mínimo en México está tasado, al día de hoy, en un aproximado de 1,800 pesos mensuales (más o menos 130 dólares), insuficiente para cubrir los gastos de la canasta básica familiar. Nota de la edición.

[7] Los exámenes de ingreso a la UNAM son pruebas estandarizadas, de opción múltiple y 120 reactivos, a partir de las cuales se determina quienes alcanzan lugar y quienes no las facultades de la universidad. Nota de la edición.

[8] En México a partir de la instauración de los exámenes estandarizados de ingreso a la educación media superior y superior y de los altos índices de rechazo, ha florecido un muy lucrativo y gigantesco negocio de cursos para preparar los exámenes. Nota de la edición.

[9] Instituto Politécnico Nacional creado en la década de los cuarenta del siglo XX, es la segunda institución de educación superior, a nivel nacional del país. Nota de la edición.

[10] Mexicanismo que significa joven. Nota de la edición tomada de Ibid.

[11] Mexicanismo que hace alusión a un sí muy enfático. Nota de la edición tomada de Ibid.

[12] Mexicanismo que significa trabajo. Nota de la edición tomada de Ibid.

[13] Mexicanismo que significa dificultades. Nota de la edición tomada de Ibid.

[14] Comité Estudiantil Metropolitano, organización política estudiantil que tiene como una de sus líneas de lucha la crítica a las políticas de ingreso a la educación media superior y superior desde 1996 y que a partir de 2006 impulsa la formación del MAES.

[15] En el sistema educativo mexicano se evalúa con una escala numérica del 1 al 10 y está subdivido en dos niveles: educación básica, dividida a su vez en primaria (6 años de escolarización) y secundaria (tres años); y educación superior, subdividida también en dos: educación media superior, preparatoria o bachillerato (tres años) y educación superior técnica o universitaria. Nota de la edición.

[16] Desde el 2006, primer año de movilizaciones del MAES, los estudiantes han logrado firmar acuerdos con las autoridades educativas mediante los cuales se les ofrecen becas (a todos los movilizados) para cierto número de carreras en universidades privadas, y si al cabo del primer año, tienen un rendimiento académico positivo se les inscribe en las escuelas o facultades de la UNAM. Cabe decir que cada año el movimiento busca mejorar las condiciones de los acuerdos. Nota de la edición.

[17] Secretaría de Educación Pública. Nota de la edición.

[18] Mexicanismo que se refiere a grupo. Nota de la edición tomada de ibid.

[19] Fondo de Fomento y Garantía para el Consumo de los Trabajadores. Es una institución del gobierno federal mexicano que otorga créditos a los trabajadores.

[20] Mexicanismo que significa desorganización. Nota de la edición tomada de Ibid.

[21] Mexicanismo que se refiere a una exclamación para denotar preocupación o sorpresa. Nota de la edición tomada de Ibid.

[22] Expresión que significa que quedar excesivamente lejos. Nota de la edición.

[23] Mexicanismo que significa holgazán, flojo. Nota de la edición tomada de Ibid.

[24] Mexicanismo que significa que nos están arruinando y haciendo daño. Nota de la edición tomada de Ibid.

[25] El Sistema Educativo chileno está dividido en tres niveles: educación básica, media y superior. La educación básica está a su vez subdividida en el nivel parvulario o preescolar (no obligatorio) y en el nivel básico que es obligatorio e implica 8 años de escolarización. La enseñanza media dura cuatro años, es voluntaria y está integrada por dos tipos de liceos: los científico-humanistas y los técnico-profesionales. Y por último, la educación superior, impartida en distintos tipos de instituciones: Universidades Autónomas independientes del Estado, Universidades Privadas, Institutos Profesionales de Educación Superior y Centros de Formación Técnica. La educación superior en Chile no es gratuita aunque sea pública. Información obtenida de la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación la Ciencia y la Cultura, nota de la edición.

[26] En Chile la educación no es gratuita por lo que la mayoría de los estudiantes se ven obligados a financiarla mediante los sistemas de becas y de créditos. Los créditos son de diferentes tipos, en el mejor de los casos se obtiene un crédito solidario, con un interés del 2% y que se paga por un número limitado de años, después de los cuales se condona la deuda; sin embargo, la mayoría de los créditos son otorgados por instituciones bancarias a un interés de casi 6%, y a pagar hasta liquidarlo. Con información del reportaje “Análisis sobre los créditos educativos chilenos” elaborado por Telesur en entrevista con Juan García Huidobro, decano de la facultad de educación en la universidad Alberto Hurtado. Nota de la edición.

[27] Pololear en Chile significa estar con novio. El pololo es el novio. Nota de la edición.

[28] El Pase Escolar o Tarjeta del Estudiante, es una tarjeta de identificación estudiantil estandarizada a nivel nacional y que permite a los estudiantes gozar de algunos descuentos, sobre todo en el transporte público. Nota de la edición.

[29] Expresión utilizada en Chile para referirse a hacer una fiesta, por lo general una fiesta en la que se presentan muchos excesos. Cuentan que el origen de la expresión está en las antiguas reuniones que hacían las mujeres, allá por el siglo XIX, para tejer, tomar té y platicar. Nota de la edición.

Publicado el 01 de Septiembre de 2011

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